Las horas avanzaban con lentitud, quizás la desesperación hacía que el tiempo se volviera interminable, todos en la mansión traban de ocupar el tiempo descansando y reponiendo fuerzas para la batalla que les esperaba.Finalmente, el reloj marco las siete, y como todo un caballero haciendo alarde de su puntualidad, la llamada llegó. La voz distorsionada del Siciliano resonó en la sala, y el corazón de todos se detuvo por un instante. Nick, con una calma sobrehumana, observaba cada rincón del lugar donde estaba Alessa, ganando tiempo.—Buenas noches, me encanta que la familia Rossi – Moretti esté reunida como pedí, hoy el día estuvo maravillo—dijo, pausando dramáticamente. —El sol era radiante, todo un espectáculo para un día de playa, ¿No te parece Isabella?—Déjate de tonterías, ve al grano y di de una vez por todas ¿qué es lo que quieres?El Siciliano respiro pesadamente y respondió con fastidio. —Porque tienen que dañar el momento, ustedes las Moretti son tan aburridas, siempre quie
La ruta hacia el castillo tomó aproximadamente tres horas. El equipo avanzó por las carreteras secundarias que Jacomo y Mattia habían tomado para evitar cualquier posible vigilancia. La carretera serpenteaba entre colinas, y la bruma se mezclaba con el aire helado, intensificando la sensación de peligro. El ambiente dentro de los vehículos era tenso. El sonido del motor, los chasquidos de los equipos tácticos y el ruido de los rifles ajustándose eran los únicos acompañantes en aquella travesía oscura.— Vamos a sacarla de ahí, —murmuró Charly, apretando la mandíbula. —No importa lo que tengamos que hacer.Arthur, que siempre mantenía la calma, asintió, pero no dijo nada. El silencio entre ellos no era vacío, estaba lleno de una promesa silenciosa. Todos sabían lo que estaba en juego, y estaban dispuestos a pagar el precio.Cuando el castillo apareció ante ellos, su imponente silueta dejó a todos sin aliento por un instante. Las torres de vigilancia se alzaban como sombras amenazantes
Un crujido metálico rompió el silencio cuando Carter forzó la cerradura con destreza. La puerta se abrió lentamente, revelando a Alessa colgada de las muñecas, empapada, con el cabello pegado a su rostro, debilitada por el agua fría que caía de una ducha oxidada sobre ella.Leonardo dio un paso adelante, con los ojos llenos de furia, pero antes de que pudiera reaccionar, una figura emergió de las sombras detrás de Alessa. Era el Siciliano, con su sonrisa retorcida, aferrando el cabello de Alessa con una mano fuerte y levantándola con brutalidad.—Roger sí que los conoce —dijo el Siciliano, burlón, mientras sus ojos brillaban con una crueldad calculada —.Me dijo que vendrían, pero no le creí que realmente fueran tan buenos. En fin… Alessa, saluda a tus difuntos amigos.Leonardo apretó los puños hasta que los nudillos se le pusieron blancos. Su voz era baja, pero cargada de veneno.— ¿Te gusta hacerle daño a una mujer? ¿Por qué no te comportas como un hombre de verdad y peleas conmigo?
