—¿De qué hablas? —aún seguía idiotizada viendo al chico. No sé qué me pasa. Hasta que al fin reaccioné y me aparté de él. —¿Qué demonios pasa contigo? —exploté.
El chico pareció desconcertado.
—¿Eh?
—Si, pudiste haberme matado. ¿Que no sabes manejar?— cuestioné viendo a unos metros el coche negro que me había hecho salir del camino hace unos minutos. Me llevé una mano a la cabeza para procesar todo lo que había pasado en tan poquito tiempo.
—Te acabo de salvar, debería de darme las gracias, niña.
—¿Niña? ¿Sabes que edad tengo? Veintidós —lo encaré, queriendo parecer más madura, pero no lo era y el se dio cuenta. Me miraba como si fuera una broma.
—Tu edad no define tu madurez —dijo él todo lo calmado posible.
—Ese no es el problema, tienes que aprender a manejar, chico. Soy abogada y pude haberte puesto una demanda. Por mal manejo. —mentí. Solo quería asustarlo un poco.
Elevó una ceja curioso.
—¿Ah si?
—Sí. —miré el acantilado. Estaba tan alto. No pude haber sobrevivido a esa caída. Aun me temblaban mis manos y mis piernas. Estaba tratando de procesar todo. Me senté en el capo de mi Volkswagen Beetle y traté de tranquilizarme.
—¿Por qué no lo haces? Demándame. Estoy seguro de que en este pueblo todo se resuelve —lo dijo con sarcasmo. Lo sé. El chico se sentó a la par mía y sacó un cigarrillo.
No puede ser.
—Agh —rodé los ojos y me puse de pie— Me tengo que ir... —pero antes de todo recordé algo más—... ¿como... como hiciste para mover mi coche? Con tus manos —lo miré con miedo. Usaba un abrigo negro, pantalones negros. Todo de negro. Quizás hasta venía de un velorio.
El chico no respondió en seguida, encendió el cigarro y le dio dos caladas para después mirarme.
—Fuerza —dijo simplemente.
Fruncí el ceño.
—Estoy segura de que... —iba a decir, pero él me interrumpió.
—Deja de ver películas, niña. Aunque te vistas como mujer adulta no dejas de ser una niña —me echó humo en la cara. No me inmuté, más bien lo reté con la mirada y le sonreí.
—Gracias por el consejo —le palmeé su hombro y me dirigí al asiento principal del coche. Abrí la puerta y me metí.
—Nos veremos por ahí —me guiñó un ojo. Le rodé los ojos, arranqué y me fui de ahí lo más lejos posible de ese chico.
Había pasado un buen susto.
•
Del trabajo me dijeron que podía volver mañana perfectamente así que no me quedó más remedio que volver. En la universidad iría por la tarde. Lo malo es que tendría que volver a pasar por ese acantilado, solo esperaba no encontrarme con ese sujeto de nuevo. Era muy extraño y muy oscuro. De tan solo pensar en él me da escalofríos. Manejé por el mismo camino, esta vez no hubo ningún percance y pude pasar bien. De vuelta al pueblo decidí pasarme por la universidad. De todas formas andaba con mis apuntes. Ya había llamado más antes para anotarme y todo. Estacioné el coche junto con los demás, creo que mi coche era más visible porque era color crema y casi todos eran colores oscuros. Aun seguían cayendo gotas de lluvia. Aquí todos llevaban abrigos y paraguas. Tendría que comprar uno, quizás pase al centro comercial más tarde. Tomé mi bolso y salí. Casi corrí hacia la entrada para no mojarme y no enfermarme. Dentro estaban todos los estudiantes universitarios, estaban en la hora del almuerzo, la cafetería estaba demasiado llena de gente. Parece qué hay muchos estudiantes aquí. Avancé lentamente por los pasillos, quería conocer todo. Saqué mi horario y revisé mis aulas. Por la tarde me tocaba la del segundo último piso. Busqué las escaleras y subí.
Arriba, una chica traía rota su mochila y sus cuadernos y lápices se venían cayendo.
—Disculpa —la llamé mientras recogía sus cosas. Ella me miró— Tu mochila está rota.
—Oh —se dio cuenta hasta ahora— No puede ser —también se inclinó a recoger cuadernos— Qué torpe soy. Lo siento.
