A Belinda le encantaba la playa, el problema era que andaba con 2 hombres y Elena claro, era sin duda su hermana mayor, Belinda no tuvo el corazón para hacerle ver que un paseo en plan de pareja no era conveniente, aunque no entendía cómo es que Dante no le causaba el pánico que le causaban todos los hombres, ella podía tolerar tratar a caballeros educados en compañía, Pablo le inspiraba confianza, pero él era un Larsson y Belinda apreciaba a Bernhard y a su hijo Sebasthian tío y primo de Pablo, más nunca había podido conversar de forma amena con un hombre a solas, hasta el dia de hoy, Dante la había hecho sentir algo, Belinda podía ser inocente, pero reconocía que lo que sintió al mirar los ojos felinos de Dante fue deseo, ahora debía ponerse un traje de baño de 2 piezas, ella seguro se desmayaría de terror.
—Elena veamos en otra tienda si tienen trajes de baño enteros de mi talla, o me pongo un short de hombre y una franela oscura.
—Belinda, te dije que nadie pensará mal de ti por andar en traje de baño en la playa —Elena puso los ojos en blanco—, este traje de baño amarillo te gustó y es precioso, te queda espectacular.
Elena tenía un traje de baño naranja y azul celeste, se veía hermosa, ella era alta, elegante, con una abundante cabellera marrón y ojos marrones brillantes, Belinda se miró en el espejo, su traje de baño era muy bonito amarillo cítrico, con lindos dibujos de colores brillantes, en el corpiño, una mariposa en un pecho y flores en el otro, cubría bien sus grandes pechos, el biquini amarrado a cada lado de la cadera, el abdomen descubierto, su cintura era muy pequeña y ella creía tener un ombligo lindo, sabía que no se veía mal, pero la mirada de los hombres la asustaban.
—Elena y si compramos un vestido de esos playeros…
—Ya llego Pablo, apúrate Belinda este sombrero combina.
Elena se puso su short de jean y su blusa y salió corriendo, ni siquiera la escuchó, pues ni modo, no se bañaría en el mar, era mejor no disfrutar de la playa a que tuvieran que llevarla a la emergencia con un ataque de ansiedad.
Cuando Belinda salió del vestidor con su vestido encima del escandaloso traje de baño, Elena estaba acaramelada con Pablo y Dante la miraba con cara muy seria.
Dante pensaba “esta será la anécdota más sorprendente de mi vida” miró por el retrovisor a Pablo besando a la linda Elena, “y a mi lado la chica traída del pueblo Amish de Lancaster Pensilvania”; maldijo su suerte una vez más, notó el traje de baño, era amarillo, eso se veía en una franja amarrada al cuello, “será que veré a la chica blanco y negro en technicolor”, no creía, “seguramente ni se quitará el vestido, al menos disfrutaré si lo moja en un peñero la muy mojigata”.
—Pablo, podemos ir a Isla Larga, es buena, es cerca ¿Qué crees? —dijo Dante mirando por el espejo retrovisor.
—Me parece bien.
Dante no se dio el gusto de que Belinda mojara su vestido, tenía una toalla gigante amarrada bajo los brazos y la sostenía como a un salvavidas en medio del océano.
—Me voy a dar un chapuzón —dijo Dante.
—Espera a echarte protector solar —dijo Elena.
—Después me echo no hay tanto sol.
“Es que Pablo se salvó de que no lo dejara botado, porque Elena es una chica tan amable que es imposible ser odioso con ella”.
Después de nadar un rato Dante aprovechó estar solo con Pablo, las chicas estaban en el mar, Dante miró la toalla extendida en la silla y la guindó junto a su franelilla, al menos disfrutaría de su incomodidad poniéndosela lejos.
“Es que no la mojo porque sería algo demasiado infantil”.
—No puedo creer este día Pablo, de todas las locuras que hemos hecho desde que nos conocemos, que me arrastraras a la playa con una monjita, jamás creí este escenario posible.
—Puede que no te decepciones tanto después de todo, el día está empezando.
Belinda estaba con Elena en el agua, menos mal se metió cuando Dante y Pablo no estaban, en verdad ella disfrutaba de la playa. Elena le avisó que Pablo las llamaba, al decirle a Elena sus temores Elena solo pensó que era baja autoestima, como explicar algo que ni siquiera ella entendía, su timidez ante la mirada de los hombres no era vergüenza, ella sentía que la iban a agarrar y a lastimar, se repitió una y otra vez, que no pasaba nada, que estaba con Elena, que esos hombres eran decentes y que estaban en una playa llena de gente, mientras caminaban de regreso, Belinda trataba de cubrirse con Elena, pero esta no se lo permitió, entrelazó su brazo al de ella ignorante de la mortificación enfermiza de Belinda, como Belinda lo predijo, causó que Dante no solo la mirara de forma perversa, se quedó atravesado tapando el acceso a la toalla, también fue muy elocuente.
