La noche en la mansión Moretti estaba impregnada de tensión y cansancio. Después del intenso rescate, Isabella y Nick salieron al amplio salón principal, donde el equipo se reunía. Afuera, el viento golpeaba las ventanas, y el ambiente era frío. Nick, con expresión seria, le extendió a Chiara una taza de chocolate caliente mientras los demás comenzaban a dispersarse.—Gracias —murmuró Chiara, tomando un sorbo del chocolate que le calentaba las manos.Nick ofreció una taza de chocolate a los presentes y por último se acercó a Francesco con una taza, pero este, con un tono seco y distante, dijo:—Yo paso. Iré a mi habitación a darme una ducha. Luego regreso.Sus palabras fueron frías, cortantes. Isabella lo observó con preocupación, sintiendo que algo no estaba bien. Sin embargo, no dijo nada. Francesco subió las escaleras sin mirar atrás, y el sonido de sus pasos pesados se fue desvaneciendo en el silencio. Isabella se quedó allí, inmóvil por unos segundos, mirando el lugar donde Franc
La mansión se alzaba en silencio, envuelta en la tenue luz de la luna que filtraba a través de los altos ventanales. Afuera, el viento agitaba las copas de los árboles, creando un murmullo inquietante que resonaba como un eco lejano en la noche. Un frío intangible parecía envolver la casa, intensificando el ambiente de tensión que se respiraba. Dentro, el aire era denso y cargado, como si las paredes mismas contuvieran el dolor y las emociones reprimidas.Alessa, aún recuperándose de la angustia, salió del baño y se dejó caer en la cama, abrazando sus rodillas. La tela de su pijama era suave contra su piel, pero no podía mitigar el vacío que sentía en el pecho. Cuando Isabella entró en la habitación, cerró la puerta con un suave clic antes de acercarse y acariciar con ternura el cabello de su hermana menor. La fragilidad de Alessa la hizo estremecer por dentro.— ¿Te sientes un poco mejor? —preguntó Isabella en voz baja, con un tono que reflejaba preocupación genuina y una mezcla de d
El cielo estaba cubierto de un gris opaco, con nubes que se deslizaban lentamente, como si el mismo firmamento llorara junto a ellos. El viento, cargado de una melancolía pesada, agitaba las hojas caídas del otoño, mientras el frío de esa tarde se colaba entre las almas. El aire tenía una frialdad que calaba más allá de la piel, haciéndose eco del vacío que había dejado John. El paisaje del cementerio parecía congelado en el tiempo, sumergido en una quietud inquebrantable, rota solo por el sonido ocasional de un susurro o el crujir de las ramas de los árboles en espera de todos.En la mansión, el ambiente era aún más denso. La familia, reunida para la despedida, parecía atrapada en una burbuja de silencio que solo rompían las miradas cargadas de tristeza. Isabella, vestida de negro riguroso, reflejaba la gravedad de la pérdida. Su rostro, normalmente lleno de determinación, ahora mostraba una vulnerabilidad que no dejaba lugar a dudas sobre el dolor que sentía. A su lado, Alessa, con
A última hora, la familia Rossi-Moretti decidió cambiar sus planes y viajar a Sicilia en el jet privado. La razón era clara, el embarazo de Isabella requería mayor comodidad y seguridad durante el viaje. Aunque Isabella insistía en que se sentía bien, Francesco y Don Marcos no querían correr riesgos innecesarios.El vuelo fue tranquilo, pero en la atmósfera se respiraba la tensión de los días recientes. Isabella descansaba con la cabeza apoyada en el hombro de Francesco, el abuelo disfrutaba de una copa de vino, mientras Alessa miraba por la ventana, perdida en sus pensamientos.Charly y Chiara dormían abrazados mientras Leonardo, Carter y Arthur hablaban en susurros, intercambiando bromas para aligerar el ambiente, pero incluso ellos sabían que el viaje no era solo por la boda de Salvatore y Rebecca. Había otros asuntos pendientes con la familia Lombardi que pronto saldrían a la luz.La oscuridad comenzaba a teñir el cielo cuando el avión privado aterrizó en el aeropuerto de Catania,
