Aitana salió de la ducha envuelta en una toalla, su cuerpo aún tembloroso por lo que había ocurrido con Iván la noche anterior. Pensó que sería solo una vez. Un juego. Pero la forma en que su piel aún ardía con su recuerdo le decía que esto no iba a detenerse tan fácilmente.
Cuando revisó su teléfono, encontró un mensaje de él. Iván: "Esta noche. Ocho en punto. No llegues tarde." Era una orden, no una invitación. Aitana mordió su labio. Una parte de ella quería desafiarlo, no darle el control tan fácilmente. Pero la otra… la otra quería correr a él y perderse de nuevo en su mundo. Aitana: "¿Y si tengo otros planes?" La respuesta llegó en segundos. Iván: "Cancélalos." Ella sintió un escalofrío recorrer su espalda. No porque le asustara, sino porque su cuerpo respondía a su dominio de una forma que nunca había experimentado antes. Cuando llegó a su apartamento esa noche, Iván ya la estaba esperando. La puerta apenas se cerró cuando él la acorraló contra la pared, su boca atrapando la suya con un hambre feroz. —Me hiciste esperar —susurró contra sus labios, su tono bajo y cargado de deseo. —Me gusta hacerte perder el control —susurró ella, retándolo. Iván sonrió, esa sonrisa oscura y peligrosa que la hacía temblar. —¿Ah, sí? —murmuró, deslizando su mano por su muslo desnudo hasta el borde de su ropa interior—. Veamos cuánto puedes resistir antes de rogarme. Aitana sintió su respiración entrecortarse cuando sus dedos comenzaron a jugar con ella, tocándola apenas, provocándola hasta llevarla al borde de la desesperación. Pero justo cuando estuvo a punto de rendirse, Iván se apartó. Ella abrió los ojos, jadeante, mirándolo con frustración. —¿Por qué te detienes? Él tomó su rostro entre sus manos, su mirada oscura ardiendo sobre la de ella. —Porque quiero que entiendas algo, Aitana. Esto no es solo sexo. Lo que hay entre nosotros es algo más… y eso me asusta. Su confesión la tomó por sorpresa. Pero antes de que pudiera responder, la puerta del apartamento sonó. Iván frunció el ceño. —Espera aquí. Aitana lo observó caminar hacia la puerta y abrirla. Pero lo que escuchó a continuación la dejó helada. —No pensé que aún estuvieras en la ciudad —dijo Iván con frialdad. —Tampoco pensé que te enamorarías de otra tan rápido —respondió una voz femenina. Aitana sintió que el aire se atascaba en su garganta. ¿Quién era esa mujer? Y peor aún… ¿qué significaba para Iván? Aitana sintió que el estómago se le encogía al escuchar aquella voz femenina. Se levantó lentamente del sofá, tratando de mantener la calma, pero su corazón martilleaba con fuerza contra sus costillas. Desde su posición, no podía ver la puerta, pero la tensión en el aire era casi palpable. —No pensé que aún estuvieras en la ciudad —repitió Iván, su tono más tenso de lo normal. —Tampoco pensé que te enamorarías de otra tan rápido —respondió la mujer con una suavidad peligrosa. Aitana dio un paso adelante, sin poder contener su curiosidad. Y entonces la vio. Una mujer de cabello oscuro, alta y elegante, con unos ojos afilados que parecían analizar cada detalle de la situación. Vestía un abrigo negro entallado y unos tacones que resonaron con fuerza cuando dio un paso dentro del apartamento sin esperar invitación. —¿No me presentas, Iván? —preguntó, cruzándose de brazos con una sonrisa gélida. Él apretó la mandíbula, su cuerpo entero tenso. —No es necesario, Bianca. Bianca. El nombre quedó flotando en el aire, cargado de algo que Aitana no podía identificar del todo. La mujer desvió su atención hacia ella, sus ojos recorriéndola con una mezcla de diversión y cálculo. —Así que tú eres la nueva obsesión de Iván… —musitó, con una sonrisa que no llegó a sus ojos. Aitana sintió una punzada de incomodidad, pero no dejó que se notara. —¿Y tú quién eres? —preguntó con voz firme. Bianca soltó una risa suave, como si la pregunta le divirtiera. —Soy su hermana. Aitana parpadeó. —¿Qué? Pero antes de que pudiera procesarlo, Bianca se giró de nuevo hacia Iván, su expresión endureciéndose. —Necesito hablar contigo. Ahora. Iván soltó un suspiro y miró a Aitana, como si quisiera decirle algo, pero finalmente asintió y salió con Bianca al pasillo.Aitana sintió un escalofrío recorrer su espalda. Algo en la manera en que Bianca la había mirado, en la forma en que Iván había reaccionado…Sabía que algo no estaba bien.Y su intuición no fallaba.Aitana se acercó a la puerta entreabierta, conteniendo la respiración mientras escuchaba.