Las primeras horas de la mañana fueron pesadas en la oficina de papá. Fernando era perfeccionista, revisaba cualquier cosa, aunque siempre lo había soportado creo que ahora yo estaba muy irritable, harta de saber que José ya tenía pretensiones de boda y que en mi casa me veían como una fracasada.
Hacía semanas había escrito un correo al amigo de Jasper. La verdad días antes se me escapó uno en blanco, él no si quiera se preocupó, lo que me llevó a escribir un segundo mensaje casi disculpándome.
La foto que mandara Jasper a mi teléfono era borrosa, hasta parecía robada en un momento en que él se volteó. Lo tenía de perfil, un poco buenmozo, mucho pelo pero ojos bonitos, pequeños y lo mejor: estaba lejos y soltero. Si tenía que someterme a dormir con un viejo hediendo, amargado y solitario lo haría con tal de salir de Madeira.
–Yonne quería hablarte de algo si tienes tiempo.
Me abordó papá entrando a la casa.
–Deja que me cambie antes papá, estoy cansada.
–Está bien.
Mas bla–bla–bla. Negocios, cañá de azúcar, ciruelas, cereales, higueras. Tenía que relajarme así que prendí la computadora para escuchar música mientras me bañaba y ponía cómoda para volver a los negocios, a lo que haría que los cereales Teixeira se mudaran a nivel nacional. En cuanto la pantalla de inicio se dispuso apareció el aviso de correo. Alerta. Era de él. De Ensuan López Marrero, el hombre de barba de la foto. Otra vez lo leí y otra vez. Busqué una butaca y me senté dispuesta a responder ¿cómo responder? Siguiendo la formalidad de él imagino.
Buenos días, mi nombre es Yvonne Teixeira, gusto en conocerlo, pensé que ya no respondería, por el tiempo que tardó, claro que es para pensarlo pero estamos lo suficientemente lejos como para que algo grave ocurra. De igual forma imagino que es usted un hombre muy ocupado para mantener pendiente este tipo de comunicación. Igual me agradó sorprenderme con la respuesta de su e–mail.
Y.T.
Enter. Fuerte. Casi rompo la tecla. Me llevé las manos al pecho. Respondió. ¡Respondió!
Volví a vestir pero casual para ir hacer un recorrido en la tarde por las siembras pero antes fui a ver a papá como me había pedido. Toqué a la puerta de su despacho y entré casi de inmediato, no estaba solo para mi sorpresa, mamá y otro hombre estaban con él.
–Disculpa papá pensé que estabas solo.
–Pasa cariño, hablábamos de ti.
–¿De…mí? –Terminé de pasar, mamá tenía cara de aburrida.
–Sí. Conoce al señor Joao de Freitas, está aquí desde Lisboa para hacer negocios con nosotros.
–Encantada, Yvonne Teixeira.
Estreché su mano, él la apretó y mantuve más tiempo del que debía pero no quise pensar nada más.
–Hablábamos de tu buen desempeño en el momento de la siembra, la elección y fortificación de la tierra.
El hombre fumaba, tenía dientes manchados, ojos azules fijos en mí, barba mal emparejada.
–La empresa de su padre es todo un éxito y él admite que es gracias al trabajo en conjunto de sus hijos.
–Sí, mi hermano es muy exigente en el trabajo, no solo quiere que nuestras cosechas se nacionalicen también desea internacionalizarse.
–Gran ambición, lo que le hace falta a la isla.
Por unos segundos la habitación quedó en silencio hasta que mamá se levantó de golpe.
– ¿Podrías hacer tu recorrido de la tarde en compañía del señor Joao? Creo que eres la más indicada.
Me picó el ojo desde un ángulo que solo yo la veía, ah claro, me buscaban novio. No iba a ser posible, un hombre con barba me esperaba en la computadora.
–Venía a decirte papá que hoy no haré recorrido, he regresado temprano a la casa a causa de un terrible dolor de cabeza, será otro día, pido disculpas.
Quedaron todos boquiabiertos, mamá más que todos, agudizó sus ojos verdes.
–Claro hija, ve y descansa, otro día será.
Papá me sonrió apenitas.
–Encantada de haberlo conocido señor Joao. –Volví a ofrecerle mi mano y salí de ahí a prisa directo a mi recamara solitaria del ala izquierda. Apenas cerré la puerta mamá volvió abrirla y la tiró al entrar.
– ¿Qué te traes Yvonne?–Gritó.
