Ella perdió la memoria tras sufrir un accidente. Su corazón buscando sosiego y respuestas, cayó perdidamente enamorado de quien le salvó la vida, César Balan. Más, sin embargo, él esperaba a alguien más por lo que la relevó siempre a la sombra de alguien que no llegaba y durante tres años que parecieron eternos, ella hizo todo lo posible por ganarse el corazón de ese gran hombre, esperando que él fuese recíproco con sus sentimientos. Pero un día el muy mentiroso del César le dio contentillo y le propuso un disque “matrimonio”, quería mantenerla atada a él, pero jugando un juego de dos caras, porque después se fue con su “verdadero amor” dejándola sola en una calle en un país extranjero. Lorena Balan, nombre dado por él, decidió entonces no ser más la sombra de nadie. Rompió cualquier atadura a él, y con mucho coraje dejó al hombre infiel junto su telaraña de mentiras y engaños. Sin embargo, ocultándole también la vida que ya se había comenzado a gestar en su vientre. Cuando César supo de la supuesta muerte de Lorena, cayó en depresión y desconsuelo. Pero por azares de la vida, el destino aún no le había cobrado lo suficiente al hombre infiel, ya que cinco años después, se toparon de nuevo. Ella era ahora una reconocida pintora de arte moderna y diseñadora de joyería. Y él, muy caballa al darse cuenta de lo mucho que había perdido, comenzó a acosarla día y noche. —Mi amor, me equivoqué en ese entonces, me arrepiento con todo mi ser... —Amor ¿puedes darme un segundo chance en vez de dárselo a un completo desconocido? —Amorcito, seré tu modelo. Ándale y nos dibujamos ¿sí? —Mi vida... Mi Lorena... Pero ella Lorena le respondió con rabia: —¡Ya deja la payasada! ¡¿Quién es esa a quien dices mi amor y mi vida?! César, pegado tal cual chicle a ella, no la soltó y, haciendo gala de su descaro, respondió: —Años atrás tú aceptaste mi propuesta de matrimonio, así que técnicamente aún deberías estar a mi lado. —No me importa y no escucharé un no como respuesta.
Leer másÁlvaro suplicó: —¡Está bien, está bien, no me pegues más! Soy un hombre, no voy a rebajarme a tu nivel.El cojín cayó justo de su frente y terminó sobre su pecho. Lo abrazó y caminó hacia el sofá para sentarse. Miró a Marina de arriba a abajo y dijo:—Sí que te has arreglado bastante, ¿a quién vas a ver?De repente, le vino una idea y su mirada cambió.—No me digas que ya tienes novio, ¿no? ¿En tan pocos días desde que llegaste a Puerto Mar ya conociste a un chico guapo?Aunque William nunca lo había dicho en público, él sabía que su hermano siempre había tenido novias. Perla también estuvo con César en su momento, y ahora Marina ya tiene novio. ¿Será que ahora toda la familia tiene pareja, menos él?—¿A quién voy a ver no te importa? Métete en tus propios asuntos. —Marina miró la hora, Ricardo ya la estaba esperando en la esquina.Desbloqueó la pantalla del celular, apartó la mano de Andi y se dio vuelta para irse.Álvaro se puso nervioso:—Eh, no, ¿vas a dejarme con los dos niños pa
Todos sabían que Perla iba a llevar a los niños al día siguiente, así que nadie intentó convencerla de que no. Después de la comida, cada uno se fue por su lado. Aún tenían que esperar la confirmación del responsable de la exposición de arte, que les enviaría un correo. Algunas pintoras propusieron ir de compras juntas y le preguntaron a Perla si quería acompañarlas. Ella no aceptó y se fue a su carro. Normalmente, César le enviaba mensajes todo el tiempo, pero hoy no había recibido ninguno de esos mensajes molestos. Le pareció raro. Tal vez era por el funeral de su abuelo, además de lo ocupada que debía estar la empresa. Aunque nunca había leído esos mensajes y siempre los borraba de inmediato, incluso lo había bloqueado varias veces. Pero él siempre cambiaba de número y la contactaba de nuevo, así que terminó dejándolo pasar y dejó de bloquearlo. Mientras tanto, Marina se preparaba para salir a encontrarse con Ricardo a cenar. Al bajar al primer piso, vio que Andi la detenía. —T
