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Capítulo 6 Es mejor pedir perdón que pedir permiso.

  —Dile a Belinda que te acompañe —sugirió Pablo.

   —Gozas a mis expensas —Dante había preferido dejar quieta a la monjita, aunque sabía que no le era indiferente a la inocente Belinda cara de ángel y cuerpo de diablesa traviesa.

   —No te hagas que los vi en la playa —por supuesto se refería al beso que Dante le dio en la playa, Dante estuvo a punto de decir que eso no era algo para tomar en cuenta, en cambio pensó que distraerse con la monjita no le haría pensar mucho en su hacienda.

***

   — ¿De verdad tu hacienda está cerca? —preguntó Belinda.

   Belinda aceptó acompañarlo a buscar la máquina de soldar.

   —No tanto del orfanato, pero sí muy cerca de la hacienda de la madrina de Pablo.

   —Sin embargo, quizás muchas veces has pasado por el frente del orfanato para llegar a tu hacienda.

   —Después de que murió mi papá no regresé mucho, puedo contar con los dedos de una mano las veces que volví, aunque cuando escuché el nombre del orfanato sabía dónde estaba.

   —Qué increíble casualidad.

   —Así es, de haber venido más quizás nos hubiéramos conocido, incluso yo crecí en esa hacienda, y allí nací.

   —A menos que hubieras ido al orfanato no veo forma de que nos hubiéramos encontrado, ni siquiera en la universidad, te graduaste mucho antes que yo.

   —Es cierto ¿qué edad tienes monjita?

   —21 años.

   —Buenísimo, mayor de edad, ahora es el momento oportuno, si alguna vez  te escapaste del orfanato para ir a los ríos cercanos con tus compañeros tal vez te vi, pero eras muy niña.

   Belinda se echó a reír.

   —Para nada, yo nunca me escapé y menos con amigos, ¿qué edad tienes Dante?

   —32 años, todo un anciano para ti, nunca es tarde monjita, estás a tiempo de escaparte del orfanato, tenemos gasolina en el tanque.

   Belinda se quedó callada, cuando Dante vio que ella no contestaría continuó.

   —El que calla otorga, quiere decir que podemos escaparnos.

   Belinda lo miró cruzando los brazos.

   —Quieres asustarme, pero sé que no hablas en serio.

   —No, no lo dije en serio, pero parece que si quieres escaparte conmigo.

   —Cuéntame de tu hacienda —Belinda rogó saber que decir, cuando se le iluminó el pensamiento y preguntó por su hacienda, ella no sabía cómo enfrentarse a Dante, el solo hecho de no tenerle miedo era un milagro, él solo jugaba con ella y ella no sabía que responderle, debió prestar más atención cuando su hermana coqueteaba, ella hubiera sabido enfrentar las puyas de Dante.

   —Es enorme, en otra época muy productiva, pero yo no quiero ser hacendado, mi trabajo me da lo suficiente para vivir bien y ahora con la empresa en crecimiento menos podré encargarme, no la he vendido para no escuchar la cantaleta de mi madre y mi nana.

   —Pero si tú no puedes hacerte cargo podrías invertir el dinero obtenido en algún proyecto.

   —Francamente no necesito el dinero, un administrador se encarga, mi nana y su esposo viven allí, pero trabajan en otra parte, ya los conocerás.

   Dante y Belinda llegaron a la hacienda La Madonna, Dante abrió un portón doble muy grande, no estaba pintado, solo tenía pintura de fondo para evitar que se oxidara, desde allí ya Dante había comentado con risa irónica que el administrador ni en una pintura pudo invertir, que en verdad era un timador.

   — ¡Nana!... ¿Hay alguien en casa?

   —Mi niño, sí eres tú…

   Dante abrazó a una anciana bajita y fornida, llevaba un vestido bastante parecido al de Belinda solo que en color marrón, su cabello con canas sujeto a una larga trenza.

   —Mi nana hermosa.

   — ¿Qué hace por ahí mijo? Dígame que la virgencita le iluminó su cabeza y que viene hacerse cargo.

   —No es eso nana, sabes que quiero que tú y Jacinto vengan conmigo, yo tengo mucho trabajo y nada de tiempo para dedicarlo a La Madonna.

   —No que va, si nos vamos de aquí ese hombre acaba con todo esto, así como lo oye, ese disque administrador le está chupando la sangre.

   —Nana te presento una amiga.

   Dante prefirió distraer a Socorro para que no siguiera dándole lata con el tema del administrador.

