CALIPSO.
Mamá se quedó a dormir en la habitación de invitados, por gentileza de Javier. Y al día siguiente ambas nos pusimos al día, yo le confesé que me gustaba un chico, aunque no especifiqué de quién se trataba, y ella me dijo que le había pillado mensajes malsonantes con una chica que parecía ser menor que él por el móvil, cuyo sobre nombre era “Coño estrecho”. Supe en ese justo instante quién era la chica, pues era así como él solía llamarme cuando estábamos follando.
(CALIPSO)Aquella mañana me centré de lleno en mis estudios, en la universidad, y desconecté del mundo, necesitaba hacerlo, necesitaba dejar de pensar en Mateo o me volvería loca.La mañana fue tranquila, y a la hora de la comida en la cafetería, Boris me hizo salir de mis pensamientos con sus historias de “maromos”. Al parecer se había liado con siete tíos aquella semana, uno para cada día, y eso no era algo normal, estaba teniendo una buena racha y tenía cierto desparpajo y buen humor al hablar sobre ello.Miré hacia mi teléfono móvil cuando daba detalles sobre sus relaciones íntimas con ellos, nunca me interesó demasiado ese tema, escuchar como él hablaba sobre cómo le gustaba que le diesen por detrás y un largo etc. que me hacía sentir incómoda, y visualicé algo sorprendente, tenía un mensaje de
MATEO.Me había llevado a mi mejor amigo al bar de Paul, para que se aireara un poco, para que se diese cuenta de que seguía siendo yo, que a pesar de lo que sentía por su hermana, mi amistad por él seguía siendo real. Pero en algún momento de la tarde, acabamos allí, en el reservado de siempre, poniéndonos ciegos de alcohol, mientras las chicas de la carrera nos animaban a seguir haciéndolo.Cuando quise darme cuenta Diego estaba hablando con Noemí, la mejor amiga de Sandra, sobre los motivos ocultos por los que yo ya no quería correr.Negué con la cabeza, sin poder creer que mi mejor amigo ya estuviese borracho con tan sólo cuatro copas, y miré hacia los sofás, donde Sandra hablaba por teléfono con alguien.Sandra – la llamé, haciendo que ella perdiese la sonrisa de golpe, y yo comprendiese que
(CALIPSO)Estaba de pie, en aquel largo pasillo de hospital, observando a los enfermeros caminar de un sitio a otro, ocupados, mientras yo miraba hacia el interior de aquella habitación cerrada, a través del cristal de la puerta, observándola allí, sentada en su sillón, mirando por la ventana, sin fijarse en ningún punto, con la mirada perdida en el pasado, en todo aquello que la atormentaba.Mis lágrimas cayeron, de nuevo, tan pronto como recordé mis pecados, tan pronto como me acordé de mi antigua amistad con aquella enferma, tan pronto como me acordé de él, y de lo mucho que dolía haber sido engañada por él.Sin lugar a dudas ella se había sentido de la misma forma cuando la engañé, aquella mujer ya atacada por los signos de la edad, aquella a la que tanto tuve cariño antaño, aquella a la que me vi obligada a mentir para mostrar
MATEO.Estaba realmente preocupado, porque por más que marcaba su número nadie lo cogía al otro lado, y estaba empezando a impacientarme.Colgué el teléfono después de intentarlo por enésima vez, y me volví hacia la puerta, tirando el cigarrillo al asfalto. Yo no fumaba, no solía hacerlo, a no ser que estuviese realmente histérico, y aquel por supuesto era el caso.Miré hacia la barra, observando a Mario y a Sandra, tonteando, como de costumbre, sintiendo como los nervios se me crispaban un poco más.Volví a salir a la puerta y me encendí otro cigarro, le había robado el paquete a Sandra, y no pensaba devolvérselo hasta haberme fumado hasta el último, sería mi pequeña venganza por todo aquello. Sabía que eso era lo que ella pretendía, ponerme celoso con mi amigo, pero no le daría el gust
(CALIPSO)Podía sentir la brisa nocturna sobre mi rostro, intentando secar mis lágrimas, pero era en vano, mis lágrimas aún no dejaban de salir.En otras circunstancias habría pensado que todo era mentira, que tan sólo era algo que mi hermano inventaba para separarme de Teo. Pero en aquella ocasión no, porque había tenido aquella sensación, aquel miedo casi desde que le conocí, y la sombra de Sandra siempre estaba por ahí, rondando, aunque él asegurase que no era nada para él.Ella era la persona que calentaba su cama, y yo la que calentaba su corazón. Sabía que era de esa forma, sabía que aquella chica le daba algo que yo nunca podría darle. Yo no era de esa manera, no podía estar con alguien que me mentía, no quería compartir a esa persona con nadie más, y él parecía ser de esa clase de hombres de los
MATEO.Estaba borracho, muy borracho, y destrozado, totalmente hundido, era incapaz de mirar hacia la chica que tenía delante, incapaz de dejar de llorar frente a ella.No te preocupes, Matty – me aseguraba ella, mientras me desabrochaba el cinturón y el botón del pantalón, para luego sacar mi pene a escena – voy a hacer que te olvides de esa idiota – insistió, para luego meter mi miembro en su boca y comenzar a hacer su magia. Pero aquella vez ni siquiera eso podía sanarme, y supe que si eso no lo hacía ya nada jamás lo haría.Necesito verla – le dije, apartando a Sandra, subiéndome los pantalones, y saliendo de la casa, dejándola sorprendida con ello.Me monté en la moto, con dificultad, y conduje poniendo gran atención en no pegármela, hasta llegar al campus, y e
Caminaba hacia mi habitación, estaba cansada después de un largo día en el instituto y en las actividades extraescolares a las que me había apuntado. ¿A quién se le ocurría apuntarse a esgrima, a tiro con arco y a defensa personal en la misma tarde? Sólo a mí. Siempre me interesaron los deportes con armas, cosas que por regla general solían gustarles más a los chicos. Pero yo era diferente al resto de mis amigas, a mí no me gustaban las mismas cosas que a ellas: el yoga, el baile, el maquillaje y las redes sociales.Me detuve antes de haber llegado a la escalera que daba a la parte de arriba, escuchando los gritos acalorados de mi madre. Parecía estar discutiendo con Javier, el único que se había portado como un verdadero padre conmigo, desde que tenía uso de razón.Ellos son hermanos, Ariel, por el amor de dios – se quejaba él, inte
Narrado por Diego.Tumbado en mi habitación, mirando por la ventana hacia la lluvia que caía en aquella oscura noche, con ella tumbada sobre mí, totalmente dormida. Era preciosa – me percaté al observarla - ¿cómo no me había dado cuenta antes de lo terriblemente hermosa que era? Tenía el cabello moreno y corto; le llegaba más o menos por encima de los hombros, de piel media, ojos marrones, de estatura mediana y complexión delgada, con una sonrisa siempre en el rostro, a pesar de las adversidades.Ella llevaba conmigo toda mi vida, desde mis siete años de edad, y aún estaba a mi lado, aunque no como entonces. Antes nuestros padres estaban casados, ahora, divorciados y casados con otras personas. Pero eso no impedía que nos buscásemos y fuésemos como hermanos.Aún podía recordar cuando la vi por primer