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5. Un golpe de realidad (DIEGO)

(DIEGO)

“Diego” “Diego” la escuchaba llamarme, mientras se lo metía bien duro, hasta el fondo. ¡Dios! Se sentía tan rico, que no quería detenerme, me daba igual todo lo demás, tan sólo quería follármela así, sintiendo sus gemidos debajo de mí.

Miré hacia su rostro, pues quería verla estremecerse al sentirme de aquella manera dentro de ella, pero tan pronto como vi el rostro de ella, de Calipso, debajo de mí, desencajado por el placer que le proporcionaba me detuve.

Y entonces, desperté.

¡Dios! ¿Cómo podía soñar cosas tan atroces como aquella?

La busqué en mi habitación, pero no podía hallarla por ninguna parte. ¿no se había quedado ella a dormir conmigo? Igual sólo lo había imaginado, ya que no podía recordar muy bien mucho después de lo mucho que habíamos bebido la noche anterior.

Lo último que podía recordar era a mí mismo haciéndome una paja mientras ella… ¿se tocaba? ¡Imposible! Seguramente sólo lo habría imaginado, seguramente ella no se estaba tocando frente a mí, sólo lo había imaginado para darme placer a mí mismo.

Pero ¿cómo podía excitarme con mi propia hermana tocándose? Me repudiaba a mí mismo en aquel justo instante.

Me levanté, me puse la parte de arriba del pijama, y bajé a desayunar, encontrándola en la cocina, con una amplia sonrisa en su rostro, mientras hablaba animadamente con mi papá.

  • ¿Entonces no necesitas que te lleve? – preguntó mi padre, haciéndome caer en la cuenta de que su coche se encontraba en casa de Cali – tengo el coche en el garaje, puedo acercarte a la universidad si estás apurada de tiempo.

  • Ya la llevo yo – admití, metiéndome en aquella conversación si haber sido invitado si quiera, evitando a toda cosa que mi padre descubriese que no tenía el coche en el garaje, pues yo lo había cogido la noche anterior – me visto en un minuto – aclaré, para luego correr hacia mi habitación, cogiendo la misma ropa de ayer (lo primero que pillé) y vistiéndome con premura.

***

La llevaba hacia la universidad en mi moto, sintiendo como ella se agarraba a mi espalda lo justo, como temerosa de agarrarme mucho más. Di un pequeño acelerón, sintiendo entonces como ella me abrazaba con fuerza, asustada por caerse, dibujando una tonta sonrisa en mi rostro.

Me detuve frente a la puerta del campus, siendo partícipe de miles de miradas, pero no me importó, ya estaba acostumbrado.

Ella se bajó despacio, se quitó el casco y me lo cedió a mí, para luego darme un seco “Gracias” que, por supuesto no acepté, y hacer amago de marcharse hacia sus clases.

La cogí del brazo, impidiéndole que pudiese avanzar, y la traje hasta mí, con la moto aún arrancada.

  • ¿Qué pasa? – pregunté, haciendo que ella se soltase y mirase hacia mí con cara de pocos amigos.

  • Llego tarde a clase – respondió, para luego desaparecer de mi vista.

***

Llegué tarde a clases también, pero no me importó, había valido la pena si podía estar un poco más junto a ella. El día fue de lo más aburrido, el taller de física para principiantes me aburrió a más no poder. Era una idiotez para principiantes que ya me sabía de memoria.

Saqué el móvil y empecé a escribirle a mi mejor amigo, pero lo borré a la mitad, al recordar el día anterior, en cómo aquel capullo había intentado abusar de mi hermana.

“No iré hoy al taller. Estoy enfadado contigo por propasarte con Cali” – le escribí, para luego abrir una conversación nueva y observar la foto de improviso que ella tenía de perfil. Era una fotografía que le habían tomado de perfil, mientras miraba hacia algún punto. Sin lugar a dudas una de sus amigas, pues ella odiaba hacerse fotografías, y las redes sociales. Ya era toda una sorpresa que tuviese aplicación de mensajería.

