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CAPITULO 09: CONOCIÉNDOTE (4)

Daniel era la perfecta representación del hombre mentiroso que no tiene sentimientos de culpa, ni de angustia y mucho menos remordimiento por lo que hacen, por lo que no les interesa si lastiman a quienes los rodean; ellos solo quieren lograr sus objetivos sin importar los medios que usen para llegar a sus fines.

-Lamento mucho que tu madre está enferma; pero, ¿quién la cuida el resto de días?

-Una enfermera. Su día de descanso es el domingo y por esa razón, me toca viajar a cuidarla.

-Puedes contar conmigo para lo que necesites. No estás solo. –Me acerqué y lo abracé.

Al contarme que su madre estaba muy enferma y que pronto moriría, sentí que debía apoyarlo para que no se sintiera solo y eso me hizo querer aferrarme mucho más. Él intentó darme un beso, pero fuimos interrumpidos por el mesero, que había traído la cuenta.

- ¿No descansas los domingos?

-No, tomo bebidas energéticas. Los lunes duermo en las mañanas cuando llego a casa y luego voy donde Carla para desayunar.

- ¿No te sientes agotado?

-Hay días que sí. A veces creo que no podre, pero me doy ánimos y continuo… ya sabes, a veces en la vida toca hacer sacrificios.

-Te comprendo perfectamente. Vayamos a la playa.

- ¿Por qué? ¿Tienes algo allá?

-Hoy no he hecho mi caminata, quiero ir.

-Es sábado, pensé que estaríamos juntos. –Dijo un poco molesto.

-Creí que irías a visitar algún amigo. No quiero que arruines tus planes por estar conmigo.

-Okey, comprendo que eso sea más importante que yo.

-Perdóname Daniel, pero no puedes pretender que cambie mi vida de un segundo a otro porque tú has llegado a ella. Además, si de verdad nos queremos, debemos irnos amoldando el uno al otro, pero eso es poco a poco.

Sentía que estaba arruinando mis planes, porque lo único que quería era sorprenderlo cuando viera que quería de su compañía, pero su actitud estaba complicando todo.

-Tranquila, comprendo. –Dijo iracundo y se puso en pie.

Durante el recorrido no cruzamos palabras. Al llegar, se bajó del carro para abrirme la puerta. –Disfruta tu caminata.

A pesar de su personalidad un poco complicada, él siempre fue caballeroso, lo que hacía que esa fuera su mejor cualidad y un arma toxica para conquistarme porque a las mujeres nos fascina que los hombres realicen esos pequeños detalles y ellos saben cuándo utilizarlos como su mejor estrategia para hacer que caigamos rendidas a sus pies.

-A veces complicas las cosas por tu forma de reaccionar. Creo que es bastante difícil poderte complacer, pero aun así quiero pedirte que por favor me acompañes en mi caminata.

El escucharme, su rostro se ilumino y pude notar la felicidad que le causaba. –¿De verdad? ¿Dejaste que me enojara en vano?

-Solo quería sorprenderte. Debes aprender que hay cosas por las que no vale la pena enojarse.

-Pensé que era que no querías seguir estando conmigo. –Dijo, mientras acariciaba suavemente mi mejilla.

-Te equivocaste. Me importas y quiero que hagamos esto juntos, que podamos irnos acoplando de la mejor manera, pero debes dejar de reaccionar así frente a las cosas que no te gustan.

-Tienes razón preciosa, quizá el destino nos juntó por eso.

- ¿Por qué?

-Para que me ayudes a ser mejor persona, porque tú eres perfecta.

-No lo soy, aún tengo mucho que aprender, pero sé que hay cosas por las que definitivamente no vale la pena enojarse y esto que hiciste, es una de ellas.

-Lo sé, no volverá a pasar.

-Te había oído decir eso antes.

-Lo lamento de verdad. Me siento privilegiado en ser la persona que te acompañe a reencontrarte con tu “yo interior”. –Sonrió.

¿Por qué pedir tantas veces disculpa? ¿Acaso con una sola vez no era suficiente? El perdón no se gana por cuantas veces pidas que te perdonen, sino por tu actitud y el real arrepentimiento de haber causado daño a quien quieres. Su actitud demostraba que en verdad no se sentía culpable, solamente quería salir del paso y convencerme; pero, ¿saben que es lo peor? ¡Que le creía todo! Confié ciegamente en él.

