—Depende. —me separé para poder analizar la pizarra.
Estaba la foto del cuerpo que daba a parecer el típico suicidio de la soga atada al techo. Aclaremos que no había nota de despedida y que la declaración de su esposo, hijos y hermanos daban a entender una muy buena relación entre ellos y la víctima. Lo que resaltaba era que su esposo comentó que ella había estado llegando un poco tarde a la casa, más que todo los fines de semana; él aseguraba que era muy extraño puesto que su esposa era una mujer responsable y del hogar. Por otro lado, también dijo que su salud se veía un poco mal y que su aspecto había cambiado, que ella tenía muchas ojeras y su piel perdía brillo; a pesar de eso, ella le juraba que estaba bien y que solo era cansancio.
Finalmente, estaba la declaración de su jefe. Él decía que la despidió por haber llegado demasiado tarde dos semanas consecutivas y por su grave equivocación en la declaración de impuestos de una de las empresas que se encontraban bajo su responsabilidad.
Me tomé otro momento para pensarlo hasta que finalmente tomé mi decisión.
—No se suicidó, probablemente la asesinaron, y te diré por qué —tomé un apuntador y comencé—: La señora Mary tenía un buen trabajo en una oficina contable, el ingreso no era tan bueno y es por ello que decide buscar otras opciones. Según el informe forense, encontraron el metabolito llamado benzoilecgonina en la sangre de la víctima; eso vendría siendo positivo para cocaína. Sabemos que ella no estaba recibiendo un buen pago por parte de la oficina contable y que su esposo había sido despedido días antes, así que digamos que alguien le recomendó la venta de drogas.
—El uso de cocaína explicaría la falta de concentración como para equivocarse en la contabilidad de esa empresa —habló Powell desde su asiento como si ya hubiese atado los cabos sueltos—. Al mismo tiempo que explicaría las llegadas tardes; esa droga da insomnio, la víctima pudo dormirse cerca de la hora e ignorar por completo la alarma debido al cansancio.
Burns se cruzó de brazos.
— ¿Cuál es el móvil? —preguntó.
—Deuda —dijimos Powell y yo al unísono.
Terry nos miró mientras asentía. Él sabía que teníamos razón.
—Debió tener algún proveedor. Tal vez quiso agarrarse el dinero para ella, pero las cosas salieron mal —agregó mi jefe.
De pronto, un hombre alto, bien vestido, de tez morena como el chocolate y de unos cincuenta años, se levantó de su silla y caminó hasta la mitad de la mesa.
Automáticamente la mirada de todos en la habitación—incluyéndome—, se desvió hasta él. Estábamos hablando de Peter West, el mejor detective del estado y nuestro jefe.
El Capitán.
—Eso coincide con las marcas en su cuello, deja claro que la asfixiaron y para poder disimular lo hicieron parecer un suicidio —concluyó.
Bajó la cabeza con la intención de verme.
Creo que me siento muy pequeña ahora.
— ¿Quién eres y qué estás haciendo aquí? —fue lo único que me preguntó.
¿Que no escuchó mi nombre al inicio?
—Sage Hill, trabajo como...
—Una novata —interrumpió Terry—, la estamos entrenando.
El Capitán West lo miró con el entrecejo fruncido y con los ojos entornados de suspicacia.
— ¿Seguro de que es una novata? —dio un par de pasos más con lentitud—. Porque acaba de resolver un caso en menos de cinco minutos mientras que nosotros tenemos día y medio en ello.
Volvió a mirarme por unos segundos.
—Sigue así, Hill, y yo mismo te nombraré detective.
Le echó un último vistazo a Terry y a los demás antes de salir de la habitación.
Desde que había empezado a trabajar allí, me había podido dar cuenta de que West siempre creaba tensión en los demás detectives cuando llegaba. Él era alguien al que todos querían impresionar. También era del tipo de persona que te haría tener una pesadilla fácilmente cuando en realidad es una persona cortés y amable con sus trabajadores.
—Buen trabajo, Sage —Terry me dio unas palmadas suaves en el hombro y se fue junto a los demás dejándome sola en la sala.
¿Pero sabían qué era lo más triste? Que ya era como la tercera vez en el mes que los ayudaba a resolver un caso y Terry siempre me decía lo mismo:
"Buen trabajo, sigue así"
Estaba harta de que me trataran como a una niña.
Salí de la sala de reuniones y fui hasta la oficina de mi jefe. Cuando entré, lo vi de pie detrás de su escritorio revisando unos papeles. Al verme, soltó un suspiró y tomó asiento.
— ¿Por qué será que no me sorprende tu visita? —sonó cansado. ¿Cansado de mí? —. ¿Qué ocurre, Sage?
— ¿Por qué no me ascienden? —fui directo al grano—. Sabes que tengo potencial, que no soy una pérdida de tiempo.
—Aún no estás lista.