—No te preocupes—me reincorporaré dándole sus lápices.
—Muchas gracias, estoy segura de que no eres de aquí sino no me hubieses ayudado —dijo ella.
—¿Por qué dices eso?
—Todos son así aquí —se encogió de hombros.
—Pues... si, creo que si —admití, recordando al chico egocéntrico de esta mañana. —Soy Laura, por cierto. Soy nueva aquí y en el pueblo.
—Soy Gisela, mucho gusto, Laura. Y si, estoy segura de que te recordaría. En el pueblo todos nos conocemos. Vienes a clases supongo.
—Si —empezamos a caminar juntas— Estoy en mi último semestre de leyes así que...
—Genial, yo estoy empezando mi ultimo año. Estoy estudiando criminología.
—Perfecto, creo que haremos buen equipo, ¿no crees? —ella sonrió.
—Eso espero. En realidad buscaba el aula 238 del último piso.
—Te llevaré.
Me sorprendió ver a unas enfermeras.
—¿Pasó algo o...?
—No —me respondió— Es un banco móvil de sangre, es para donar sangre. Los que quieran y obviamente los que están sanos. Creo que iré a donar en un rato, ¿quieres ir?
—Uhmm pues no lo sé. Nunca he donado sangre.
—Ya pues quizás esta sea tu primera vez. Esta es tu aula, ¿estarás con el profesor Walter?
—Pues... —revisé el horario—... si, aquí dice su nombre.
—¿Pero no te dijeron? El profesor Walter está incapacitado estos días, tuvo un accidente mientras andaba cazando en el bosque.
—Oh, no sabía.
—Así que tendrás clases con el hasta la otra semana. Creo que tienes la tarde libre.
—Si, eso creo.
—Entonces vamos a ver a los donantes. Dicen que algunos médicos son súper guapos y jóvenes. —Gisela me tomó de la mano y me llevó escaleras abajo.
Cuando llegamos al patio trasero de la universidad noté tres camiones, supongo que es donde guardan la sangre. En el pasillo estaban las enfermeras y una fila de chicos para donar.
—Yo iré a donar —me dice Gisela.
—Te espero aquí entonces —acomodé un mechón de pelo detrás de mi oreja. Sentía que estaba hecha un desastre ya. Gisela se anotó en una lista e hizo la fila. Yo observé los alrededores hasta dar con un grupo de chicos a lo lejos. Era imposible no verlos. Fue ahí donde miré a ese chico del acantilado, que mala suerte la mía de encontrármelo por aquí. Es más, ni siquiera quería que me viera. Rodé los ojos porque me caía mal y me giré para esperar a Gisela en otro lugar, pero en un abrir y cerrar de ojos, cuando me giré, el chico ese estaba Justo frente a mi, mirándome con diversión.
—¿C-como...? —quise preguntar. Si lo había visto del otro lado del campo de fútbol. ¿Cómo llegó aquí... tan rápido? ¿Me estoy volviendo loca? ¿Alucinaciones?
—Vaya, vaya, mira a quien tenemos por aquí —sonrió.
—Tú...
Su mirada era penetrante, no podía dejar de ver sus ojos, era como si me hipnotizaran por unos momentos. No era casualidad encontrarlo aquí, menos con esta gente. Ya decía yo que era raro y más aún cuando abrió su boca y me hizo esa desconcertante pregunta:
—Entonces, niña, ¿estás aquí para darme tu sangre?
