Cintas amarillas que limitan el paso.
Las sirenas de los autos policiales y de las ambulancias.
Mujeres sollozando. Un hombre alterado
Dudas.
Sospechas.
Acusaciones.
En eso se basó la última hora después de la muerte de Ford Simmons y su novia, Natalie Keys.
Había policías interrogando invitados, empleados, vigilantes, hasta a las mascotas. Las personas estaban conmocionadas y asustadas, el gobernador no dejaba de exigir respuestas al igual que la madre de Natalie. La policía estaba haciendo demasiadas preguntas y nadie sabía qué responder porque nadie tenía idea de lo que había pasado.
Luego de que la mujer entrara y diera la noticia, la luz tardó unos tres minutos en llegar, la policía llegó cinco minutos después y el equipo de Burns llegó un minuto después de la policía.
Entre las acusaciones que rondaban de boca en boca, estaba la del vigilante de la entrada y mi persona. Los padres de Natalie y de Ford tení
Había pasado una noche terrible. No dormí nada pensando en esa fiesta. En que estaba fuera del caso, que no podía indagar con libertad, en el comportamiento de los invitados, la conducta de Ford, todo estaba confundiéndome y no me dejaba dormir, mi mente no paraba de hacer teorías. Necesitaba respuestas, pero cómo iba a empezar si no tenía nada de pistas, nada de evidencia, no tenía material. Pude recuperar las ganas de dormir a eso de las cuatro de la madrugada. Caí en un sueño profundo hasta que a las ocho de la mañana mi perro comenzó a ladrar como si su vida dependiera de ello. Ghost se había acostumbrado a dormir en la sala de abajo. Solo los días de tormenta se venía a mi cama, pero, de resto, él sabía cuál era su lugar. El lobo siberiano seguía sin callarse por lo que me puse las almohadas en la cara. —Silencio, perro —susurré contra las mismas. Pasaron unos segundos eternos en los que el perro seguía ladrando. Gruñí con frustración al
—Mentirosa —fue lo único que pude decirle. Los rostros más inocentes son los más sucios, ¿no? Clover no hablaba, ni siquiera me miraba. —Acabas de decir algo demasiado peligroso —me acerqué a la mesa con lentitud, como si un movimiento en falso haría correr lejos a la morena frente a mí—. Clover. Seguía sin mirarme. —Clover necesito que te expliques y me digas exactamente a qué te refieres —eché una de las sillas hacia atrás y tomé asiento frente a mi amiga que ahora resultaba ser sospec
Media hora después, aparqué en el estacionamiento subterráneo del edificio, bajé del auto solo con mi cartera y mi móvil, y tras unos cuantos pasos apresurados, ya estaba en el ascensor. —Buenos días —saludé cuando las puertas se abrieron en el departamento de Homicidios. El lugar se quedó en silencio total y solo se escuchaban leves murmullos. Me preguntaba si hablaban de mí. Nah, por supuesto que hablaban de mí. —Sage —Hicks se hizo notar entre las personas. La sorpresa inundaba su voz—. No esperaba verte esta mañana. —Vine a hablar con Burns. —zanjé. —En su oficina —me indicó Murphy con la boca llena. Iba a avanzar, pero Hicks y Jordan me interceptaron rápidamente. Se les veía preocupados. Bastante preocupados. —Sabes que no puedes estar aquí, ¿verdad? —musitó Jordan con cautela, como si tuviese miedo de que yo reaccionara mal. —Sí, lo sé, pero tengo algo que alegrará a nuestro jefe —sonreí brevemente
—Hola, buenas tardes —saludé a la señora de recepción. Saqué mi placa y la mostré—. Detective Sage Hill, vengo por el caso de Ford Simmons y Natalie Keys.La señora morena —que lucía cansada, un poco cabreada y hambrienta— se acomodó en su asiento y me miró como si me quisiera matar.— ¿En qué la ayudo? —preguntó con un falso tono de amabilidad.
