Emerith RaffertyMis hijas salieron a sus respectivas habitaciones para terminar de arreglarse, mientras tanto, yo estaba sentada dándome mis últimos toques en el espejo, no sabía cómo sentirme, porque a pesar de todo lo que me habían dicho y lo que yo había pensado, no podía evitar preguntarme si estaba haciendo bien.Vi la foto en mi peinadora y la tomé con cuidado, en esa oportunidad era mi boda con Ian, sé que tenía que decirle adiós y dar la bienvenida a una nueva vida, pero una cosa era decirlo y otra hacerlo.Sentí unos suaves toques en la puerta, y di la voz de pase, pensando que se trataba de algunas de mis hijas, pero era Massimo. Cuando lo vi elegantemente vestido y con una sonrisa en sus labios me levanté nerviosa, como si hubiese estado haciendo algo malo y me hubiera encontrado, él negó con la cabeza.—No tienes nada que ocultar mujer —dijo acercándose a mí con una tierna sonrisa —no voy a pedirte que elimines todas sus fotos, él fue un gran amigo, y agradezco por todo
Alexis Kontos.En la boda de Massimo y Emerith, recibí una noticia que me había tenido un tanto preocupado.Después del escape de Ronald Tremblay, había contratado un par de investigadores privados para que dieran con él, temía por mi esposa, y por Paul, porque sabía que ese hombre no se quedaría quieto hasta buscar la manera de vengarse de ellos.Un hombre que jamás trabajó durante toda su vida y con la enfermedad de su primo, se vió como dueño absoluto de toda la riqueza que siempre mendigó, y de pronto perderla, no se rendiría tan fácilmente, por eso me encontraba en la sala discutiendo con mi jefe de seguridad colocar más vigilancia y seguridad a mi esposa.—Ponle el doble de la que tiene —ordené con firmeza.—Pero señor, ya se la puse, tenía dos y le coloqué seis —señaló el hombre.—Entonces ponle doce —ordené.Justo en ese momento se abrió la puerta de par en par y apareció Tarah, muy molesta.—¿Qué significa ese montón de hombres detrás de mí? Yo creo que ni siquiera el preside
Tarah KontosEl plan estaba en marcha, Alexis y yo trabajábamos meticulosamente para llevarlo a cabo. Decidimos utilizar un centro comercial como lugar de encuentro, ya que sabíamos que Ronald Tremblay estaba obsesionado conmigo y probablemente intentaría acercarse si pensaba que estaba sola. El centro comercial estaba lleno de cámaras de seguridad y personal de seguridad, lo que me brindaba una capa adicional de protección.Pasaron tres días y no obtuvimos resultados, lo que comenzó a inquietarme. Sabía que era cuestión de tiempo antes de que Ronald Tremblay se diera cuenta de nuestra trampa, pero la espera era angustiosa.Ese día, sentí a Alexis cerca, mientras me sentaba en una mesa cercana a la entrada, con los ojos fijos en la sala y una despreocupación practicada. Sabía que Alexis, no había dejado nada al azar, desplegando a sus hombres de mayor confianza para que se mezclaran entre la multitud. Giré la vista, y pude darme cuenta de las miradas vigilantes ocultas tras los pe
Levi HallPaseaba de un lado a otro tratando de encontrar las palabras adecuadas para pedirle a Taylor que fuera mi novia, aunque no sé cómo se lo tomaría, porque ella me había tratado distante, a todo sitio que llegaba ella se iba, así que en el fondo no sabía a qué atenerme, sin embargo, estaba dispuesto ese día a dar ese paso.Ella había salido con la pequeña Kejsi, y era seguro que regresaría a casa de mi hermano, por eso la estaba esperando en la sala.Apenas la vi entrar a la sala caminé hacia ella.—Taylor… necesito hablar contigo —dije de manera nerviosa, me sentía como un niño que espera la aprobación de sus mayores.—¿Qué pasa, Levi? —preguntó con curiosidad, mientras dejaba a Kejsi en un corral y se acercaba a mí.Me aclaré la garganta y reuní valor antes de continuar. Las palmas de mis manos estaban resbaladizas de sudor, la humedad se deslizaba por los bordes de mis dedos mientras me acercaba a Taylor, que estaba de pie, con la mirada fija en mí. El corazón me golpeaba la
