El martillazo de la jueza sonó como un disparo en el corazón de Tony, sintió sus piernas ablandarse y tuvo que apoyarse en la mesa para no caer.— Lupita deberá ser entregada a la señora Johnson —continuó la jueza— Se establecerá un régimen de visitas...Tony ya no escuchaba. Sus oídos zumbaban y el mundo parecía dar vueltas, a través de la niebla que nublaba sus ojos, vio a Sarah sonreír discretamente.— Apá... —la vocecita de Lupita lo trajo de vuelta a la realidad, la niña se había despertado y estiraba sus bracitos hacia él desde el regazo de Guadalupe.— Mi reinita... —Tony la alzó, apretándola contra su pecho como si quisiera fundirla con su corazón.— No, no, no... —María sollozaba en voz baja, aferrada al rosario entre sus manos— la Virgencita no puede permitir esto...— Su Señoría —la voz de Tony salió ronca, quebrada—. Por favor... Esta niña es mi vida entera. No puede...— Lo siento, señor Treviño —respondió la jueza— la decisión está tomada —la jueza contestó de manera aut
Los bracitos de Lupita se extendían hacia Tony, su carita reflejaba el terror que la niña estaba sintiendo, el tiempo pareció detenerse en ese momento.Pero antes de que pudiera alcanzar a su padre, Sarah la atrapó en el aire. La niña pataleaba mientras su madre la alejaba a toda prisa del lugar, sus pequeños zapatos golpeando el aire en protesta.Lupita luchaba con todas sus fuerzas, sus ojitos se llenaron de lágrimas, pero a Sarah poco le importó eso.Los gritos desgarradores resonaron por el pasillo, haciéndose cada vez más débiles.Tony se quedó paralizado, sintiendo cómo cada grito de su hija era una puñalada en su corazón. El dolor en su pecho creció hasta hacerse insoportable, como si mil agujas lo atravesaran al mismo tiempo.— Mi reinita... mi pequeña... —susurró, mientras el aire comenzaba a escapársele de los pulmones.Sus piernas temblaron, y el mundo comenzó a dar vueltas a su alrededor. La garganta se le cerró como si una mano invisible lo estrangulara.— No... no puedo.
Las palabras de Sarah flotaban en el aire como el polvo en un día ventoso del rancho. Tony sintió que su corazón galopaba desbocado, igual que aquellos potros salvajes que domaba en su juventud.— ¿Qué... qué dijiste? —logró articular finalmente, su acento texano se escuchó más marcado por la sorpresa— ¿Te has vuelto loca, mujer?Sarah se mantuvo firme, con su mirada puesta sobre Tony en todo momento.— Ya me oíste, Tony, cásate conmigo y podrás ver a Lupita todos los días, hazlo por ella, no ha parado de llorar desde que la lleve conmigo.Tony soltó una risa amarga al imaginar a Lupita sufriendo, apretó los puños bajo las sábanas, — ¡Pos 'ta bueno! ¡Esta sí que no me la esperaba! —se pasó una mano por el pelo revuelto— Primero me quitas a mi chamaca y luego vienes con esta locura. ¿Qué mosca te picó, Sarah?— No es locura, Tony —Sarah se acercó más, con su voz suavizándose— es la única manera legal de que puedas estar cerca de Lupita sin restricciones, ¿No es eso lo que quieres? Es
En el Rancho, Tony no podía quedarse quieto. Iba y venía por el porche, dándole vueltas al sombrero entre las manos como si quisiera gastarlo. Era una mañana calurosa, como todas en Texas, y ya llevaba tres llamadas de Sarah. El teléfono volvió a sonar.— ¿Bueno? —contestó, alejándose hacia los corrales para que no lo escucharan desde la casa— Sí, Sarah, te escucho...En la cocina, Guadalupe no perdía detalle. Seguía amasando las tortillas por costumbre, pero sus ojos estaban clavados en su hijo a través de la ventana. Una madre siempre sabe cuando algo no anda bien, y Tony traía una preocupación que se le notaba a leguas.— Ave María Purísima —susurró al verlo patear una piedra después de cortar la llamada, las gallinas salieron corriendo del susto.Cuando Tony regresó a la casa, traía una cara que lo decía todo. Parecía que acababa de tragarse un limón entero.— ¿Todo bien, mi'jo? —preguntó Guadalupe, aunque ya se imaginaba la respuesta.— Pos... —Tony se rascó la cabeza, como siem