El eco de las sirenas de la policía rompía el silencio de la noche, mientras el aire frío del amanecer envolvía el castillo en ruinas. El cielo aún oscuro comenzaba a teñirse de un pálido azul, y el sonido de los neumáticos de los vehículos policiales rasgaba la calma, llenando el ambiente de tensión. Las luces parpadeantes teñían la fachada de piedra con destellos rojos y azules, proyectando sombras alargadas sobre el terreno. El detective Malón, con su chaqueta levantada para protegerse del viento, descendió de su coche, con los ojos fijos en la imponente estructura frente a él. El frío calaba en sus huesos, pero estaba acostumbrado; lo que más le preocupaba era el presentimiento que lo inquietaba desde que recibió la llamada.Con pasos firmes y medidos, Malón caminó hacia la entrada principal del castillo, sus botas resonando contra las piedras dispersas. El viento traía consigo un leve olor a sangre, mezclado con la humedad y el hierro oxidado de las tuberías. Los oficiales de pol
La noche en la mansión Moretti estaba impregnada de tensión y cansancio. Después del intenso rescate, Isabella y Nick salieron al amplio salón principal, donde el equipo se reunía. Afuera, el viento golpeaba las ventanas, y el ambiente era frío. Nick, con expresión seria, le extendió a Chiara una taza de chocolate caliente mientras los demás comenzaban a dispersarse.—Gracias —murmuró Chiara, tomando un sorbo del chocolate que le calentaba las manos.Nick ofreció una taza de chocolate a los presentes y por último se acercó a Francesco con una taza, pero este, con un tono seco y distante, dijo:—Yo paso. Iré a mi habitación a darme una ducha. Luego regreso.Sus palabras fueron frías, cortantes. Isabella lo observó con preocupación, sintiendo que algo no estaba bien. Sin embargo, no dijo nada. Francesco subió las escaleras sin mirar atrás, y el sonido de sus pasos pesados se fue desvaneciendo en el silencio. Isabella se quedó allí, inmóvil por unos segundos, mirando el lugar donde Franc
La mansión se alzaba en silencio, envuelta en la tenue luz de la luna que filtraba a través de los altos ventanales. Afuera, el viento agitaba las copas de los árboles, creando un murmullo inquietante que resonaba como un eco lejano en la noche. Un frío intangible parecía envolver la casa, intensificando el ambiente de tensión que se respiraba. Dentro, el aire era denso y cargado, como si las paredes mismas contuvieran el dolor y las emociones reprimidas.Alessa, aún recuperándose de la angustia, salió del baño y se dejó caer en la cama, abrazando sus rodillas. La tela de su pijama era suave contra su piel, pero no podía mitigar el vacío que sentía en el pecho. Cuando Isabella entró en la habitación, cerró la puerta con un suave clic antes de acercarse y acariciar con ternura el cabello de su hermana menor. La fragilidad de Alessa la hizo estremecer por dentro.— ¿Te sientes un poco mejor? —preguntó Isabella en voz baja, con un tono que reflejaba preocupación genuina y una mezcla de d
El cielo estaba cubierto de un gris opaco, con nubes que se deslizaban lentamente, como si el mismo firmamento llorara junto a ellos. El viento, cargado de una melancolía pesada, agitaba las hojas caídas del otoño, mientras el frío de esa tarde se colaba entre las almas. El aire tenía una frialdad que calaba más allá de la piel, haciéndose eco del vacío que había dejado John. El paisaje del cementerio parecía congelado en el tiempo, sumergido en una quietud inquebrantable, rota solo por el sonido ocasional de un susurro o el crujir de las ramas de los árboles en espera de todos.En la mansión, el ambiente era aún más denso. La familia, reunida para la despedida, parecía atrapada en una burbuja de silencio que solo rompían las miradas cargadas de tristeza. Isabella, vestida de negro riguroso, reflejaba la gravedad de la pérdida. Su rostro, normalmente lleno de determinación, ahora mostraba una vulnerabilidad que no dejaba lugar a dudas sobre el dolor que sentía. A su lado, Alessa, con
A última hora, la familia Rossi-Moretti decidió cambiar sus planes y viajar a Sicilia en el jet privado. La razón era clara, el embarazo de Isabella requería mayor comodidad y seguridad durante el viaje. Aunque Isabella insistía en que se sentía bien, Francesco y Don Marcos no querían correr riesgos innecesarios.El vuelo fue tranquilo, pero en la atmósfera se respiraba la tensión de los días recientes. Isabella descansaba con la cabeza apoyada en el hombro de Francesco, el abuelo disfrutaba de una copa de vino, mientras Alessa miraba por la ventana, perdida en sus pensamientos.Charly y Chiara dormían abrazados mientras Leonardo, Carter y Arthur hablaban en susurros, intercambiando bromas para aligerar el ambiente, pero incluso ellos sabían que el viaje no era solo por la boda de Salvatore y Rebecca. Había otros asuntos pendientes con la familia Lombardi que pronto saldrían a la luz.La oscuridad comenzaba a teñir el cielo cuando el avión privado aterrizó en el aeropuerto de Catania,