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CAPITULO 3: A SIMPLE VISTA (3)

Una química entre nosotros se sentía en el ambiente, esa química que sientes cuando sin conocer a alguien, quieres que esté en tus días por el resto de ellos, pero un instinto de desconfianza que nos domina a los seres humanos, nos hace alejar cualquier sentimiento que creamos que nos puede hacer perder el control de nosotros mismos. No obstante ¿Qué hay más fuerte que el amor? ¿¡Qué hay más fuerte que el amor cuando viene acompañado de fe, paciencia y comprensión!? ¡Nada! ¡No hay nada!

-Nos volveremos a encontrar. -Dije. –Por ahora, déjame continuar. –Añadí.

Él despertaba en mi algo distinto, un sentimiento que no había experimentado, pero que no quería sentir y su forma de ser un poco insistente me daba algo de susto. Intentaba evitarlo, no darle importancia, pero entre más quería alejarlo, más cerca necesitaba sentirlo.

- ¿Y si no nos volvemos a ver?

- ¿Acaso no eres tú quien cree en el destino?

-Si, por algo estamos aquí. -Respondió.

-Entonces confía, Daniel. Nosotros mismos labramos nuestro camino.

Al amanecer siguiente llegue al restaurante con la esperanza de volverlo a ver, pero ¿Dónde estaba? Carla, la dueña del lugar, me vio muy inquieta y entonces preguntó: - ¿Lo estás buscando? No vendrá hoy.

- ¿Buscando a quién?

- ¡No te hagas! A Daniel. Nunca viene los domingos.

- ¿Por qué piensas que lo estoy buscando?

-Se nota en tu mirada. Cuando mencioné su nombre, te sonrojaste y no puedes evitar el brillo que te adorna. -Dijo riendo.

¿Estaba siendo muy obvia? ¿¡Qué clase de poder tenia para hacerme sentir de esa manera!?

-No lo estoy buscando. -Respondí, tratando de disimular.

-No intentes ocultarlo; de todas formas, no pierdas el tiempo. No vendrá. -Luego se marchó a seguir atendiendo a los demás visitantes del lugar.

Minutos después fui a hacer mi caminata, pero unas ganas intensas acribillaban mi ser, haciéndome sentir la necesidad de su compañía ¿Por qué? Sentía que él estaba metiéndose en mi ser de una manera despiadada, simplemente al verlo tal y como lo había soñado, despertó en mí, lo que nadie había despertado. Un vacío me acompañaba durante mi trayecto y le preguntaba al cielo porque tenía esa sensación; no se supone que, ¿debía sentirme plena y satisfecha por conocerlo? Eso es para que ustedes observen que, si desde el principio algo no te satisface el alma, entonces no te conviene, pero como dije antes ¡Somos tercos y queremos probar el sabor de lo prohibido!

Al atardecer, mi madre me recibió con un delicioso almuerzo que, dio como resultado un sueño que duró hasta las cuatro de la tarde, hora en la que debía ir a mis clases de piano: Mi pasión. En la Academia a la que asisto, enseñan varios instrumentos, entre ellos la guitarra y la profesora que da las clases, es muy amiga mía. Su nombre es Tifani y nos conocemos desde hace nueve años; de niñas, nuestras casas eran contiguas, así que todos los días hablábamos, hasta que se mudó y perdimos contacto. Hace un año nos encontramos por casualidad en un centro comercial y al vernos, supimos que debíamos recuperar lo que años atrás nos mantenía unidas, a pesar de los siete años que me llevaba de más. Ella trató de convencerme de aprender su instrumento favorito, pero no es el mío, así que me inscribí en piano y a partir de ese momento, se convirtió en la razón por la que nos veíamos todos los días durante esas vacaciones.

Al llegar a casa y estar plácidamente en cama, nunca había anhelado tanto que amaneciera para ir a la playa, porque nunca antes había tenido la sensación de querer ver a alguien como lo estaba haciendo con él; sin embargo, debía controlar mis emociones.

-Nuevamente estamos aquí. -Dijo una voz, mientras su mano la colocaba alrededor de mi cintura.

Di media vuelta y ahí estaba, con una camisa que dejaba ver los vellos que cubrían su pecho y un pantalón que llegaba hasta sus rodillas ¡Que sexy se veía!

-Ya veo. O quizá no es el destino, eres tú, que viene hasta aquí con ganas de encontrarme.

-Ahora no soy quien tiene el ego arriba. -Dijo - ¡Carla, tráeme el jugo que la chica está tomando, por favor! -Gritó.

- ¿No tienes gustos propios? -Pregunté.

-Sí, pero quiero conocer los tuyos, para ver si encajo en ellos.

- ¿Qué te hace pensar que puedes hacerlo?

