El sobre era blanco y no tenía ningún tipo de sello o insignia. No tenía ni idea de quién me lo había enviado. Quizás fueron mis padres, no lo sabía, pero decidí guardarlo en mi bolsillo con toda la intención de leerlo luego.
Volví a darle un sorbo a mi agua cuando un oficial pasó junto a mí y se detuvo a unos escasos metros. Su radio comenzó a sonar y no pude evitar escuchar.
Chismosa desde 1997.
—Tenemos un grupo de jóvenes haciendo grafitis en las paredes —dijo una mujer desde la radio.
—Aquí Oficial Henry Fritz, voy para allá —podía ver la desaprobación en su rostro. El hombre dio media vuelta y se fue en dirección al ascensor.
La imagen del chico de ayer llegó a mi cabeza.
No creía que él fuera parte de ese grupo, no parecía uno de los chicos que rayan paredes con dibujos increíbles, pero se me ocurrió algo. Se me ocurrió que podía buscarlo en el sistema a ver qué tanto daño le hizo a la sociedad. Solo por curiosidad. Quizás era un asesino en serie y yo hablando con él como si fuese el vecino.
Fui hasta mi escritorio y tecleé su nombre.
Pero me faltaba algo.
—Su apellido —susurré.
No podía buscarlo bien sin su apellido.
—Lo intentaré de todas formas.
Me aparecieron más de cien mil resultados en el país. Lo filtré para que solo aparecieran los registrados en Birdwallace y fui uno por uno viendo la imagen. Pero todos eran unos viejos de cuarenta años o unos chicos que no me parecían lindos para nada.
Me salí del sistema para luego echarme hacia atrás en mi silla.
—Bueno me rindo —murmuré—. Kade no existe.
Cerré los ojos un momento para tratar de relajarme, pero entonces mi jefe salió de su oficina como un tiro.
—Tenemos un cuerpo en el baño de un bar —informó caminando al ascensor—. ¡Andando!
Tomé mi teléfono y fui junto a mi jefe.
(...)
—Mujer, veintisiete años, dos disparos —el forense Brad Jones levantó un poco la camisa del cadáver. Se podía ver un hoyo a la altura del hígado—. Si solo le hubiesen disparado allí, estuviese viva, pero el disparo que la mató fue este... —subió un poco la falda y le abrió las piernas unos pocos centímetros; el otro hoyo estaba en la parte interna del muslo—... rozó la arteria femoral ocasionándole un desangrado rápido y potencialmente mortal.
— ¿Algún testigo? —preguntó Burns mirando a los agentes.
Hicks negó con la cabeza.
—Tampoco tenemos su identidad —informó Evanie.
—Tienen tarea, háganla —les ordenó Terry—. Ah y quiero que nadie salga de este bar sin antes haberle tomado los datos para incluirlos en el sistema. Encárgate de eso Hicks.
—Sí, señor —asintió y se fue.
Burns me miró.
— ¿Qué? —emití.
— ¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó con seriedad.
—Ayudar —respondí, obvia.
—No estás haciendo nada.
— ¿Y qué se supone que tengo que hacer?
—Analizar, eres buena en eso, analiza y descubre qué pasó aquí —ordenó por tercera vez en el día y se fue a hablar con el dueño del bar.
Rodeé los ojos.
—Analiza, eres buena en eso —mofé, aún molesta por lo que había pasado en la oficina.
Salí del baño para ir al interior del bar. A ver si algo me ayudaba.
El bar era bastante grande. Tenía muchas mesas repartidas por el local donde todas eran iguales; redondas y altas con bancos altos. Había tres televisores en cada pared y muchos cuadros y decoraciones alusivas al deporte, entre ellos fútbol americano, béisbol, boxeo, etc. La barra era larga, con muchos bancos frente a ella, y del lado del bartender había una alta estantería con muchos tipos de licores.
Noté que había un chico del lado del bartender hablando con dos policías. Él lucía calmado, pero bastante confundido.
Me acerqué un poco más para escuchar la conversación, pero me frené de golpe al ver quién era el chico.
Aunque yo estaba medio ciega y la distancia era un poco larga para mi vista, sabía que era Kade, lo presentía de alguna manera. Sin embargo, carraspeé y seguí con lo mío. No podía dejar que él me distrajera.
