Calabria no era la única que era azotada por la inquietante incertidumbre. Sicilia con su calor sofocante abrazando el paisaje mientras el convoy de autos avanzaba por las carreteras serpenteantes que llevaban al sitio donde se desarrollaría el ambicioso proyecto. El sol golpeaba con fuerza, reflejándose en los vidrios de los autos, haciendo que el aire fuera pesado, casi palpable.A bordo, Leonardo, con su expresión dura, revisaba en su tableta los planos y la logística de la construcción, frunciendo el ceño ante las cifras y los detalles que aún faltaban por resolver. A su lado, Charly, siempre entusiasta pero con una mirada meticulosa, revisaba los informes de los proveedores, marcando detalles cruciales con el dedo en la pantalla.En el asiento trasero, Alessa observaba el horizonte con una expresión impenetrable. El paisaje pasaba ante sus ojos, pero sus pensamientos no estaban en la belleza de Sicilia, sino en el proyecto que se desarrollaba y en los giros que su vida había toma
Alessa despertó temprano, sintiendo el peso de la noche anterior en cada rincón de su cuerpo. Había dormido poco, sus pensamientos atormentándola hasta altas horas de la madrugada. La conversación con Salvatore había dejado una marca más profunda de lo que esperaba. Las palabras, suaves pero incisivas, seguían resonando en su mente. Alessa cerró los ojos por un momento, intentando despejar la niebla mental que nublaba su cabeza. El sol de la mañana se filtraba a través de las cortinas, una luz dorada que, en lugar de ser cálida, le parecía abrasante.Se levantó de la cama y miró su reflejo en el espejo. El rostro demacrado, las sombras bajo los ojos y el cabello algo desordenado, le recordaban que había atravesado una noche inquietante, sin encontrar consuelo. Sin embargo, no tenía tiempo para lamentarse, busco ropa y entro rápidamente a la ducha. Había un trabajo que hacer, un proyecto que avanzar, y aunque su mente no dejaba de dar vueltas, debía estar presente.El desayuno lo esper
A un mes de su llegada a Sicilia, el proyecto avanzaba con rapidez, y la estructura principal ya se alzaba como un coloso en medio del paisaje mediterráneo. Camiones de cemento, obreros en movimiento, y el ruido constante de maquinaria pesada llenaban el ambiente con una sinfonía de trabajo incesante.Alessa, vestida con un pantalón de tela beige, botas a juego y una blusa blanca sin mangas, se mantenía firme mientras observaba el lugar desde una tarima improvisada. Un casco de seguridad descansaba en su mano, y sus ojos analizaban cada rincón con una precisión casi quirúrgica.—El sistema de acceso ya está instalado —informó uno de los ingenieros a su lado—. Implementamos el reconocimiento facial y las tarjetas con chip en las zonas restringidas.—Bien —asintió Alessa, sin apartar la vista del plano digital en su tableta— Pero quiero una segunda revisión del sistema de vigilancia en el área de las villas privadas. Asegúrense de que no haya puntos ciegos.El ingeniero tomó nota y se r
El resonar de la lluvia golpeaba las ventanas de la mansión Rossi, creaba una sinfonía melancólica que se filtraba por cada rincón. Francesco, con la mirada perdida en el horizonte, recordaba las palabras de su abuelo Don Marco Rossi: «La vida es un laberinto, Francesco, y a veces, nos perdemos en las sombras».Esa noche, las sombras se cerraron aún más. El sonido de unos tacones resonó en el pasillo, interrumpiendo los pensamientos de Francesco. Elena entró en la habitación en compañía de Dimitri, su rostro estaba palidecido y sus ojos parecían perdidos e inundados por el llanto.—Elena, acabo de enterarme, —dijo Francesco con una expresión de tristeza y rabia. —Siento mucho lo de tus padres Elena, trabajaron para el abuelo y siempre fueron leales a la familia, no entiendo como sucedió. ¿Cómo estás?Elena apenas levantó la mirada. —Estoy totalmente sola, Francesco. La noticia fue como un golpe repentino, no sé qué haré sin mis padres, yo ni siquiera termine a la universidad, mi padre