Bárbara SummersDos meses después.El nuevo abogado que me había buscado Georgina, me estaba esperando en la sala de visitas, caminé con premura y allí lo encontré, me sentía un poco nerviosa, no quería hacerme falsas ilusiones.El frío estéril de la sala de visitas se pegó en mi piel cuando me senté frente al abogado, un hombre cuyo traje tenía las arrugas de haber trasnochado demasiado. Sus ojos, normalmente llenos de una calma calculada, parpadeaban con una vacilación inusual.—Señora Summers ¿Cómo está? —interrogó y yo asentí.—Estoy bien, usted me dirá —expresé nerviosa.—Le tengo noticias, logramos unos beneficios para usted, hicieron unos cálculos respecto a los gastos en que incurrió el estado al atender su falsa denuncia… —antes de que pudiera terminar de hablar yo la interrumpí.—Yo no tengo dinero para pagar esa suma… no tengo en qué caerme muerta, y no quiero pedirle dinero a nadie —respondí con seriedad, desinflando mi esperanza de poder salir.—No se preocupe, señora, ya
Bárbara Summers La pesada puerta del reclusorio gimió en sus bisagras, un sonido que parecía hacerse eco del peso de los meses que había pasado dentro. Salí a la implacable luz del sol, parpadeando contra el resplandor. Al principio, solo era una bruma brillante, pero luego las formas tomaron forma: el elegante aplomo de Georgina, la estoica solidez de Zucker, el cauteloso optimismo de Taylor, y allí, acunados en los brazos de Geo y Taylor, estaban mis niños Diallo y mi hija Kejsi. —¡Dios mío! —susurré. Un torrente de emociones surgió dentro de mí, un río tumultuoso rompiendo una presa. Me precipité hacia delante, mis pasos inseguros, las lágrimas inundando mi visión antes incluso de que pudieran caer. Con manos temblorosas, me acerqué a Diallo, no lo conocía hasta ahora y besé su frente, mientras acariciaba con suavidad su mejilla y luego, cogí a Kejsi y la acerqué hasta que mis latidos se unieron. —Mi angelita —suspiré, inhalando el dulce aroma de mi hija—, Lawson... ¿Él
Bárbara SummersMi pulso se aceleró, a un ritmo frenético contra la seda de mi vestido, cuando Lawson se acercó a mí mientras yo acunaba a nuestra hija en los brazos. La niña, adornada con delicados encajes, lo miraba con la confianza y el amor de un niño hacia su protector, abrió los ojos de par en par y extendió sus pequeñas manos hacia su padre mientras pegaba un grito feliz y él la tomaba con ternura.—¡Papá! —lo conocía muy bien, porque en esos meses no había perdido contacto con ella, aunque nosotros era la primera vez que nos veíamos después de mi detención.No pude evitar que se me cortara la respiración y mis ojos quedaron atrapados por la firme mirada azul de Lawson mientras él se acercaba más a mí para hablarme al oído.—Estás hermosa —dijo con voz ronca y cálida. Levantó la mano y me acarició con suavidad mi mejilla con más calidez que el rubor que la cubría.—Gracias —respondí, la palabra flotando como una pluma, ligera y sin compromiso. Entonces me di la vuelta, dejan
Lawson HallLas lámparas de araña proyectaban un tono dorado sobre el gran salón de baile, bañando a todos los asistentes con un suave y regio resplandor. Pero allí, en medio del mar de trajes de noche y esmóquines, estaba Bárbara, radiante y decidida, un faro de fuerza y gracia recién descubiertas. Mi corazón me traicionó con su ritmo entrecortado, golpeando contra mi pecho como si tratara de escapar.—¿No es extraordinaria? —, murmuró Taylor, de pie a mi lado, con una copa de champán en su mano.Yo me limité a asentir, con la mirada fija en Bárbara. Las palabras que pronunció resonaron por toda la sala, no solo con elegancia, sino con la auténtica pasión de alguien que ha recorrido grandes distancias del alma. Ella era la historia de la noche, su transformación, un cuento no escrito que cautivaba a todos los que escuchaban, no me extrañó que ni siquiera me dedicara unas líneas, porque yo solo la había hecho sufrir y humillado.Mientras acunaba a mi hija en mis brazos, sentí el pes