Su voz sonó tranquila; la ira de Daniela no lo afectó, tenía total confianza en sí mismo. Sabía que era suya. Solo tenía que dejar que se desahogara, después la besaría, la convencería, la haría admitir que lo amaba. —¡Sí, ¿claro?! ¡Porque yo soy adivina!, ¿Cómo iba a suponer que Gabriela se haría pasar por mí? Yo no tenía idea de que mi mamá la tenía al tanto de nuestra relación. —¿Cómo es eso? —Mi mamá siempre ha deseado que Gabriela, yo nos reconciliemos y cuando mi hermana mostró interés en mí. Ella creyó que ella tenía buena voluntad y le contó que yo no te había revelado que era gemela. —Por eso se aprovechó para sustituirte, porque si aún yo notaba alguna diferencia igual no dudaría que se trataba de ti. ¡Vaya que es astuta! —Pero eso no es de lo que estamos hablando, sino tu presunción de que te voy a aceptar de nuevo con los brazos abiertos—repuso Daniela furiosa. —¿Pero eso no fue lo que ocurrió anoche?—le dijo con malicia. — ¡Ay! Realmente me molesta esa arrogancia.
Llegaron al primer cruce, pero el semáforo se puso verde y poco tráfico de esa hora se lanzó hacia delante, sin tener en cuenta el resto del tráfico, ni a los molestos peatones. Juan Carlos consiguió retener a Daniela mientras miraba al otro lado de la calle. —¡Mira! ¡Allí está! —exclamó Juan Carlos. Daniela vio a Lucas corriendo apresurado, a punto de dar la vuelta a la esquina. —¡Rápido! Cambia de color —suplicó Daniela al semáforo. El semáforo se puso rojo, cruzaron a toda velocidad y giraron. Veían a Lucas delante de ellos, y empezaron a alcanzarlo. Él no miraba hacia atrás y no sabía que lo seguían. Juan Carlos, más adelantado, estaba casi alcanzándolo cuando Lucas llegó al siguiente cruce. El semáforo estaba verde, pero no pasaba ningún coche. Sin esperar, Lucas comenzó a cruzar. —¡Lucas! —gritaron los dos con desesperación al unísono. El niño se detuvo y se volvió. En ese momento apareció una camioneta a toda velocidad, intentando pasar el semáforo antes de que cambia
Más tarde, después de cenar y tomar chocolate caliente, lo pasaron fenomenal bañando a Lucas con agua tibia, el niño que estaba encantado con que fueran a vivir los cuatro juntos. Cuando lo acostaron en su habitación de invitados, agarró la mano de Daniela y le preguntó. —¿Juan va a ser mi papá para siempre? —preguntó con ansiedad. —Para siempre —le aseguró Juan Carlos, con el corazón encogido—. Ya no vas a librarte de mí. —No quiero librarme de ti —dijo Lucas solemne—. Yo quiero que seas mi papá. Pero no me gustó que se pelearan —añadió nervioso. —No nos peleábamos —explicó Juan Carlos—. Pero yo había sido malo y Daniela me estaba regañando —dijo, sonriéndole a ella por encima de Lucas. —A mí no me da patadas cuando he sido malo —señaló Lucas, con típica lógica masculina. —Pero tú eres distinto. Eres especial. —¿Serás ahora especial tú? —¡Oh, sí, muy especial!—replicó Daniela—. ¿Por qué no le cuentas un cuento a tu hijo? —¡Siii! ¡Él de tío tigre y tío conejo!—gritó L
En la oficina de Juan Carlos en la Televisora OrquídeaTV se encontraba Juan Carlos y Sergio—Juan Carlos, me parece que te estás precipitando.—No, Sergio, ya es una decisión tomada y nada ni nadie me hará cambiar de opinión.—Piensa que acabas de asumir el puesto públicamente. Es absurdo que quieras renunciar tan pronto. —Más absurdo e inaceptable es que mi papá haya intentado manipularme. ¿Qué clase de padre se aprovecha de la vulnerabilidad de su hijo? ¿Sus negocios son más importantes que yo? ¿Y qué esperaba lograr acercándome a Camila? ¿Qué me fijará en ella? No sabes cuánto me molesta pensar que Camila se confabuló con mi papá. Te juro que estoy tratando de calmarme porque me provoca tomar su cuello y estrangularla.—O quizás deberías denunciarla para que pierda su licencia. Lo que ella te hizo es un delito en los Estados Unidos. Y tú eras su paciente cuando estabas en New York.—No es mala idea, lo voy a pensar. Pero no debe ser fácil demostrar que me estaba manipulando, despu