– ¿Qué me traigo de qué mamá?
–No te sientes mal, lo estás inventando.
–Claro que lo estoy inventando, trajeron a un hombre para que me pretendiera.
–Ese hombre es un señor respetable y serio, no un pelele como en el que te fijaste.
–Yo no les pedí que me buscaran un hombre respetable, de querer uno lo busco yo misma.
– ¿Sí? ¿Cuándo? Cuando seas la solterona del año en Madeira.
–Pues lo seré mamá pero no quiero casamientos en mi vida y menos alguien que no sea de mi agrado. Y para tu conocimiento y aunque no lo creas, José me enamoró, fue él quien me besó y me propuso un noviazgo y luego casamiento. Que tenía otras intenciones, faltaba ser adivina, así como tú que sabías según tú lo que él tramaba, que ese pelele atractivo no podía fijarse en tu hija menos agraciada.–mamá volteó los ojos otra vez aburrida.–¿Alguna vez te has preguntado cómo me sentí o como me siento?
–¡Por supuesto que sí! Fuiste abandonada el día de tu matrimonio frente a los ojos de todos, sé que eso te dolió, pero yo te lo advertí Yvonne.
–Sé que lo hiciste. –Siempre supe que contradecir a mamá era inútil.–¿Te ha tocado hacer algo difícil en la vida mamá?
–S–sí. –Poco a poco se sentó en la orilla de mi cama.–No debe sorprenderte que tu padre y yo queramos que tengas una compañía, no seremos eternos, tus hermanos viven sus vidas y tú necesitas hacer una familia, ese no es el único hombre en el mundo, te tocó a ti ahora pero no significa que no tengas otras oportunidades.
–Les agradezco la preocupación. –Respondí a prisa.–pero dejen que yo busque mis oportunidades
– ¡Eres una terca!–se levantó de la cama, se acabó su tono maternal.
– ¿Te estorbo aquí mamá?
–Te ibas a mudar aquí casada ¿de dónde sacas que estorbas?
–Entonces es el que dirán tus amistades, tu grupo de abordado, los amigos de puro de papá, el equipo del club de Fernando.
–Es que toda mujer necesita un marido.
–Bueno a mí no me tocó eso de toda mujer, pero no te preocupes mamá yo más que nadie deseo resolver mi estado civil y no solo eso también alejarme de aquí.
Bufó poniéndose colorada y después de la peor de sus miradas de reproche salió de mi habitación tirando la puerta. Sus tacones comenzaron a alejarse y cuando no los escuché tomé asiento en la butaca cerca de la computadora. La obligación de la mujer, la responsabilidad de la familia, el estatus social ¿y el amor? A mí sabía que no me llegaría pero de elegir otro hombre donde pasar el resto de mi violada vida no sería en Madeira.
No supe cuánto llevaba dormida pero el timbrecito de la computadora me despertó. Trastabillé hasta ella y froté mis ojos.
Buenos días, Yvonne, yo también estoy gratamente sorprendido. Ciertamente siempre estoy muy ocupado pero no tanto como para no leer tus correos. No soy de los que tiene mucho contacto con el exterior a través de la tecnología, esta sería una buena oportunidad para hacerlo.
No firmaba, ahí terminaba, cerré los ojos para recordar su físico sin necesidad de ver la fotografía en el teléfono. Me dispuse a responder con menos solemnidad que al principio.
Hola, mi tiempo también es difícil, trabajo por las mañanas en las oficinas del negocio de la familia y por las tardes visito las tierras hasta casi entrada la noche. Mi hermano mayor es mi jefe y es algo estricto. Tengo otra hermana que ya no vive aquí, está casada, así que luego de trabajar tengo que compartir en familia y todo eso.
Yo no estoy en otras redes, me quitaría mucho tiempo solo correo y mi teléfono. Tampoco cuento con muchos amigos para platicar, esto de ahora es lo que me mantiene más animada.
Y.T.
Enter.
Y no solo ese enter, los siguientes enter fueron más seguidos. Al principio el hombre con barba me contó que también trabajaba en el campo, a través de correos describía su entorno, me encantó viajar digitalmente a su mundo, después del tercer día de correos me ofreció su número de teléfono y envió w******p. De ese modo conocí a Niña, Yoli, Yogui, un par de caballos hermosos y vi los baños de los patos.
