Sé que parecía infantil, que a mi edad la mayoría estaban ya enviando niños a los niños a los pre–escolares, atendiendo la casa, haciendo listas de tareas del hogar, devolviendo las carnes con un mal corte o el pescado pasado de días. Sin contar que también a mi edad encontrar a otro hombre de la misma que se interesara era un poco difícil, de paso sin hijos o sea, que esperaba a una mujer joven y sana que le diera hijos y yo a los treinta lo había encontrado pero a cientos de miles de kilómetros, cruzando el mar, volando muy alto, casi una ilusión, casi nada.
Hace días cuando me dijo que lo pensara bien sentí esa espina en mi corazón, ¿él lo había pensado bien y no se atrevía a decírmelo para no hacerme sentir mal y abandonada? Sentí como las mejillas se coloreaban de calor y una picazón extraña en la cabeza me
Cuando vi que se hicieron las dos y nadie llegó ni con comida, ni café, ni ayuda, decidí regresar a la casa, algo tenía que haber pasado, estaba a siete minutos en moto esquivando los charquitos de las lluvias de octubre y los restos rezagados de noviembre. Las siembras lucían de un verde hermoso, todo parecía una creación frondosa ahora que había salido el sol y no solo floreaban los arboles sino que las aves hacían sus nidos tranquilas. Justo hacía tres días tuvimos que armar de nuevo los hombres de madera con cabezas de jojoto y una ropa vieja de papá porque algunos pájaros picoteaban las caraotas y otras guacharacas comían a placer las hojas del brócoli. Hasta el olor era perfecto, a tierra húmeda todavía, a veces a limón cuando la brisa alborotaba las matas. Creo que papá estaría feliz si viera como el agua del pozo fluía
De las ocho horas de vuelo dormí cinco, y eso porque Vanda me dio unas pastillas relajantes que ella usaba y las tomé en cuanto subí al avión, sin agua. Pensé que iría sola desde la casa pero no fue así, Fernando y papá me llevaron y eso me alegró un tanto, en la casa busqué a mamá en su cuarto y la abracé fuerte, ella ni movió los brazos pero yo hasta la besé y le sonreí, estaba feliz, muy feliz de alejarme de ella aunque me diera mucha pena si quiera pensarlo. Ensuan no había estado en línea todo el día, inclusive su teléfono parecía muerto de señal. Con quien si hablé antes de subir al avión fue con Jasper, atendió en el primer repique y con voz agradable.–Estoy por subir al avión Jasper.–Eso me alegra mucho ¿estas nerviosas?–Mucho ¿has hablado con &eac
A de ser porque siempre tuve fácil el tema del amor, junto con el compromiso, luego la compañía, el sexo, la costumbre de estar donde la otra persona estaba, de afirmar cuando algo Ayarit deseaba, que ahora estar frente a otra mujer, que era mi esposa además, me parecía muy extraño, incómodo, irreal, equivocado ¿estaba listo para esto? A pesar de haberla visto más de cincuenta veces en las fotografías, cuando salió entre la gente quedé paralizado, más que nada porque nuestras charlas eran de como ella saldría de Madeira y lo que haría yo para no convertirme en un ermitaño, sin embargo, mamá ya esperaba que la cama sonara y que yo la besara y para que eso sucediera yo debía tocarla, tomarla, desearla y sentir además que ella me deseaba, creo que no podría hacerle nada de no ser así. ¿Tendría miedo de que yo la abusara? Bueno, a eso había venido, no íbamos a rezar o algo parecido. De todas maneras yo quería gustarle y no supe descifrar su mirada, sé que se