—¿Qué? —Eso, si estás aquí es porque vas a donar, ¿no? —se cruzó de brazos. —Estoy segura de que esa no era la pregunta. —De nuevo delirando, ¿tomas algún medicamento? —se burló. —No pero deberías considerar tomarlo tú, te crees mucho —quise rodearlo pero él me tomó de la mano, su agarre era fuerte. —Suéltame —demandé. Estaba mirándome cada milímetro de mi cara, me sentía un poco nerviosa justo ahora. —¿Vas a donar? —volvió a preguntar. Lo miré fijamente y contesté: —No. Me zafé de su agarre y fui dentro de la universidad. Me sentía acalorada a pesar del frío que hacía. —¡Laura! —escuché la voz de Gisela detrás de mi. Me giré a ella. —Gisela, ¿no estabas haciendo fila para donar? —Lo estaba. Pero te vi con el, ¿desde cuando lo conoces? —¿Quién? —James. James Fernsby. —¿El chico con quien hablaba? —Sí. —Pues tuvimos un percance esta mañana. —caminé por el pasillo, planeaba ir a casa. La verdad había tenido suficiente el día de hoy. —Laura, ¿sabias que James es uno de
—James... —me puse de pie. —¿Si? —se acercó más y más hasta tenerme acorralada entre la pared y él. —¿Qué haces? —lo miré. Su manos subieron a mi cuello y escondió su cara en el. Sentí que lo besó, mis piernas se pusieron débiles, sentí escalofríos por mi cuerpo. Dios, ¿que me estaba pasando? Sentí que James lamió mi cuello. —James... —quise empujarlo. —Déjame... —susurró en mi oído—... solo un poco. ¿Solo un poco que? —Laura, necesito... quiero... besarte. Entonces su rostro se acercó al mío. Iba a besarme. A pesar de que solo lo conocía un par de hora quería que me besara, quería que lo hiciera. Sentía que mis labios lo pedían a grito a como también mi cuerpo pedía otra cosa. James me hacía sentir algo que jamás había sentido y no tenía ni idea de por qué. —¿Sientes lo mismo? —preguntó encima de mis labios. Su aliento frío chocando con el mío. Su mano bajó por mi cintura, hacia mis glúteos. —James, no. —Laura, quiero...—¿Laura? Ya llegué. La voz de mi hermana me hizo sa
A la mañana siguiente me sentía un poco extraña por todo lo sucedido ayer, estaba pensativa y más o menos avergonzada. No sé qué demonios me pasaba con James si apenas lo conocía. Hoy tendría que trabajar desde mi computadora pero también tenía que asistir a mis horas en la universidad. Como tenía las libres vendría a mi casa y trabajaría en lo que pudiera.Me levanté más temprano de lo normal y me puse a hacer ejercicios frente a lago, corriendo de un lado a otro y haciendo algunos abdominales. Siempre quería mantener mi rutina de antes. Luego me puse a hacer el desayuno para después meterme a bañar. Cuando estuve lista pasé tocando la puerta de Lana para que se vistiera pero al parecer esta ya lo estaba. —Ya bajo —me había respondido. Bajé a desayunar tranquilamente. No sabía lo que pasaría hoy en la universidad. —Buenos días —saluda Lana cuando se sienta. —Buenos días —le respondí—¿Cómo dormiste?—Bien, estuve leyendo un poco y me quedé dormida súper rápido. —Qué bien por ti.
James me tomaba con fuerza, en una de esas me subió a su cintura para que me enroscara en él. —¡James! —quise zafarme—¡James! —lo logré— ¡Déjame! —Laura, no entiendes... —¡Tienes razón! No entiendo, no logro entender nada de esto. Ustedes me tratan como si fuera una cosa que se puede pedir y nada más. Pero no. Apenas te conozco desde ayer e igual a Blake, no quiero que me vuelvas a hablar en especial cuando sabias perfectamente que tienes novia y aún así vienes y me besas ¡estas loco! —¿Novia? —¡Si! Jazmine. Se rió un poco. —No es mi novia, ¿quién te dijo eso? —Pues... se dice. —No. No es mi novia, yo no tengo novias —se rió. —Ja, claro. —Es en serio. —Yo también digo las cosas en serio. Ya, no quiero seguir en esta situación, ¿me puedes entender? —¿Cuál situación? Admite que también te gusto —se volvió a acercar. —No te hagas tan importante. —¿Entonces por qué aceptas mis besos con tanta pasión? Lo miré mal. —¿Por qué te dejas tocar por mi? ¿Por qué tu corazón Justo
