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CASUALIDAD O CAUSALIDAD
CASUALIDAD O CAUSALIDAD
Por: Jeanette A. Sanchez L.
CAPITULO 1: A SIMPLE VISTA (1)

Nuestra naturaleza nos lleva a tener pensamientos que juzguen lo que observamos por vez primera, otorgando un significado muchas veces erróneo, por ello tengamos presente que más allá de nuestra vista, se esconden acontecimientos, frases o sentimientos que nos demuestran que lo percibido no es lo que parece. Todo suceso lo precede una causa y el desenlace que tenga dependerá de nuestra reacción frente al mismo.

 “La vida es muy corta para estar razonando ante los disparos del corazón, por ello deja de detenerlo y navega una sola vez por ese primer impulso de pasión”

                                                                      Eva González.

El desespero invadía el lugar ¿Dónde estaban los salvavidas? ¿Cómo era posible que en una playa tan recurrida no hubiese alguien que fuera a rescatar a ese hombre? Sentí, ¡debía hacer algo! por lo que interrumpí mi caminata diaria y le pedí prestado un flotador en forma de tiburón a un hombre que minutos antes había estado jugando con su hijo. Nade rápidamente y al llegar a él, estaba inconsciente, por lo que lo subí sobre el flotador y me sumergí mientras con una de mis manos halaba para llegar a la orilla y así nos manteníamos una distancia segura que no pusiera en peligro el rescate. “Que pesado es” pensé, para dar un poco de gracia a aquel trágico momento. Se oían gritos por doquier, pero nadie hacia nada por ayudarle, así que me convertí en la heroína de aquella escena que casi acaba con la vida del galán que se volvería protagonista de mi triste historia.

Estando sobre la arena, el hombre no reaccionaba, el oxígeno se estaba agotando en sus pulmones, así que era momento de poner a prueba mis conocimientos médicos y hacer una reanimación cardiopulmonar: uno, dos, tres; uno, dos, tres, repetía una y otra vez mientras presionaba su pecho para lograr que el agua que había ingresado a su cuerpo, saliera.

-Necesito que por favor se alejen. Disminuyen el oxígeno estando tan cerca.

Se oían murmullos y todos estaban a la expectativa de ver reaccionar al chico, cuando de repente, una chica se escabullo entre la gente y gritaba “estoy con él, permiso, permiso; abran paso, necesito verle”. En ese instante, el chico expulso el agua que había entrado a sus pulmones y tocia fuertemente. La gente gritaba de alegría al ver que había vuelto a reaccionar y me felicitaban por haber hecho “la obra del día”.

- ¿Cómo va a estar? -Preguntó la chica.

-Estará mucho mejor. -Contesté. - ¿Eres su novia? Necesita ser llevado a un hospital.

-Viene una ambulancia en camino. -Respondió un señor que se encontraba presente.

En ese momento aparecieron de la nada dos salvavidas preguntando quien había sido víctima de aquella corriente que, lo había tomado por sorpresa.

-Es Daniel Olivero. Estábamos nadando, pero cuando sentimos la corriente sumergiéndonos intentamos salir, pero él no lo logró. Yo estaba muy nerviosa, pero en medio del miedo logré llegar a la orilla. -Dijo ella. -El salvavidas la miró y asintió.

-De no haber sido por esta jovencita, éste hombre estaría muerto. De suerte que usted ha logrado llegar a la orilla sin ayuda. -Añadió el señor. - ¿Quién es usted señorita? –Inquirió, dirigiendo su mirada hacia mí.

-Soy Sara.

- ¿Eres rescatista?

-No, estudio medicina, pero me defiendo un poco en la natación. -Respondí.

-De no haber sido por ti, no estaría aquí. -Dijo el chico que, a duras penas, podía medio hablar.

-Necesitas ir a un hospital. Acaba de llegar la ambulancia.

Los paramédicos pusieron la camilla debajo de él para poderlo levantar y subir a la ambulancia que lo trasladaría al hospital más cercano. La gente me abrazaba y me daban las gracias por haber sido la única con el valor para ir a rescatar a un desconocido. Me sentía agotada, pero a la vez estaba satisfecha, porque cuando me sumergí lo hice por instinto de salvación y no por algún interés a ser elogiada por los presentes del lugar.

-Quédate aquí, iré solo. -Alcancé a escuchar cuando el chico le dijo a la mujer que, lo acompañaba.

-Puedo ir contigo por si necesitas algo.

-Quédate. Me dejaste solo, mientras tu si alcanzaste a salir. No olvides que quien te empujo para que la corriente no te halara fui yo; de no haber sido por esa chica, no estaría vivo.

- ¡Daniel, pero pensé que saldrías! -Exclamó ella.

-Pensaste mal. Solo pensaste en ti y no hiciste nada por ayudarme. Ahora no quiero hablar, estoy mareado.

- ¡Pero Daniel! -Insistía ella, mientras las lágrimas resbalaban por su rostro.

Minutos después de lo que parecía ser una discusión entre ellos, la chica se acercó a mí con la esperanza de encontrar un aliciente a su sentimiento de culpabilidad.