Después de haber sacado a Clover de la lista de sospechosos, me fui a mi casa a indagar en el caso. Lamentablemente, no pude indagar mucho puesto que no tenía mucha información que me ayudara. Tenía que esperar el informe forense, de balística o de toxicología para poder comenzar a trabajar. Clover se molestó un poco conmigo porque yo había dudado de ella, pero tenía que entenderme, las situaciones en las que se encontró el día del asesinato fueron muy comprometedoras, cualquiera hubiese dudado. En fin, no pudo ayudarme porque tuvo que asistir al funeral que le estaban haciendo a Ford en su casa, cosa que no entendía ya que el cuerpo lo teníamos custodiado nosotros, pero bueno, esa era su forma de sobrellevar la muerte. Justo ahora me encontraba maldiciendo internamente pues el tono de llamada de mi teléfono estuvo toda la mañana sonando sin parar. Rendida, arrastré mi mano por la cama buscando el móvil. Mi mano dio con él por lo que atendí la llamada
No iba a bajar del auto, sentí que sería irrespetuoso para los padres de Ford a pesar de que yo no hubiese hecho nada. Pero la señora Simmons se acercó para decirme que bajara y asistiera a la despedida del chico, al parecer Burns les mostró evidencia que me descartaba por completo y ella no dudó en disculparse por si me había causado algún tipo de problema. Por otro lado, apenas entré a la funeraria me sentí como en la pizzería, solo que esta vez, el peso en mi nuca era muchísimo más grande. —Hola, chicos —saludó Clover adoptando de nuevo el aire nostálgico y distante. Todos le respondieron el saludo con amabilidad y Naveen se hizo a un lado en el sofá para que mi amiga se pudiera sentar. — ¿Quieres...? —Robb se hizo a un lado, pero negué levemente con la cabeza. —Estoy bien —le dediqué una sonrisa afable y él se enco
—Imposible —negó Naveen al instante agregándole un tono de sorpresa como de una novela—. El mundo de esa mujer era Ford, matarlo no debería ser una opción. Mi mirada se desvió hasta Destine. Ella lucía incómoda. —He visto muchos programas, Nav, todo es posible en la mente de un asesino —replicó Samira con suficiencia, echándose hacia atrás para romper la confidencialidad de círculo. Me alejé del círculo y llamé a Destine con un leve pssst. — ¿Tu qué crees? —le pregunté cuando estuvimos a un par de metros del grupo. —Es mi amiga, la conozco muy bien y sería incapaz de matar a Ford —alegó con total seguridad. Ella estaba cruzada de brazos y su rostro emanaba rabia. — ¿Puedes contarme más sobre la vida de Juliana? —inquirí con la intención de que aceptara, y para mi suerte, lo hizo. —Es de descendencia holandesa, sus padres son dueños de una aerolínea internacional y, además, su papá es uno de los senadores —manifestó—. J
— ¿Estás segura? —Totalmente —asintió con confianza. Owen, el amigo con beneficios de Clover, se ofreció para llevarnos hasta su contacto. Dijo que el sujeto no soltaría nada frente a un par de desconocidas así que era mejor que él y su amigo estuviesen presentes. Sin embargo, estaba atenta. La gente solía pasarse de lista engañando a la policía, pero yo no era una niña tonta, sabía lo que tenía que hacer, y si algo salía mal solo me importaría salvar a Clover. —Okey, se te nota a leguas que no confías nadita, nadita —Clover interrumpió el silencio— ¿Puedes hacer el intento? Owen es un buen muchacho, no nos metería en problemas. —Querrás decir que a ti no te metería en problemas —repliqué—. A mí ni siquiera me conoce. Rodeó los ojos con exageración y se cruzó de brazos. —Solo confía en mí, ¿sí? —Eso hago —iba a añadir algo más, pero una corneta de un auto me interrumpió. —Es él —la morena tomó su teléfono y cami