—¿Qué?
—Eso, si estás aquí es porque vas a donar, ¿no? —se cruzó de brazos.
—Estoy segura de que esa no era la pregunta.
—De nuevo delirando, ¿tomas algún medicamento? —se burló.
—No pero deberías considerar tomarlo tú, te crees mucho —quise rodearlo pero él me tomó de la mano, su agarre era fuerte.
—Suéltame —demandé.
Estaba mirándome cada milímetro de mi cara, me sentía un poco nerviosa justo ahora.
—¿Vas a donar? —volvió a preguntar.
Lo miré fijamente y contesté:
—No.
Me zafé de su agarre y fui dentro de la universidad. Me sentía acalorada a pesar del frío que hacía.
—¡Laura! —escuché la voz de Gisela detrás de mi. Me giré a ella.
—Gisela, ¿no estabas haciendo fila para donar?
—Lo estaba. Pero te vi con el, ¿desde cuando lo conoces?
—¿Quién?
—James. James Fernsby.
—¿El chico con quien hablaba?
—Sí.
—Pues tuvimos un percance esta mañana. —caminé por el pasillo, planeaba ir a casa. La verdad había tenido suficiente el día de hoy.
—Laura, ¿sabias que James es uno de los chicos más temidos de por aquí? Ni siquiera los hombres quieren enfrentarlo. De verdad.
—¿Y eso que?
—Ellos son peligrosos. O eso es lo que se dice.
—Pues eso se nota a leguas pero yo no tengo nada que ver con el y ni tendré.
—Ya pero quizás James no piense lo mismo, si el te habló es por algo. James no suele hablarle mucho a las mujeres, al menos de día.
—Sabes, no estoy entendiendo nada de lo que me estás diciendo. En serio, James es solo un chico rudo que se sale con la suya pero la verdad yo no tengo tiempo para lidiar con el y sus cosas. De verdad. En mis planes no está James.
—Bueno, está bien. Aunque debes de admitir que está guapísimo.
Reí sin gracia.
—Supongo. Me tengo que ir, mañana te veré temprano.
—Está bien. Nos vemos.
Salí al estacionamiento y busqué mi coche. Cuando iba cerca un chico chocó con mi hombro. Auch, sí que me había dolido.
—Discúlpame, en serio —el chico ese era alto, guapo y su piel era tan pálida como la de James. Yo lo que supongo es que la falta de sol les ha afectado.
—No te preocupes—sobé mi hombro. Aunque no sabía por qué me dolía tanto si tan solo fue un roce. Dios, este chico tenía fuerza. Era como si hubiera chocado contra un hierro en llamas.
—No creo que estes bien, solo ve tu cara, estás sufriendo.
—Estoy bien, en serio.
—Te llevaré al hospital para que revisen tu brazo, no puedes quedar así.
—En serio, te dije que estoy bien —quise irme, pero él no me dejó.
—Si no quieres ir al hospital entonces vamos a la enfermería de la universidad, está cerca.
—De verdad, yo... —ya no pude hablar más. El dolor era más fuerte.
—Vamos —me tomó del brazo, sentí su toque frío pero no dije nada. Caminamos a la enfermería lo más rápido que pude hasta que llegamos.
—Hola, Blake, ¿que ha pasado? —le pregunta la chica enfermera.
—Quiero que revises el brazo de... —el chico me miró.
—Laura.
—De Laura, le he rozado y creo que su hombro se fracturó, no lo sé.
—Déjame ver.
Me quité el abrigo. La chica me revisó el hombro, palpándolo y preguntando si sentía dolor. Era obvio que si.
—Bueno, está muy golpeado, de suerte que no está desencajado. Le daré unas pastillas para el dolor. Pero también te tendré que poner un soporte para el brazo y que no lo mueva tanto sino el dolor será más.
—¿Es muy necesario? —quise saber.
—Lo es. —admitió ella— Al menos lo usaras por una semana.
Me dio las pastillas para después buscar el soporte del brazo y ponérmelo. Genial. Ahora ni podría manejar
—Gracias —le dije, poniéndome de pie.
—Lo lamento tanto —me dice Blake mientras caminábamos hacia la salida.
—Está bien, no fue tu culpa.
—Sí lo fue. Ahora tendré que llevarte a casa porque no podrás manejar.
—Yo... puedo hacerlo con una mano, no te preocupes.
