No iba a bajar del auto, sentí que sería irrespetuoso para los padres de Ford a pesar de que yo no hubiese hecho nada. Pero la señora Simmons se acercó para decirme que bajara y asistiera a la despedida del chico, al parecer Burns les mostró evidencia que me descartaba por completo y ella no dudó en disculparse por si me había causado algún tipo de problema. Por otro lado, apenas entré a la funeraria me sentí como en la pizzería, solo que esta vez, el peso en mi nuca era muchísimo más grande.
—Hola, chicos —saludó Clover adoptando de nuevo el aire nostálgico y distante.
Todos le respondieron el saludo con amabilidad y Naveen se hizo a un lado en el sofá para que mi amiga se pudiera sentar.
— ¿Quieres...? —Robb se hizo a un lado, pero negué levemente con la cabeza.
—Estoy bien —le dediqué una sonrisa afable y él se enco
—Imposible —negó Naveen al instante agregándole un tono de sorpresa como de una novela—. El mundo de esa mujer era Ford, matarlo no debería ser una opción. Mi mirada se desvió hasta Destine. Ella lucía incómoda. —He visto muchos programas, Nav, todo es posible en la mente de un asesino —replicó Samira con suficiencia, echándose hacia atrás para romper la confidencialidad de círculo. Me alejé del círculo y llamé a Destine con un leve pssst. — ¿Tu qué crees? —le pregunté cuando estuvimos a un par de metros del grupo. —Es mi amiga, la conozco muy bien y sería incapaz de matar a Ford —alegó con total seguridad. Ella estaba cruzada de brazos y su rostro emanaba rabia. — ¿Puedes contarme más sobre la vida de Juliana? —inquirí con la intención de que aceptara, y para mi suerte, lo hizo. —Es de descendencia holandesa, sus padres son dueños de una aerolínea internacional y, además, su papá es uno de los senadores —manifestó—. J
— ¿Estás segura? —Totalmente —asintió con confianza. Owen, el amigo con beneficios de Clover, se ofreció para llevarnos hasta su contacto. Dijo que el sujeto no soltaría nada frente a un par de desconocidas así que era mejor que él y su amigo estuviesen presentes. Sin embargo, estaba atenta. La gente solía pasarse de lista engañando a la policía, pero yo no era una niña tonta, sabía lo que tenía que hacer, y si algo salía mal solo me importaría salvar a Clover. —Okey, se te nota a leguas que no confías nadita, nadita —Clover interrumpió el silencio— ¿Puedes hacer el intento? Owen es un buen muchacho, no nos metería en problemas. —Querrás decir que a ti no te metería en problemas —repliqué—. A mí ni siquiera me conoce. Rodeó los ojos con exageración y se cruzó de brazos. —Solo confía en mí, ¿sí? —Eso hago —iba a añadir algo más, pero una corneta de un auto me interrumpió. —Es él —la morena tomó su teléfono y cami
Se subió al auto inundando el interior de un exquisito perfume masculino que me embelesó por unos microsegundos. Saludó a Owen con un choque de puños y a Clover con una sonrisa. Entonces se dio cuenta de la presencia de alguien más y se giró para ver de quién se trataba. Nuestras miradas se encontraron enseguida. ¿Qué haces tú aquí? —Sage él es Kade, soltero empedernido, buen trasero, un poco demasiado moralista y un gran amigo —lo presentó el rubio como si fuese un certamen de belleza—. Kade ella es Sage, una chica bastante interesante con cambios de humor extraños en esta media hora que la conocí. Los nervios me atacaron por alguna extraña razón y comencé a sentir como mi corazón latía con rapidez. Sin duda alguna no me lo esperaba, Birdwallace no era tan pequeño como para decir que todos nos conocíamos unos a otros, pero eso fue ridículo. Fue ridículo que estuviésemos en el mismo auto después de que lo encontré a punto de robar mi casa y e
— ¡Kade, viejo amigo! —se acercó al chico frente a mí con una sonrisa amplia y genuina. Lo abrazó atrapando sus brazos, de modo que Kade no pudo corresponder al mismo. Aproveché aquello para posicionarme junto al ladrón. Aún tenía un poquito de miedo, pero nada que no pudiese manejar yo sola. —Necesito hablar contigo —el chico fue directo al grano tras terminar el abrazo. Su rostro era serio, su mirada confiada, sus manos se guardaron en sus bolsillos y su espalda se enderezó. Se veía imponente y, al mismo tiempo, tranquilo. — ¡Por supuesto! —Al Pacino ruso se puso a su lado, le dio unas palmadas en la espalda y comenzaron a caminar—. Vamos a mi despacho. Owen se acercó hasta mí, me dedicó una mirada tranquilizadora y me hizo un gesto con la cabeza para que los acompañara hasta la oficina del tipo mafioso. Sin perder tiempo, los tres avanzamos entre el bullicio de personas. Subimos unas escaleras un poco largas y al llegar a lo que parece una
Comencé a escuchar el sonido que emite el electrocardiograma cuando capta un latido. Fruncí el entrecejo mientras que abría los ojos con lentitud y cuando por fin me acostumbré a la luz del lugar, pude averiguar en dónde me encontraba. En la habitación de un hospital. Lo latidos del electrocardiograma era míos. La puerta estaba medio abierta y me permitió ver a una enfermera hablándole a Clover en el pasillo. —...Ella estará bien, solo se lastimó el lóbulo de la oreja, pero nada que no podamos resolver, en una o dos semanas ya estará curada por completo. —Gracias —sonrió amablemente la morena. Cuando la enfermera se fue, Clover regresó a la habitación otra vez y, por ende, me vio despierta—. Casi me matas de un susto, estúpida. Intenté sentarme, pero un fuerte dolor de cabeza hizo que me acostara de nuevo.
