—¡Lana, estoy esperando! —grité desde la ventana del coche a mi querida hermana. Había pasado media hora y ella no salía de su habitación. Estaba segura de que se estaba despidiendo de ella, pero no había más que hacer que desapegarse de las cosas. —¡Ya bajo! —escuché su respuesta. Resoplé y me tranquilicé un poco, también estaba nerviosa y con miedo. Los cambios no me gustaban, todo lo contrario, me asustaban. El sol estaba demasiado fuerte hoy, era casi medio día. Según leí que al lugar donde voy no se ve el sol diario. Cuando mis padres murieron hace tres años tuve que hacerme cargo de mi hermana ya que era mayor de edad y tenía un empleo estable, entonces era la mejor opción para ella. Ahora mi empleo ha cambiado y tendré que mudarme. La verdad no puedo darme el lujo de perderlo. —Listo —Lana se sube al asiento trasero y se pone los audífonos. Genial, es obvio que el viaje sería largo. Encendí el coche y arranqué, mi nueva vida me esperaba. Horas más tarde... No sentía mi tra
—¿De qué hablas? —aún seguía idiotizada viendo al chico. No sé qué me pasa. Hasta que al fin reaccioné y me aparté de él. —¿Qué demonios pasa contigo? —exploté. El chico pareció desconcertado. —¿Eh? —Si, pudiste haberme matado. ¿Que no sabes manejar?— cuestioné viendo a unos metros el coche negro que me había hecho salir del camino hace unos minutos. Me llevé una mano a la cabeza para procesar todo lo que había pasado en tan poquito tiempo. —Te acabo de salvar, debería de darme las gracias, niña. —¿Niña? ¿Sabes que edad tengo? Veintidós —lo encaré, queriendo parecer más madura, pero no lo era y el se dio cuenta. Me miraba como si fuera una broma. —Tu edad no define tu madurez —dijo él todo lo calmado posible. —Ese no es el problema, tienes que aprender a manejar, chico. Soy abogada y pude haberte puesto una demanda. Por mal manejo. —mentí. Solo quería asustarlo un poco. Elevó una ceja curioso. —¿Ah si? —Sí. —miré el acantilado. Estaba tan alto. No pude haber sobrevivido a es
—¿Qué? —Eso, si estás aquí es porque vas a donar, ¿no? —se cruzó de brazos. —Estoy segura de que esa no era la pregunta. —De nuevo delirando, ¿tomas algún medicamento? —se burló. —No pero deberías considerar tomarlo tú, te crees mucho —quise rodearlo pero él me tomó de la mano, su agarre era fuerte. —Suéltame —demandé. Estaba mirándome cada milímetro de mi cara, me sentía un poco nerviosa justo ahora. —¿Vas a donar? —volvió a preguntar. Lo miré fijamente y contesté: —No. Me zafé de su agarre y fui dentro de la universidad. Me sentía acalorada a pesar del frío que hacía. —¡Laura! —escuché la voz de Gisela detrás de mi. Me giré a ella. —Gisela, ¿no estabas haciendo fila para donar? —Lo estaba. Pero te vi con el, ¿desde cuando lo conoces? —¿Quién? —James. James Fernsby. —¿El chico con quien hablaba? —Sí. —Pues tuvimos un percance esta mañana. —caminé por el pasillo, planeaba ir a casa. La verdad había tenido suficiente el día de hoy. —Laura, ¿sabias que James es uno de
—James... —me puse de pie. —¿Si? —se acercó más y más hasta tenerme acorralada entre la pared y él. —¿Qué haces? —lo miré. Su manos subieron a mi cuello y escondió su cara en el. Sentí que lo besó, mis piernas se pusieron débiles, sentí escalofríos por mi cuerpo. Dios, ¿que me estaba pasando? Sentí que James lamió mi cuello. —James... —quise empujarlo. —Déjame... —susurró en mi oído—... solo un poco. ¿Solo un poco que? —Laura, necesito... quiero... besarte. Entonces su rostro se acercó al mío. Iba a besarme. A pesar de que solo lo conocía un par de hora quería que me besara, quería que lo hiciera. Sentía que mis labios lo pedían a grito a como también mi cuerpo pedía otra cosa. James me hacía sentir algo que jamás había sentido y no tenía ni idea de por qué. —¿Sientes lo mismo? —preguntó encima de mis labios. Su aliento frío chocando con el mío. Su mano bajó por mi cintura, hacia mis glúteos. —James, no. —Laura, quiero...—¿Laura? Ya llegué. La voz de mi hermana me hizo sa
A la mañana siguiente me sentía un poco extraña por todo lo sucedido ayer, estaba pensativa y más o menos avergonzada. No sé qué demonios me pasaba con James si apenas lo conocía. Hoy tendría que trabajar desde mi computadora pero también tenía que asistir a mis horas en la universidad. Como tenía las libres vendría a mi casa y trabajaría en lo que pudiera.Me levanté más temprano de lo normal y me puse a hacer ejercicios frente a lago, corriendo de un lado a otro y haciendo algunos abdominales. Siempre quería mantener mi rutina de antes. Luego me puse a hacer el desayuno para después meterme a bañar. Cuando estuve lista pasé tocando la puerta de Lana para que se vistiera pero al parecer esta ya lo estaba. —Ya bajo —me había respondido. Bajé a desayunar tranquilamente. No sabía lo que pasaría hoy en la universidad. —Buenos días —saluda Lana cuando se sienta. —Buenos días —le respondí—¿Cómo dormiste?—Bien, estuve leyendo un poco y me quedé dormida súper rápido. —Qué bien por ti.
