Bárbara SummersMi madre me miró con una expresión de desdén en su rostro.—A pesar de lo malagradecida que resultaste, supe que te habían detenido y vine a asegurarme de que estás bien, a pesar de tu comportamiento para conmigo, yo me preocupo por ti. Aunque su tono era aparentemente condescendiente, al mismo tiempo era despreciativo.Mi paciencia se agotaba rápidamente, pero no quería causar un escándalo en ese lugar, no con mi hija presente, así que suspiré y me armé de paciencia.—No necesito tu preocupación, madre. Estoy bien. Y si no tienes nada importante que decirme, te agradecería que te fueras, no te necesito, no estuviste cuando lo necesité.Mi madre se giró hacia mí y me miró con una sonrisa que heló mi sangre.—Sabía que no era buena idea tener esa niña, pero no quisiste escucharme, y ahora ya no eres ni la sombra de lo que fuiste y mira ahora donde estás, en lo que te has convertido.—Sabes muy bien que la causante de que esté aquí, eres tú, nunca supiste hacer bien tu
Bárbara Summers.La entrada repentina y las palabras enérgica interrumpieron la conversación entre mi madre y yo. Ambas giramos nuestras cabezas hacia la puerta, y vimos a Taylor, quien se veía bastante seria y con una mirada de determinación en sus ojos.Mi madre frunció el ceño, evidentemente sorprendida por la entrada de Taylor, y le espetó con una voz agria:—¿Quién diablos eres tú para estar interrumpiendo una conversación privada y meterte en lo que no te importa? ¿Por qué entras aquí así? —inquirió sin contener la furia.Taylor se mantuvo firme y respondió con calma:—Soy el médico de Bárbara, y ahora también soy su amiga y por eso le digo que usted ya le ha hecho suficiente daño, así que le pido que se retire de aquí de manera inmediata.Mi madre se tambaleó un poco, claramente sacudida por la presencia de Taylor. Intentó recuperar su compostura y respondió en tono sarcástico:—¿En serio? ¿Amigas? Vaya, me has sorprendido, Bárbara ¡¿Crees que andar con niñas buenas te hará co
Emerith RaffertyMis hijas salieron a sus respectivas habitaciones para terminar de arreglarse, mientras tanto, yo estaba sentada dándome mis últimos toques en el espejo, no sabía cómo sentirme, porque a pesar de todo lo que me habían dicho y lo que yo había pensado, no podía evitar preguntarme si estaba haciendo bien.Vi la foto en mi peinadora y la tomé con cuidado, en esa oportunidad era mi boda con Ian, sé que tenía que decirle adiós y dar la bienvenida a una nueva vida, pero una cosa era decirlo y otra hacerlo.Sentí unos suaves toques en la puerta, y di la voz de pase, pensando que se trataba de algunas de mis hijas, pero era Massimo. Cuando lo vi elegantemente vestido y con una sonrisa en sus labios me levanté nerviosa, como si hubiese estado haciendo algo malo y me hubiera encontrado, él negó con la cabeza.—No tienes nada que ocultar mujer —dijo acercándose a mí con una tierna sonrisa —no voy a pedirte que elimines todas sus fotos, él fue un gran amigo, y agradezco por todo
Alexis Kontos.En la boda de Massimo y Emerith, recibí una noticia que me había tenido un tanto preocupado.Después del escape de Ronald Tremblay, había contratado un par de investigadores privados para que dieran con él, temía por mi esposa, y por Paul, porque sabía que ese hombre no se quedaría quieto hasta buscar la manera de vengarse de ellos.Un hombre que jamás trabajó durante toda su vida y con la enfermedad de su primo, se vió como dueño absoluto de toda la riqueza que siempre mendigó, y de pronto perderla, no se rendiría tan fácilmente, por eso me encontraba en la sala discutiendo con mi jefe de seguridad colocar más vigilancia y seguridad a mi esposa.—Ponle el doble de la que tiene —ordené con firmeza.—Pero señor, ya se la puse, tenía dos y le coloqué seis —señaló el hombre.—Entonces ponle doce —ordené.Justo en ese momento se abrió la puerta de par en par y apareció Tarah, muy molesta.—¿Qué significa ese montón de hombres detrás de mí? Yo creo que ni siquiera el preside