—¿Qué demonios haces aquí, Bianca? —susurró Iván con enojo.—Sabes por qué estoy aquí, hermano —respondió ella con frialdad—. No puedes escapar de esto.Hubo un silencio tenso antes de que Bianca añadiera:—Papá está de vuelta… y te está buscando.El cuerpo de Aitana se paralizó.¿De qué demonios estaban hablando?Aitana se quedó paralizada detrás de la puerta, el corazón golpeándole el pecho."Papá está de vuelta… y te está buscando."¿Qué significaba eso?Nunca había escuchado a Iván mencionar a su familia. Y por la tensión en su rostro cuando Bianca apareció, estaba claro que esto no era una simple visita fraternal.Intentó escuchar más, pero la conversación se había convertido en murmullos y luego
Aitana se despertó con el cuerpo envuelto en la calidez de Iván. Sus brazos la rodeaban con una firmeza protectora, como si incluso en sueños temiera perderla.Pero la paz duró poco.Iván se removió, su respiración se volvió errática, y su agarre sobre ella se tensó.—No… —susurró en sueños, el ceño frunciéndose en una expresión de angustia.Aitana se incorporó ligeramente, acariciando su rostro con suavidad.—Iván… despierta.Él inhaló bruscamente y abrió los ojos de golpe, como si emergiera de una pesadilla. Por un segundo, su mirada estaba perdida, como si no reconociera dónde estaba.Pero cuando sus ojos se encontraron con los de Aitana, su expresión cambió.—Lo siento —murmuró, pasando una mano por su rostro.—¿Pesadillas? —preguntó ella con suavidad.Él asintió, pero no dijo más.Aitana sabía que este no era el momento para presionarlo. En cambio, deslizó su mano por su pecho, su piel caliente bajo su tacto.—Estoy aquí —susurró.Iván la miró fijamente, y algo en su interior par
Llegaron a su auto, un deportivo negro que Iván encendió con rapidez. Apenas se alejaron del edificio, dos motos aparecieron en el retrovisor.—Mierda… —Iván apretó el volante—. Aguanta, princesa. Esto se va a poner interesante.Aitana apenas tuvo tiempo de sujetarse cuando Iván pisó el acelerador, el motor rugiendo mientras el coche se lanzaba por las calles de la ciudad.Las motos los seguían de cerca, moviéndose con precisión.—¿Quiénes son? —preguntó Aitana, su respiración agitada.—Hombres de mi padre —gruñó Iván—. Y no están aquí para charlar.El auto zigzagueó entre el tráfico, pero las motos no cedían. Uno de los hombres sacó algo de su chaqueta.Un arma.Aitana sintió un grito ahogarse en su garganta cuando el primer disparo impactó contra la carrocería.—¡Iván!—¡Lo sé! —respondió él, girando el volante con brusquedad para meterse en un callejón estrecho.Las motos los siguieron, pero Iván aprovechó la confusión para hacer un giro inesperado, llevándolos a una carretera secu
Aitana despertó con la sensación de calor recorriendo su piel. Abrió los ojos lentamente y encontró a Iván observándola.—¿Llevas mucho tiempo despierto? —preguntó con voz adormilada.—Lo suficiente para memorizar cómo te ves cuando duermes —respondió él con una sonrisa torcida.Ella rodó los ojos, pero no pudo evitar sonreír.—Ahora dime la verdad.Iván suspiró y se sentó en la cama, pasándose una mano por el cabello.—Te dije que mi padre no era un hombre común… pero eso no es suficiente.Aitana se incorporó, cubriéndose con la sábana.—Estoy escuchando.Él se quedó en silencio un momento antes de hablar.—Mi padre, Lorenzo Sokolov, es… un hombre peligroso. Controla negocios en la sombra, tráfico de información, lavado de dinero… y cuando alguien no le sirve, lo hace desaparecer.Aitana sintió un escalofrío recorrerle la espalda.—¿Y tú?Iván la miró.—Yo era su heredero. El que debía continuar con su imperio.—¿Y qué pasó?—Descubrí lo que realmente era. Vi cosas que nadie debería