Continué con mi camino escuchando algunos interrogatorios hasta que alguien me comenzó a llamar.
—Hey —era el policía que hablaba con Kade—. La castaña.
Me giré.
—Sí, tú —me hizo un ademán para que me acercara.
Lo bueno era que él se alejó de la barra, es decir, se alejó de Kade.
—Tu trabajas para Burns, ¿verdad?
Asentí.
— ¿Puedes llevarle esto? —de su bolsillo sacó una bolsa de las que usan para evidencias; dentro tenía un par de llaves—. Son las llaves del auto de la víctima, al parecer en este bar tienen valet parking.
Tomé la bolsa sin problemas y fui hasta donde estaba mi jefe.
Él estaba afuera del local hablando con Evanie.
—Lamento la interrupción, pero me pidieron que te entregara esto —le extendí la bolsa.
Él la tomó sin despegar la vista de las llaves. Miró a Evanie y se las entregó.
—Ya sabes qué hacer —fue lo único que le dijo.
Ella asintió y se fue.
—Buen trabajo, Sage —me dio unas palmadas en el hombro antes de entrar al bar.
Rodeé los ojos.
¿Se dieron cuenta que lo que dije no era mentira?
Tras un par de horas interrogando a los clientes del bar, pudimos dar con el grupo que acompañaba a la chica esa noche. La víctima se llamaba Sofía Torres. Sus amigas contaron que cerca de las cinco de la mañana ella fue al baño y tras unas largas horas sin volver, ellas creyeron que se había ido a su casa —destaquemos que esas señoritas tenían un alto nivel de alcohol en el cuerpo para cuando Sofía fue al baño—. En fin, su cadáver fue encontrado por el dueño del bar a las siete de la mañana y pues no dudó en llamar a la policía. Estuvimos un largo rato indagando en el bar, escuchando los interrogatorios hasta que Burns y yo volvimos al Centro de Investigaciones. Evanie, Hicks y otros agentes debían quedarse un rato más buscando pistas, evidencias, algo que los ayudara. Una de las amigas nombró que Sofía había tenido muchos problemas con su ex novio. Entre esos problemas mencionó que él solía golpearla cuando estaban juntos siendo esa una de las razones de su separac
En la plaza había seis cuerpos que estaban dispersos a lo largo del lugar. Eran cuatro mujeres y dos hombres en total. Por lo lejos que estaban los cuerpos se notaba que cada quién estaba por su cuenta. Sin embargo, solo había una variable en común y era la comida que habían consumido antes de morir; una ensalada que, por la factura que aún conservaban en sus bolsillos y carteras, provenía del mismo restaurante. Un restaurante de comida mexicana. Burns y yo fuimos a visitar dicho local. — ¿Qué es toda esta gente? —preguntó el dueño del restaurante con molestia. Sin embargo, en sus ojos se le notaba la curiosidad—. ¿Quiénes son ustedes? —Teniente de Homicidios Terrence Burns, señor Morales —dijo el jefe mostrando su placa—. Estamos aquí porque hay seis personas muertas en la plaza de enfrente y todas pidieron la misma comida en su restaurante. El hombre frunció su entrecejo, disgustado. —Según el forense, esas personas murieron por enve
—Nombre y tarjeta, por favor. —pidió la señora del protocolo. —Sage Hill —extendí el sobre. Ella lo abrió, verificó que la invitación estuviese allí y luego miró la lista con detenimiento. —Bienvenida, señorita Sage —me sonrió cuando encontró mi nombre en la lista. Su amabilidad y paciencia eran notables en su voz. —Gracias —dije con una sonrisa genuina. Entré y casi se me cayó la mandíbula al ver lo elegante, artística y moderna que era la casa. A primera vista estaba la escalera en forma de espiral que conducía al primer piso, los escalones estaban decorados de una lujosa alfombra roja con pequeños detalles en dorado, y el barandal al estilo vanguardista era negro mate. Del techo descendía un candelabro dorado hermoso con detalles de cristal elegantes en las ramificaciones. El suelo era de un granito color perla brillante y pulcro. El resto del recibidor estaba decorado con pinturas hermosas en las paredes, estatuas pequeñas y median
