Se subió al auto inundando el interior de un exquisito perfume masculino que me embelesó por unos microsegundos. Saludó a Owen con un choque de puños y a Clover con una sonrisa. Entonces se dio cuenta de la presencia de alguien más y se giró para ver de quién se trataba.
Nuestras miradas se encontraron enseguida.
¿Qué haces tú aquí?
—Sage él es Kade, soltero empedernido, buen trasero, un poco demasiado moralista y un gran amigo —lo presentó el rubio como si fuese un certamen de belleza—. Kade ella es Sage, una chica bastante interesante con cambios de humor extraños en esta media hora que la conocí.
Los nervios me atacaron por alguna extraña razón y comencé a sentir como mi corazón latía con rapidez. Sin duda alguna no me lo esperaba, Birdwallace no era tan pequeño como para decir que todos nos conocíamos unos a otros, pero eso fue ridículo. Fue ridículo que estuviésemos en el mismo auto después de que lo encontré a punto de robar mi casa y e
— ¡Kade, viejo amigo! —se acercó al chico frente a mí con una sonrisa amplia y genuina. Lo abrazó atrapando sus brazos, de modo que Kade no pudo corresponder al mismo. Aproveché aquello para posicionarme junto al ladrón. Aún tenía un poquito de miedo, pero nada que no pudiese manejar yo sola. —Necesito hablar contigo —el chico fue directo al grano tras terminar el abrazo. Su rostro era serio, su mirada confiada, sus manos se guardaron en sus bolsillos y su espalda se enderezó. Se veía imponente y, al mismo tiempo, tranquilo. — ¡Por supuesto! —Al Pacino ruso se puso a su lado, le dio unas palmadas en la espalda y comenzaron a caminar—. Vamos a mi despacho. Owen se acercó hasta mí, me dedicó una mirada tranquilizadora y me hizo un gesto con la cabeza para que los acompañara hasta la oficina del tipo mafioso. Sin perder tiempo, los tres avanzamos entre el bullicio de personas. Subimos unas escaleras un poco largas y al llegar a lo que parece una
Comencé a escuchar el sonido que emite el electrocardiograma cuando capta un latido. Fruncí el entrecejo mientras que abría los ojos con lentitud y cuando por fin me acostumbré a la luz del lugar, pude averiguar en dónde me encontraba. En la habitación de un hospital. Lo latidos del electrocardiograma era míos. La puerta estaba medio abierta y me permitió ver a una enfermera hablándole a Clover en el pasillo. —...Ella estará bien, solo se lastimó el lóbulo de la oreja, pero nada que no podamos resolver, en una o dos semanas ya estará curada por completo. —Gracias —sonrió amablemente la morena. Cuando la enfermera se fue, Clover regresó a la habitación otra vez y, por ende, me vio despierta—. Casi me matas de un susto, estúpida. Intenté sentarme, pero un fuerte dolor de cabeza hizo que me acostara de nuevo.
—Gracias —miré al rubio. Él bebía de su refresco sin tener ni idea de a lo que me refería. —Yo también tenía hambre, no fue nada, en serio —le restó importancia creyendo que hablaba de la comida. Rodeé los ojos. —Gracias por salvarme en el club —aclaré. Él se encogió de hombros—. De no ser por ti, me hubieran agujereado la cabeza. —Ninguno de nosotros merece morir rodeados de borrachos y mafiosos —miró a Clover por unos cortos segundos. Estaba segura de que él esperaba que la morena le dijera algo especial, pero ella se limitó a guardar silencio. Owen suspiró rendido y me miró con una sonrisa genuina—. Fue un placer hacerlo, de todas formas. —Una cosa más —se me ocurrió preguntarle sobre el ataque—. ¿Tienes idea de por qué nos dispararon? ¿Hicimos algo mal? —Ni idea —dijo ceñudo. Se le veía confundido y al mismo tiempo pensativo, supongo que buscaba alguna razón lógica—. Jerome nunca fue así con nosotros, al menos no con Kade. Tampoco
Sonreí haciendo un pequeño baile con mis brazos. — ¿Qué estás haciendo? —la voz de Murphy hizo que me sobresaltara. —N-Nada —tragué saliva pestañeando varias veces por el susto. Carraspeé y me enderecé. —Rosa me pidió que te diera esto —extendió dos carpetas amarillas con el sello confidencial del CI—, son los expedientes forenses de Ford y Natalie. Los tomé aún con el corazón acelerado. —Gracias —una pregunta se formuló al instante en mi cabeza—. ¿Sabes si encontraron el arma homicida de Ford? —Sí, un trofeo. — ¿Un trofeo? —Sí, de los que te dan cuando ganas una competencia o cuando pierdes, pero lloras y lloras hasta que te dan uno por lastima. También cuando... —Sé lo que es, Murph —lo interrumpí—. Pero cómo lo supieron. —Fue un proceso algo tedioso por lo que vi —comenzó a explicar—. Lana y Noah estuvieron toda la noche de ayer buscando. Primero supieron que fue algo cuadrado por la herida en la cabe