El sonido del motor rugía mientras Iván conducía a toda velocidad por la carretera solitaria. La noche era espesa, las luces de la ciudad quedaban atrás y la adrenalina aún recorría el cuerpo de Aitana.—¿A dónde vamos? —preguntó, intentando calmar su respiración.—A un lugar seguro.Iván no apartaba la mirada de la carretera, su mandíbula tensa, sus nudillos blancos sobre el volante.Aitana quería creerle. Pero después de lo que acababa de pasar, se preguntó si algún lugar era realmente seguro.---Llegaron a un viejo edificio industrial en las afueras. Iván apagó el motor y se giró hacia ella.—Escúchame bien, Aitana. A partir de ahora, no confíes en nadie más que en mí.Ella asintió, sintiendo un escalofrío en la nuca.Entraron al edificio y bajaron por una escalera oculta hasta un sótano amplio con equipos de computación, mapas y armas en una mesa.Aitana tragó saliva.—¿Qué es este lugar?—Mi refugio. Aquí planeé mi salida del negocio de mi padre.Antes de que pudiera hacer más p
El frío del cañón del arma contra su piel hizo que un escalofrío le recorriera la espalda. Aitana contuvo la respiración, pero no permitió que el miedo se reflejara en su rostro. Sabía que cualquier indicio de debilidad podía sellar su destino.Piensa, Aitana. Piensa.Forzó una sonrisa, como si el arma no fuera más que un accesorio en la escena.—¿Siempre apuntas a las mujeres cuando te gustan? —murmuró, deslizando sus dedos sobre el dorso de su mano con lentitud.Sokolov arqueó una ceja. No retiró el arma, pero tampoco disparó.—No soy estúpido, muñeca. Dime quién eres o esta conversación termina aquí.Aitana inclinó la cabeza y dejó que sus labios se curvaran en una sonrisa traviesa.—Soy una mujer que sabe lo que quiere… y que no le gustan los hombres aburridos.Sokolov observó su expresión, midiendo sus palabras.—¿Ah, sí? —murmuró, acercándose un poco más, el arma aún entre ellos—. ¿Y qué es lo que quieres?Ella fingió pensar, inclinándose ligeramente hacia él, dejando que su per
Aitana, nada más llegar, se giró lentamente para enfrentar su mirada, su expresión era cuidadosamente calculada entre curiosidad y desafío.—¿Siempre traes a desconocidas aquí? —preguntó con una sonrisa coqueta.Sokolov la observó con una mezcla de diversión y sospecha.—No, muñeca. Tú eres especial. Y quiero saber por qué.Aitana sabía que cada palabra que dijera debía ser precisa. Sokolov era un depredador, y si detectaba el más mínimo rastro de mentira o miedo, todo se vendría abajo.Así que decidió darle lo que quería: un juego de seducción en el que ella marcara el ritmo.—Tal vez porque no soy como las demás —respondió, acercándose lentamente, dejando que su perfume lo envolviera.Sokolov sonrió de lado.—Eso ya lo noté.Aitana se sentó en el sofá con la seguridad de alguien que pertenece allí. Cruzó las piernas con elegancia, permitiendo que la abertura de su vestido revelara apenas un poco más de piel. Lo suficiente para mantener su atención.—¿Y qué más has notado? —murmuró,
Aitana sintió la tensión en los dedos de Sokolov sobre su cintura. Su mirada oscura la recorría, evaluándola, debatiéndose entre su instinto y el deseo que ella estaba avivando. Solo un poco más, Iván… —Eres intrigante, muñeca —murmuró Sokolov, su mano subiendo lentamente por su espalda. Aitana forzó una sonrisa coqueta, ignorando el frío sudor en su piel. —¿Intrigante? Pensé que me veías como un peligro. Él soltó una risa baja. —A veces, lo peligroso es lo más tentador. Justo cuando Aitana creyó haber ganado un poco más de tiempo, un sonido rompió el momento. ¡BOOM! Un fuerte estruendo sacudió el club. Las luces parpadearon y el murmullo de conversaciones se convirtió en un caos de gritos y movimiento. Aitana sintió su corazón detenerse. Iván. Sokolov se tensó al instante, su mirada afilada como una navaja. —¿Qué demonios fue eso? Aitana abrió la boca para hablar, pero no tuvo oportunidad. Un hombre irrumpió en la habitación, con el rostro desencajado por la urgencia.