   —Mucho gusto señora, Belinda García.

   —Mucho gusto señorita  ¿Es usted novia de mi niño?

   —No señora…

   —Quiere ser monja, estoy viendo a ver si la corrompo.

   —Muchacho loco, siempre con tus bromas.

   —No es broma Socorrito, ahora dime ¿Dónde está Jacinto?

   —En el gallinero —respondió Socorro y Dante las dejó solas.

   —Ese muchacho, nunca sé cuando habla en serio.

   —En realidad quiero ser monja, aunque tengo que pensarlo bien ahora —después de lo que sintió con Dante, lo mejor era no apresurarse, ya pensaría en eso—.  Conozco a Dante porque mi hermana es novia de su socio Pablo, acompañé a Dante para que él buscara herramientas ya que está ayudando en el orfanato que está cerca.

   — ¿Habla usted del orfanato de niñas?, el de las hermanitas.

   —Así es, mis hermanas y yo crecimos allí, un vecino tuvo un ataque mientras conducía y se estrelló con la fachada del orfanato.

   —Mija, Diosito y la virgencita la trajeron hoy aquí, desde hace tiempo he querido saber de una niña que llevaron al orfanato, ya debe ser una mujer de unos 19 o 20 años.

   — ¿Cómo se llama?

   —Johana, ella nació aquí, pero su madre murió en el parto, no tenía padre, la Yelitza se llevó el secreto a la tumba, la patrona quiso entregarla  al orfanato, yo quería quedármela, pero la patrona no lo permitió.

   —Claro que conozco a Johana, acaba de cumplir 20 años, estudia veterinaria.

   —Dios Bendito —Socorro apretó sus manos en reverencia—, nadie la adoptó entonces.

   —No crea, somos muchas las que no adoptan nunca, Johana aún vive en el orfanato, igual yo.

   A Socorro se le humedecieron los ojos.

   —Muchas veces quise ir, saber que fue de ella, pero fui cobarde, aunque la quería, tenía que irme y mi viejo y yo como íbamos a empezar otra vez y con una recién nacida.

   —Johana es feliz, crecimos juntas y somos amigas.

   —Gracias Dios mío —dijo Socorro mirando al cielo—, será que puedo ir con ustedes, o será mejor que no, seguro Johana no le interesa saber nada de mí.

   —Venga con nosotros, le garantizo que Johana no la tratara mal.


   Dante regresó con Jacinto, Socorro les contó lo que le dijo Belinda y le pidió a su marido cambiarse para ir al orfanato.

   —Vieja, tengo que buscar la máquina de soldar, ve vistiéndote, yo me arreglo rápido.

   —Anda Jacinto, yo mismo la busco —dijo Dante.

   Dante y Belinda quedaron solos.

   —Acompáñame monjita, por aquí está el depósito.

   Belinda lo siguió.

   — ¿Qué es todo eso de la nana y una chica del orfanato? —preguntó Dante.

   —Pues resulta que Johana una chica del orfanato nació aquí, tu nana quería quedársela porque su madre murió en el parto, pero su patrona la llevó al orfanato, supongo se refiere a tu mamá.

   — ¿Te dijo el nombre de la madre de la chica?

   —Yelitza.

   Dante paró y miró a Belinda.

   — ¿Pasa algo?

   —No, —Dante se recuperó—, de seguro mi madre prefirió mandarla al orfanato, definitivamente el mundo es un pañuelo.

   —Así es, Johana es una chica muy bella, tiene 20 años, estudia veterinaria, somos amigas.

   —Monjita, tú papá no se llamaba Leonardo ¿cierto?

   —No, se llamaba Darío.

   —Solo verifico, no sea que también hayas nacido aquí.

   —Qué cosas dices.

   —Uno nunca sabe monjita, sentirse tentado por una mujer que termine siendo pariente.

   Llegaron al depósito, Dante cargó la máquina de soldar, Belinda lo ayudó llevando los electrodos y la careta protectora, después de meter todo en el Hummer quedaron esperando por Jacinto y Socorro, Dante miró a Belinda y ella le desvió la mirada.

   — ¿Qué crees que esté pensando la hermanita que estaba en el orfanato y Elena?

   — ¿Con respecto a qué?

   Dante se echó a reír.

   —Quizás eres tan ladina como yo y quieres hacerme creer que eres inocente —Belinda lo miró confundida sin comprender nada—, monjita, te viniste sola conmigo, cuando te pedí que me acompañaras pensé que pedirías permiso y la hermanita te diría que no podías venir, no soy una compañía muy recomendable para ti, y Elena vio el beso que nos dimos en la playa.

