—Chicas, ellos son Danielle y Holden —Owen los presentó. Luego los miró a ellos para señalarnos a nosotras—. Ellas son Sage y Clover.
Danielle me miró con demasiada curiosidad e inquietud, como si me conociera.
Sin embargo, yo no tenía ni idea de quién era.
—Prefiero que me digan Elle —entró al interior de la casa, y luego desde su lugar, me apuntó con su dedo índice y los ojos entornados—. Yo te he visto, eres policía.
Fruncí el entrecejo. No tenía ni la más mínima idea de quién era ella.
—Bien por ti, pero yo no sé quién eres —respondí con una nota amarga.
Estaba molesta, impaciente, necesitaba respuestas. Esas personas tenían respuestas y no me las querían dar. Estaban vacilando demasiado y yo no tenía tiempo para eso.
Danielle soltó una risa amarga, mucho más que la mía.
—Por supuesto que no —su actitud era insoportable. Lucía como si no le importara nada que no fuese ella y como si yo fuese poca cosa—. Trabajas en
La puerta se abrió tras unos largos minutos dejando entrar a Kade, luego a Holden y Danielle. —Lo haremos —informó cerrando la puerta—, con una condición. Lo vi venir. — ¿Qué quieres? —me crucé de brazos. —Es algo simple —dijo con falsa inocencia, luego soltó—: Quiero que borres nuestros antecedentes. Owen está limpio así que no hay problema con él. —No puedo hacer eso —me negué al instante. Y no porque no quería. La realidad es que eso no se podía hacer a menos que sea orden del juez. O en un caso extremo sería porque el antecedente tiene más de cinco años y el delito fue menor, dando a entender que la persona de alguna manera tuvo su merecido y aprendió la lección. —Entonces no hay trato —se dejó caer en el sofá c
Owen se rindió y se echó hacia atrás para volver a su sitio. —Pero aun así hablaré porque estoy aburrido —dijo colocando su codo en el apoya brazos de la puerta—. Tú ves si me respondes o no. No lo haré. — ¿Cómo está tu perro? —preguntó, curioso. Luego se llevó una mano a los labios y miró ligeramente hacia arriba—. ¿Cómo se llamaba? Es un ladrón. Es un ladrón. Es un ladrón. —No te voy a morder —dijo tras mi silencio. —Ya te dije que no me relaciono con criminales. —No lo estás haciendo —respondió con simpleza. En eso se giró y vio a sus amigos—. ¿Somos criminales? —Nah —escuché a Holden—. Sólo hacemos lo que queremos. —Incumpliendo las leyes —destaqué. —El gobierno les roba a los ciudadanos —habló Danielle—. Los grandes magnates del mundo del negocio estafan, manipulan y compran a quien sea porque pueden —me miró por el retrovisor y se encogió de hombros sin desviar la mirada—. ¿Cuál es la dife
—Sé que eres el único que vende burundanga en todo Birdwallace —lo señaló con la chupeta—, y sé que esa droga está prohibida aquí por las amenazas del jefe; sin embargo, te permite a ti y solo a ti venderlas, bajo la condición de que su venta sea solo para mujeres. Fruncí el ceño. ¿Por qué no a los hombres? —La usan para violaciones —susurró Kade. — ¿Eh? —emití, confundida, estaba segura de que no lo pregunté en voz alta. —Tu cara se volvió una de confusión apenas Elle dijo que era solo para mujeres —aclaró—. Lo hacen así porque el "jefe"... —simuló unas comillas—. Odia a los violadores, así que no permite que se venda ese tipo de drogas aquí. Aunque de todas maneras violan, pero él se siente feliz no distribuyendo una droga especial para eso. Esperen un maldito segundo. ¿Violaciones? ¿Iban a abusar sexualmente de Ford? Era obvio que no lo habían hecho, en el informe forense no aparecía nada de abuso sexual, pero ¿de verdad iba