Mientras caminábamos, nos tomamos de las manos y sentía que mi alma estaba en paz por tenerlo junto a mí. Su mirada cálida y penetrante me abrigaban haciéndome sentir tan llena, que no quería que ese momento llegara a su final y de solo pensar que quizá no volvería a verlo, sentía un vacío. Cada huella en la arena representaba cada segundo de felicidad que trascurría a su lado.

-Gracias por dejarme hacer esto.

-No me agradezcas Daniel. No sé qué tienes, pero no quiero que te alejes de mí.

-No lo hare preciosa! ¡Te juro que no lo haré! ¿Ves esa línea infinita del mar que se une con el cielo? -Dijo señalando con su dedo.

-Sí.

-Estoy seguro que están subiendo al cielo las cartas, para ser leídas por tu padre.

Al escucharlo, no pude evitar que mis ojos se humedecieran y lo abracé con todas mis fuerzas.

-Déjame protegerte. Quiero hacer por ti hasta lo imposible, solo me importas tú.

-Entonces demuéstramelo.

Él agachó su rostro y al levantar mi mirada, nuestros labios se iban acercando; acaricio mi cabello y fue bajando lentamente por mi espalda. La pasión se apoderaba de nuestros cuerpos, el deseo cada vez se hacía más fuerte y la frecuencia cardiaca de nuestro corazón se aceleraba; finalmente nuestros labios se mezclaron, nuestros cuerpos se juntaron y nuestras almas se entrelazaron. Aquel bello paisaje adornado por el atardecer y las notas musicales de las olas, acompañaban nuestro mágico momento.

Caímos en la arena y las olas humedecieron nuestros cuerpos, haciéndonos entrar en un mundo al que solo nosotros teníamos acceso, un mundo donde olvidábamos los problemas, donde olvidábamos la realidad que a veces nos hace ser duros, crueles, despiadados e insensibles; nuestro mundo era perfecto en ese momento y lo que sentí en ese instante, al besarlo por vez primera, se convertiría en mi calvario con el tiempo. Sin embargo, entendí que aprendí y gané más cuando lo perdí que, cuando lo tenía junto a mí.

El lunes por la mañana llegue a la playa y recibí una llamada suya donde me decía que acababa de llegar de donde su madre, pero tenía muchas ganas de verme; sin embargo, logre convencerlo de descansar y vernos después. Me sentía plena, como nunca antes me había sentido y lo refleje en mi clase, porque Oscar estaba emocionado de verme tocar mejor que nunca. Mi ser irradiaba partículas de felicidad por donde pasara y Tifani no pudo evitar sentir curiosidad de lo que me tenía tan contenta, así que cuando le conté se sintió feliz y me dijo que no debía sentir miedo de estar con él, porque así era el verdadero amor; por otro lado, ella también sintió pesar por que la madre de Daniel estaba enferma.

- ¿Y te ha llamado hoy?

-Sí, pero le he dicho que nos vemos después.

-Es lo mejor. Qué triste noticia la de su madre.

-Lamentable, pero no está solo, me tiene a mí.

-Qué alegría me da verte así de feliz, te mereces eso y más.

-Sara, ¿por qué su madre no está en la ciudad? ¿O porque él no trabaja en donde ella está?

-Tienes razón, no caí en cuenta de preguntarle. La próxima vez que lo vea le diré.

-Aunque ahora que te conoció, dudo mucho que se quiera ir de la ciudad; si no lo hizo antes, mucho menos ahora.

-No creo, si el pudiese irse lo haría.

-Con esa respuesta no te siento segura de su amor.

-No es eso, pero seamos realistas, nos conocemos hace poco y él no va a cambiar su vida solo por mí, mucho menos perder grandes oportunidades.

-Estamos hablando sobre la base de algo que ni siquiera sabemos.

-Dejemos todo al tiempo.

A diferencia de días anteriores, Tifani estaba muy contenta porque sentía que su esposo estaba volviendo a ser el mismo de antes y que los consejos que le di, le sirvieron para lograr que él se diera cuenta que su familia lo necesitaba. Ambas irradiábamos felicidad y los que nos rodeaban, lo percibían, contagiándose de ella. Me sentía completa, porque él era para mí la pieza que le faltaba a mi rompecabezas o el tornillo que le hacía falta a mi máquina para funcionar de manera correcta.

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