Capítulo 04.

¿Recuerdan la mujer asesinada? Bueno, luego de eso había que buscar al responsable del delito sin olvidar también al otro asesino de la chica más joven que, por cierto, presumíamos que podía ser el mismo que la violó.

En la tarde habíamos encontrado al asesino de Mary —la contadora con problemas de drogas—, pero de la chica —Amy— no encontramos nada, solo sospechosos. Y como ya eran las nueve de la noche el jefe decidió continuar al día siguiente, creyó que quizás así tendríamos la mente más despejada.

Abrí la puerta de mi casa, tiré mi cartera en la pequeña silla junto a la puerta y la cerré con mi pie. Casi como si estuvieran conectados, Ghost, mi pequeño lobo siberiano, corrió hasta mi lugar una vez se cerró la puerta.

Todo mi día fue una m****a, pero este pequeño me alegraba muchísimo sin importar que tan mal me la pasé.

—Hola, mi amor —me agaché y acaricié su cabecita, él bostezó—. ¿Quién es el niño flojo de mami? ¿Quién? —él solo inclinó más su cabeza para que siguiera haciéndole cariñitos—. Debes tener hambre —me enderecé y comencé a caminar hasta la cocina.

Luego de servirle la comida, procedí a hacerme la cena. Yo era más de pedir comida para así no tener que cocinar, pero era tarde, nadie me traería comida a esa hora. Al menos no a un precio moderado.

—Estoy cansada, Ghost —le murmuré al animal que descansaba junto a su taza de comida—. Me tiene harta mi papel de sirvienta.

Metí una cajita con comida instantánea en el microondas y marqué el tiempo en el electrodoméstico. Tenía que esperar un minuto.

Tomé asiento en la mesa, crucé mis brazos sobre la madera y dejé mi cabeza reposar sobre ellos.

Quiero dormir un siglo.

Una vez vi en las noticias que la NASA estaba contratando personas para dormir; que de hecho les iban a pagar y su único trabajo era dormir. Creo que iban a probar unas camas, no tengo idea, pero muchas veces pasó por mi mente aceptar aquello.

Sentí como el sueño se iba apoderando de mi alma así que levanté la cabeza para no quedarme dormida. Me levanté también de la mesa y fui hasta la nevera para tomar un refresco.

Entonces terminó el tiempo del microondas.

Cansada y hambrienta, caminé arrastrando los pies hasta la comida. Lo único que quería hacer era cenar y acostarme a dormir, pero mis planes se vieron afectados cuando el chirrido de la madera del piso resonó por toda la casa. Yo no había sido, el sonido no fue dentro de la cocina, fue por el área de la sala. Creí por un momento que había sido Ghost, pero tras mirarlo y darme cuenta que estaba dormido, las alertas se encendieron en mi cabeza.

Si no había sido él y no había más nadie en la casa, ¿quién fue?

Okey, yo amaba las películas de terror, pero para dormir tenía que poner Disney. Así que, por mi mente, cruzó la idea de un fantasma y un frío comenzó a escalar por mi espalda, en mi estómago sentí una fuerte punzada mientras que mi corazón latía tan rápido que me mareaba. Si era un fantasma, iba a morir de un infarto.

Escuché más pasos cautelosos por la casa y agradecí internamente que el piso era de madera porque así podía oír al intruso. Aproveché para empezar a caminar con sigilo luego de haber tomado mi arma.

No sabía si era un fantasma o un ladrón, pero fuera lo que fuere, me asustaba de sobremanera. Nunca había luchado cuerpo a cuerpo con alguien, ni siquiera a distancia, pero algo tenía que hacer, no podía quedarme allí y ver como robaban mi casa. Si se trataba de un fantasma, mi plan era sencillo: correr como si mi vida dependiera de ello. Si llegaba a trabar las puertas me lanzaba por la ventana, pero de que salía, salía.

