La mansión Moretti, antaño símbolo de poder y elegancia, estaba ahora marcada por la reciente batalla. Las ventanas estaban rotas, las paredes agujereadas por las balas, y los muebles finos destruidos y esparcidos por doquier. Fragmentos de vidrio crujían bajo los pies de los miembros de la familia mientras recorrían los pasillos, examinando los daños. La lluvia continuaba cayendo, más fuerte que nunca, cubriendo el entorno con un sonido ensordecedor. El aire estaba cargado de humedad y tensión, cada respiración se sentía pesada.Isabella, con la respiración agitada y los ojos llenos de determinación, caminaba al lado de Nick, quien se movía con dificultad, una mano debajo de su chaqueta. Una bala lo había impactado durante el ataque, dejando una herida sangrante en la región lateral del abdomen. A pesar del dolor, se mantenía firme, su lealtad y amor por Isabella dándole fuerza.Carter, que lo conocía bien, llamó su atención.—Novato, ¿todo bien?Nick forzó una sonrisa.—Desde luego,
Después que la noche terminaba e iniciaba el día siguiente con una mañana fría cargada de nubes grises, Isabella despertó temprano. Estaba frente a una de las ventanas rotas en el ataque, viendo hacia el jardín con una taza de café humeante en las manos. Sus pensamientos volaron hacia aquellos tiempos felices cuando se sentaban allí a desayunar sus padres, Alessa, Charly y ella.El crujido de los escalones la sacó de su ensimismamiento. Charly apareció en la puerta, su rostro aún marcado por la tristeza de los últimos días. Se acercó a Isabella en silencio y se colocó a su lado, ambos mirando el jardín que una vez fue el escenario de tantas risas y momentos felices.—Recuerdo cuando papá solía levantarse temprano solo para preparar sus famosas tostadas francesas —dijo Charly con una sonrisa melancólica—. Siempre decía que el secreto estaba en la cantidad justa de canela.Isabella asintió, con los ojos llenos de nostalgia.—Sí, y mamá siempre le corregía q
Los chicos se unieron al grupo para continuar con las reparaciones mientras tanto en el departamento de Elena, Francesco continuaba escuchando las eternas quejas y reclamos de Elena, no solo había tenido un día difícil y una noche terrible el día anterior sino que también la mañana y parte de la tarde del nuevo día había tenido que soportar las insoportables discusiones.—Francesco desde que te levantaste has estado frente a esa estúpida computadora, no me has dicho absolutamente nada llegaste golpeado hecho un desastre, quiero saber cuándo iras por tus cosas, supongo que la loca de Isabella te pidió el divorcio; estoy cansada de ser la otra, mi hijo no nacerá siendo un bastardo, ya deja esa maldita computadora y préstame atención quiero que ocupes tu lugar y me des el puesto que me merezco en tu familia. —dijo Elena mientras lanzaba la laptop al suelo.Frances
El aire era denso y cálido, cargado con la fragancia de las flores nocturnas que bordeaban la mansión Moretti. La brisa, aunque leve, llevaba consigo un susurro inquietante, como si la misma naturaleza supiera de la tensión que se cernía sobre la casa. A lo lejos, un búho ululaba, su canto resonando en la oscuridad, mientras las nubes se movían perezosamente sobre un cielo pintado de un azul profundo, salpicado por la luz tenue de las estrellas.Mientras se preparaban para la caza, Isabella miró a sus aliados, sintiendo una mezcla de gratitud y determinación. Francesco estaba ajustando su chaqueta, sus movimientos meticulosos reflejando su concentración. Carter, en cambio, mantenía su habitual calma, aunque sus ojos traicionaban un destello de furia contenida. Sabía que juntos, podrían enfrentar cualquier cosa. La sombra de la traición de Roger no podría oscurecer la luz de la venganza y la justicia que estaban a punto de desatar.La noticia de las traiciones y la inminente venganza ha