Comía en mi cuarto, despertaba temprano, le contaba mi rutina y sonreía a quien me sonreía. Papá hacía bromas de mi buen semblante pero mamá se mostraba escéptica, bueno, era mamá.
No era que este hombre de barba peludísima me cortejara o algo así pero no me miraba con lástima, no me hablaba de mi matrimonio frustrado ni de cuáles eran las razones para tener una familia.
El viernes en la noche cuando bajé a cenar en la mesa Joao de Freitas nos acompañaba. Yo le gustaba, no iba por compromiso lo vi en sus ojos azules cuando chispearon al verme.
–Disculpe mi facha, no sabía que había visitas. –Me disculpe por mi ropa deportiva.
–No hija está bien, Joao aceptó a última hora.
–Así es. –Caminó hacia mí y me besó en la mejilla, olía a puro con perfume de tabaco también. –¿Cómo se siente hoy Yvonne’
–Bien. –Le sonreí, era fácil para mí hacerlo ahora, desde que el hombre con barba me platicara de su cotidiano día.
–Sentémonos a comer, vengan.
Mamá era una buena anfitriona, preparó puré de papa, brócolis gratinados, una carne que se deshacía en la boca, jugo de ciruelas, delicioso y luego unos tragos de brandi en el saloncito. La charla en la cena giró alrededor del trivial clima cambiante, las actividades financieras de Joao De Freitas, la bolsa y más cosas de dinero. Yo intervine contenta, él era amable, papá estaba feliz, mamá no parecía para nada aburrida esta vez. Fernando llegó al salón cuando charlábamos tomando brandi.
–Buenas noches. –Saludó en general.–Papá ¿podría hablar contigo? Y también contigo Yvonne.
No venía de buen humor.
–Tenemos un invitado Fernando, déjalo para más tarde. –Mamá fue hasta él y le sobó el hombro. –es nuestro hijo Fernando señor Joao.
Mi hermano fue hasta él y le estrechó la mano.
–Por lo menos contigo Yvonne, tengo que volver a salir.
–Sí claro. –Dejé mi vaso en la mesita, me cayó del cielo, hace rato quería huir. –Regreso en unos minutos.
Seguí a Fernando afuera hasta los pies de la escalera.
– ¿Qué pasa?–estaba molesto o preocupado.
–Necesito que hables con María de Lourdes.
– ¿Sobre qué?
–Por segunda vez dejó esperando a un cliente por el catálogo, todo lo que tenía que hacer era presentarlo.
–Algo tuvo que haberle pasado.
–Que su esposo debía salir a otra ciudad y ella lo siguió. Sé que está recién casada pero ella pidió un empleo en la empresa y tiene que ser responsable. Es la segunda vez pasa. Que ella y Antonio han desaparecido sin explicaciones, unas tres veces.
–Hablaré con ella o con ellos mañana o cuando estén en la empresa.
–Te lo agradecería, el cliente era importante tuve que salir corriendo yo a cubrirla, llegué tarde pero lo conseguí.
–Por algo somos los mejores.
Lo animé y le guiñé un ojo, él frunció el ceño.
– ¿Qué te pasa?
– ¿De qué?
–No sé, estás diferente.
–El brandi de seguro. –Le sonreí.
– ¿Quién es ese Joao?
–Pensé que tú lo conocías, vino hace una semana y hoy regresó, debe ser entonces del club de puros de papá.
–Creo que te buscan marido Yvonne.
– ¿Tú crees?–Me hice la tonta.
–Ya se le pasará, lo mismo hizo conmigo un tiempo ¿lo recuerdas?
–Sí. –reímos.–pero las tuyas no tenían los dientes manchados ni tres hijos estudiando.
–Nooo. –Rió divertido. –Cuento contigo entonces.
–Sí, cuenta conmigo. –Fue hasta la puerta y salió diciendo adiós con la mano. Yo corrí escaleras arriba y llegué a mi cuarto, derecho a buscar mi teléfono, tenía que ser rápida, mamá podía venir a buscarme.
Un w******p del hombre con barba.
–Hola, de noche allá ¿no? Aquí mucho calor, humedad, quizás llueva otra vez. Mamá hizo tamarindo con poca azúcar.
Lo envió ya hacía una hora.
–Aquí hace una noche fría. Estaba cenando con mis padres y un caballero que viene por segunda vez. Temo que mis padres me buscan esposo, ya tengo edad para tener dos o tres hijos, están preocupados.
