El viento frío de la carretera golpeaba la piel de Aitana mientras ella e Iván se alejaban de los restos del enfrentamiento. Sus cuerpos estaban cubiertos de suciedad, sangre y adrenalina pura. Pero habían sobrevivido.Por ahora.—Tenemos que salir de aquí antes de que lleguen refuerzos —dijo Iván, tomando su mano con firmeza.Aitana asintió, sintiendo el calor de su agarre a pesar del peligro que aún los rodeaba.A lo lejos, vieron un camino de tierra que conducía a una zona boscosa. Sin otra opción, comenzaron a caminar, usando la oscuridad como su aliada.Después de casi media hora, divisaron luces a lo lejos.—Podría ser una cabaña —murmuró Iván.Aitana lo miró con duda.—¿Y si pertenece a alguien peligroso?Él soltó una risa seca.—No creo que pueda ser peor que lo que acabamos de pasar.Cuando llegaron más cerca, vieron que era una cabaña de madera, algo vieja, pero aún en pie. No parecía haber nadie dentro.Iván forzó la cerradura con facilidad, y en cuestión de segundos, ambos
El fuego en la chimenea crepitaba suavemente, proyectando sombras danzantes en las paredes de la cabaña. El aire aún estaba impregnado del olor a sexo, a sudor y a algo más profundo… algo que ni Aitana ni Iván se atrevían a nombrar todavía.Ella yacía sobre la mesa de madera, su cuerpo aún vibrando con el eco del placer. Su pecho subía y bajaba lentamente mientras intentaba recuperar el aliento. Iván, todavía dentro de ella, apoyó la frente en su cuello, respirando contra su piel.El mundo allá afuera seguía siendo un caos, pero en ese momento solo existían ellos dos.Aitana deslizó los dedos por la espalda de Iván, trazando suavemente las líneas de sus músculos tensos. Sentía su piel cálida y húmeda bajo sus yemas, pero también la cicatriz que recorría su hombro.—¿Cómo te la hiciste? —susurró, sin poder evitar la pregunta.Iván exhaló con fuerza y, tras unos segundos de silencio, se incorporó ligeramente, sosteniéndose sobre sus antebrazos. Sus ojos oscuros la estudiaron con una int
La madrugada había traído una calma engañosa. La chimenea aún crepitaba, proyectando luces tenues en las paredes de la cabaña. Aitana e Iván permanecían en el suelo, cubiertos solo con una manta vieja que encontraron en el sofá. Sus cuerpos aún estaban entrelazados, pero sus mentes ya estaban en otro lugar: el peligro que aún los acechaba.Aitana fue la primera en hablar.—No podemos quedarnos aquí mucho tiempo. Si ellos sobrevivieron… nos buscarán.Iván asintió, su mirada oscura fija en el techo de madera.—No es un "si". Lo harán. Y no tardarán.Aitana se incorporó, abrazándose las rodillas. La realidad volvía a instalarse entre ellos como un muro invisible.—Necesitamos un plan.Iván se frotó el rostro con ambas manos y se sentó frente a ella.—Lo primero es conseguir transporte. No podemos seguir a pie. La cabaña debe tener algo… herramientas, llaves, lo que sea. Y si no, robaremos un coche en el pueblo más cercano.Aitana arqueó una ceja.—¿Robar?Iván sonrió levemente.—¿De verd
Aitana e Iván siguieron a Ezequiel hacia la casa, sintiendo el peso de la tensión en cada paso. El lugar era más grande de lo que parecía desde afuera. La decoración era una mezcla extraña entre lujo y decadencia: muebles de cuero caro, alfombras orientales gastadas, botellas de licor desparramadas en las mesas.Ezequiel se dejó caer en un sillón de piel y cruzó las piernas con la actitud de un rey en su trono.—Bien, hablemos de negocios —dijo, sirviéndose un trago.Antes de que Iván pudiera responder, uno de los hombres de Ezequiel entró apresurado, con la expresión tensa.—Jefe… tenemos un problema.Ezequiel giró la cabeza con lentitud.—¿Qué clase de problema?El hombre tragó saliva.—No estamos solos. Alguien nos siguió.El cuerpo de Aitana se tensó al instante.—¿Cuántos? —preguntó Iván, poniéndose en guardia.—Al menos dos coches. Se detuvieron a un kilómetro de aquí. Están observando.Ezequiel dejó su vaso en la mesa con un golpe seco. Su mirada se oscureció, pasando de la div
