Capítulo veinte

Llegué a mi apartamento y reuní todo lo necesario para buscarla, pero sin saber siquiera dónde se encontraba no tuve más opción que llamar a Aedus. Él era el único que podía darme una información certera de lo que había sucedido.

—Esperaba tu llamada —respondió tan pronto tomó la llamada—. Te enviaré la ubicación del lugar en el que nos estamos quedando.

—De acuerdo —fue todo lo que dije y colgué.

Me apresuré a guardar todo en una maleta y minutos después recibí la ubicación de Aedus. No me agradaba el hecho de regresar a esa vida, pero por Blair lo haría todo, incluso mancharme una vez más las manos. Con solo de pensar que algo pudiera sucederle, sentía como si estrujaran a mi corazón y lo desgarraran con una lentitud agonizante.

Me sentía culpable por no quedarme con ella, por no insistirle más y obligarla a dejar esa vida, pero ¿qué más podía hacer si ella estaba ciega por su venganza?

Si en el cielo realmente existía un Dios, solo podía pedirle que la protegiera y que no permitier
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