—Lo estoy —aseguré—. De verdad lo estoy.
—Eres muy inteligente, serías una excelente agente, pero no es lo mismo que ves desde afuera —soltó la hoja en su escritorio—. Cuando estás dentro de un caso, todo se te ve imposible o complicado. Todo lo que te pasa por la cabeza son corazonadas que no puedes dar por sentado hasta que no tengas pruebas sólidas. Necesitas más tiempo, más experiencia.
Chasqueé mi lengua y me giré dispuesta a salir, pero cuando abrí la puerta, Terry habló:
— ¿Aún cuento con tu ayuda para los casos?
Giré un poco mi cabeza, asentí sin decir nada y salí de la oficina.
Terry era amigo de mi papá desde hace muchos años. Cuando me vine a Birdwallace —que le dije a mis padres que quería ser detective—, papá llamó a Terry para que me ayudara con eso. A decir verdad, Burns era como esas personas que preferían estar veinte horas en su trabajo que un minuto en casa con su mujer. Por supuesto que había una razón coherente para eso.
El punto es que él aceptó y me asignó como asistente aprendiz. Claro que era un puesto inventado por él, pero era la única forma de contratarme sin tener que estudiar primero en la escuela de policías o tener un diploma que diga que soy forense, ingeniero químico o criminalista.
En realidad, me había graduado en psicología el año pasado, pero aquí ya no necesitaban psicólogos, necesitaban a una persona que les ayudara a resolver todos los casos pendientes en tiempo récord, que les hiciera un milagro.
Suspiré tomando asiento en mi escritorio.
«Paciencia, un día todo valdrá la pena», recordé las palabras que muchas veces le repetí a Ben.
Debía confiar en ello. Apegarme a esas palabras.
Todo éxito conlleva a una lucha diaria contra las injusticias de la vida. Por lo tanto, yo debía luchar por el título de detective a toda costa.
¿Recuerdan la mujer asesinada? Bueno, luego de eso había que buscar al responsable del delito sin olvidar también al otro asesino de la chica más joven que, por cierto, presumíamos que podía ser el mismo que la violó. En la tarde habíamos encontrado al asesino de Mary —la contadora con problemas de drogas—, pero de la chica —Amy— no encontramos nada, solo sospechosos. Y como ya eran las nueve de la noche el jefe decidió continuar al día siguiente, creyó que quizás así tendríamos la mente más despejada. Abrí la puerta de mi casa, tiré mi cartera en la pequeña silla junto a la puerta y la cerré con mi pie. Casi como si estuvieran conectados, Ghost, mi pequeño lobo siberiano, corrió hasta mi lugar una vez se cerró la puerta. Todo mi día fue una m****a, pero este pequeño me alegraba muchísimo sin importar que tan mal me la pasé. —Hola, mi amor —me agaché y acaricié su cabecita, él bostezó—. ¿Quién es el niño flojo de mami? ¿Quién? —él solo inclinó más su
Mis ojos se abrieron como dos platos. Él soltó una risa enseguida. Sus labios estaban por pronunciar algo, pero el sonido de interferencia de radio interrumpió su plan. — ¿Qué encontraste, Kade? —habló una chica. Aquel walkie colgaba de la pretina de su pantalón. El intruso se tensó como si le hubiese llamado el jefe. —No hables. —me pidió, tomando la radio entre sus manos. Luego presionó un botón en el aparato para decir—: No encontré nada, todo es anticuado. Auch. —Pero si es una casa súper lujosa. —contestó la chica, insistente—. Algo debe tener valor, busca bien. —No hay nada —zanjó, casi en tono de molestia—. Nada que nos sirva, nada de valor, nada. Pensé que había terminado hasta que la chica agregó una última cosa: —Bueno sal de allí, vayamos a otra casa. El intruso guardó la radio y me miró con severidad. Fruncí el entrecejo al no entender su seriedad,
El sobre era blanco y no tenía ningún tipo de sello o insignia. No tenía ni idea de quién me lo había enviado. Quizás fueron mis padres, no lo sabía, pero decidí guardarlo en mi bolsillo con toda la intención de leerlo luego. Volví a darle un sorbo a mi agua cuando un oficial pasó junto a mí y se detuvo a unos escasos metros. Su radio comenzó a sonar y no pude evitar escuchar. Chismosa desde 1997. —Tenemos un grupo de jóvenes haciendo grafitis en las paredes —dijo una mujer desde la radio. —Aquí Oficial Henry Fritz, voy para allá —podía ver la desaprobación en su rostro. El hombre dio media vuelta y se fue en dirección al ascensor. La imagen del chico de ayer llegó a mi cabeza. No creía que él fuera parte de ese grupo, no parecía uno de los chicos que rayan paredes con dibujos increíbles, pero se me ocurrió algo. Se me ocurrió que podía buscarlo en el sistema a ver qué tanto daño le hizo a la sociedad. Solo por curios