El aire en el túnel era denso y frío, con un leve olor a humedad y tierra vieja. Aitana sintió el eco de sus propias pisadas mientras avanzaban, su mano aún aferrada a la de Iván.No hablaron por varios minutos, escuchando solo su respiración y el goteo lejano del agua filtrándose por las paredes de piedra.Finalmente, Iván rompió el silencio.—Estamos a salvo, por ahora.Aitana soltó un suspiro que no sabía que estaba conteniendo y se dejó caer sobre una roca. Su cuerpo temblaba, aunque no estaba segura si era por el frío o por la adrenalina aún corriendo por sus venas.Iván se agachó frente a ella y le tomó el rostro con ambas manos.—¿Estás bien?Aitana asintió lentamente, pero sus ojos aún estaban dilatados.—Fue demasiado —susurró—. El fuego cruzado, las balas… pensé que nos matarían.Iván pasó un pulgar por su mejilla, en un gesto inesperadamente tierno.—Pero no lo hicieron. Estamos vivos.Aitana cerró los ojos y exhaló profundamente, tratando de calmar su corazón desbocado. Cu
El silencio que siguió a la confesión de Tomás era tan denso que se podía cortar con un cuchillo.Iván fue el primero en reaccionar.—Si tienes ese archivo, eres el hombre más buscado ahora mismo.Tomás asintió con una sonrisa amarga.—Lo sé. Por eso necesito su ayuda… y ustedes necesitan la mía.Aitana lo observó con recelo.—¿Cómo sabemos que no es una trampa?—Porque si fuera una trampa, ya estarían muertos —dijo él sin rodeos.Iván apretó la mandíbula. La situación era un infierno: si ese archivo era real, tenían algo mucho más grande entre manos. Podían intentar exponerlo, pero eso los convertiría en blancos inmediatos. Solo había una opción viable.—Negociemos.Aitana lo miró con sorpresa.—¿Negociar con quién?Iván suspiró, pasándose una mano por el rostro.—Con los que realmente tienen el poder.Tomás entendió al instante.—Con el gobierno.Aitana sintió un escalofrío.—¿Te refieres a los mismos que están involucrados en esta red?Iván la miró con gravedad.—Exactamente. Si ju
El sonido del tren deslizándose sobre los rieles la mantenía en trance. Aitana miraba por la ventana, observando cómo el paisaje de su pequeño pueblo desaparecía, cediendo espacio a la incertidumbre de la ciudad. Con sus 23 años, Aitana, una chica de piel clara, ojos verde agua, cabello largo y castaño con reflejos dorados, decidió mudarse desde su pequeño pueblo donde la conocían por ser una chica dulce, reservada y soñadora, hacia una pequeña ciudad en busca de nuevas aventuras.Cuando más cerca estaba de su nueva vida, su corazón latía cada vez más rápido. Siempre había soñado con algo más, con un mundo que fuera más grande que las calles estrechas y las miradas curiosas de sus vecinos. Ahora, ese mundo estaba a su alcance. Solo faltaban unos minutos y por fin sería libre.Cuando por fin llegó a la ciudad, la brisa nocturna le acarició la piel. No conocía a nadie, pero había algo en esa sensación de anonimato que la hacía sentir libre tal cómo siempre había deseado. Por fin había
Aitana no supo cuánto tiempo se quedó allí, frente a él, sintiendo la electricidad entre sus cuerpos sin siquiera haberse tocado. Iván era una presencia imponente, pero no de una manera que asustaba, sino de una que encendía algo dentro de ella. Algo primitivo, desconocido.—Déjame invitarte a un trago —dijo él, su voz como un roce en su piel.Aitana asintió, aunque no estaba segura de qué estaba aceptando realmente. Un cóctel apareció en la barra frente a ella, rojizo, con un leve aroma a frutos silvestres. Lo probó y el sabor fuerte y dulce se deslizó por su lengua. Iván la observaba, atento a cada una de sus reacciones.—¿Te gusta? —preguntó él.Ella asintió, pero sus ojos estaban más interesados en él que en la bebida.—Dime algo, Aitana… —Iván se inclinó levemente, reduciendo la distancia entre ellos—. ¿Qué hace una chica como tú en un sitio como este?—Quería… salir de mi zona de confort —respondió, sincera.Él sonrió de lado.—Me gusta eso. ¿Quieres que te ayude?La forma en qu