—Podrías alcanzarme la toalla por favor.
Dante no lo podía creer, como con su entrenado ojo no había notado ese cuerpo, la monjita resultó ser despampanante.
—Ah… disculpa, me acabas de dejar idiotizado ¿Qué le dan de comer en ese orfanato niñas? Ahora estoy bastante interesado en dar un donativo.
Eso cortó de raíz la vergüenza de Belinda, aunque se cubrió.
—Espero que lo digas en broma, si va a colaborar con el orfanato es por una obra de caridad noble, no me gusta el tono de insinuación con el que habla.
— ¿Cómo haces para transformarte de sirena a tiburón? —respondió Dante haciendo mímica de una gran mordida con las manos.
Belinda se calmó, Dante solo jugaba.
Todos entraron al mar, Belinda procuró quedar lejos de los tres y del resto de la gente.
—No trajimos ni un balón para jugar —dijo Elena y Pablo sonrió.
—Nena sabes cómo me gusta jugar contigo.
—Horario supervisado Pablo Larsson, Belinda, juguemos a las luchas.
Belinda la miró retirada de ellos.
— ¿Nosotras encima de los hombros de ellos a ver quién cae más veces?
—Sé que te encanta jugar, pero bueno, yo siempre te vencía.
—Claro que no me vencías siempre.
—Cuando jugábamos éramos niñas y yo soy mayor que tú, incluso ahora Pablo es más alto que Dante y yo sigo siendo más grande que tú, les ganaríamos sin problema.
—Ah sí, pues Dante y yo no somos pequeños, Pablo es alto como una casa, pero nosotros la vamos a demoler, verdad que sí genio arquitecto.
Dante la miró sorprendido.
—Pues empecemos tiburoncito.
Belinda fue a la espalda de Dante y se impulsó para quedar sentada en su nuca, en la primera ronda en verdad Dante no quería perder, Belinda era en extremo competitiva y se defendía con mucha determinación de Elena que reía, cuando no pudo mantenerse balanceado, le haló el pie a Pablo para que también cayera, los cuatro cayeron al agua, pero Belinda regresó a escalarlo, diciendo otra vez…
Después de eso Belinda se relajó con Dante, fueron a caminar por la isla para dar un rato de intimidad a Elena y Pablo, Dante llevó su cámara fotográfica resistente al agua, cuando Belinda se distraía le tomaba una foto.
— ¿Por qué me tomas las fotos sin que la espere?
—Prefiero que sea así, natural te ves más bella, sin la tensión de posar para una foto.
—Aja, ¿cuántas han caído con esa frase?
—Ninguna que se quejara.
Dante trajo su cámara para distraerse ya que su acompañante no le daría entretenimiento, pero al decírselo a Belinda esta tuvo la osadía de reírse, esta chica sí que era única, él trató de incomodarla y resultó siendo él quien se sintiera incomodo hablando de cosas reales.
—Te gusta la fotografía. Creo que es un gusto a tu espíritu.
—No lo había visto así —respondió Dante riendo—, pero supongo que puede ser, me gusta la fotografía de paisajes, pero prefiero la de personas en el paisaje, cuando están perdidos en lo que hacen o piensan, siempre persigo esa fotografía que exprese más que una imagen.
Dante paró, Belinda lo miró haciendo visera con la mano y arrugando el ceño, no tenía lentes de sol y él sí, Dante la vio tan linda, un rostro de ángel, ojos del más lindo color miel, tan pura y distinta a cualquier chica que hubiera conocido, continuó.
—Ya no sé ni de que hablo, eres tú con tu influencia espiritual que me tiene medio tonto.
—Claro que no eres tonto, estás acostumbrado a mostrar muy poco de ti, con esa actitud de villano, pero creo que hay más de ti que vale la pena que muestres, ojala no me equivoque.
Dante vio un vendedor ambulante con lentes de sol, Belinda necesitaba unos para que no arrugara contra el sol su lindo rostro, escogió y le dijo al vendedor donde estaba instalado, él le pagaría al regresar, el comerciante le tuvo confianza, él siempre lograba que le tuvieran confianza, no era sorprendente.
—Tiburoncito ven.
Dante le colocó los lentes y la vio enrojecer como una cereza, bajó el rostro y jugó con sus manos.