La mansión Moretti se erguía imponente contra el cielo de la madrugada, sus sombras alargadas proyectándose como espectros vigilantes. Francesco, Isabella, Leonardo y Carter cruzaron la entrada, sus rostros marcados por la fatiga y la frustración. La caza había sido infructuosa; Roger había escapado una vez más.Don Marcos los esperaba en el gran salón, acompañado por Alessa y Charly. Sus expresiones de preocupación se intensificaron al ver el estado de los cuatro cazadores.— ¿Qué ha pasado?, preguntó Don Marcos, con voz segura pero con un toque de inquietud.Francesco dio un paso adelante. —Roger escapó. Interrogamos a todos los posibles contactos, incluso el conductor del taxi que lo ayudó, pero no obtuvimos más que un destino desconocido.Isabella se adelantó, tomo la mano de Alessa su rostro estaba endurecido por la rabia y el dolor. —No dejaremos que se salga con la suya. Prometimos vengarnos, y lo haremos.Don Marcos asintió, comprendiendo la intensidad de sus emociones. —Por ah
El sol del mediodía bañaba la mansión en una cálida luz dorada, haciendo brillar los cuidados jardines y proyectando sombras alargadas a lo largo de los senderos de piedra. La tranquilidad del exterior contrastaba marcadamente con la reciente tormenta emocional que había sacudido a todos.Isabella había regresado a su casa, un refugio de opulencia y sofisticación, acostumbrada a mantener el control, ahora caminaba por los pasillos de su hogar con una mezcla de determinación y agotamiento, dejando atrás el caos y la desesperación que había vivido en la mansión de sus padres. Ahora solo había calma y soledad, no podía negar que muy en el fondo extrañaba a Francesco y sentía su ausencia; sin embargo, su fachada de fortaleza permanecía intacta.Dentro de la mansión, el aire era fresco gracias al aire acondicionado que contrarrestaba el calor del mediodía. El silencio solo se interrumpía por el ocasional zumbido de los aparatos y el leve crujido de las maderas antiguas bajo sus pies. Isabel
Elena había sido dada de alta hace un mes, y Francesco se había instalado en el apartamento para cuidarla. La luz del sol se filtraba a través de las cortinas, iluminando el salón con una calidez que contradecía la tensión en el aire. Elena, aún pálida, descansaba en el sofá mientras Francesco le servía un té caliente.— ¿Cómo te sientes hoy, Elena? —preguntó Francesco, sentándose a su lado y tomando su mano.—Me sentiría mejor si te atrevieras a tocarme —dijo Elena, mirándolo con reproche—. No sé qué te sucede, Francesco. Somos una pareja, ya es suficiente reposo. Quiero intentar tener una familia, quiero un hijo. Lo tendría si no te hubieras ido detrás de esa que fue la causante de la pérdida de mi bebé.Francesco respiró fuerte, cansado de los reproches. —Elena, ya es suficiente. El bebé estaría bien si te hubieras quedado aquí esperando a que regresara. Todo fue por tu culpa; tus reproches me estaban enloqueciendo, como ahora. Entiende de una vez que no habrá otro bebé. Ahora debo
De camino a la mansión, los tres hombres guardaron silencio, cada uno con la mente perdida en la nueva dificultad que se les había presentado. ¿Cómo podía esfumarse tanto dinero en cuestiones de minutos?, ¿Por qué parecía que el mundo se había puesto en contra? ¿Acaso los momentos de dicha y tranquilidad los había abandonado?, ¿Acaso la familia había perdido el respeto sobre las personas que un día temblaron al escuchar el apellido Rossi? Cuantas preguntas, sin respuestas, giraban como un torbellino en la cabeza de los tres hombres.Finalmente, fueron sacados de su predicamento mental cuando las puertas del coche se abrieron, caminaron hacia la antesala y posteriormente el silencio se rompió. —Abuelo, ve y descansa. Dije que iría a casa más tarde, pero es imposible descansar cuando todo se ha perdido. Tomaré una ducha y luego iré a ver a Isabella; Leo, si no estás muy cansado, me gustaría que me acompañaras.—Claro, Fran, salimos en una hora. —respondió Leonardo mientras Francesco subí