Tarah KontosEl plan estaba en marcha, Alexis y yo trabajábamos meticulosamente para llevarlo a cabo. Decidimos utilizar un centro comercial como lugar de encuentro, ya que sabíamos que Ronald Tremblay estaba obsesionado conmigo y probablemente intentaría acercarse si pensaba que estaba sola. El centro comercial estaba lleno de cámaras de seguridad y personal de seguridad, lo que me brindaba una capa adicional de protección.Pasaron tres días y no obtuvimos resultados, lo que comenzó a inquietarme. Sabía que era cuestión de tiempo antes de que Ronald Tremblay se diera cuenta de nuestra trampa, pero la espera era angustiosa.Ese día, sentí a Alexis cerca, mientras me sentaba en una mesa cercana a la entrada, con los ojos fijos en la sala y una despreocupación practicada. Sabía que Alexis, no había dejado nada al azar, desplegando a sus hombres de mayor confianza para que se mezclaran entre la multitud. Giré la vista, y pude darme cuenta de las miradas vigilantes ocultas tras los pe
Levi HallPaseaba de un lado a otro tratando de encontrar las palabras adecuadas para pedirle a Taylor que fuera mi novia, aunque no sé cómo se lo tomaría, porque ella me había tratado distante, a todo sitio que llegaba ella se iba, así que en el fondo no sabía a qué atenerme, sin embargo, estaba dispuesto ese día a dar ese paso.Ella había salido con la pequeña Kejsi, y era seguro que regresaría a casa de mi hermano, por eso la estaba esperando en la sala.Apenas la vi entrar a la sala caminé hacia ella.—Taylor… necesito hablar contigo —dije de manera nerviosa, me sentía como un niño que espera la aprobación de sus mayores.—¿Qué pasa, Levi? —preguntó con curiosidad, mientras dejaba a Kejsi en un corral y se acercaba a mí.Me aclaré la garganta y reuní valor antes de continuar. Las palmas de mis manos estaban resbaladizas de sudor, la humedad se deslizaba por los bordes de mis dedos mientras me acercaba a Taylor, que estaba de pie, con la mirada fija en mí. El corazón me golpeaba la
Bárbara SummersDos meses después.El nuevo abogado que me había buscado Georgina, me estaba esperando en la sala de visitas, caminé con premura y allí lo encontré, me sentía un poco nerviosa, no quería hacerme falsas ilusiones.El frío estéril de la sala de visitas se pegó en mi piel cuando me senté frente al abogado, un hombre cuyo traje tenía las arrugas de haber trasnochado demasiado. Sus ojos, normalmente llenos de una calma calculada, parpadeaban con una vacilación inusual.—Señora Summers ¿Cómo está? —interrogó y yo asentí.—Estoy bien, usted me dirá —expresé nerviosa.—Le tengo noticias, logramos unos beneficios para usted, hicieron unos cálculos respecto a los gastos en que incurrió el estado al atender su falsa denuncia… —antes de que pudiera terminar de hablar yo la interrumpí.—Yo no tengo dinero para pagar esa suma… no tengo en qué caerme muerta, y no quiero pedirle dinero a nadie —respondí con seriedad, desinflando mi esperanza de poder salir.—No se preocupe, señora, ya
Bárbara Summers La pesada puerta del reclusorio gimió en sus bisagras, un sonido que parecía hacerse eco del peso de los meses que había pasado dentro. Salí a la implacable luz del sol, parpadeando contra el resplandor. Al principio, solo era una bruma brillante, pero luego las formas tomaron forma: el elegante aplomo de Georgina, la estoica solidez de Zucker, el cauteloso optimismo de Taylor, y allí, acunados en los brazos de Geo y Taylor, estaban mis niños Diallo y mi hija Kejsi. —¡Dios mío! —susurré. Un torrente de emociones surgió dentro de mí, un río tumultuoso rompiendo una presa. Me precipité hacia delante, mis pasos inseguros, las lágrimas inundando mi visión antes incluso de que pudieran caer. Con manos temblorosas, me acerqué a Diallo, no lo conocía hasta ahora y besé su frente, mientras acariciaba con suavidad su mejilla y luego, cogí a Kejsi y la acerqué hasta que mis latidos se unieron. —Mi angelita —suspiré, inhalando el dulce aroma de mi hija—, Lawson... ¿Él