   Belinda se puso roja como un tomate, pero lo que realmente sorprendió a Dante fue la sonrisa que trató de disimular y al verse descubierta no le quedó más remedio que reír.

   —No lo pensé así, yo solo pensé en colaborar, Pablo y tú están haciendo un gran favor, quizás estén algo nerviosas, pero yo no corro peligro contigo.

   —Ahora me retas.

   —No, no es eso —respondió Belinda nerviosa—, tú dijiste que…, bueno, tú dijiste que habías decidido ser honorable y dejarme tranquila.

   Dante se acercó a ella aprisionándola entre sus brazos y la camioneta.

   —También te dije que era un total sinvergüenza.

   Dante levantó su rostro con una mano en su barbilla y ambos se miraron a los ojos, los de él dorados como un felino y los de ella dulce miel, Dante la besó y Belinda mantenía la boca cerrada.

   —Abre tu boca angelito, déjame entrar —susurró en sus labios.

   Belinda puso ambas manos en el rostro de él, inclinó su rostro y abrió sus labios, entregándose al beso e imitando los movimientos de Dante, cuando Belinda sintió su lengua, un quejido escapó de su garganta y Dante la aplastó contra la enorme camioneta, pegada a él se hizo más intensa la sensación extraña y placentera que sentía en lo más profundo de ella , en su pelvis para ser exactos, ella jamás sintió esas cosquillas antes de que Dante la besara, y la sensación era adictiva, el sonido del carraspeo de voz femenina hizo a Belinda reaccionar con un brinco, miró a Dante que dejó de besarla, pero seguía abrazándola y sin quitar la mirada de su rostro sonrió.

   —Socorrito, siempre de aguafiestas.

   —Haga el favor de dejar esa joven tranquila, y vámonos, a menos que usted quiera dedicarse a su hacienda y dejar la viajadera, entonces puede buscar una linda chica como lo es Belinda.

   Dante se separó y Belinda quería que se la tragara la tierra, Jacinto estaba muy concentrado en el suelo sin ver a ninguno, todos montaron en la enorme camioneta, Belinda se hubiera quedado encogida en su asiento, tratando de asimilar y superar la vergüenza, pero Socorro no actuó de forma despectiva.

   —Señorita Belinda, ¿usted me dijo que creció en el orfanato también?

   —Sí llegué con 6 años.

   —Entonces usted sabe cómo se debe llevar una casa grande y como aprovechar la tierra.

   —En el orfanato nos enseñaron a sembrar y cosechar, era necesario para ayudarnos con el alimento, también tenemos gallinas, patos y pavos.

   —Creo que usted debería considerar hacerle caso a mi niño.

   —Nana, sé que quisieras verme detrás de gallinas, recolectando tomates y desenterrando papas, pero ya hago mucho dinero sentado en una mesa con aire acondicionado, ustedes son los que deben venir conmigo.

   —Sería mejor correr detrás de unas gallinas y no detrás de zorras en la capital y en el París ese.

   Dante se echó a reír.

   —Dante, tú estás haciendo un gran favor a mi hogar, yo podría ayudar llevando la contabilidad mensual de tu hacienda.

   —Dios bendito, que buena es usted —respondió Socorro.

   En que se había metido pensó Dante, se suponía que debía entretenerse con Belinda y ahora quería llevar la contabilidad de la hacienda, ahora Socorrito no lo dejaría nunca en paz, lo mejor esa cambiar de tema.

   —Ya veremos, por ahora voy ayudar con la fachada del orfanato y Socorrito va a ver una chica que quizás es mi hermana.

   Eso distrajo a Socorro.

   —Mijo eso no lo sabemos, Yelitza nunca dijo quién era el padre de la criatura.

   —Claro que no, quería conservar su trabajo liviano, las comodidades que le daba mi padre y su estadía en la hacienda.

   Socorro quedó en silencio y se concentró en ver la carretera, Dante tomó una mano de Belinda y le dio un beso en el dorso, le encantaba ponerla nerviosa, pero Belinda lo miró y vio burla en sus ojos y eso le molestó, arrancó la mano de su agarre.

   —Hazme el favor y conserva la distancia —Belinda hablaba muy pasito para que la conversación fuera solo entre ellos dos—, deberías pedir permiso antes de tomarte atribuciones.

   —Angelito, yo prefiero pedir perdón a pedir permiso.

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