—¿Entonces, por qué no me lo dijiste cuando lo viste? —¿Tuviste que esperar a que yo viniera a preguntarte? ¿Qué fue lo que me habías prometido? ¡Que cualquier noticia me la ibas a contar sin rechistar! ¿Por qué te quedaste en silencio?—Estaba listo para decírtelo, pero Rowan falleció esta tarde y estuve tan ocupado que se me olvidó —Ricardo se disculpó sinceramente, pidiendo perdón. —¿Tienes tiempo mañana? Te invito a comer para compensarlo.Marina hizo una mueca. Después de soltar todo su enojo, ya no estaba tan molesta. La única razón por la que se enojó fue porque Ricardo no le había contado nada, dejándola completamente fuera de todo.—Vale, vale, te perdono. Pero no le digas a Andi, no quiero que venga con nosotros mañana a la cita —dijo, sin muchas ganas, pero aceptando.Todavía no se había casado, ¿y ya tenía un niño haciendo de obstáculo en su vida?—Entendido —respondió Ricardo.Perla estaba recostada en la bañera, con la espuma cubriéndola.Lo que había pasado esa tarde est
—El presidente de Runpex, el abuelo de César, Rowan Balan, falleció esta tarde. Mañana es el funeral y pasado mañana la ceremonia de su muerte —dijo William sin vacilar.Como socio en el proyecto, ya había recibido la noticia.Se podría decir que ya todos los grupos y funcionarios de Playa Escondida están al tanto.Álvaro y Marina miraron a Perla con cautela, temiendo que reaccionara mal al escuchar la noticia.Sin embargo, Perla solo asintió y dijo, tranquila:—Ya lo suponía.—Salí esta tarde para ir al hospital a ver a Rowan por última vez —añadió, viendo que todos ya sabían, decidió ser sincera.Álvaro y Marina quedaron sorprendidos.—Entonces… ¿por eso es que llegaste tan tarde? —preguntó Marina con cuidado.Perla levantó las manos, sin nada que ocultar:—Hace años, Rowan fue bastante amable conmigo, así que lo llevé al funeral.No mencionó lo que pasó entre ella y César, no tenía nada que decir sobre eso. Fue su torpeza la que la puso en esa situación.Marina suspiró, ¿acaso su he
El celular de César sonó y lo sacó para contestar.—Jefe, ya tenemos los resultados de la investigación. Anoche, a las ocho y media, el auto del vicepresidente llegó a la Clínica El Auxilio. Estuvo allí casi una hora antes de salir —dijo Rajiv.¿Era Saúl?César entrecerró los ojos, todavía hinchados por el llanto, y con voz cortante dijo: —Mándame el video a mi celular.A los pocos segundos, llegó el mensaje de Rajiv.Las cámaras de seguridad fuera de los negocios cercanos captaron claramente el momento en que el auto de Saúl llegó a la Clínica El Auxilio, mostrando varias grabaciones desde distintos ángulos.También registraron las horas de entrada y salida, justo antes de que César recibiera la llamada de la clínica.La cara de César estaba paralizada.—Jefe, ¿qué hacemos ahora? —preguntó Rajiv.—No tenemos suficientes pruebas. Haz que tus hombres se vayan y ayúdame a investigar otra cosa mientras tanto.—Como ordene, señor.Colgó el teléfono y pensó en lo que había causado el brote