—¿En qué piensas? —Gisela me sacó de mis pensamientos. —Nada, solo me quedé un poco ida —medio reí, aunque quizás reía para no llorar. Miré la fogata de esos chicos y me pregunté si James estaría ahí. —¿No es Blake? —pregunta Gisela. Miré en dirección hacia donde miraba ella. Ahí venía Blake con una bolsa en sus manos, dirigiéndose a nosotros. —Sí. Hola, Blake —lo saludé. Me sorprendía verlo aquí. ¿Cómo supo dónde vivo?—Buenas noches... oh, hola... Gisela, ¿cierto?—Así es. —noté que Gisela ahora se puso un poco nerviosa. —Disculpen el atrevimiento pero las vi de lejos y preferí hacerles compañía que estar en esa patética fiesta, ¿les molesta? —Para nada, Blake. —No te preocupes—dijimos las dos al mismo tiempo. —Siéntate —le dije, poniéndome de pie y dándole mi silla. —Laura, por favor, me ofendes, siéntate tu. —No, iré por otra silla. —Está bien. Me encaminé a la casa, la cerveza que estaba en mis manos apenas estaba a la mitad y no quería seguir tomando. Fui a la cocina
—Vamos —James me tomó de la mano y me encaminó fuera de la fiesta, hacia el bosque. —¿Estás segura de esto? —¿Tú no? —Como sea. —Háblame sobre la luna de sangre. —¿Por qué quieres saber eso? —Bueno, es lo que decía la nota y tengo la leve sospecha de que Jazmine fue quien la envió. Dime, ¿que significa? —Por favor, Laura, son locuras de Jazmine, ¿en serio le harás caso? —Entonces admites que fue ella —me detuve en seco. —No... —Aceptaste que fue tu amiga quien me envió esa nota —lo encaré. Al fin podía poner mis habilidades de abogada y James había caído. —¿Que...? Estas jugando conmigo, ¿verdad? —se acercó peligrosamente. Al parecer se había percatado que había utilizado psicología inversa con el. —No lo hago, James —espeté. —Deja de jugar a la detective porque saldrás herida. —¿Serás tu quien me hiera? ¿Así como lo hiciste con Andrea? Achicó sus ojos, entonces me tomó del cuello y me estampó contra un árbol. Su agarre era fuerte pero no lo suficiente para asfixiar
Estaba sorprendida. Esto parecía irreal. —¿Es posible? —susurró Gisela. —Tal vez —respondió Jason—Pero puede ser su bisabuelo o no lo sé, hay casos de ese tipo —Jason trató de encontrar una explicación lógica. —Entonces, ¿qué es James? —Gisela me miró. —Okay, esto es un poco raro —me puse de pie. Solo nosotros tres estábamos en esta habitación y de repente me sentía observada. —¿Hay alguien más con nosotros? —le pregunté a Jason. —No. Acabo de cerrar —susurró también. Gisela y él se pusieron de pie. —Es solo que... —empecé a decir—... siento esa sensación de que no estamos solo, ¿si? Ellos asintieron. —¿Qué vamos a hacer con la foto? —inquirió Gisela. —Jason, ¿tienes impresora? Él asintió. No podía dejar este caso así como así, podía tener muchas explicaciones esa foto, del como James Fernsby está en un libro de archivos viejos y se mira completamente igual. Quizás Jason tiene razón y sea algún tatarabuelo o quizás estén pasando cosas mucho más oscuras en este lugar, en Jam
JAMES —¿¡En qué demonios estaban pensando?! —le espeté a Jazmine en cuanto llegó. —¿De que hablas? —se hizo la loca. Tenía una cara de satisfacción que me dio rabia, colera. —¡No mientas! —la estampé contra la pared, tomándola del cuello—Que sea la última vez que intentas meterte con Laura o con quienes la rodean o sino... —¿O sino que? ¿Vas a matarme? —¿Por qué no? No aportas en nada a este mundo —le dije con desprecio. Su semblante cambió a enojo. —¿Y tu si? ¿Laura si? La lancé a una pared. —Tú y tu gente se largarán de mi casa ahora mismo. —¿Qué mierdas dices? —Jazmine se sorprendió. —Lo que oíste. Lárgate. —¡Estas equivocado, James! ¡Cuando tu amiguita Laura sepa lo que eres no querrá verte ni en pintura! —exclamó mientras yo subía las escaleras—¡Y esto no se quedará así lo juro!Subí a la habitación en busca de Laura. LAURA. Escuché voces a lo lejos y también uno que otro grito que me hizo despertarme de golpe. Lo primero que noté es que no estaba en mi habitación,