Después de que Roberto y Lorenzo se marcharan a cerrar los negocios que tenían previsto, Elena camino hacia Francesco. —Que sucede Francesco, porque tu padre me amenazo con enviarme al mismísimo infierno, no se suponía que él sería nuestro apoyo. — dijo Elena mientras sus ojos se llenaban de lágrimas.—Cálmate Elena, allí viene el abuelo y no es conveniente que te vea así.— ¿Qué mierdas dices, como que no es conveniente? Vaya hombre que mi padre dejo para cuidar de mí.Francesco, ofendido la sujeto del brazo y la acerco hacia él. — Puedo amarte mucho Elena, pero no permitiré que me hables así; realmente quieres saber lo que sucede con mi padre, pues debes saber que mi padre se niega a esta relación y a que me case contigo; sin embargo, no me alejaré de ti así tenga que enfrentar a mi padre serás mi esposa, solo tengo que encargarme de unas cosas y no habrá nada que nos separe. Ahora ve, salimos en quince minutos para la funeraria.Don Marco se acercó a Francesco y lo miro fijamente a
Un mes después de la muerte de los dos hijos de Don Marco Rossi el abuelo de Francesco y Leonardo, viajo a New York para darle la bienvenida a Isabella y retomar la conversación que dejo pendiente con Giuseppe en el funeral. Tras esa visita había quedado pactado un matrimonio, orquestando un delicado ballet de influencias que obligaba a Francesco a abandonar un amor que ya estaba floreciendo.Mientras Francesco luchaba contra corriente, atormentado por los recuerdos de un amor pasado sacrificado en el altar de la lealtad familiar, el destino tejió los hilos de su existencia en un tapiz de resentimiento. Fue empujado a una unión que no había elegido, un matrimonio nacido de la obligación más que del amor y el deseo.Finalmente, estaba a horas de dejar su amor por Elena a un lado, las promesas de cuidarla y hacerla su esposa, quedaba enterrada con su unión con Isabella Moretti. Esa chiquilla arrogante, la cual conocía desde niño y que jamás había soportado; había dado gracias a Dios cu
Finalmente, la pareja llego a la enorme mansión que había comprado para ellos Giuseppe como regalo de bodas. El desprecio entre Isabella y Francesco no era solo un juego de miradas heladas; estaba impregnado en cada palabra y gesto, un veneno que contaminaba el aire de la mansión Rossi Moretti.En la mañana, durante el desayuno, el tenso silencio se rompió con las palabras cortantes de Francesco.—Isabella, no te ilusiones con pensar que tienes algún lugar en mi vida. Este matrimonio es solo un contrato más, no eres más que una sombra molesta que ronda mi existencia; así que en cuanto contrates el mayordomo asegúrate de pedirle que me prepare una de las mejores habitaciones, solo me quedaré contigo cuando tenga que guardar las apariencias ante la familia. — gruñó Francesco, con su expresión tan fría como el hielo.Isabella, enfrentando la tormenta con serenidad, respondió: —Como mi amado esposo ordene; sabes Francesco, aunque no hayas elegido este matrimonio, podríamos encontrar una m
La mansión de los Rossi Moretti resonaba con la elegancia de la opulencia. Isabella se encontraba sentada en la imponente mesa de comedor, cuyos detalles tallados a mano mostraban la riqueza que poseía la familia. Los elegantes candelabros iluminaban el lugar, creando sombras danzantes en las paredes, mientras ella, con una mirada astuta, finiquitaba los detalles de la operación con Don Marco y Leonardo.La conversación fluía entre exquisitos platos y copas de vino tinto, tan tinto como los labios rojos carmesí de la exuberante mujer, mientras los detalles de la estrategia se tejían como una compleja red. Don Marco, con su mirada firme y gesto serio, subrayaba cada punto estratégico.Mientras Francesco, aún se recuperaba de las heridas en su habitación. La tensión flotaba en el aire, Isabella mantenía su elegancia, moviéndose como una reina entre los asuntos de la mafia.La cena llegó a su fin, de pronto Carter, el único hombre de confianza de Isabella, se acercó a ella y se inclinó s