Escribe. Se mantuvo en línea, ahora se llevaba el teléfono con él a todas partes. Una vez envió fotografías de su madre abrazada por dos chicos que ahí trabajaban, eran despreocupados, fotos de él, solo la que Jasper me enviara.
Se tarda. Ya no escribe.
–Ah, ¿y qué tal la cena?
¿Solo eso?
–Bien, mi hermano llegó a salvarme y pude venir por mi celular.
No escribía. Será que no debí decirle lo de Joao. No quise escribir y comencé a comerme las uñas.
–¿Cómo se llama?
Respiré. Escribió.
–Joao De Freitas.
– ¿Joao? Así se llaman aquí a todos los portugueses dueños de algún negocio.
–Aquí abundan los Joaos.
–Aquí los José.
Me paralicé. El seguía en línea.
– ¿Sabías que estuve casada?
–Sí. –Respondió rápido.
–Mi esposo se llamaba José.
–José. –Repitió no sé con qué fin ¿Dónde estaría ahora? – ¿Y qué te pareció el pretendiente?
Pasó el tema del esposo.
–Finge no ser mi pretendiente aunque es amable o quizás sea siempre así de caballero. Me cae bien, tiene más o menos cuarenta y cinco años, fuma y tiene tres hijos. Hoy habló de ellos.
– ¿Te gustaría volverte a casar?
–No. Me gustaría que me dejaran en paz. Quiero irme de aquí. De casa, de Madeira. Sé que no soy una niña, a mi madre le preocupa mi soltería y no quiero que papá se ponga triste con otra de mis decisiones o metidas de pata, ya está mayor.
–Entonces… ¿no te gustaría volverte a casar?
¿A qué iba la segunda vez preguntando?
–Tengo miedo. Le tengo miedo al matrimonio. Le temo también a mi soltería.
– ¿Y si te casaras conmigo? ¿Vendrías a ser mi esposa?
Esperé impaciente la respuesta, estaba en línea pero no escribía. ¿La asusté? Si, seguramente había sido eso, la asusté, estaba divorciada, alguien se comió el bocado y luego lo escupió, casarse de nuevo no era una opción fácil. Pero Jasper dijo que si no era así no vendría y yo era como su pasaporte, un pasaporte con el que tendría que tener sexo, ¿cómo le iría en el sexo en su matrimonio? No, la verdad no estaba fácil responder. Ya no se encontraba en línea. Oh Dios ¿por qué te apresuraste Ensuan? Pero no me apresuré, me dije, es solo que un tal Joao, el verdadero con nombre Joao, no de apodo portugués la estaba pretendiendo y yo tenía semanas, dos meses para ser exactos hablando con ella y me gustaba hablarle. Ya yo no estaba para dudar sobre una mujer y ella repetía que quería salir de Madeira.
Sé que parecía infantil, que a mi edad la mayoría estaban ya enviando niños a los niños a los pre–escolares, atendiendo la casa, haciendo listas de tareas del hogar, devolviendo las carnes con un mal corte o el pescado pasado de días. Sin contar que también a mi edad encontrar a otro hombre de la misma que se interesara era un poco difícil, de paso sin hijos o sea, que esperaba a una mujer joven y sana que le diera hijos y yo a los treinta lo había encontrado pero a cientos de miles de kilómetros, cruzando el mar, volando muy alto, casi una ilusión, casi nada.Hace días cuando me dijo que lo pensara bien sentí esa espina en mi corazón, ¿él lo había pensado bien y no se atrevía a decírmelo para no hacerme sentir mal y abandonada? Sentí como las mejillas se coloreaban de calor y una picazón extraña en la cabeza me
Cuando vi que se hicieron las dos y nadie llegó ni con comida, ni café, ni ayuda, decidí regresar a la casa, algo tenía que haber pasado, estaba a siete minutos en moto esquivando los charquitos de las lluvias de octubre y los restos rezagados de noviembre. Las siembras lucían de un verde hermoso, todo parecía una creación frondosa ahora que había salido el sol y no solo floreaban los arboles sino que las aves hacían sus nidos tranquilas. Justo hacía tres días tuvimos que armar de nuevo los hombres de madera con cabezas de jojoto y una ropa vieja de papá porque algunos pájaros picoteaban las caraotas y otras guacharacas comían a placer las hojas del brócoli. Hasta el olor era perfecto, a tierra húmeda todavía, a veces a limón cuando la brisa alborotaba las matas. Creo que papá estaría feliz si viera como el agua del pozo fluía