Perla sintió el ardor de las lágrimas y, de repente, con fuerza, lo empujó.César no puso resistencia.Perla se levantó de la cama, se paró rápidamente, se acomodó la ropa y caminó hacia la puerta.No podía quedarse ahí. Era adulta, sabía que si se quedaba, César iba a hacer algo más.Justo cuando tocó la manija de la puerta, César la alcanzó por detrás y la abrazó de la cintura.Con su cabeza apoyada en el cuello de ella, lloró:—Si William no te trata bien, vete con los niños, aléjate de él.—Me casaré contigo, y a tus dos hijos los consideraré míos…El sonido de su llanto llegó a sus oídos, y las lágrimas mojaron su hombro nuevamente.Esta vez, Perla no tenía la paciencia que tuvo en el hospital. En voz baja, molesta, le dijo:—César, ¿qué piensas de la vida? ¡Usa la cabeza para otra cosa que no sea llevar los pelos!Él aceptó sin rodeos:—Solo soy un idiota, no te enojes. Si no quieres dejarlo, puedo quedarme callado, ser tu amante secreto, ¡lo que sea! ¿No puedes darme una oportun
—¿Él... no quiere casarse contigo...?César seguía sacando los sentimientos de lo más profundo de su corazón, imaginando que si William no la trataba bien, entonces tendría una oportunidad de recuperar su amor.—¡Basta! ¡No sigas comportándote como un loco, voy a irme, suéltame, maldita sea! —Perla lo regañó en voz baja.Vio las lágrimas que caían de sus ojos, vio su sufrimiento.Pero ¿de qué sirve hablar de todo esto ahora? Lo que pasó, pasó. ¡Ella no va a dar marcha atrás!—¿Te puedes quedar un rato? —suplicó él.—¡César, suéltame! ¡Mis hijos están en mi casa esperándome! —Perla seguía luchando para zafarse de él, pero no importaba cuánto intentara, no podía liberarse de la mano que la sostenía firmemente, ni siquiera usando sus dos manos.¿Los niños?César pareció ser herido por esas palabras, no solo no la soltó, sino que la puso contra su pecho con más fuerza.Con la otra mano, agarró su cara, cerró los ojos y bajó la cabeza para besar sus labios.Bajo el impulso de su angustia, l
Perla lo miró, tratando de convencerse de que ya no era necesario. Ya se había revelado lo que ocurrió en el pasado y no quería que él siguiera aferrándose a ese tiempo.Antes de que pudiera decir algo, su celular sonó.Era William, y ella, con el celular en la mano, se giró para irse. Después de caminar unos pasos, una mano grande la agarró fuertemente de la muñeca, haciendo que se detuviera por completo.El celular seguía sonando, como si lo estuviera apurando, por lo que Perla se dio la vuelta, contestó el teléfono y con la otra mano trató de zafarse de César.—¿Cuándo vas a llegar? Los niños te están esperando —dijo la voz cálida y profunda de William al otro lado de la línea.—Estoy fuera en este momento, pero ya voy en camino —respondió Perla.Cuando salió, no había mencionado adónde iba, solo que tenía que salir por un rato.—Vale, ten cuidado conduciendo de noche —dijo William.—Sí, ya lo sé —respondió Perla.Justo cuando iba a colgar, Andi empezó a hacer ruido en los brazos de
César aprovechó el momento en que ella se quedó sorprendida para agarrarle la muñeca y llevarla hacia adentro.—Desde que te fuiste, siempre dejé la decoración del cuarto igual. Solo que, con el tiempo, algunas cosas se han dañado. Así que mandé a comprar algunas cosas que fueran iguales a las de antes —dijo entrecortadamente.—Pero hay algunas cosas que ya no venden, incluso la fábrica cerró. Le pedí a Clara que se encargara de conseguirlos. Y mira, parece que todo eso estaba esperando a que volvieras… —añadió.—Ah, es cierto —César la llevó hasta el tocador.—El maquillaje de tu marca favorita, lo compré todo nuevo hace unos días. Lo viejo ya lo tiré. No estaba tan viejo, en realidad, cada año te renuevo todo.Con miedo de que Perla lo malinterpretara, le explicó todo de una vez.Perla observó los frascos y tarros en el tocador, que le resultaban tanto familiares como extraños, y aunque quiso reprocharle por haberle mentido, acabó diciendo:—No tenías que hacer todo esto.—¿Cómo que