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CAPITULO 4: A SIMPLE VISTA (4)

La mayoría de los hombres suelen estar acostumbrados a que las mujeres estemos tras de sus pantalones pidiéndoles que nos den un poco de amor, pero cuando encuentran una que no es tan fácil como ellos lo pensaban, buscan todos los medios para poderla conquistar y era lo que él estaba a punto de iniciar conmigo puesto que, al ser un chico tan codiciado, estaba acostumbrado a que la mujer que él quería, podía tenerla y ésta vez, las cosas estaban siendo diferentes.

-Gracias, ¿para qué ser igual a los demás si no tendrás nada que te haga destacar? ¿No es el ser diferentes lo que nos hace ser atractivos?

-Así es princesa. Y tú tienes muchas cosas que te hacen ser atractiva.

- ¿Ah sí? Qué bueno es saber que lo notes.

- ¿Por qué no hacerlo? Son evidentes. -Dijo él.

- ¿Por qué piensas eso? Hemos cruzado muy pocas palabras.

-No se necesita de mucho para darnos cuenta cuando alguien nos interesa de verdad.

-Ok, entonces sabrás esperar.

Todas las personas necesitamos asegurarnos que a quien intentamos conquistar, de verdad le interesamos, para saber si vale la pena arriesgarse a muchas cosas; entonces, necesitaba asegurarme si le importaba y seguiría tratando de convencerme o si solo se alejaría al ver que no me derretía por él, aun cuando en el fondo, deseaba poder estar a su lado y él lo sabía. Cuando de verdad se quiere, el tiempo no es obstáculo para ninguno.

A la mañana siguiente, fui por un vaso de agua a la cocina y mi madre estaba leyendo el periódico, como solía hacerlo todas las mañanas antes de ir a su trabajo.

- ¡Buen día mi pequeña! ¿Cómo amaneces hoy? Te noto muy risueña.

-Buen día mamá. ¿Por qué lo dices?

-No sé, siento que estas feliz ¿A qué se debe?

Mi madre me conocía mejor que nadie y sabía que algo en mi estaba sucediendo, así que decidí contarle sobre éste chico y ella como toda buena madre, me advirtió que debía conocerlo bien y asegurarme de que lo que mostraba ser, no eran solo apariencias para lograr conquistarme.

- ¿Por qué no me dijiste antes que Daniel te estaba cortejando?

- ¡Mamá!

- ¿Qué? Solo me preocupo por ti.

-Lo sé, pero tranquila, no es nada seguro. Primero me daré el tiempo para conocerlo, pero para hacerlo debo aceptar su invitación, ¿no crees? Si no ¿De qué otra manera podemos saber el uno del otro?

Mi madre sabía que nunca antes había estado en una relación con nadie y ella tenía ese miedo de todas las madres cuando ven que su pequeña hija, ya no es una niña, sino que ha crecido y se ha convertido en una mujer que quiere conquistar al mundo porque tiene la adrenalina de la juventud.

-Confía en mí. Todo estará bien. Además, de pronto no esté en la playa. –Dije, mientras me dirigía a la puerta. –Me regresé a dar un beso en su frente- Luego me marché.

Al llegar a la playa vi que estaba en la entrada del restaurante y al verme, una hermosa y cálida sonrisa se dibujó en su rostro. No pude evitar corresponderle.

-Que bellas se ven tus mejillas sonrojadas ¿Lo causo?

- ¿Siempre eres así de creído? -Pregunté riendo.

Él se acercó, me dio un beso en la mejilla y un olor a menta me abrigó. –Que buen aroma. Dije inhalando profundamente.

-Gracias señorita, ¿desea que la invite a desayunar?

-Es usted muy gentil. -Dije tomando su mano para subir las escaleras. –Que caballeroso.

-Con una reina ¿Quién no sería así?

¡Oh por dios! ¡El chico ideal! ¿Dónde había estado todo ese tiempo? Pero recuerden chicos, no podemos ser débiles ante la persona que se aparece en nuestros sueños.

Fuimos a una de las mesas y minutos después, nos encontrábamos desayunando, mientras hablábamos muy amenamente. Preguntas triviales y una conversación común, de esas que se tienen cuando estas conociendo a alguien, nos acompañaba en nuestra primera cita.

-Gracias por aceptar mi invitación.

-No es una invitación oficial.

- ¿Por qué no?

-Porque nos hemos encontrado aquí, por cosas de…

Él me interrumpió y dijo: -Por cosas del destino. Debemos descubrir porque razones nos hemos conocido. Nadie llega a la vida de otra persona solo porque sí; siempre habrá un motivo.

-Así es, pensamos igual. -Dije, mientras tomaba un poco de jugo.

- ¿Quieres saber que pienso de ti?