—Gracias —miré al rubio. Él bebía de su refresco sin tener ni idea de a lo que me refería. —Yo también tenía hambre, no fue nada, en serio —le restó importancia creyendo que hablaba de la comida. Rodeé los ojos. —Gracias por salvarme en el club —aclaré. Él se encogió de hombros—. De no ser por ti, me hubieran agujereado la cabeza. —Ninguno de nosotros merece morir rodeados de borrachos y mafiosos —miró a Clover por unos cortos segundos. Estaba segura de que él esperaba que la morena le dijera algo especial, pero ella se limitó a guardar silencio. Owen suspiró rendido y me miró con una sonrisa genuina—. Fue un placer hacerlo, de todas formas. —Una cosa más —se me ocurrió preguntarle sobre el ataque—. ¿Tienes idea de por qué nos dispararon? ¿Hicimos algo mal? —Ni idea —dijo ceñudo. Se le veía confundido y al mismo tiempo pensativo, supongo que buscaba alguna razón lógica—. Jerome nunca fue así con nosotros, al menos no con Kade. Tampoco
Sonreí haciendo un pequeño baile con mis brazos. — ¿Qué estás haciendo? —la voz de Murphy hizo que me sobresaltara. —N-Nada —tragué saliva pestañeando varias veces por el susto. Carraspeé y me enderecé. —Rosa me pidió que te diera esto —extendió dos carpetas amarillas con el sello confidencial del CI—, son los expedientes forenses de Ford y Natalie. Los tomé aún con el corazón acelerado. —Gracias —una pregunta se formuló al instante en mi cabeza—. ¿Sabes si encontraron el arma homicida de Ford? —Sí, un trofeo. — ¿Un trofeo? —Sí, de los que te dan cuando ganas una competencia o cuando pierdes, pero lloras y lloras hasta que te dan uno por lastima. También cuando... —Sé lo que es, Murph —lo interrumpí—. Pero cómo lo supieron. —Fue un proceso algo tedioso por lo que vi —comenzó a explicar—. Lana y Noah estuvieron toda la noche de ayer buscando. Primero supieron que fue algo cuadrado por la herida en la cabe
—Buenas tardes —saludé al señor en la garita. Asomó su cabeza por la ventana y frunció el entrecejo—. Agente Sage Hill, policía de Birdwallace —mostré la placa. Él asintió comprendiendo así que la guardé de nuevo—, vengo a hablar con Said y Samira Marrash. —Un momento, por favor —dijo antes de entrar de nuevo a la garita. Esperé pacientemente y volvió a salir—. Adelante. El portón comenzó a abrirse con una lentitud estresante. En cierto momento se abrió por completo y me permitió entrar al interior de la gran Mansión Marrash. En definitiva, era más hermosa de cerca que desde la verja. Alrededor de la casa había un jardín perfectamente cuidado. Los arbustos iban podados con formas esculturales como espirales, los árboles grandes daban sombra a un par de mesas blancas de jardín junto a sus respectivas sillas, las flores amarillas y las rosas eran las que más abundaban, pero también podía apreciar tulipanes. El césped estaba tan verde, tan vivo que parecía que,