-Las ganas que tienes de ignorarme, pero algo en lo profundo de tu ser no te deja hacerlo. Respondió con esa mirada seductiva, propia de él.

Me dejó sin habla, así que solo pude tomar un sorbo del jugo y suspirar porque tenía razón en lo que acababa de decir. Tal vez los años que me llevaba lo hacían conocer un poco más de la vida… mientras él venía, yo apenas alistaba mis alas para volar. Me puse en pie y fui a trotar, entonces el me siguió y me dijo: -Esta vez no puedes negarte a darme tu número telefónico.

- ¿Por qué no?

-Solo te lo pediré una vez más, porque las chicas con tu carácter, no me las soporto.

-Entonces ¡Búscate a otra! -Dije y seguí mi camino.

- ¡Espera, espera! No quise lastimarte. –Dijo, tratando de corregir sus palabras.

-No lo hiciste. No tienes ese poder. -Respondí.

-Me interesas mucho, más de lo que imaginas, por eso no quiero tener que esperar verte acá, cuando puedo llamarte y tratar de convencerte para que aceptes una invitación a cenar. -Sonrió.

No le dije nada, seguí trotando y él seguía mi velocidad. No me sentía preparada para tener la compañía de alguien más que no fuera mi padre, así que con tal de hacer que no me siguiera, decidí detenerme y darle el número. Claro que, eso fue una excusa; lo más profundo de mi ser quería haberle dado el numero desde el primer momento en que lo tuve a pocos centímetros de distancia. 

-Con esto tengo suficiente. Veras que me necesitarás tanto, que no tendré que pedirte que me dejes acompañarte, porque tú misma querrás que lo haga.

Él estaba tan convencido de sí mismo y de lo que era capaz de hacer, que me daba miedo su personalidad, pero a la vez me atraía su forma de ser. Qué arriesgados somos los seres humanos: lo que nos causa intriga, es lo que nos llama la atención. Pienso que todo hubiese sido más fácil si no lo hubiera conocido, pero de nada vale preguntarse qué hubiera pasado, porque todo tiene su rumbo y aun cuando queramos evitar que sucedan muchas cosas, ¡lo que va a pasar, pasa! Además, si no hubiera vivido todo lo que viví, no hubiese aprendido todo lo que aprendí y mucho menos me hubiera fortalecido para enfrentar los obstáculos en nuestro andar.

-Eso tenemos que verlo, pero por ahora, no me sigas. -Dije y me marché enojada por su cambio de actitud tan repentino.

Pasaron tres días en los que no supe nada de él y una intranquilidad atravesaba mi alma porque pensaba que, si tal vez no hubiese sido tan distante, me habría llamado o, ¿me estaba poniendo a prueba? ¿A prueba de que? ¿Acaso quería que lo extrañara para que cayera rendida a sus pies cuando apareciera? Probablemente sí. Las personas solemos ser crueles con quienes nos aman y nos volvemos un dulce con quien sentimos que no podemos tener en sumisión, ¿por qué somos así? Debe ser porque al igual que los animales, también queremos dominar a quienes nos rodean, pero algo que debemos tener en cuenta es que el amor no es sumisión, solo hay una relación de lealtad y equilibrio en la que ambos somos importantes y merecemos respeto.

Era el anochecer cuando mi teléfono sonó.

-Hola reina, ¿sabes con quien hablas?

Inmediatamente reconocí su voz, era él. –Por supuesto. Pensé que no me ibas a llamar, porque insististe tanto en tener el número y ahora que lo tienes, desapareces.

- ¿Te he hecho falta? -Preguntó.

¿Falta? ¿Cómo extrañar algo que nunca he tenido? Bueno, tal vez si me hacía un poco de falta. Me estaba acostumbrando a su insistencia en la playa.

-No, solo que se me hace extraño que no regresaras al restaurante.

-Veo que me has tenido presente estos días. No fui porque pensé que te daba igual… lo digo porque cuando me veías, te dabas el lujo de ignorarme y creer que tienes el derecho de hacer que te ruegue.

-Entonces si piensas eso, ¿por qué me llamas?

-No sé, debe ser porque también te he extrañado estos días.

- ¿Cómo extrañas algo que nunca has tenido?

-No necesitas tener algo para quererlo, ¿o sí?

Su respuesta a mi pregunta había sido más contundente que cualquier otra respuesta que me hubiese dado. –Tienes razón. -Respondí.

-Estoy por la playa. ¿Quieres ir a cenar?

-Está un poco tarde, si quieres mañana ¿Te parece?

- ¿Siempre eres así de difícil? -Preguntó.

-Si te parezco difícil, es porque estás acostumbrado a lo fácil.

-Eres distinta a las demás y eso es lo que te hace ser única y especial.

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