SIEMPRE FUISTE TU

La villa en Verona estaba iluminada solo por la tenue luz que se colaba desde las ventanas altas, la suave brisa de la tarde acariciaba el lugar, trayendo consigo un aire frío que contrasta con el calor del momento.

La llegada de Alessa contrasto con Leonardo, despertando, aturdido, sin entender cómo había terminado ahí. Y justo cuando sus ojos lograron enfocar, escuchó una puerta abrirse, y vio a Alessa, igual de sorprendida y confundida.

Los dos se miraron en silencio, entendiendo que estaban atrapados, que no había escapatoria, y que, por fin, tendrían que enfrentar sus sentimientos uno frente al otro.

Alessa y Leonardo se quedaron mirándose en silencio, ambos atrapados en la villa, sin posibilidad de escapar ni de esconder lo que sentían. Alessa fue la primera en romper el silencio, sus ojos lanzando dagas de ira contenida.

— ¡¿Qué clase de broma es esta, Leonardo?! —le espetó, cruzando los brazos en señal de desafío—. ¿No tienes suficiente con haberme dicho todo lo que dijiste? ¡
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