“Siento si anoche me comporté como un capullo. No me acuerdo, así que, si lo hice, lo siento” – escribí, pues era cierto, no podía recordar por qué motivo ella no había dormido conmigo en mi habitación. Y por su seca despedida debía haber sido algo fuerte.

“No pasó nada” – recibí.

“Entonces, ¿por qué no dormiste conmigo?”

“Porque tú me lo pediste. El alcohol te pone demasiado cachondo, ¿no es cierto?” – Leí, haciendo que el miedo comenzase a envolverme. ¿Le había dicho yo eso a ella? ¿Cuán idiota había sido la noche anterior para llegar hasta ese punto? Cerré los ojos frustrado, en mitad de la explicación del profesor, recordando sus gemidos en la noche anterior.

Abrí los ojos de golpe, y me quedé pensando en ello. ¿No había sido un sueño? ¿en qué momento ella…? Podía verla, mirándome con deseo mientras se tocaba, gimiendo, sin dejar de mirarme. ¿no era un sueño? ¿no lo había imaginado? ¿había pasado de verdad? ¡Me cago en la puta! Lo había estropeado con ella por un puto calentón del que ni siquiera podía acordarme.

Me levanté de golpe, haciendo que todos mis compañeros mirasen hacia mí, y que el profesor se viese interrumpido por este suceso.

  • Lo siento, pero voy a tener que irme – me disculpé, recogiendo mis cosas de encima de la mesa, metiéndolas con rapidez en mi maletín, para luego salir por la puerta sin esperar respuesta alguna.

Corrí por los largos pasillos, dando una gran vuelta, por culpa de la maldita obra, hasta llegar a los aparcamientos, me monté en la moto, para luego arrancarla y poner rumbo a su campus. Era una completa locura lo que tenía en mente, pero necesitaba saber que todo seguía como antes, que no lo había estropeado con ella por ponerme a beber como un gilipollas, por dejar que el calentón que tenía hubiese podido más que lo que sentía por ella, que nuestra relación de hermanos se había ido al cuerno por mi culpa.

Dejé aparcada la moto en la puerta, importándome bien poco si no era un lugar adecuado para ello, corrí hacia el interior del edificio, ignorando las miles de miradas que se posaban sobre mí, para luego discutir con la secretaria en busca de la clase correcta en la que ella estaría. No era difícil de buscar, pues no había otra chica que tuviese su nombre, eso era lo que más me gustaba de ella, era única en todo.

Caminé a agigantados pasos y me detuve frente a la clase en cuestión, era el taller de exposiciones. Ni siquiera entré, tan sólo la observé desde el cristal de la puerta, estaba exponiendo un caso de violación, mientras su clase la observaba con atención. Me encantaba la forma tan correcta que tenía de hablar sobre aquello, su forma de defender al acusado, y todo en general. Nunca la había visto así, y eso me gusto demasiado.

Cuando terminó de exponer, la clase entera comenzó a aplaudir, incluso la profesora lo hizo, ante una feliz Calipso.

  • Bien hecho, Cali – la animaba un muchacho de pelo moreno, cuando ella se sentó junto a él en el pupitre – me has puesto los pelos de punta cuando hablabas sobre las pruebas no concluyentes.

El timbre sonó en ese justo instante, haciéndome comprender que su clase había terminado. Toda su clase entera se levantó y salió por la puerta, incluida la profesora, mientras yo me hacía a un lado, esperando por ella, que salió una de las últimas, junto al chico de cabello moreno, y dos chicas más.

  • Calipso – la llamé, pues ella parecía no haberse percatado de mi presencia, y seguía caminando, mientras hablaba animadamente junto a ese tipo y sus dos compañeras de clase. Ella se detuvo, dejó de hablar, perdió la sonrisa y se dio la vuelta. Caminó hacia mí y me habló entre susurros, como si temiese que alguien se enterase de quién era yo. ¡Por el amor de Dios! Tan sólo éramos hermanos.

