Sonreí haciendo un pequeño baile con mis brazos.
— ¿Qué estás haciendo? —la voz de Murphy hizo que me sobresaltara.
—N-Nada —tragué saliva pestañeando varias veces por el susto. Carraspeé y me enderecé.
—Rosa me pidió que te diera esto —extendió dos carpetas amarillas con el sello confidencial del CI—, son los expedientes forenses de Ford y Natalie.
Los tomé aún con el corazón acelerado.
—Gracias —una pregunta se formuló al instante en mi cabeza—. ¿Sabes si encontraron el arma homicida de Ford?
—Sí, un trofeo.
— ¿Un trofeo?
—Sí, de los que te dan cuando ganas una competencia o cuando pierdes, pero lloras y lloras hasta que te dan uno por lastima. También cuando...
—Sé lo que es, Murph —lo interrumpí—. Pero cómo lo supieron.
—Fue un proceso algo tedioso por lo que vi —comenzó a explicar—. Lana y Noah estuvieron toda la noche de ayer buscando. Primero supieron que fue algo cuadrado por la herida en la cabe
—Buenas tardes —saludé al señor en la garita. Asomó su cabeza por la ventana y frunció el entrecejo—. Agente Sage Hill, policía de Birdwallace —mostré la placa. Él asintió comprendiendo así que la guardé de nuevo—, vengo a hablar con Said y Samira Marrash. —Un momento, por favor —dijo antes de entrar de nuevo a la garita. Esperé pacientemente y volvió a salir—. Adelante. El portón comenzó a abrirse con una lentitud estresante. En cierto momento se abrió por completo y me permitió entrar al interior de la gran Mansión Marrash. En definitiva, era más hermosa de cerca que desde la verja. Alrededor de la casa había un jardín perfectamente cuidado. Los arbustos iban podados con formas esculturales como espirales, los árboles grandes daban sombra a un par de mesas blancas de jardín junto a sus respectivas sillas, las flores amarillas y las rosas eran las que más abundaban, pero también podía apreciar tulipanes. El césped estaba tan verde, tan vivo que parecía que,
Luego de ir a casa de los Marrash, mi siguiente destino fue Destine, luego Juliana y el último fue Naveen que, por cierto, estaba con Leandro y Robb por un asunto de negocios. Esos chicos tenían mi edad y ya manejaban empresas grandes. De sus padres, por supuesto. Si yo estaba estresada con ese caso, imagínense a ellos que controlaban toda una empresa familiar. En fin, los chicos me dijeron muchas cosas interesantes de las que no tenía ni remota idea. Para empezar, Leandro, Samira, Said y Naveen coincidieron en que Ford había cambiado desde que comenzó su relación con Natalie. Me contaron que antes Ford era un chico súper humilde y sencillo, pero que después de estar con Natalie todo cambió y se volvió un poco más superficial, ostentoso y su humildad solo salía a la luz cuando su novia no andaba cerca. No podía creer que Ford fuese una persona engreída, él se vio muy amable ese día que lo conocí. Tal vez fue por eso, porque su novia no andaba en esa f
Era una casa de un tamaño común, la fachada también era sencilla, del estilo contemporáneo, no era para nada exagerada. Las paredes blancas ya estaban desconchadas, de las ventanas emergía una luz amarilla del interior de la casa, y el césped estaba entre seco y verde, como si ya tuviese un mes sin agua. Bajamos del auto, lo rodeé por el frente y, junto a la morena, avanzamos por la cera en dirección a la entrada de la casa. — ¡Pero si son Han Solo y Chewbacca! —saludó con entusiasmo abriendo la puerta de la casa. Clover transformó su rostro lentamente a uno de indignación pura. De hecho, abrió sus labios un poco. — ¡No! —se apresuró a decir el rubio apenas vio la reacción de la morena—. ¡No, Coli tu eres Han Solo, Sage es Chewbacca, no ves que es un monstruo con sus cambios raros de humor! Clover hizo un mohín de disgusto y entró a la casa, furiosa, chocando su hombro a propósito con el brazo de Owen. Me miró, buscando ayuda.