De las ocho horas de vuelo dormí cinco, y eso porque Vanda me dio unas pastillas relajantes que ella usaba y las tomé en cuanto subí al avión, sin agua. Pensé que iría sola desde la casa pero no fue así, Fernando y papá me llevaron y eso me alegró un tanto, en la casa busqué a mamá en su cuarto y la abracé fuerte, ella ni movió los brazos pero yo hasta la besé y le sonreí, estaba feliz, muy feliz de alejarme de ella aunque me diera mucha pena si quiera pensarlo. Ensuan no había estado en línea todo el día, inclusive su teléfono parecía muerto de señal. Con quien si hablé antes de subir al avión fue con Jasper, atendió en el primer repique y con voz agradable.–Estoy por subir al avión Jasper.–Eso me alegra mucho ¿estas nerviosas?–Mucho ¿has hablado con &eac
A de ser porque siempre tuve fácil el tema del amor, junto con el compromiso, luego la compañía, el sexo, la costumbre de estar donde la otra persona estaba, de afirmar cuando algo Ayarit deseaba, que ahora estar frente a otra mujer, que era mi esposa además, me parecía muy extraño, incómodo, irreal, equivocado ¿estaba listo para esto? A pesar de haberla visto más de cincuenta veces en las fotografías, cuando salió entre la gente quedé paralizado, más que nada porque nuestras charlas eran de como ella saldría de Madeira y lo que haría yo para no convertirme en un ermitaño, sin embargo, mamá ya esperaba que la cama sonara y que yo la besara y para que eso sucediera yo debía tocarla, tomarla, desearla y sentir además que ella me deseaba, creo que no podría hacerle nada de no ser así. ¿Tendría miedo de que yo la abusara? Bueno, a eso había venido, no íbamos a rezar o algo parecido. De todas maneras yo quería gustarle y no supe descifrar su mirada, sé que se
Estaba aquí, frente a él, ya no me sometía por la espalda y me miraba directo sorprendido y tenso. No era un secreto para nadie en Madeira que José me abandonara el mismo día aunque nuestro divorcio se realizara dos semanas después, pero Ensuan no lo sabía y ahora su mirada estaba a la expectativa. Jasper me pidió que no aclarara nada, total Ensuan no le daría importancia y ahora veía que si cambiaría en algo las cosas.–Dime Yvonne que es. –Insistió, no sé cuánto rato tardé callada.–No es nada escalofriante ni nada escabroso Ensuan. –Seguía mirándome interrogante y yo quería que me mirara como lo había estado haciendo desde que me besara, así como si yo le interesara y que no había nada que lo forzara.–Dilo ya y yo juzgaré que tan escalofriante puede ser.&nda
De repente sentí que a mis treinta años conocía muy poco a las mujeres. Sus mejillas se coloreaban cada vez que defendía alguna de sus posiciones en la vida, sus cejas las subía y eran muy pobladas aunque bien arqueadas. Por otro lado todas mis hipótesis de cómo tratarla o como la habían tratado en el pasado se fueron al caño, era una señorita de treinta años, en mi lengua una niña vieja. En el llano a esa edad ya una mujer llevaba un largo kilometraje.Sentía tanta curiosidad que la miraba toda y seguido. Ella no sabía que quería hasta que me vio, estoy seguro, y yo a ella no sabía que quería que me mirara desde abajo sí no hasta que la tuve cerca, la olí, vi su piel o cuando llenó mi soledad.Por fin se calló y yo no quise alborotar su lengua por temor a que recordara el tema de la novia, o sea, tener que hablarle de Ayari
–Señora Isabel, esto ha sido una verdadera sorpresa, la verdad no sé si estoy preparada, además…–Mi ahora suegra se cubrió los labios con el dedo y me sonrió. –…además Ensuan no parece estar muy contento.–Me volví a ver a Ensuan que caminaba entre la gente hacia otra casa.–No lo conoces, ese está contentísimo aunque no lo diga.– ¿Usted cree? –Justo entonces entré. Una deliciosa fragancia a limpio, pintura, comida, lavado y flores nos envolvió, ¿esta sería mi casa? Tres muebles de color crema con paños tejidos en los espaldones estaban en una salita con una mesa cuadrada de madera oscura con un jarrón de madera también y calas blancas resplandecientes de nuevas, a pesar de que me llevaba de la mano me dio tiempo para ver a pocos metros la mesa de cuatro puestos del comedor con cuatro sillas pinta