—De verdad, todo esto fue mi culpa y lo menos que puedo hacer es llevarte...
—¿Llevarla a donde? —una voz molesta se escuchó detrás nuestro. Nos volteamos solo para ver a James ahí. No parecía feliz. Justo ahora no tenía cabeza para lidiar con sus arrogancias
—¿Qué quieres, James? —espetó Blake. Parece que no le caía bien. Y solo por eso Blake me cayó bien a mi.
—¿Qué le hiciste? —le pregunto mirándome.
—Nada. Fue un accidente.
—No puedes manejar así, te llevaré a casa —dice James de repente. Lo miré sin entender. ¿Y a este qué le pasaba?
—¿Qué? Estas loco. —le dije.
—Ven, dame ese bolso —James tomó mi bolso antes de que me diera tiempo de no dárselo.
—James, ¿qué te pasa? —Blake se acercó a él. Hubo como guerras de miradas entre ellos, no se qué pasó pero Blake pareció ceder.
—Como quieras. —ahora se giró a mi— Lo siento, Laura. Te veré mañana por aquí.
Pareció medio triste el chico y entonces odié más a James, no lo conocía pero desde la mañana ha sido tan grosero y malo.
—Yo me voy sola —salí de la universidad a pasos rápidos. James se adelantó y abrió la puerta del piloto de mi auto. —¡James!
—Dices que no eres una niña y pataleas como una —se burló.
¡Ash!
Rodeé mi coche y me subí al asiento copiloto sin decir nada más. Sabía que este chico era difícil y cuando él decía algo se tenía que hacer odiar sí. Qué estrés.
—Eso me gusta, que seas obediente. —arrancó el coche.
—¿Si quiera sabes dónde vivo?
—No, tendrás que decirme o sino daré vueltas y vueltas por el pueblo. Tendrás que pasar más tiempo conmigo.
—Mi casa está frente al lago, siguiendo el camino que da al bosque.
—Entonces somos vecinos.
—¿Qué? —lo miré.
—Por ahí vivo yo también.
—Qué pesadilla.
James se rió.
—Lo sé.
Tomó el camino que le dije.
—¿Qué te trae por aquí? —inquirió.
¿Me estaba haciendo plática?
—Trabajo. Nuevas oportunidades.
—¿Nuevas oportunidades en este pueblo? No lo creo.
—Es la verdad.
El coche se estacionó frente a mi casa. El lago estaba frente a nosotros. Me pareció tan bonito. Y aún caían gotas de lluvia.
—¿Aquí siempre es invierno? —quise saber.
—Casi siempre.
Nos bajamos del coche. James escogió una de las llaves de mi llavero y se adelantó a mi puerta.
—Oye, gracias por ser tan amable de traerme pero ya te puedes ir.
—¿Podrías dejar el sarcasmo de un lado por un momento? En realidad estoy siendo amable contigo.
—No entiendo por qué —llegué a su lado.
—Yo tampoco —respondió viéndome. Y lo dijo tan serio que parecía que decía la verdad o que quizás hasta él no entendía el por qué actuaba así conmigo.
Abrió la puerta y entró.
Lo seguí, cerrando detrás de mi.
—¿Me ofrecerás algo de tomar o...?
—No he hecho compras, lo siento.
—¿Vives sola?
—No, con mi hermanita. Se llama Lana y tiene trece años. Ella ahorita está en clases.
—Ya. Veremos qué tienes en la nevera.
Lo seguí a la cocina.
—Te dije que no he hecho compras. Apenas ayer por la noche vinimos a este pueblo. Había un vaso de vidrio en la mesa, cuando giré con mi brazo malo accidentalmente lo tiré al piso, haciéndose añicos.
—Mierda —me arrodillé, pero no me fijé muy bien y un vidrio me pinchó, saliendo sangre de inmediato. —No puede ser.
James se arrodilló frente a mi y observó mi dedo, tomó mi mano, llevándose el dedo a la boca y chupándolo.
Dios mío. Su mirada estaba en la mía, parecía sediento, deseoso... sentía excitación.
Pero lo que más me sorprendió es que James lamió mi sangre y tal parecía que le fascinaba.