Tras un par de horas interrogando a los clientes del bar, pudimos dar con el grupo que acompañaba a la chica esa noche. La víctima se llamaba Sofía Torres. Sus amigas contaron que cerca de las cinco de la mañana ella fue al baño y tras unas largas horas sin volver, ellas creyeron que se había ido a su casa —destaquemos que esas señoritas tenían un alto nivel de alcohol en el cuerpo para cuando Sofía fue al baño—. En fin, su cadáver fue encontrado por el dueño del bar a las siete de la mañana y pues no dudó en llamar a la policía. Estuvimos un largo rato indagando en el bar, escuchando los interrogatorios hasta que Burns y yo volvimos al Centro de Investigaciones. Evanie, Hicks y otros agentes debían quedarse un rato más buscando pistas, evidencias, algo que los ayudara. Una de las amigas nombró que Sofía había tenido muchos problemas con su ex novio. Entre esos problemas mencionó que él solía golpearla cuando estaban juntos siendo esa una de las razones de su separac
En la plaza había seis cuerpos que estaban dispersos a lo largo del lugar. Eran cuatro mujeres y dos hombres en total. Por lo lejos que estaban los cuerpos se notaba que cada quién estaba por su cuenta. Sin embargo, solo había una variable en común y era la comida que habían consumido antes de morir; una ensalada que, por la factura que aún conservaban en sus bolsillos y carteras, provenía del mismo restaurante. Un restaurante de comida mexicana. Burns y yo fuimos a visitar dicho local. — ¿Qué es toda esta gente? —preguntó el dueño del restaurante con molestia. Sin embargo, en sus ojos se le notaba la curiosidad—. ¿Quiénes son ustedes? —Teniente de Homicidios Terrence Burns, señor Morales —dijo el jefe mostrando su placa—. Estamos aquí porque hay seis personas muertas en la plaza de enfrente y todas pidieron la misma comida en su restaurante. El hombre frunció su entrecejo, disgustado. —Según el forense, esas personas murieron por enve
—Nombre y tarjeta, por favor. —pidió la señora del protocolo. —Sage Hill —extendí el sobre. Ella lo abrió, verificó que la invitación estuviese allí y luego miró la lista con detenimiento. —Bienvenida, señorita Sage —me sonrió cuando encontró mi nombre en la lista. Su amabilidad y paciencia eran notables en su voz. —Gracias —dije con una sonrisa genuina. Entré y casi se me cayó la mandíbula al ver lo elegante, artística y moderna que era la casa. A primera vista estaba la escalera en forma de espiral que conducía al primer piso, los escalones estaban decorados de una lujosa alfombra roja con pequeños detalles en dorado, y el barandal al estilo vanguardista era negro mate. Del techo descendía un candelabro dorado hermoso con detalles de cristal elegantes en las ramificaciones. El suelo era de un granito color perla brillante y pulcro. El resto del recibidor estaba decorado con pinturas hermosas en las paredes, estatuas pequeñas y median
Su mano estaba fría y algo mojada por la copa que había estado sosteniendo. ¿Alguien puede decirme por qué se comporta así? ¿O soy yo que exagero todo? Unos segundos después estábamos con otro grupo. Entre las personas que estaban ahí, vi al chico hindú de hace un rato. —Chicos, les presento a Sage —les dijo el italiano apenas se acercó a sus otros amigos. Cabe destacar que él no había soltado mi mano. Una chica de rasgos árabes con un mijab rosa en su cabeza sonrió y estiró su mano. —Soy Samira, él es mi hermano Said —estreché la mano con ella y mi mirada se desvió en dirección a su hermano. Por supuesto que también era de rasgos árabes. Él era alto, su cabello negro estaba algo largo pero bien peinado, su piel era un poco morena pero no del todo, lo largo de sus pestañas hacía que sus ojos tuviesen un delineado natural y que el color marrón de los mismos resaltara. Said vestía un traje gris de Giorgio Armani. Supe qu
Cintas amarillas que limitan el paso. Las sirenas de los autos policiales y de las ambulancias. Mujeres sollozando. Un hombre alterado Dudas. Sospechas. Acusaciones. En eso se basó la última hora después de la muerte de Ford Simmons y su novia, Natalie Keys. Había policías interrogando invitados, empleados, vigilantes, hasta a las mascotas. Las personas estaban conmocionadas y asustadas, el gobernador no dejaba de exigir respuestas al igual que la madre de Natalie. La policía estaba haciendo demasiadas preguntas y nadie sabía qué responder porque nadie tenía idea de lo que había pasado. Luego de que la mujer entrara y diera la noticia, la luz tardó unos tres minutos en llegar, la policía llegó cinco minutos después y el equipo de Burns llegó un minuto después de la policía. Entre las acusaciones que rondaban de boca en boca, estaba la del vigilante de la entrada y mi persona. Los padres de Natalie y de Ford tení