  • ¿Qué haces aquí? – Preguntó, entre cuchicheos – tengo dos clases más antes del descanso y …

  • Necesito que hablemos – le dije, haciendo que ella me mirase sin comprender – es importante.

  • Vale – aceptó, para luego mirar hacia el chico, el único que se había quedado a esperarla y decir lo siguiente – adelántate tú, tengo algo que hablar con mi hermano.

Sus palabras me molestaron terriblemente, no era porque me hubiese llamado su hermano, por supuesto que no, era exactamente eso lo que era para ella, eso siempre lo había tenido claro, aunque parecía que ya no. Lo que realmente me había herido, era que le diese tantas explicaciones a un tipo del que no conocía ni su existencia.

Caminamos hacia el pasillo, cerca de la cafetería, y nos sentamos en un pequeño banco que había junto a la pared. Al lado de una clase, ella me miró, mientras yo me hacía un poco el tonto, pues no tenía ni idea de cómo iba a preguntar aquello.

  • ¿qué es eso de lo que…? – comenzó, pero la detuve antes de que hubiese terminado, haciendo que ella me mirase sorprendida por mis palabras.

  • No pasó nada anoche ¿verdad? – Ella bajó la cabeza, sin saber que responder a aquello, juntando las manos, y metiéndolas entre sus piernas, antes de volver a mirarme, negando con la cabeza, como si no supiese como responder. Y entonces lo supe, no lo había imaginado, todo había sido real - ¿te hice algo? – pregunté aterrado – quiero decir… ¿aún eres virgen o yo te…? – me era imposible preguntar aquello, no tenía ni idea de cómo enfrentar toda aquella realidad.

  • Sólo nos tocamos – me tranquilizó, aunque aquello no lo hizo en lo absoluto – yo me toqué y tú te tocaste, nada más. No fue tan malo.

  • ¿Qué no fue tan malo? – repetí, levantándome del banco, intentando asimilar toda aquella estupidez, tocándome la frente con la mano, negando con la cabeza, sin poder creer que aquello fuese verdad, no podía ser verdad - ¿Cómo cojones voy a poder mirarte a la cara después de lo que pasó? – insistí, aterrado – es que se me cae la cara de vergüenza al pensar en que me viste desnudo y que…

  • No pienses demasiado en ello, haz como si no hubiese pasado, tan sólo fue una alucinación, estábamos borrachos y … - comenzaba, levantándose, caminando hacia mí, intentando agarrar mi brazo, pero la aparté antes de que lo hubiese echo.

  • He estado a punto de cometer una locura, Calipso – le espeté, haciendo que ella negase con la cabeza, aterrada de perderme – y lo peor es que no quería detenerme.

  • ¿qué estás diciendo? – preguntó ella, con un nudo en la garganta, intentando comprender que era lo que quería decir. Pero por supuesto no iba a confesarle la verdad, no iba a decirle las ganas que había tenido de acostarme con ella.

  • Creo que deberíamos dejar de vernos un tiempo – le dije, con todo el dolor de mi corazón, haciendo que ella rompiese a llorar delante de mí.

  • No puedes estar hablando en serio – negó, sin poder creer en mis palabras, mientras yo sentía como me picaba la garganta, estaba a punto de llorar, podía notarlo.

  • Eres mi hermana, Calipso – le tranquilicé, pero eso no lo hizo en lo absoluto – y necesito que sigas siendo sólo eso.

  • Sabes que eres mi único pilar – comenzó, entre sollozos, cosa que me desgarró el alma como jamás pensé que nadie pudiese hacerlo – si te vas…

  • Estoy confundiendo lo que siento por ti, ¿es qué no lo entiendes? Necesito espacio – le aclaré, haciendo que ella volviese a negar, rota de dolor, agarrando mi brazo, para impedir que pudiese marcharme. Me solté de ella, de malas maneras, haciendo que ella llorase con fuerza – Lo siento.

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