-Gracias por haberlo rescatado. -Dijo sollozando.

-Tranquila, no fue nada.

-Si lo fue. De no haber sido por ti, estaría muerto ¿Cómo te llamas?

-Soy Sara Rendón, ¿y tú? -Pregunté.

-Claudia Toledo. Soy… -la chica suspiro profundo- soy amiga de Daniel. -Añadió.

-Bueno, lo mejor es que vayas a casa y descanses. Ha sido un día agotador, ¿no crees?

-Él no va a querer hablarme. Siente que lo deje solo en el mar.

Miré a la chica duramente, fue algo que hice inconsciente, pero tenía razón. Ella solo pensó en salvarse y olvidó que él también necesitaba ayuda y más si gracias a él, se encontraba fuera de peligro, mientras él había estado al borde de la muerte y su amiga no avisó al salir que él se estaba ahogando. Al no obtener respuesta de mi parte, la chica solo se marchó y vi cómo se perdía en medio de la lejanía.

Media hora después todo estaba en calma nuevamente y los salvavidas del lugar, que ahora si estaban haciendo su trabajo, alertaban a la gente sobre la marea alta, por lo que muchos prefirieron quedarse en la orilla jugando con las olas que iban y venían. Por mi parte, fui a tomar un jugo en el restaurante que estaba en la playa y a donde llegaba todos los días luego de hacer mi recorrido diario.

-Debes estar agotada. -Dijo Carla, mientras me entregaba el jugo de fresa.

-Sí, no pensé que este día sería distinto.

-De no haber sido por atreverte a nadar hasta donde él, la historia seria otra.

-Si. Al menos me siento orgullosa de estudiar medicina. -Dije riendo.

-Para algo te sirve, ¿no? –Dijo en tono sarcástico.

-Sí, para algo servirá. -Contesté duramente.

Eran mis vacaciones veraneras, donde aprovechaba de hacer las cosas que más me gustan sin tener la presión universitaria, así que mis días eran un poco rutinarios, pero divertidos. Al llegar a casa le conté a mi madre lo que había sucedido y ella se sintió orgullosa de mi, aunque no evitó sentir un poco de enojo al haber puesto en riesgo mi vida por un desconocido, pero la hice comprender que mi vida se trata de eso: estar al servicio de los demás. No se trata tanto de ser ayudada, como de ayudar.

Las siguientes mañanas transcurrieron sin nada que las hiciera salirse de la rutina, hasta que, llegó el día en que, a partir de allí nada volvería a ser igual.

Sentí que alguien tocaba mi hombro y al darme vuelta, él me miró fijamente y no pude evitar sonrojarme ¡Nuevamente el destino nos acercaba! Y esta vez sí pude admirar toda su belleza.

-Parece que nuestros caminos necesitan unirse, ¿no lo crees? -Dijo mientras se sentaba y pedía un jugo igual al mío.

-No lo creo. Quizá es solo casualidad. -Dije fríamente.

-No por nada me salvaste la vida. -Sonrió y giró mi silla para quedar frente a frente.

-Pudo ser cualquiera. Casualmente fuiste tú. -Dije mientras giraba mi silla y miraba hacia la barra.

-No creo en las casualidades y una chica que es medica sabe que todo es precedido por causas que sobrepasan las casualidades.

-Tu dialéctica no me sorprende así que no insistas en llamar mi atención. Sin embargo, me alegra verte recuperado. Nos vemos después Carla, me saludas a Luna. -Dije mientras me ponía en pie para irme del lugar, intentando que los latidos de mi corazón bajaran la velocidad. 

El chico fue tras de mí y me tomó por el brazo. Lo miré y me solté ¿Quién es él para creer tener el derecho de tomarme como si fuera suya? ¡Patético! Sin embargo, mi corazón seguía acelerado.

-Espera muñeca, déjame conocerte. Quiero recompensarte el hecho de haber salvado mi vida.

En ese momento caí en cuenta que no había cruzado palabras con él, así que ¿Cómo sabía que estaba estudiando medicina?

- ¿Cómo sabes que estudio medicina? -Inquirí.

-Pues tenía que investigar un poco sobre ti. Además, mucha gente te conoce. -Respondió.

-Más bien pienso que eres un psicópata que intenta seducirme hasta llevarme a la cama y luego desaparecerse o hacerme algo peor.

- ¡Vaya que mentalidad tan brusca! -Exclamó.

Lo siento, ¿fui muy dura con él? ¡No tengo la culpa! Creo que no cualquiera merece conocer lo mejor de ti. A veces es bueno que conozcan tu lado más insensible y oscuro y si insisten en quedarse, entonces merecen recibir lo mejor de ti.

-Típico de una doctora ¿No crees?

-Puede que tengas razón, pero también creo que tienes bonitos sentimientos, de no tenerlos no habrías arriesgado tu vida por alguien que no conoces.

-Sí, así es. -Dije mientras seguí caminando, sin dar importancia a lo que decía.

-Tienes algo que te hace ser distinta a las demás.

- ¿Ah sí? ¿Cómo sabes eso si no me conoces?

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