—Gracias no te hubieras molestado, en la playa lo venden todo al doble del precio, pero están muy lindos, los guardaré como un recuerdo.
—De verdad que eres una mujer diferente, es la primera vez que regalo algo que al ser tan insignificante y de mala calidad es tan apreciado, y de paso lamentas que hayan sido más costosos de lo que deberían, vaya, si cambias de opinión y no te haces monja te casas conmigo, sería un alivio tener una mujer ahorrativa y considerada en mi vida, y con ese cuerpazo que tienes, eres todo un sueño tiburoncito.
—Y de dónde sacas que si cambiara de opinión querría casarme contigo para que lo des por hecho, sin siquiera preguntarme, estás loco.
—Vamos tiburoncito, estás enamorada de mí, se te olvidaron mis encantos y mi profundidad de espíritu.
—Que insolente eres. Y no me digas tiburoncito, ni monjita, mi nombre es Belinda ni que fuera tan difícil.
—No puedo llamarte hermana, ya tengo una y no me recuerdas a ella, para mi eres mi monjita.
—Es menor que tú —declaró Belinda—, es como lo dijiste, yo soy una hermana menor, conozco la actitud protectora del hermano mayor.
—Sí claro que soy muy protector con ella —Dante calló un instante sumergido en sus pensamientos y continuó sin mirarla—. Mi padre murió de cáncer, lo tuvo algunos años, hasta que finalmente se lo llevó, mi hermana era la luz de sus ojos y mi madre su reina, él las complació en todo y debía asegurarse que yo hiciera lo mismo, en todo le llevé la contraria menos en eso, no pude; mi madre sigue creyéndose una reina y mi hermana es la luz de mis ojos, le doy todo igual que él.
—Mi hermana me ha cuidado toda la vida, incluso cuando ella también era una niña, tú tuviste un padre severo, digamos que el mío era algo más severo, de mi mamá casi no me acuerdo, murió cuando era muy pequeña, mi hermana me protegió y cuando llegamos al orfanato fuimos libres, Dios nos puso allí donde todo mejoró, pero mi hermana no ha cambiado algunas cosas que aprendió siendo muy niña —“como sobreprotegerme” pensó Belinda—, todos debemos llevar una cruz.
—Lo siento angelito —Dante se sintió mal, pensó que él siempre se quejaba de su padre, pero al menos tuvo una casa y no creció en un orfanato—, supongo pierdo la perspectiva, pudo irme peor, hay peores padres. —No te preocupes, pero igual gracias, ves, hasta eres capaz de mostrar bondad y consideración, seguro eso no lo sabe la gente de ti. Eso hizo reaccionar a Dante, otra vez hablando de sentimientos, debía recuperar el control de sí mismo. —Bueno tiburoncito es que trato de acostarme contigo. —Y se supone que diciéndomelo sin tapujo ayuda a conseguir tu objetivo. Belinda caminó y lo dejó atrás, escuchó la risa de Dante a su espalda, no podía evitar estar burlándose todo el rato. —No tienes ni idea, se supone que si expreso sinceridad extrema, las mujeres se sienten más seguras, con el sartén por el mango.
—Dile a Belinda que te acompañe —sugirió Pablo. —Gozas a mis expensas —Dante había preferido dejar quieta a la monjita, aunque sabía que no le era indiferente a la inocente Belinda cara de ángel y cuerpo de diablesa traviesa. —No te hagas que los vi en la playa —por supuesto se refería al beso que Dante le dio en la playa, Dante estuvo a punto de decir que eso no era algo para tomar en cuenta, en cambio pensó que distraerse con la monjita no le haría pensar mucho en su hacienda.*** — ¿De verdad tu hacienda está cerca? —preguntó Belinda. Belinda aceptó acompañarlo a buscar la máquina de soldar. —No tanto del orfanato, pero sí muy cerca de la hacienda de la madrina de Pablo. —Sin embargo, quizás muchas veces has pasado por el frente del orfanato para llegar a tu hacienda. —Después de que murió mi
2 AÑOS DESPUES, EN LA ACTUALIDAD Hacienda La Madonna. —Qué bueno mijo que por fin botaste a ese administrador, solo te robaba. —Yo lo sabía nana, pero no quería saber nada de la hacienda. Aquí está todo lo que me recuerda a mi padre, sin embargo, aquí estoy, para bien o para mal aquí me quedaré. —Mi niño, debe perdonar a su finado padre, él le dejó esto con la buena voluntad de que fuera para usted y sus hijos. —El viejo loco solo le importaba su tierra, las futuras generaciones y mi mamá y mi hermana que eran su reina y su princesa, yo era la decepción que no le quedó más remedio que aceptar, fui su único hijo varón con la descendiente de italianos, de haber tenido otro a quien dejarle esto hubiera sido muy feliz. —No piense más en su papá, que Dios lo tenga en la Gloria, lo importante e