La recepción nupcial estaba llegando a su fin. Las luces del jardín titilaban suavemente bajo la brisa nocturna, mientras los últimos invitados se retiraban. Salvatore, con su habitual sonrisa calculada, sostenía la mano de Rebecca, quien parecía feliz, ajena a las intrigas que rodeaban a su nuevo marido. Francesco los observaba desde la distancia, sintiendo un peso creciente en su pecho, como si algo estuviera fuera de lugar.—Bueno familia creo que ha llegado el momento de despedirnos, nos vamos, no sin antes agradecer su asistencia a pesar de todo lo que les ha ocurrido; realmente se tiene que ser muy fuerte para pasar de un secuestro a un entierro y posteriormente a una boda. — dijo Salvatore en voz alta, asegurándose de que todos lo escucharan. —Espero que disfruten su estancia. Mientras tanto, Rebecca y yo disfrutaremos de... nuestra luna de miel. —Su tono era dulce, pero la mirada que dirigió a Francesco estaba cargada de una malicia oculta.Francesco apretó los puños, pero Is
La primera noche en la Toscana fue tranquila, o al menos lo parecía. Mientras Francesco dormía profundamente a su lado, Isabella se levantó para tomar un vaso de agua. El silencio de la casa de campo era reconfortante, hasta que su teléfono vibró.Miró la pantalla, extrañada. Un mensaje de un número desconocido.—Cuidado con lo que deseas. Los que crees que están lejos, están más cerca de lo que imaginas.Isabella frunció el ceño, su corazón comenzó a latir más rápido. ¿Quién podía estar enviando ese mensaje? ¿Qué significaba?Guardó el teléfono, sin despertar a Francesco. Pero no podía quitarse de la cabeza que, aunque estuvieran en la Toscana para encontrar paz, las sombras de sus enemigos estaban siempre cerca, acechando.En la mañana los primeros rayos del sol que filtraban a través de los robustos cipreses. El aire fresco y crujiente de la mañana estaba impregnado de la fragancia de la lavanda y el romero, creando una atmósfera de calma absoluta. El suave murmullo de la fuente en
Los días en la Toscana avanzaban lentamente, cada amanecer parecía bañado en una luz dorada que se extendía sobre los viñedos. Tras el inquietante mensaje, Isabella decidió no compartirlo con Francesco, al menos por ahora. No quería empañar el ambiente de tranquilidad que habían venido a buscar, y confiaba en que esa distancia de las tensiones de la ciudad podría brindarles un respiro.Luego del desayuno, cumpliendo su promesa, Francesco e Isabella salieron al viñedo. Paseaban tomados de la mano, mientras Francesco le susurraba dulces palabras al bebé, acariciando con suavidad la barriga de Isabella. La emoción en sus ojos hacía que el corazón de ella latiera más fuerte.—Imagino cómo será nuestra vida cuando el bebé llegue. —murmuró Francesco, mirándola con ternura—. Me gustaría pasar más tiempo en lugares como este, alejados de todo.—Sí, Francesco, yo también lo imagino. Siento que todo esto es un sueño, pero sé que contigo será una realidad hermosa.Mientras ellos compartían este
Al llegar a la mansión Moretti, el jardín estaba lleno de movimiento y flores. Decoradores trabajaban con rapidez, mientras la madre de Max, la señora Revetti, supervisaba cada detalle con un rostro tan rígido como impecable. Apenas vio a Alessa, se acercó con una enorme caja entre sus brazos, y, sin perder tiempo, exclamó con un tono autoritario pero emocionado— ¡Alessa, querida! gracias a Dios ya estás de regreso, este es el vestido. Debes probártelo ahora mismo y luego descansar, tienes que estar radiante para el gran día, finalmente mañana mi pequeño Max y tú se unirán en matrimonio.Alessa, un poco sorprendida y sin saber si replicar, recibió la caja, sintiendo el peso de las expectativas de la señora Revetti y la solemnidad del momento. Isabella, que estaba a su lado, intercambió una mirada de impaciencia con su hermana y cuando iba a intervenir para poner en su lugar a la desagradable señora, Alessa negó con un simple movimiento de cabeza.—Claro, señora Revetti —respondió Ale