—James... —me puse de pie. —¿Si? —se acercó más y más hasta tenerme acorralada entre la pared y él. —¿Qué haces? —lo miré. Su manos subieron a mi cuello y escondió su cara en el. Sentí que lo besó, mis piernas se pusieron débiles, sentí escalofríos por mi cuerpo. Dios, ¿que me estaba pasando? Sentí que James lamió mi cuello. —James... —quise empujarlo. —Déjame... —susurró en mi oído—... solo un poco. ¿Solo un poco que? —Laura, necesito... quiero... besarte. Entonces su rostro se acercó al mío. Iba a besarme. A pesar de que solo lo conocía un par de hora quería que me besara, quería que lo hiciera. Sentía que mis labios lo pedían a grito a como también mi cuerpo pedía otra cosa. James me hacía sentir algo que jamás había sentido y no tenía ni idea de por qué. —¿Sientes lo mismo? —preguntó encima de mis labios. Su aliento frío chocando con el mío. Su mano bajó por mi cintura, hacia mis glúteos. —James, no. —Laura, quiero...—¿Laura? Ya llegué. La voz de mi hermana me hizo sa
A la mañana siguiente me sentía un poco extraña por todo lo sucedido ayer, estaba pensativa y más o menos avergonzada. No sé qué demonios me pasaba con James si apenas lo conocía. Hoy tendría que trabajar desde mi computadora pero también tenía que asistir a mis horas en la universidad. Como tenía las libres vendría a mi casa y trabajaría en lo que pudiera.Me levanté más temprano de lo normal y me puse a hacer ejercicios frente a lago, corriendo de un lado a otro y haciendo algunos abdominales. Siempre quería mantener mi rutina de antes. Luego me puse a hacer el desayuno para después meterme a bañar. Cuando estuve lista pasé tocando la puerta de Lana para que se vistiera pero al parecer esta ya lo estaba. —Ya bajo —me había respondido. Bajé a desayunar tranquilamente. No sabía lo que pasaría hoy en la universidad. —Buenos días —saluda Lana cuando se sienta. —Buenos días —le respondí—¿Cómo dormiste?—Bien, estuve leyendo un poco y me quedé dormida súper rápido. —Qué bien por ti.
James me tomaba con fuerza, en una de esas me subió a su cintura para que me enroscara en él. —¡James! —quise zafarme—¡James! —lo logré— ¡Déjame! —Laura, no entiendes... —¡Tienes razón! No entiendo, no logro entender nada de esto. Ustedes me tratan como si fuera una cosa que se puede pedir y nada más. Pero no. Apenas te conozco desde ayer e igual a Blake, no quiero que me vuelvas a hablar en especial cuando sabias perfectamente que tienes novia y aún así vienes y me besas ¡estas loco! —¿Novia? —¡Si! Jazmine. Se rió un poco. —No es mi novia, ¿quién te dijo eso? —Pues... se dice. —No. No es mi novia, yo no tengo novias —se rió. —Ja, claro. —Es en serio. —Yo también digo las cosas en serio. Ya, no quiero seguir en esta situación, ¿me puedes entender? —¿Cuál situación? Admite que también te gusto —se volvió a acercar. —No te hagas tan importante. —¿Entonces por qué aceptas mis besos con tanta pasión? Lo miré mal. —¿Por qué te dejas tocar por mi? ¿Por qué tu corazón Justo
—¿En qué piensas? —Gisela me sacó de mis pensamientos. —Nada, solo me quedé un poco ida —medio reí, aunque quizás reía para no llorar. Miré la fogata de esos chicos y me pregunté si James estaría ahí. —¿No es Blake? —pregunta Gisela. Miré en dirección hacia donde miraba ella. Ahí venía Blake con una bolsa en sus manos, dirigiéndose a nosotros. —Sí. Hola, Blake —lo saludé. Me sorprendía verlo aquí. ¿Cómo supo dónde vivo?—Buenas noches... oh, hola... Gisela, ¿cierto?—Así es. —noté que Gisela ahora se puso un poco nerviosa. —Disculpen el atrevimiento pero las vi de lejos y preferí hacerles compañía que estar en esa patética fiesta, ¿les molesta? —Para nada, Blake. —No te preocupes—dijimos las dos al mismo tiempo. —Siéntate —le dije, poniéndome de pie y dándole mi silla. —Laura, por favor, me ofendes, siéntate tu. —No, iré por otra silla. —Está bien. Me encaminé a la casa, la cerveza que estaba en mis manos apenas estaba a la mitad y no quería seguir tomando. Fui a la cocina
