La mansión Lombardi se erguía imponente, pero sus muros no podían contener la sombría inquietud que se cernía sobre sus habitantes. En la penumbra de la noche, compartieron la hospitalidad de Don Antonio y Salvatore, buscando un breve respiro en la seguridad de la mansión. Sin embargo, la calma fue efímera. Al amanecer, se preparaban para partir de nuevo hacia Calabria, pero el destino tenía otros planes.Ya en el jardín de la mansión Francesco se acercó a Antonio para estrechar su mano y agradecer su hospitalidad y apoyo. —Antonio, en nombre de nuestras familias agradecemos todo el apoyo, cualquier cosa que necesites no dudes en llamar, esta demás decir que seguimos atentos ante cualquier eventualidad.—No hay nada que agradecer muchacho, a las familias las une una gran amistad, saluda a tu abuelo y a Giuseppe aquí también seguiremos atentos.Salvadore que terminaba de conversar con Leonardo camino hacia Isabella y Alessa. —Las dos mujeres más hermosas que han pisado esta casa, se m
La neblina y el frío cubrían la cabaña; sin embargo, adentro el lugar ardía en llamas de deseo y pasión. Luego de jugar con los genitales de su esposo, Isabella acercó sus labios a la enorme erección que segundos antes acariciaba y comenzó a recorrerlo con su lengua.Ante el delicado roce Francesco era golpeado por oleadas de excitación nerviosa, esa que recorría su cuerpo mientras la boca de su esposa hacia conexión con su miembro, sus ojos se clavaron en ella, su cara reflejaba cuanto estaba disfrutando el momento mientras que Isabella continuaba con sus ojos fijos como cuál depredador mira a su presa.Su lengua frotaba sobre la cabeza bulbosa de su miembro. —Maldición, Isabella. —Exclamó Francesco acompañado de un gemido mientras sujetaba su largo cabello mientras ella tomaba la base de su miembro, guiándolo hacia adentro y hacia afuera, combinándolo con lamidas y succiones fuera de control.Era como si ella disfrutara de su comida favorita y el de un viaje fuera del universo. Fran
El sol comenzaba a regalar sus primeros rayos de luz. La ciudad estaba activa como de costumbre. En la mansión, Don Marcos se disponía a salir, al mismo tiempo, Giuseppe y Sofía hacían lo mismo. La reunión que había convocado Leonardo era de total importancia, alguien quería acabar con ellos y debían descubrir quién estaba tras esos ataques. Mientras tanto, Alessa, Leonardo y el resto del equipo continuaban sumergidos en un profundo e inusual sueño. La alarma sonó en varias ocasiones y aun así no despertaron.— ¡Giuseppe!, querido amigo, Sofía, buen día, ¿cómo amanecen? ¿Los chicos dieron alguna información sobre lo que sucedió en Sicilia? —saludó Marcos.—Buen día, Marcos. No fue mucho lo que Carter dijo. Solo me informó que los atacaron y que también atacaron a los Lombardi. Esto se está saliendo de control, Marcos. No es conveniente que tras la visita de nuestros hijos a Sicilia, los Lombardi sean atacados. Eso nos deja como sospechosos, aún más con lo mal que se llevan Francesco y
A medida que el auto avanzaba, Alessa sentía una desesperación creciente por llegar a la constructora. El aire estaba cargado de humedad, mezclando el olor a combustible con un tenue aroma a quemado. Su pecho se oprimía de manera extraña, como si un peso invisible le impidiera respirar con normalidad. De pronto, el sonido de los bomberos, ambulancias y carros de la policía la sobresaltó, y su desesperación se hizo mayor. El estruendo de las sirenas resonaba en sus oídos, intensificando su angustia.—Carter, acelera, ve más rápido, por favor —suplicó Alessa con desesperación, sus palabras salpicadas de lágrimas contenidas.—Tranquila, pequeña, ya casi llegamos. Todo estará bien. No sé qué ocurre, pero todo es caos este día —respondió Carter, intentando mantener la calma en su voz, aunque la tensión se reflejaba en su rostro.En ese instante, el celular sonó. La pantalla reflejaba el nombre de Isabella.—Hermana, gracias a Dios, ¿estás bien? ¿Dónde estás? ¿Cuándo regresas? —preguntó Ale