Su mano estaba fría y algo mojada por la copa que había estado sosteniendo. ¿Alguien puede decirme por qué se comporta así? ¿O soy yo que exagero todo? Unos segundos después estábamos con otro grupo. Entre las personas que estaban ahí, vi al chico hindú de hace un rato. —Chicos, les presento a Sage —les dijo el italiano apenas se acercó a sus otros amigos. Cabe destacar que él no había soltado mi mano. Una chica de rasgos árabes con un mijab rosa en su cabeza sonrió y estiró su mano. —Soy Samira, él es mi hermano Said —estreché la mano con ella y mi mirada se desvió en dirección a su hermano. Por supuesto que también era de rasgos árabes. Él era alto, su cabello negro estaba algo largo pero bien peinado, su piel era un poco morena pero no del todo, lo largo de sus pestañas hacía que sus ojos tuviesen un delineado natural y que el color marrón de los mismos resaltara. Said vestía un traje gris de Giorgio Armani. Supe qu
Cintas amarillas que limitan el paso. Las sirenas de los autos policiales y de las ambulancias. Mujeres sollozando. Un hombre alterado Dudas. Sospechas. Acusaciones. En eso se basó la última hora después de la muerte de Ford Simmons y su novia, Natalie Keys. Había policías interrogando invitados, empleados, vigilantes, hasta a las mascotas. Las personas estaban conmocionadas y asustadas, el gobernador no dejaba de exigir respuestas al igual que la madre de Natalie. La policía estaba haciendo demasiadas preguntas y nadie sabía qué responder porque nadie tenía idea de lo que había pasado. Luego de que la mujer entrara y diera la noticia, la luz tardó unos tres minutos en llegar, la policía llegó cinco minutos después y el equipo de Burns llegó un minuto después de la policía. Entre las acusaciones que rondaban de boca en boca, estaba la del vigilante de la entrada y mi persona. Los padres de Natalie y de Ford tení
Había pasado una noche terrible. No dormí nada pensando en esa fiesta. En que estaba fuera del caso, que no podía indagar con libertad, en el comportamiento de los invitados, la conducta de Ford, todo estaba confundiéndome y no me dejaba dormir, mi mente no paraba de hacer teorías. Necesitaba respuestas, pero cómo iba a empezar si no tenía nada de pistas, nada de evidencia, no tenía material. Pude recuperar las ganas de dormir a eso de las cuatro de la madrugada. Caí en un sueño profundo hasta que a las ocho de la mañana mi perro comenzó a ladrar como si su vida dependiera de ello. Ghost se había acostumbrado a dormir en la sala de abajo. Solo los días de tormenta se venía a mi cama, pero, de resto, él sabía cuál era su lugar. El lobo siberiano seguía sin callarse por lo que me puse las almohadas en la cara. —Silencio, perro —susurré contra las mismas. Pasaron unos segundos eternos en los que el perro seguía ladrando. Gruñí con frustración al
—Mentirosa —fue lo único que pude decirle. Los rostros más inocentes son los más sucios, ¿no? Clover no hablaba, ni siquiera me miraba. —Acabas de decir algo demasiado peligroso —me acerqué a la mesa con lentitud, como si un movimiento en falso haría correr lejos a la morena frente a mí—. Clover. Seguía sin mirarme. —Clover necesito que te expliques y me digas exactamente a qué te refieres —eché una de las sillas hacia atrás y tomé asiento frente a mi amiga que ahora resultaba ser sospec
Media hora después, aparqué en el estacionamiento subterráneo del edificio, bajé del auto solo con mi cartera y mi móvil, y tras unos cuantos pasos apresurados, ya estaba en el ascensor. —Buenos días —saludé cuando las puertas se abrieron en el departamento de Homicidios. El lugar se quedó en silencio total y solo se escuchaban leves murmullos. Me preguntaba si hablaban de mí. Nah, por supuesto que hablaban de mí. —Sage —Hicks se hizo notar entre las personas. La sorpresa inundaba su voz—. No esperaba verte esta mañana. —Vine a hablar con Burns. —zanjé. —En su oficina —me indicó Murphy con la boca llena. Iba a avanzar, pero Hicks y Jordan me interceptaron rápidamente. Se les veía preocupados. Bastante preocupados. —Sabes que no puedes estar aquí, ¿verdad? —musitó Jordan con cautela, como si tuviese miedo de que yo reaccionara mal. —Sí, lo sé, pero tengo algo que alegrará a nuestro jefe —sonreí brevemente