—Vamos —James me tomó de la mano y me encaminó fuera de la fiesta, hacia el bosque. —¿Estás segura de esto? —¿Tú no? —Como sea. —Háblame sobre la luna de sangre. —¿Por qué quieres saber eso? —Bueno, es lo que decía la nota y tengo la leve sospecha de que Jazmine fue quien la envió. Dime, ¿que significa? —Por favor, Laura, son locuras de Jazmine, ¿en serio le harás caso? —Entonces admites que fue ella —me detuve en seco. —No... —Aceptaste que fue tu amiga quien me envió esa nota —lo encaré. Al fin podía poner mis habilidades de abogada y James había caído. —¿Que...? Estas jugando conmigo, ¿verdad? —se acercó peligrosamente. Al parecer se había percatado que había utilizado psicología inversa con el. —No lo hago, James —espeté. —Deja de jugar a la detective porque saldrás herida. —¿Serás tu quien me hiera? ¿Así como lo hiciste con Andrea? Achicó sus ojos, entonces me tomó del cuello y me estampó contra un árbol. Su agarre era fuerte pero no lo suficiente para asfixiar
Estaba sorprendida. Esto parecía irreal. —¿Es posible? —susurró Gisela. —Tal vez —respondió Jason—Pero puede ser su bisabuelo o no lo sé, hay casos de ese tipo —Jason trató de encontrar una explicación lógica. —Entonces, ¿qué es James? —Gisela me miró. —Okay, esto es un poco raro —me puse de pie. Solo nosotros tres estábamos en esta habitación y de repente me sentía observada. —¿Hay alguien más con nosotros? —le pregunté a Jason. —No. Acabo de cerrar —susurró también. Gisela y él se pusieron de pie. —Es solo que... —empecé a decir—... siento esa sensación de que no estamos solo, ¿si? Ellos asintieron. —¿Qué vamos a hacer con la foto? —inquirió Gisela. —Jason, ¿tienes impresora? Él asintió. No podía dejar este caso así como así, podía tener muchas explicaciones esa foto, del como James Fernsby está en un libro de archivos viejos y se mira completamente igual. Quizás Jason tiene razón y sea algún tatarabuelo o quizás estén pasando cosas mucho más oscuras en este lugar, en Jam
JAMES —¿¡En qué demonios estaban pensando?! —le espeté a Jazmine en cuanto llegó. —¿De que hablas? —se hizo la loca. Tenía una cara de satisfacción que me dio rabia, colera. —¡No mientas! —la estampé contra la pared, tomándola del cuello—Que sea la última vez que intentas meterte con Laura o con quienes la rodean o sino... —¿O sino que? ¿Vas a matarme? —¿Por qué no? No aportas en nada a este mundo —le dije con desprecio. Su semblante cambió a enojo. —¿Y tu si? ¿Laura si? La lancé a una pared. —Tú y tu gente se largarán de mi casa ahora mismo. —¿Qué mierdas dices? —Jazmine se sorprendió. —Lo que oíste. Lárgate. —¡Estas equivocado, James! ¡Cuando tu amiguita Laura sepa lo que eres no querrá verte ni en pintura! —exclamó mientras yo subía las escaleras—¡Y esto no se quedará así lo juro!Subí a la habitación en busca de Laura. LAURA. Escuché voces a lo lejos y también uno que otro grito que me hizo despertarme de golpe. Lo primero que noté es que no estaba en mi habitación,
Era tan extraña la muerte, tan sorpresiva, dolorosa y traicionera. En cualquier momento puedes morir, puede que sea en unos años o en unos segundos. Ver a Jason muerto me produjo escalofríos. Sentí que todo pasó en cámara lenta, el gritó que hizo Lana para llamar la atención de los demás, cuando le cubrí los ojos para que no viera el cuerpo. Gisela apareció junto a sus padres, Gisela se lanzó al cuerpo de Jason sin importarle cómo estuviera. Ella se soltó a llorar. No conocía a Jason, solo tenía un día de conocerlo y había parecido una muy buena persona. Aún tengo su voz en mi cabeza cuando me dio ese chocolate caliente. No pude evitar que una lágrima se me escapase y, como sabiendo el tiempo lo que pasaba, empezó a llover. —¡Jason! —gritaba Gisela. Los padres de Jason lloraban, estaba joven, tenía toda una vida por delante. Ahora había dejado a sus padres solos, a sus amigos que también estaban aquí, sus compañeros de clases. No podía. No podía seguir viendo eso. Me alejé de todos,