De repente Juan Carlos la miró fijamente con rabia y se puso de pie, colocó las manos en el escritorio e inclinándose hacia adelante, le espetó. — ¡Mi padre te pagó para que me convencieras de aceptar el puesto de director de este canal! ¿Verdad? ¡O te ofreció convencerme de que me casara contigo! Camila se puso pálida y nerviosa. Y respondió llorando. —No sé de qué estás hablando... —¡No te hagas la tonta que ya te descubrí! Eres un ser despreciable que se aprovechó de mi vulnerabilidad para ayudar a mi padre y quizás lograr tener una relación conmigo.—la miró de arriba abajo y agregó— Lo siento, pero no eres mi tipo… ¡Así que quiero que salgas por esa puerta, y no regreses nunca más! ¡Si te vuelves a cruzar en mi camino, voy a utilizar todo mi dinero e influencias para hundirte y desprestigiarte públicamente cómo psicóloga! Al ver que Camila no se movía, rodeó el escritorio, la tomó bruscamente del brazo, la arrastró hasta la puerta, la abrió y la empujó sin compasión y le gritó
—Por supuesto que no va a suceder porque no quiero tener nada que ver con un bruto y ordinario como él… Me vas a perdonar, Santiago se portó como una chusma... —Sí, conozco el carácter de mi hijo y ya sé lo irónico, ofensivo e irrespetuoso que se comporta cuando está enojado. Ahora solo te aconsejo que esperemos a que se calme. —¿Si me escuchaste? No me interesa tener nada que ver con tu hijo. —Querida, lamento mucho el comportamiento de Juan Carlos y no te culpo. Ese hijo mío me ha dado muchos dolores de cabeza... ¡No sabes cuánto lamento no tenerte como nuera! Camila se puso de pie y le dijo. —Bueno, ya cumplí con avisarte. Me retiro. Santiago se puso de pie, rodeó el escritorio y se acercó a ella. La tomó de las manos y le dijo. —Mi querida niña, me imagino que no tengo que decirte que tu padre no tiene por qué enterarse de esto. No debemos preocuparlo. —¿Crees que soy tonta? Si se entera me desheredaría. —Por supuesto que no, él te adora. Pero es mejor no preocuparlo. ¿En
Daniela se volteó con sorpresa hacia Tulio al escuchar ese nombre y luego vio a Raúl con el rostro congestionado de rabia. — ¿Qué diablos hace aquí? —preguntó él entre dientes. —No lo sé.—dijo ella incómoda por la presencia de Julio. — ¡Raúl! —exclamó Tulio García, haciéndoles señas para que se acercaran al nuevo invitado—. Trae a Daniela a para que conozca a Julio Fernández. —Nos conocemos —informó Raúl en tono agrio y agregó a propósito—. Es amigo de la hermana de Daniela. Julio los miró a los dos con los ojos entrecerrados y dijo. —Sí, conozco muy bien a la señora Castillo —Julio vestía de manera impecable, atrayendo la atención de todas las damas, con el consiguiente resentimiento de Raúl. —Quiere decir que es una brillante diseñadora de interiores —dijo Raúl, apretando los dientes. —El señor Fernández me encargó un trabajo en su casa —indicó Daniela sin pensar. —No hablemos de trabajo —intervino otro de los colegas solteros de Raúl y se dirigió a Daniela Tomándola del bra
La rabia que Julio irradiaba la obligó a guardar silencio durante todo el trayecto. Luego él se volvió a mirarla y ella se quedó como una estatua, soportando la lenta inspección de Julio.No necesitaba un espejo para imaginar su deplorable aspecto. Ella alzó una mano de manera instintiva hacia el escote del vestido para tocar la desgarradura sobre sus senos, y como si el movimiento lo hubiera liberado de un hechizo. Encendió la luz del auto.—¿Qué ha pasado, Daniela? —inquirió, sus ojos brillaban frente al vestido roto y las manchas de sangre en las piernas arañadas—. ¿Qué te ha hecho ese desgraciado? Ahora que estaba a salvo y relativamente cómoda, ella solo quería descansar sobre su pecho y dormir.—No me violó —estaba demasiado cansada para escoger las palabras.—A juzgar por tu apariencia... ¡Lo intentó! Él buscó en su guantera y sacó un pote de agua mineral.Daniela bebió un poco de agua, con una sonrisa de agradecimiento, le devolvió el pote.—Gracias. Ahora me siento mejor...