Inhalé bastante hondo en un intento de calmar mi miedo y seguí caminando por el pasillo. Ahora que lo recordaba, ¿por qué no llamé a la policía? Trabajaba con ellos y no llamé cuando estaban a punto de robarme. Lo peor de todo era que mi teléfono estaba en mi cartera, en la entrada de la casa, así que era probable que ya no existiera el aparato.

Recordé otra cosa.

Ghost.

Miré hacia todos lados, sintiendo el pánico atacarme, y lo encontré detrás de mí, mirándome con seriedad.

Allí estás.

De la nada, comenzó a ladrar hacia algo detrás de mí. Me preparé mental y físicamente para correr en caso de presencia paranormal, pero al girar solo vi una silueta humana dándome la espalda. Una real, tridimensional y con carne. Él estaba en la entrada de la sala mirando debajo de los cojines del sofá.

Sentí un alivio muy mínimo al ver que no se trataba de un ente malévolo y fantasmal, pero mi alivio duró poco cuando asimilé que era un ladrón. Con todo el pánico y el miedo atormentando en mi cabeza, actué de la mejor forma que pude.

— ¡Arriba las manos! —le grité al intruso y él se tensó cuando escuchó mi voz.

Era alto, más que yo al menos, su cuerpo se veía atlético como el de un jugador de béisbol, tenía dos tatuajes, uno en cada brazo, y estaba todo vestido de negro. Giró un poco su cabeza sobre su hombro hasta poder verme; cuando lo logró, soltó una risa sarcástica.

— ¿Me vas a matar con eso?

Para tu información, este cuchillo es altamente mor...

Bajé la mirada y me di cuenta de que en realidad tenía un plátano en mis manos.

Maldito cansancio.

Bajé el plátano.

—Soy policía, si no te vas, voy a tener que pedir refuerzos —amenacé. Aunque no formaba ni una cuarta parte del cuerpo policial—. Si me atacas, voy a tener que...

— ¿Matarme? —completó como si fuese lo más absurdo del mundo—. A menos que ese plátano dispare balas creo que la única que está en problemas eres tú.

—Te dije que soy policía y llamaré refuerzos —repetí con firmeza. Ya no tenía con qué defenderme cuerpo a cuerpo, pero al menos sabía dar una buena pelea.

—No eres policía —todavía no me miraba, su espalda estaba enfrentándome primero. Lo bueno era que sus brazos estaban en el aire—. No hay un auto de la estación y tu cuerpo tiembla como una gelatina.

¡No es cierto!

Miré mis manos y ciertamente estaban temblando un poco. Inhalé hondo para controlar mis nervios de chihuahua y poder continuar con mis fallidos intentos de causar miedo.

—Voy a llamar a la policía si no desapareces de mi vista en los próximos tres segundos. —dije, perdiendo la paciencia.

— ¿Tan rápido perdiste la postura diplomática? —su voz sonó ronca, pero con toda la intención de ser burlona.

Tenía que pensar en algo. Había un no-se-qué que me decía que ese chico no era peligroso del todo. Quizás porque habían pasado cinco minutos en los que no buscó hacerme daño; aunque podía ser una estrategia para luego asesinarme de una forma sangrienta, perversa y horrible…

—Sé que tú no quieres hacerme daño —solté lo primero que pensé.

— ¿No? —bajó los brazos con lentitud al mismo tiempo que giraba su cuerpo para al fin darme cara—. Dime, ¿por qué no?

Virgen de la chinita, ¿de dónde sacaste este criminal exótico?

Aclaremos que tenía cuatro meses trabajando en una estación de policía como para saber que los ladrones no eran así de preciosos. De hecho, algunos eran un poco intimidantes por lo peligroso que era su aspecto. Sin embargo, él parecía todo lo contrario. Se veía como un chico normal que solo hacía estupideces.

Dejé de analizarlo. Era hora de sacarlo de mi casa.

—Si quisieras hacerlo, no hubieses perdido tiempo —aseguré, amarga.

—Has descubierto mi gran secreto —mostró sus palmas, como si se rindiera. Las comisuras de sus labios se elevaron un poco—. Vine a robar y a secuestrar a las personas que viven aquí.

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