DOLOR Y DESESPERACIÓN

En la mansión Rossi, la tensión explotó. Isabella, que había mantenido una fachada de control durante la llamada, se llevó una mano al rostro, ahogando un grito mientras sus piernas amenazaban con fallarle. Su mente estaba atrapada en la imagen que había visto en la pantalla durante la llamada: Alessa, su hermana, su alma gemela, en manos de esos monstruos. Sentía un nudo en la garganta, uno que amenazaba con desatar un torrente de lágrimas, pero se negaba a ceder. No ahora. No mientras Alessa aún estuviera en peligro.

Leonardo, con los puños apretados hasta que sus nudillos se pusieron blancos, lanzó un rugido de furia que resonó por toda la mansión.

— ¡Maldito enfermo! ¡Lo mataré! ¡Juro por Dios que lo mataré! Su voz se quebró al final, un reflejo de la desesperación y la impotencia que lo carcomía por dentro. Nunca antes se había sentido tan vulnerable, tan incapaz de proteger a alguien que amaba, sentía que le oprimían el pecho a tal punto de no poder respirar. El Siciliano había
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