—Chicas, ellos son Danielle y Holden —Owen los presentó. Luego los miró a ellos para señalarnos a nosotras—. Ellas son Sage y Clover. Danielle me miró con demasiada curiosidad e inquietud, como si me conociera. Sin embargo, yo no tenía ni idea de quién era. —Prefiero que me digan Elle —entró al interior de la casa, y luego desde su lugar, me apuntó con su dedo índice y los ojos entornados—. Yo te he visto, eres policía. Fruncí el entrecejo. No tenía ni la más mínima idea de quién era ella. —Bien por ti, pero yo no sé quién eres —respondí con una nota amarga. Estaba molesta, impaciente, necesitaba respuestas. Esas personas tenían respuestas y no me las querían dar. Estaban vacilando demasiado y yo no tenía tiempo para eso. Danielle soltó una risa amarga, mucho más que la mía. —Por supuesto que no —su actitud era insoportable. Lucía como si no le importara nada que no fuese ella y como si yo fuese poca cosa—. Trabajas en
La puerta se abrió tras unos largos minutos dejando entrar a Kade, luego a Holden y Danielle. —Lo haremos —informó cerrando la puerta—, con una condición. Lo vi venir. — ¿Qué quieres? —me crucé de brazos. —Es algo simple —dijo con falsa inocencia, luego soltó—: Quiero que borres nuestros antecedentes. Owen está limpio así que no hay problema con él. —No puedo hacer eso —me negué al instante. Y no porque no quería. La realidad es que eso no se podía hacer a menos que sea orden del juez. O en un caso extremo sería porque el antecedente tiene más de cinco años y el delito fue menor, dando a entender que la persona de alguna manera tuvo su merecido y aprendió la lección. —Entonces no hay trato —se dejó caer en el sofá c
Owen se rindió y se echó hacia atrás para volver a su sitio. —Pero aun así hablaré porque estoy aburrido —dijo colocando su codo en el apoya brazos de la puerta—. Tú ves si me respondes o no. No lo haré. — ¿Cómo está tu perro? —preguntó, curioso. Luego se llevó una mano a los labios y miró ligeramente hacia arriba—. ¿Cómo se llamaba? Es un ladrón. Es un ladrón. Es un ladrón. —No te voy a morder —dijo tras mi silencio. —Ya te dije que no me relaciono con criminales. —No lo estás haciendo —respondió con simpleza. En eso se giró y vio a sus amigos—. ¿Somos criminales? —Nah —escuché a Holden—. Sólo hacemos lo que queremos. —Incumpliendo las leyes —destaqué. —El gobierno les roba a los ciudadanos —habló Danielle—. Los grandes magnates del mundo del negocio estafan, manipulan y compran a quien sea porque pueden —me miró por el retrovisor y se encogió de hombros sin desviar la mirada—. ¿Cuál es la dife
—Sé que eres el único que vende burundanga en todo Birdwallace —lo señaló con la chupeta—, y sé que esa droga está prohibida aquí por las amenazas del jefe; sin embargo, te permite a ti y solo a ti venderlas, bajo la condición de que su venta sea solo para mujeres. Fruncí el ceño. ¿Por qué no a los hombres? —La usan para violaciones —susurró Kade. — ¿Eh? —emití, confundida, estaba segura de que no lo pregunté en voz alta. —Tu cara se volvió una de confusión apenas Elle dijo que era solo para mujeres —aclaró—. Lo hacen así porque el "jefe"... —simuló unas comillas—. Odia a los violadores, así que no permite que se venda ese tipo de drogas aquí. Aunque de todas maneras violan, pero él se siente feliz no distribuyendo una droga especial para eso. Esperen un maldito segundo. ¿Violaciones? ¿Iban a abusar sexualmente de Ford? Era obvio que no lo habían hecho, en el informe forense no aparecía nada de abuso sexual, pero ¿de verdad iba
— ¡Sage! El grito de Clover me hizo despertar de un susto y sobresaltar en la cama como si fuese un gato. Cuando volví a la realidad, miré con furia a mi amiga quien sonreía como el guasón. — ¡Estás loca! —grité con enojo, luego suspiré para tratar de calmar los latidos de mi corazón—. Casi me matas de un infarto. —No seas dramática —soltó una risa caminando fuera de mi habitación— ¡Vístete, tenemos trabajo que hacer! —Déjame dormir —coloqué la almohada en mi rostro. Mi sueño es sagrado, nadie puede fastidiarlo. El tono de llamada de mi móvil sonó con insistencia y se me antojó demasiado ruidoso. De mala gana lo busqué con mi mano hasta que lo encontré casi al borde de la cama. Llamada entrante Terry Burns —Me caes mal —dije apenas contesté—. Tú tampoco me dejas dormir. Terry soltó una risa corta. —Sigo siendo tu jefe, ¿recuerdas? —Y mi tío —me s