Leonardo llevó a Alessa a la casa de sus padres. El trayecto fue silencioso, con Alessa sumida en su dolor y Leonardo preocupado preso de la preocupación por el abuelo y por la tormenta que se avecina. La mansión, habitualmente llena de vida, ahora parecía un mausoleo, fría y desolada. Al entrar, el eco de sus pasos resonaba en los pasillos vacíos.—Alessa, necesitas descansar —dijo Leonardo con suavidad, tomando su mano para guiarla hacia su habitación.Alessa no respondió, solo dejó que la llevara. Al pasar frente a la puerta de sus padres, se detuvo, soltó la mano de Leonardo, su respiración se volvió errática y las lágrimas comenzaron a caer nuevamente. Abrió la puerta y la empujó suavemente. La habitación de sus padres estaba intacta, cada detalle en su lugar. El aroma familiar de sus perfumes aún flotaba en el aire, mezcl&aacut
La atmósfera en la funeraria era opresiva, cargada de un dolor palpable que parecía envolver a todos los presentes. Isabella y Alessa, llegaron vestidas de riguroso luto, se mantenían cerca una de la otra, buscando consuelo en su mutua compañía. Francesco y Leonardo estaban a su lado, ofreciendo su apoyo silencioso.El lugar estaba lleno de familiares, amigos y empleados de la constructora. Isabella y Alessa permanecieron juntas, sosteniéndose mutuamente mientras las lágrimas caían. La sala estaba decorada con flores blancas y negras, un tributo a la memoria de sus padres. Los asistentes se acercaban uno por uno para ofrecer sus condolencias, susurros de apoyo y palabras de consuelo que apenas lograban atravesar el muro de dolor que rodeaba a las hermanas.Las horas pasaban de prisa, entre condolencias y llanto; la noche dio paso al nuevo día. Francesco fue por el abuelo al hospital y lo llevó a la funeraria. Allí permanecieron unas horas, luego llevaron los féretros a la iglesia dond
Luego de que se escuchara el disparo, todo quedó en silencio. Muchos contenían la respiración. Elena seguía de pie frente a Isabella, inmóvil. De repente, Dimitri se desplomó al suelo, con la pierna herida. El dolor deformaba sus facciones en una mueca de sufrimiento. Elena, paralizada por el miedo, mantenía los ojos fijos en Isabella, su rostro bañado en lágrimas reflejando una mezcla de terror y desesperación.Elena respiró aliviada y dijo: —Estás demente, Isabella. Te atreviste a disparar, gracias a Dios fallaste.Al oír el comentario de Elena, Isabella se carcajeó con ironía. — ¡Fallé! No, Elena, jamás fallo. Le disparé a quien no acató una orden y juro que si no se marchan en este momento, la próxima bala llevará tu nombre.Francesco, desesperado ante la situación, llamó a Roger. —Lleva a Dimitri al hospital y luego deja a Elena en su apartamento.Elena, al ver que Francesco no se iría con ella, le recordó la promesa que había hecho antes de su viaje. — ¿Qué estás diciendo, Franc
Mientras tanto, Tomás, que estaba observando la situación recostado de la pared con los brazos cruzados, enderezó su postura, se quitó el abrigo y lo colocó delicadamente sobre el sofá.De inmediato, Francesco, intercambio con los presentes una mirada de desconcierto. — ¡Vaya, el turista quiere pelea!, todo un chico malo, porque no te marchas, ve a donde sea que fue el otro extraño que llego contigo. —Tomas, negó con la cabeza mientras se arreglaba las mangas de la camisa. — Pues veamos lo que tienes. —expreso Francesco.—Veo que te intriga saber quién es el otro hombre; pues bien, ese caballero no es nada más que el hombre que conoce cada detalle y cada paso de la vida de Isabella, y si no me equivoco en este momento debe estar secando sus lágrimas; ahora ya verás lo que puede hacer este turista. Tomás se acercó a Francesco con una mirada dura y acusadora. —Tú. Todo esto es culpa, tuya —espetó, su voz goteando desprecio.Francesco, apenas tuvo tiempo de reaccionar antes de que el puñ