Tony se despertó temprano esa mañana, apretándose el pecho con la mano como si quisiera contener el corazón que le brincaba como potrillo salvaje. Los nervios lo estaban matando, literalmente sentía que cada latido le dolía más que el anterior, sabía que convencer a Sarah sobre la iglesia no sería fácil; esa mujer era más terca que una mula y tenía la cabeza más dura que el mezquite viejo del rancho.En la cocina escuchaba a su madre toser, y cada tos le apretaba el corazón un poco más. María, se había convertido en el ángel guardián de su madre, ya estaba en la cocina cuando Tony finalmente se levantó. El olor a café recién hecho y tortillas calientes llenaba el aire.— ¿Ya te vas, m'hijo? — preguntó Guadalupe cuando entró a la cocina, su voz ronca por la tos.Su madre estaba más pálida que la cal de la iglesia, agarrándose de la mesa para no caerse. Las venas azules se le marcaban en las manos como ríos en un mapa viejo.— Pos sí, amá, voy a platicar con Sarah 'sobre la boda — res
La voz del mariachi resonaba en la noche mientras cantaba "Cielito Lindo", y Tony sintió que cada nota le atravesaba el alma como un cuchillo bien afilado. Desde su ventana, podía ver a Marjorie claramente bajo la luz de la luna, tan hermosa que dolía mirarla.La impresión inicial le pasó como agua fría por la espalda, dando paso a una furia que le subió desde el estómago hasta la garganta. ¿Cómo se atrevía a presentarse así, después de todo?— ¡Lárgate de aquí! —rugió Tony, su voz ronca cortando la melodía del mariachi como un machete— ¡No tienes ningún derecho!El mariachi se detuvo en seco, mirando a Tony desconcertado, él, que siempre había sido un ranchero, pero bien educado, sintió que toda su educación se le escapaba como agua entre los dedos.Los pasos apresurados en el pasillo anunciaron la llegada de Guadalupe y María, alertadas por los gritos.— M'ijo, ¿Qué pasa? —la voz preocupada de Guadalupe se escuchó en la puerta del cuarto de Tony.— Nada, amá —respondió Tony sin apar
El sol de Texas apenas se asomaba por el horizonte, tímido como potrillo recién nacido, cuando Tony ya estaba despierto. Sentado en la orilla de su cama, miraba fijamente el traje negro que Sarah había elegido, y que colgaba de la puerta como si fuera un fantasma que venía a atormentarlo.— Me siento más incómodo que gallo en corral ajeno con este traje — murmuró para sí mismo, pasándose las manos por la cara.Revisó su teléfono por enésima vez, esperando noticias sobre Lupita. Sarah había prometido traerla, y esa promesa era lo único que lo mantenía en pie como poste bien plantado.El sonido del celular lo sobresaltó, revisó enseguida, era un mensaje de Sarah: "Honey, hubo un problema con la niñera. Lupita no podrá venir a la boda."Tony sintió que el alma se le caía a los pies como rama seca en otoño. Sus dedos, acostumbrados al trabajo duro del rancho, temblaban mientras marcaba el número de Sarah.— Sarah, ¿qué significa esto? —su voz sonaba más tensa que cuerda de guitarra mal
Antonio Treviño se quedó paralizado al ver a Marjorie montada en ese caballo en medio de la iglesia. La imagen era tan inesperada que por un momento pensó que el calor de Texas le estaba jugando una mala pasada. Se sintió furioso ante su atrevimiento, ¿Cómo se le ocurría presentarse ahí, después de todo lo que había pasado entre ellos, dió un paso hacia ella, dispuesto a pedirle que se marchara, cuando sintió la mano en su hombro, era Pancho.— Tony —susurró — tienes que saber algo antes de cometer una locura.Pancho se inclinó y le susurró al oído unas palabras que hicieron que Tony sintiera que el piso se movía bajo sus pies. El color abandonó su rostro y luego volvió con fuerza, mientras sus puños se cerraban involuntariamente.— ¡Miren nada más! —exclamó Doña Petra desde su banca— La rubia tiene más agallas que todos los hombres del pueblo juntos.— Y más clase que la novia, si me permiten decirlo —respondió su comadre Dolores, lo suficientemente alto para que Sarah la escuchara.