La villa en Verona estaba iluminada solo por la tenue luz que se colaba desde las ventanas altas, la suave brisa de la tarde acariciaba el lugar, trayendo consigo un aire frío que contrasta con el calor del momento.La llegada de Alessa contrasto con Leonardo, despertando, aturdido, sin entender cómo había terminado ahí. Y justo cuando sus ojos lograron enfocar, escuchó una puerta abrirse, y vio a Alessa, igual de sorprendida y confundida.Los dos se miraron en silencio, entendiendo que estaban atrapados, que no había escapatoria, y que, por fin, tendrían que enfrentar sus sentimientos uno frente al otro.Alessa y Leonardo se quedaron mirándose en silencio, ambos atrapados en la villa, sin posibilidad de escapar ni de esconder lo que sentían. Alessa fue la primera en romper el silencio, sus ojos lanzando dagas de ira contenida.— ¡¿Qué clase de broma es esta, Leonardo?! —le espetó, cruzando los brazos en señal de desafío—. ¿No tienes suficiente con haberme dicho todo lo que dijiste? ¡
Ahora, la calma en la villa, estaba inmersa en una quietud especial, con la suave luz de la luna colándose a través de las ventanas altas y creando sombras delicadas en las paredes. El aire tenía una frescura sutil, mezclada con el aroma a jazmín que se filtraba desde los jardines exteriores. Una calma envolvía la habitación, casi como si el propio ambiente entendiera la importancia de lo que estaba a punto de suceder.Leonardo y Alessa se miraron en silencio, parados uno frente al otro en una especie de tregua emocional. Ambos sentían cómo sus corazones latían con fuerza, resonando en el silencio de la villa. Aunque cada uno lidiaba con sus propias dudas, el momento parecía haber tomado vida propia, guiándolos con una suavidad que ninguno esperaba.—Alessa… —murmuró Leonardo, con una voz que temblaba ligeramente, mientras alargaba la mano para acariciar su mejilla con una ternura que nunca había mostrado, sus dedos trazando el contorno de su mejilla, memorizando cada línea de su pie
Mientras Alessa y Leonardo estaban sumergidos en su hermoso idilio…En la mansión Rossi Moretti, el aire parecía pesado, cargado de una tensión casi eléctrica que recorría cada pasillo. La noche estaba en calma afuera, con un cielo despejado que contrastaba con el ambiente turbulento que se vivía dentro de la casa. Isabella caminaba de un lado a otro en el salón, como una fiera enjaulada. Sus pasos eran rápidos, irregulares, y cada tanto se llevaba una mano a la frente, intentando controlar una mezcla de ansiedad y furia que le hacía temblar el cuerpo. La temperatura en la habitación parecía subir con cada segundo que pasaba.Francesco la observaba en silencio, su rostro reflejaba una profunda preocupación. Charly y Carter intercambiaban miradas, intentando medir el momento adecuado para hablar, aunque ambos sabían que cualquier intento sería en vano; Isabella no los dejaría decir una palabra.— ¡¿Cómo es posible que se hayan llevado a mi hermana frente a todos y nadie haya hecho nada?