-Sí, dime. -Lo miraba fijamente.

-Aparentas ser una chica muy fuerte y tal vez lo seas, pero parece que nunca te has enamorado y por eso tienes miedo de hacerlo.

Él hablaba con una seguridad que, deseaba tener, pero tenía toda la razón. Nunca me había enamorado y esa sensación era algo nuevo para mí, por eso quizá mi instinto deseaba evitarla.

-Nunca me he enamorado, pero no tengo miedo de hacerlo.

- ¿Ah no? Pues parece, por algo te negabas a aceptarme. Sé que sientes algo por mí y por eso estas aquí.

-No estoy aquí por ti. Todas las mañanas vengo a mi caminata; es algo que hago desde muy pequeña.

-Lo sé, me lo habías dicho. Pero es distinto que estés trotando y muy distinto es que, en vez de estar trotando, estés aquí conmigo. ¿Alguna vez lo habías dejado de hacer por alguien?

Y una vez más volvía a tener la razón ¿Qué causaba en mí que descontrolaba todo lo que era hasta ese momento? Jamás había dejado de trotar por alguien y me sentía tan a gusto con él, que olvide mi rutina diaria, porque me resulto más placentero su compañía, que lo que más me encanta hacer todas las mañanas. No obstante, no podía demostrarle que estaba causando en mi algo que nadie había causado antes y no podía permitir que se aprovechara de eso. No todos somos tan malos, no todos somos tan buenos y algunas veces muchos resultan ser menos malos de lo que pensábamos y otras veces muchos resultan ser menos buenos de lo que esperábamos así que necesitaba saber qué papel jugaba él en mi vida.

- ¿Qué te hace pensar que no iré a trotar? -Refuté.

-Nada. Solo quiero sentirme orgulloso de saber que soy importante para ti y por eso has decidido quedarte junto a mí; aunque si gustas, puedo acompañarte. –Él se fue acercando a mí y en cuestión de segundos, nuestros labios estaban separados por milímetros, pero ninguno de los dos daba el siguiente paso.

-Tengo ganas de hacer algo. -Dijo él.

- ¿Qué? -Pregunté con voz un poco agitada, mientras mi corazón latía rápidamente y sentía que se quería salir de mi pecho.

-Poder darte un beso. Tus labios son irresistibles.

Unas ganas inmensas de besarlo me invadieron porque él era el chico que estaba causando en mi esa sensación de temblor en el pulso cuando te gusta mucho alguien y ¿Cómo evitar sentirme así? ¡No podía!

- ¿No crees que es prudente que esperemos un poco más? -Pregunté.

-No, porque no necesito perderte para darme cuenta que me interesas. No quiero que el tiempo juegue en mi contra y, por el contrario, quiero aprovechar cada segundo junto a ti. Además, quiero recompensarte el hecho de haber salvado mi vida.

-Pero, así como lo hice por ti, pude hacerlo por cualquiera.

-Si esa fue la estrategia que utilizo el destino para hacernos conocer, entonces valió la pena casi morir para poderte encontrar. -Dijo tomando mi rostro entre sus manos.

Cerré mis ojos y por un instante solo quise abalanzarme contra él y besarle apasionadamente, pero apenas era la primera cita y no es prudente que nos besemos enseguida, ¿o sí? En tiempos como los de ahora, muchas cosas no son prudentes e incluso muchas se han vuelto cotidianas; sin embargo, me controlé.

-Necesitamos conocernos más. -Dije suavemente.

-Si decides estar junto a mí, iras descubriendo todo. Aunque sería mejor que no supieras nada de mi pasado, no te traería nada bueno.

¡Atención queridos amigos! Si una persona se niega a contarte su pasado, mantente alerta, porque aun cuando muchas experiencias y cosas que hemos vivido, deseamos mantenerlas en secreto o no traerlas a nuestro presente, quien no tiene nada que ocultar, no teme contarte quién es y mucho menos contarte cosas de su vida privada porque si de verdad le interesas a alguien, querrá que conozcas hasta los lugares más oscuros y recónditos de su vida y tú no tendrás miedo de hacerlo.

-Quiero saber quién eres.

-Lo sabrás princesa. No te estoy negando conocerme, solo te digo que no hay muchas cosas interesantes que quieras saber, pero si aun así insistes, las descubrirás. Respondió mientras intentaba darme un beso.

-Lo que fácil viene, fácil va. No me gustaría iniciar todo tan rápido. -Dije anteponiendo mis manos para alejarlo un poco. ¡Lo tenía tan cerca y me sentía presionada, que sentía asfixiarme!

-Está bien. -Dijo mientras se acomodaba en la silla. -Hagamos algo, no te enamores. Si quieres vamos despacio, pero mientras tanto podemos estar juntos. –Agregó.

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