—Buenas tardes —saludé al señor en la garita. Asomó su cabeza por la ventana y frunció el entrecejo—. Agente Sage Hill, policía de Birdwallace —mostré la placa. Él asintió comprendiendo así que la guardé de nuevo—, vengo a hablar con Said y Samira Marrash. —Un momento, por favor —dijo antes de entrar de nuevo a la garita. Esperé pacientemente y volvió a salir—. Adelante. El portón comenzó a abrirse con una lentitud estresante. En cierto momento se abrió por completo y me permitió entrar al interior de la gran Mansión Marrash. En definitiva, era más hermosa de cerca que desde la verja. Alrededor de la casa había un jardín perfectamente cuidado. Los arbustos iban podados con formas esculturales como espirales, los árboles grandes daban sombra a un par de mesas blancas de jardín junto a sus respectivas sillas, las flores amarillas y las rosas eran las que más abundaban, pero también podía apreciar tulipanes. El césped estaba tan verde, tan vivo que parecía que,
Luego de ir a casa de los Marrash, mi siguiente destino fue Destine, luego Juliana y el último fue Naveen que, por cierto, estaba con Leandro y Robb por un asunto de negocios. Esos chicos tenían mi edad y ya manejaban empresas grandes. De sus padres, por supuesto. Si yo estaba estresada con ese caso, imagínense a ellos que controlaban toda una empresa familiar. En fin, los chicos me dijeron muchas cosas interesantes de las que no tenía ni remota idea. Para empezar, Leandro, Samira, Said y Naveen coincidieron en que Ford había cambiado desde que comenzó su relación con Natalie. Me contaron que antes Ford era un chico súper humilde y sencillo, pero que después de estar con Natalie todo cambió y se volvió un poco más superficial, ostentoso y su humildad solo salía a la luz cuando su novia no andaba cerca. No podía creer que Ford fuese una persona engreída, él se vio muy amable ese día que lo conocí. Tal vez fue por eso, porque su novia no andaba en esa f
Era una casa de un tamaño común, la fachada también era sencilla, del estilo contemporáneo, no era para nada exagerada. Las paredes blancas ya estaban desconchadas, de las ventanas emergía una luz amarilla del interior de la casa, y el césped estaba entre seco y verde, como si ya tuviese un mes sin agua. Bajamos del auto, lo rodeé por el frente y, junto a la morena, avanzamos por la cera en dirección a la entrada de la casa. — ¡Pero si son Han Solo y Chewbacca! —saludó con entusiasmo abriendo la puerta de la casa. Clover transformó su rostro lentamente a uno de indignación pura. De hecho, abrió sus labios un poco. — ¡No! —se apresuró a decir el rubio apenas vio la reacción de la morena—. ¡No, Coli tu eres Han Solo, Sage es Chewbacca, no ves que es un monstruo con sus cambios raros de humor! Clover hizo un mohín de disgusto y entró a la casa, furiosa, chocando su hombro a propósito con el brazo de Owen. Me miró, buscando ayuda.
—Chicas, ellos son Danielle y Holden —Owen los presentó. Luego los miró a ellos para señalarnos a nosotras—. Ellas son Sage y Clover. Danielle me miró con demasiada curiosidad e inquietud, como si me conociera. Sin embargo, yo no tenía ni idea de quién era. —Prefiero que me digan Elle —entró al interior de la casa, y luego desde su lugar, me apuntó con su dedo índice y los ojos entornados—. Yo te he visto, eres policía. Fruncí el entrecejo. No tenía ni la más mínima idea de quién era ella. —Bien por ti, pero yo no sé quién eres —respondí con una nota amarga. Estaba molesta, impaciente, necesitaba respuestas. Esas personas tenían respuestas y no me las querían dar. Estaban vacilando demasiado y yo no tenía tiempo para eso. Danielle soltó una risa amarga, mucho más que la mía. —Por supuesto que no —su actitud era insoportable. Lucía como si no le importara nada que no fuese ella y como si yo fuese poca cosa—. Trabajas en