Mientras la familia iba rumbo a la constructora, en la villa Alessa despertaba, el sol apenas empezaba a filtrarse a través de las ventanas. La mañana era tranquilizadora, pero su corazón latía desbocado al recordar las circunstancias de su llegada. No pudo evitarlo, la felicidad de estar con Leonardo se mezclaba con un profundo miedo a lo que les podría suceder.Alessa miró a su alrededor, la belleza rústica de la villa contrastaba con la incertidumbre que la consumía, tenía tanto miedo de que algo pasara y la alejara de esa felicidad que la hacía sentir como si flotara en el aire. Vio a su lado y Leonardo seguía dormido, observarlo así tan tranquilo, sin angustias, sin problemas le daba una paz única, ver ese rostro que parecía tallado por los dioses era algo que definitivamente quería ver todas las mañanas al despertar.Sumergida en sus pensamientos, dejo escapar una tierna sonrisa de sus labios, de pronto escucho la voz de Leonardo que le hablaba con los ojos entrecerrados y sonr
Los tacones de Isabella resonaban con firmeza sobre el piso de mármol, cada paso marcado con la misma autoridad que irradiaba su mirada. Aquel día, a pesar del enojo, había una chispa especial en sus ojos. Sabía que la llegada de Nicolás Strauss marcaría un antes y un después en la constructora.La puerta de la sala de conferencias se abrió con suavidad, y allí estaba él: Nicolás Strauss, alto, musculoso, con ese porte elegante que siempre lo caracterizaba. Su cabello rubio relucía bajo la luz, y sus ojos azules, tan profundos como el cielo despejado de Calabria, se posaron en Isabella, quien lo recibió con una sonrisa amplia y auténtica.—Isabella, sigues igual de hermosa —saludó Nicolás con una voz grave y seductora que hizo que Aura María, la secretaria, dejara escapar un suspiro mientras se quedaba a un lado admirando el porte y la elegancia del hombre. —Y tú, Nic, sigues siendo un encantador adulador. —respondió Isabella con una sonrisa coqueta mientras se acercaba a él. Los dos
El viento fresco de Calabria se colaba entre los árboles que bordeaban el camino, llevando consigo un aroma suave a pinos y tierra mojada. Los autos avanzaban con tranquilidad, pero dentro de ellos, las emociones fluctuaban como el cielo antes de una tormenta.Francesco manejaba con el ceño fruncido, su mirada fija en la carretera y los nudillos pálidos de tanto apretar el volante. A su lado, Charly, en la parte trasera Leonardo y Alessa intentaban aligerar el ambiente, no dejaban de lanzar indirectas.—Y bien, primo? —preguntó Leonardo, inclinándose hacia adelante — ¿Qué te parece Nicolás? Todo un caballero, ¿no?Francesco no respondió, pero su mandíbula se tensó aún más.—¡Un caballero y todo un galán! —añadió Charly, disfrutando la reacción —Viste cómo acarició la barriga de Isabella? Si no tuviera principios, hasta yo me preocuparía.Francesco clavó el pie en el acelerador, haciendo que el auto rugiera por un instante.—¡Ya basta! —gruñó finalmente, sin mirarlos —Ocúpense de sus p
El sol de la tarde comenzaba a descender lentamente, tiñendo de tonos dorados y cálidos los jardines del club. La brisa, aún fresca por la proximidad del mar, acariciaba suavemente los rostros de los presentes, pero no lograba disipar la tensión que aún se respiraba en el aire. El sonido del agua fluyendo en la fuente central se mezclaba con el murmullo de las conversaciones en la mesa, pero para Francesco, todo se sentía distante, como si estuviera bajo el agua. Cada palabra que salía de la boca de Isabella o Nicolás lo atravesaba como si fueran flechas.La conversación continuó entre bromas y risas, pero Francesco no podía dejar de sentirse observado, como si todo el mundo supiera lo que pasaba en su interior. La comida terminó, y el grupo comenzó a despedirse, cada uno tomando sus cosas y preparando la salida. Pero una última conversación estaba por suceder.Al salir, Nicolás se acercó a Isabella. —¿Me puedes llevar al hotel? despache al chofer al salir de la oficina —indago con su
El eco de sus pensamientos se apagó cuando Nicolás se acercó a ella, con su paso tranquilo y la mirada fija en el terreno que tenían ante ellos.— ¿Todo bien? —preguntó, su tono suave pero preocupado. Aunque la pregunta era simple, había algo en su manera de mirar a Isabella que dejaba claro que comprendía más de lo que ella estaba dispuesta a admitir.Isabella levantó la vista y lo miró brevemente, forzando una sonrisa.—Sí, todo bien. Sólo... necesitaba un momento. —Sus palabras fueron más una forma de alejar la conversación que una respuesta sincera. No quería hablar de eso ahora, no cuando todos estaban cerca, y mucho menos con Nicolás, quien ya ocupaba una parte importante de sus pensamientos.Nicolás asintió lentamente, su expresión se suavizó, pero no pudo evitar un fugaz destello de inquietud en sus ojos. Sabía que había algo más, algo que Isabella no estaba diciendo, pero respetó el silencio que ella buscaba.Mientras tanto, Francesco permanecía en su propio mundo, a unos met