Estaba aquí, frente a él, ya no me sometía por la espalda y me miraba directo sorprendido y tenso. No era un secreto para nadie en Madeira que José me abandonara el mismo día aunque nuestro divorcio se realizara dos semanas después, pero Ensuan no lo sabía y ahora su mirada estaba a la expectativa. Jasper me pidió que no aclarara nada, total Ensuan no le daría importancia y ahora veía que si cambiaría en algo las cosas.–Dime Yvonne que es. –Insistió, no sé cuánto rato tardé callada.–No es nada escalofriante ni nada escabroso Ensuan. –Seguía mirándome interrogante y yo quería que me mirara como lo había estado haciendo desde que me besara, así como si yo le interesara y que no había nada que lo forzara.–Dilo ya y yo juzgaré que tan escalofriante puede ser.&nda
De repente sentí que a mis treinta años conocía muy poco a las mujeres. Sus mejillas se coloreaban cada vez que defendía alguna de sus posiciones en la vida, sus cejas las subía y eran muy pobladas aunque bien arqueadas. Por otro lado todas mis hipótesis de cómo tratarla o como la habían tratado en el pasado se fueron al caño, era una señorita de treinta años, en mi lengua una niña vieja. En el llano a esa edad ya una mujer llevaba un largo kilometraje.Sentía tanta curiosidad que la miraba toda y seguido. Ella no sabía que quería hasta que me vio, estoy seguro, y yo a ella no sabía que quería que me mirara desde abajo sí no hasta que la tuve cerca, la olí, vi su piel o cuando llenó mi soledad.Por fin se calló y yo no quise alborotar su lengua por temor a que recordara el tema de la novia, o sea, tener que hablarle de Ayari
–Señora Isabel, esto ha sido una verdadera sorpresa, la verdad no sé si estoy preparada, además…–Mi ahora suegra se cubrió los labios con el dedo y me sonrió. –…además Ensuan no parece estar muy contento.–Me volví a ver a Ensuan que caminaba entre la gente hacia otra casa.–No lo conoces, ese está contentísimo aunque no lo diga.– ¿Usted cree? –Justo entonces entré. Una deliciosa fragancia a limpio, pintura, comida, lavado y flores nos envolvió, ¿esta sería mi casa? Tres muebles de color crema con paños tejidos en los espaldones estaban en una salita con una mesa cuadrada de madera oscura con un jarrón de madera también y calas blancas resplandecientes de nuevas, a pesar de que me llevaba de la mano me dio tiempo para ver a pocos metros la mesa de cuatro puestos del comedor con cuatro sillas pinta
Creo que no fui un caballero.Boca arriba en la cama sudado y con el corazón galopando, la mente despierta y el resto de mi virilidad también, sentí a Yvonne respirando a prisa a mi lado. Quería decirle muchas cosas, quería decirle lo que me había fascinado estar con ella, tocarla, besarla, poseerla. En toda mi edad, mis años modernos, no pensé que me sucedería algo así. Estar justo donde quería estar y querer quedarme, que fuera mi decisión. Ayarit no cabía en ese momento simplemente porque este momento en mi mundo era perfecto. Giré a la derecha y la vi. Vi sus senos descubiertos, pequeños y redondos, subían y bajaban con los pezones adormecidos. Su piel ni tan blanca ni tan trigueña brillaba de sudor, el sudor del sexo, el sudor de nuestro primer encuentro. Sus ojos se encontraron con los míos, apenas si podía respirar pero sonrió rubo
–En todo pensó tu mamá ¿no?–Le dije sacando de la nevera jamón, queso y aderezos. –Bueno a mí me gustan los sándwich de desayuno ¿y a ti?–También. –Lo miré de reojo, estaba sentado en la mesa con las piernas abiertas y los brazos cruzados. – ¿Sí...cocinas?– ¡Claro que cocino!–Llevé todo a la mesa para armarlo frente a él.–Aunque esto no califica como cocinar, esto es solo…pan.–Cuando me iba a alejar me tomó por la mano y me atrajo, caí entre sus piernas atrapada por la cintura.– ¿De verdad estás feliz?–Me preguntó clavando sus ojos miel en mí.– ¿No se me nota? Bueno tú no me conoces pero así como estoy nunca había estado. –Acaricié su cara, esto era un sueño. – ¿Y t