James me tomaba con fuerza, en una de esas me subió a su cintura para que me enroscara en él. —¡James! —quise zafarme—¡James! —lo logré— ¡Déjame! —Laura, no entiendes... —¡Tienes razón! No entiendo, no logro entender nada de esto. Ustedes me tratan como si fuera una cosa que se puede pedir y nada más. Pero no. Apenas te conozco desde ayer e igual a Blake, no quiero que me vuelvas a hablar en especial cuando sabias perfectamente que tienes novia y aún así vienes y me besas ¡estas loco! —¿Novia? —¡Si! Jazmine. Se rió un poco. —No es mi novia, ¿quién te dijo eso? —Pues... se dice. —No. No es mi novia, yo no tengo novias —se rió. —Ja, claro. —Es en serio. —Yo también digo las cosas en serio. Ya, no quiero seguir en esta situación, ¿me puedes entender? —¿Cuál situación? Admite que también te gusto —se volvió a acercar. —No te hagas tan importante. —¿Entonces por qué aceptas mis besos con tanta pasión? Lo miré mal. —¿Por qué te dejas tocar por mi? ¿Por qué tu corazón Justo
—¿En qué piensas? —Gisela me sacó de mis pensamientos. —Nada, solo me quedé un poco ida —medio reí, aunque quizás reía para no llorar. Miré la fogata de esos chicos y me pregunté si James estaría ahí. —¿No es Blake? —pregunta Gisela. Miré en dirección hacia donde miraba ella. Ahí venía Blake con una bolsa en sus manos, dirigiéndose a nosotros. —Sí. Hola, Blake —lo saludé. Me sorprendía verlo aquí. ¿Cómo supo dónde vivo?—Buenas noches... oh, hola... Gisela, ¿cierto?—Así es. —noté que Gisela ahora se puso un poco nerviosa. —Disculpen el atrevimiento pero las vi de lejos y preferí hacerles compañía que estar en esa patética fiesta, ¿les molesta? —Para nada, Blake. —No te preocupes—dijimos las dos al mismo tiempo. —Siéntate —le dije, poniéndome de pie y dándole mi silla. —Laura, por favor, me ofendes, siéntate tu. —No, iré por otra silla. —Está bien. Me encaminé a la casa, la cerveza que estaba en mis manos apenas estaba a la mitad y no quería seguir tomando. Fui a la cocina
—Vamos —James me tomó de la mano y me encaminó fuera de la fiesta, hacia el bosque. —¿Estás segura de esto? —¿Tú no? —Como sea. —Háblame sobre la luna de sangre. —¿Por qué quieres saber eso? —Bueno, es lo que decía la nota y tengo la leve sospecha de que Jazmine fue quien la envió. Dime, ¿que significa? —Por favor, Laura, son locuras de Jazmine, ¿en serio le harás caso? —Entonces admites que fue ella —me detuve en seco. —No... —Aceptaste que fue tu amiga quien me envió esa nota —lo encaré. Al fin podía poner mis habilidades de abogada y James había caído. —¿Que...? Estas jugando conmigo, ¿verdad? —se acercó peligrosamente. Al parecer se había percatado que había utilizado psicología inversa con el. —No lo hago, James —espeté. —Deja de jugar a la detective porque saldrás herida. —¿Serás tu quien me hiera? ¿Así como lo hiciste con Andrea? Achicó sus ojos, entonces me tomó del cuello y me estampó contra un árbol. Su agarre era fuerte pero no lo suficiente para asfixiar