No pude evitar revelarlas D M Un chico de unos 14 años tocó el timbre en el orfanato y preguntó por la señorita Belinda, traía un sobre, afortunadamente Belinda lo recibió y no tuvo que explicar a nadie quien le mandaba recados, lo puso en una caja donde guardaba tesoros y aunque era una nota escueta, en su corazón sentía que expresaba más de lo que decía, ella ya tenía las fotos en su correo electrónico y la utilizarían en la próxima gala de beneficencia para recoger donativos para el orfanato, eran fotos preciosas, las niñas felices sonriendo mientras una pelota volaba, algunas fotografías con jovencitas con las mejillas rosas y ojos risueños mientras jugaban con una camada
Afortunadamente en el piso de abajo lejos de la habitación de Elena con los niños y Teresa, Brenda toma el teléfono de Belinda para enseñar las fotos a Sebasthian y mandarlas a su propio teléfono, Belinda más temprano había enviado a Dante unas “selfies” con el pequeño David y otras con Merci, pero Dante decide contestar cuando Brenda tiene el teléfono en las manos y puede leer en la pantalla el delator nombre, Dante Martino. —Belinda me puedes explicar ¿por qué te llega un mensaje de la sabandija Dante Martino? —En serio, que raro —dijo Belinda pasando la mano por su cabello y sin mirar a los ojos a su hermana. —No me parece que te sorprenda, Belinda tú no sabes mentir, porque mantienes contacto con ese sinvergüenza. —No mantenemos contacto, a veces hablamos es todo. — ¡Es todo!… es todo, es que se te olvida lo que ese hombre hizo —Le gritó Bre
Belinda al salir de la casa comenzó a llamar a Dante, sus manos temblaban y no podía parar de llorar, Dante no contestaba, cuando comenzó a escribirle un mensaje la llamó. —Que pasó monjita, que me cuentas. —Dante, gracias a Dios, debo hablar contigo, es que metí la pata en grande. — ¿Qué te pasó angelito, estás llorando? —Es que Brenda vio en mi teléfono cuando contestaste el mensaje y me dijo que yo no existía para ella, y yo… ay Dios mío… es que yo le dije… ay Dante perdón, quería salvarte y lo hice peor, metí la pata. —Belinda ¿dónde estás? —En casa de Elena. —Escúchame bien, yo estoy en Caracas, hablamos en mi casa, espérame junto al hotel y luego me sigues… —Está bien… —Perdóname s
—Belinda, como es posible que ayer te fueras así —Teresa hablaba con Belinda en la cocina de la casa de Elena—, cuando Pablo me contó no lo podía creer, le dije que eso era mentira, pero Pablo piensa que solo me lo ocultaste. —Así es Teresa, es decir yo he hablado con Dante, y bueno, él me pidió que considerara ser su esposa. —Pero Belinda, todos creen que ese hombre es malvado, tú insistes que no, pero él se esconde, anda entre sombras, eso indica que no es honorable. —Lo obligan a no dar la cara, ayer querían hundir sus negocios, no es justo Teresa, él no puede trabajar como arquitecto porque los Larsson le han trancado las puertas, solo quiere sacar su hacienda adelante y también se lo impedirían, incluso Brenda me desconoció. —Brenda está muy afectada, se arrepiente de decirte eso, le atormenta que estés repitiendo la historia de tu madre y ella actuó como tu abuelo, el
— ¡Que! No lo puedo creer, pero y en qué momento, ustedes dos —Dijo María Mendoza sonriendo. Dante y Belinda prefirieron esperar por Robert para soltar la noticia de su compromiso. —Que le puedo decir, Belinda me suplicó y suplicó, y no pude resistirme, porque como lo haría si es el ángel más perfecto, cayó en la tierra por equivocación y me quiere. —Piquito de oro, con la última parte lograste derretirme, pero déjenme organizar una cena, busquemos a las hermanas y llamemos a la familia. —Es algo repentino, no hemos afinado aun los detalles —respondió Belinda sonrojada y nerviosa, pero era comprensible, después de todo ella era muy tímida. —Me prometen que harán aquí su fiesta de compromiso, incluso la boda puede ser aquí. —Pues verá —comenzó Dante sentado en un enorme sofá con Belinda a su lado, le agarró una de sus manos, Belinda comenzó a re