— ¡Sage! El grito de Clover me hizo despertar de un susto y sobresaltar en la cama como si fuese un gato. Cuando volví a la realidad, miré con furia a mi amiga quien sonreía como el guasón. — ¡Estás loca! —grité con enojo, luego suspiré para tratar de calmar los latidos de mi corazón—. Casi me matas de un infarto. —No seas dramática —soltó una risa caminando fuera de mi habitación— ¡Vístete, tenemos trabajo que hacer! —Déjame dormir —coloqué la almohada en mi rostro. Mi sueño es sagrado, nadie puede fastidiarlo. El tono de llamada de mi móvil sonó con insistencia y se me antojó demasiado ruidoso. De mala gana lo busqué con mi mano hasta que lo encontré casi al borde de la cama. Llamada entrante Terry Burns —Me caes mal —dije apenas contesté—. Tú tampoco me dejas dormir. Terry soltó una risa corta. —Sigo siendo tu jefe, ¿recuerdas? —Y mi tío —me s
Con la boca entreabierta, pestañeé varias veces. — ¿Juliana? —tomé la carpeta, aturdida y confundida por completo. —Sí, nos dijiste que la persona que compró la droga era rubia. Todas las mujeres rubias tienen coartada menos una y esa es Juliana —me echó una mirada curiosa, como si aún no entendiera mi reacción—. ¿Pasa algo? Juliana estaba en la sala de interrogatorios esperando por mí. Querían que yo la interrogara, y claro, yo ya había tenido experiencia en ello. Cuando comencé a trabajar, Burns me enseñó cómo se hacían las preguntas, en qué momento hacerlas, a leer las mentiras y el lenguaje corporal. Todos los interrogatorios que hacían, yo los veía y tomaba nota, como si fuese una clase del Instituto. Pero ahora me tocaba a mí pasar a la práctica. —Destine también es una sospechosa potencial solo que no tanto como Juliana —opinó—. Destine tiene su coartada, la del vídeo donde sale ella cuando no hay electricidad, ¿lo malo? Solo duró unos
Un par de segundos después, la rubia, el abogado y el padre de Juliana habían abandonado el departamento dejándome con grandes dudas y una frustración mezclada con impotencia por no haber obtenido información suficiente. Me senté, soltando un gran suspiro de cansancio, y llevándome ambas manos a mi cabello. Estaba tan cerca, tan cerca de tener algo, una pista, un indicio, lo sentía, algo me decía que iba por buen camino. Le di un gran golpe a la mesa y me levanté furiosa caminando hasta donde estaban mis compañeros de trabajo. —Dime que fuiste inteligente y le diste un hisopo limpio —le hablé a Griff interrumpiendo su conversación con Hicks. —Así es —metió la mano dentro del bolsillo de su bata blanca y sacó un tubito de vidrio con un hisopo dentro—. Es probable que ya no nos dejen interrogarla así que necesitaremos esto. —Es ella —susurré mirando al vacío, recordando sus respuestas una a una en mi mente—. No tengo las pruebas suficien
No se mueve.Kade no se movía.Estaba de espaldas a mí porque apenas se rompió el vidrio, él se giró clavando su vista en el jardín trasero de mi casa, y ahora estaba estático, casi como una estatua. Sentí algo semejante a la preocupación por el hecho de que no sabía en donde impactó la bala, no sabía si él estaba bien.Entendía que el chico era casi un desconocido, pero no soy inhumana, me preocupo por las personas, y aunque él no fuese un santo, no debía morir. Era demasiado joven.—Kade —pronuncié levantándome lentamente de la silla—. Kade, ¿estás bien?Hubo unos segundos en silencio hasta que lo escuché hablar.—No te muevas —fue lo que dijo.No puse objeción y me quedé en mi lugar sin mover un músculo. Aunque no debía y
Mamá solía decirme que debía confiar en la mirada de las personas. Ella aseguraba que los ojos eran la puerta del alma, ya que ellos reflejaban los verdaderos sentimientos de cualquier ser humano. La ira, la envidia, la tristeza, la alegría, la sinceridad, la culpa, la mentira, eran emociones y acciones que se reflejaban en la mirada como un espejo. Ella me decía que, si quería saber lo que de verdad sentía una persona, solo tenía que leer sus ojos y tendría las respuestas. Sabría si esa persona era de fiar, si tenía buenas intenciones o ganas de lastimarme.Y aunque mi «yo» moralmente construido por la policía decía que estaba loca, a mi «yo» inocente le caía bien Kade, confiaba en él. Sus ojos no transmitían malicia, solo ganas de ayudar y honestidad. Pero él era un ladrón, una persona que le robaba cosas a otros que se part&i