El motor aún rugía cuando Iván tomó una carretera secundaria, alejándose del caos en la autopista. Aitana respiraba con dificultad, su cuerpo aún vibrando de adrenalina.—Necesitamos escondernos antes de que manden más hombres. —Iván apretó la mandíbula, sus nudillos blancos sobre el volante.Aitana asintió, mirando por el espejo retrovisor. No había luces siguiéndolos. Por ahora.Después de veinte minutos de conducción tensa, Iván tomó un desvío hacia un viejo almacén abandonado en las afueras de la ciudad. Era un edificio destartalado, cubierto de grafitis y rodeado por un lote vacío.—Aquí estaremos seguros un rato —dijo, apagando el motor.Ambos bajaron del auto con rapidez. Aitana aún sentía su corazón martillando en el pecho mientras entraban en la penumbra del almacén.El interior era frío y olía a metal oxidado. Viejas estanterías y cajas rotas estaban esparcidas por el suelo. La única luz provenía de las farolas en la carretera a lo lejos.Iván revisó el espacio con su pistol
Un dolor punzante en la cabeza fue lo primero que sintió Aitana al recuperar la conciencia. El sonido agudo de metal crujiendo y el olor a gasolina derramada la hicieron reaccionar de golpe.El auto había volcado.Parpadeó, intentando enfocar su visión. El vehículo estaba de costado, con los vidrios destrozados y humo saliendo del motor. Su cuerpo estaba atrapado entre los asientos, las muñecas aún esposadas.Iván.Giró la cabeza con el corazón en la garganta.Lo encontró unos metros más adelante, medio incorporado entre los restos del auto, con sangre en la sien y una expresión de pura determinación en el rostro.—Iván… —susurró, su voz quebrada.Él levantó la mirada y, al verla consciente, algo feroz brilló en sus ojos.—¿Estás bien? —preguntó con urgencia.Antes de que pudiera responder, un quejido los interrumpió.Markov.El líder de sus captores estaba en el asiento del conductor, con la frente ensangrentada y su pistola aún en la mano.—Hijos de… —murmuró con rabia, intentando m
El viento frío de la carretera golpeaba la piel de Aitana mientras ella e Iván se alejaban de los restos del enfrentamiento. Sus cuerpos estaban cubiertos de suciedad, sangre y adrenalina pura. Pero habían sobrevivido.Por ahora.—Tenemos que salir de aquí antes de que lleguen refuerzos —dijo Iván, tomando su mano con firmeza.Aitana asintió, sintiendo el calor de su agarre a pesar del peligro que aún los rodeaba.A lo lejos, vieron un camino de tierra que conducía a una zona boscosa. Sin otra opción, comenzaron a caminar, usando la oscuridad como su aliada.Después de casi media hora, divisaron luces a lo lejos.—Podría ser una cabaña —murmuró Iván.Aitana lo miró con duda.—¿Y si pertenece a alguien peligroso?Él soltó una risa seca.—No creo que pueda ser peor que lo que acabamos de pasar.Cuando llegaron más cerca, vieron que era una cabaña de madera, algo vieja, pero aún en pie. No parecía haber nadie dentro.Iván forzó la cerradura con facilidad, y en cuestión de segundos, ambos
El fuego en la chimenea crepitaba suavemente, proyectando sombras danzantes en las paredes de la cabaña. El aire aún estaba impregnado del olor a sexo, a sudor y a algo más profundo… algo que ni Aitana ni Iván se atrevían a nombrar todavía.Ella yacía sobre la mesa de madera, su cuerpo aún vibrando con el eco del placer. Su pecho subía y bajaba lentamente mientras intentaba recuperar el aliento. Iván, todavía dentro de ella, apoyó la frente en su cuello, respirando contra su piel.El mundo allá afuera seguía siendo un caos, pero en ese momento solo existían ellos dos.Aitana deslizó los dedos por la espalda de Iván, trazando suavemente las líneas de sus músculos tensos. Sentía su piel cálida y húmeda bajo sus yemas, pero también la cicatriz que recorría su hombro.—¿Cómo te la hiciste? —susurró, sin poder evitar la pregunta.Iván exhaló con fuerza y, tras unos segundos de silencio, se incorporó ligeramente, sosteniéndose sobre sus antebrazos. Sus ojos oscuros la estudiaron con una int
La madrugada había traído una calma engañosa. La chimenea aún crepitaba, proyectando luces tenues en las paredes de la cabaña. Aitana e Iván permanecían en el suelo, cubiertos solo con una manta vieja que encontraron en el sofá. Sus cuerpos aún estaban entrelazados, pero sus mentes ya estaban en otro lugar: el peligro que aún los acechaba.Aitana fue la primera en hablar.—No podemos quedarnos aquí mucho tiempo. Si ellos sobrevivieron… nos buscarán.Iván asintió, su mirada oscura fija en el techo de madera.—No es un "si". Lo harán. Y no tardarán.Aitana se incorporó, abrazándose las rodillas. La realidad volvía a instalarse entre ellos como un muro invisible.—Necesitamos un plan.Iván se frotó el rostro con ambas manos y se sentó frente a ella.—Lo primero es conseguir transporte. No podemos seguir a pie. La cabaña debe tener algo… herramientas, llaves, lo que sea. Y si no, robaremos un coche en el pueblo más cercano.Aitana arqueó una ceja.—¿Robar?Iván sonrió levemente.—¿De verd
Aitana e Iván siguieron a Ezequiel hacia la casa, sintiendo el peso de la tensión en cada paso. El lugar era más grande de lo que parecía desde afuera. La decoración era una mezcla extraña entre lujo y decadencia: muebles de cuero caro, alfombras orientales gastadas, botellas de licor desparramadas en las mesas.Ezequiel se dejó caer en un sillón de piel y cruzó las piernas con la actitud de un rey en su trono.—Bien, hablemos de negocios —dijo, sirviéndose un trago.Antes de que Iván pudiera responder, uno de los hombres de Ezequiel entró apresurado, con la expresión tensa.—Jefe… tenemos un problema.Ezequiel giró la cabeza con lentitud.—¿Qué clase de problema?El hombre tragó saliva.—No estamos solos. Alguien nos siguió.El cuerpo de Aitana se tensó al instante.—¿Cuántos? —preguntó Iván, poniéndose en guardia.—Al menos dos coches. Se detuvieron a un kilómetro de aquí. Están observando.Ezequiel dejó su vaso en la mesa con un golpe seco. Su mirada se oscureció, pasando de la div
El aire en el túnel era denso y frío, con un leve olor a humedad y tierra vieja. Aitana sintió el eco de sus propias pisadas mientras avanzaban, su mano aún aferrada a la de Iván.No hablaron por varios minutos, escuchando solo su respiración y el goteo lejano del agua filtrándose por las paredes de piedra.Finalmente, Iván rompió el silencio.—Estamos a salvo, por ahora.Aitana soltó un suspiro que no sabía que estaba conteniendo y se dejó caer sobre una roca. Su cuerpo temblaba, aunque no estaba segura si era por el frío o por la adrenalina aún corriendo por sus venas.Iván se agachó frente a ella y le tomó el rostro con ambas manos.—¿Estás bien?Aitana asintió lentamente, pero sus ojos aún estaban dilatados.—Fue demasiado —susurró—. El fuego cruzado, las balas… pensé que nos matarían.Iván pasó un pulgar por su mejilla, en un gesto inesperadamente tierno.—Pero no lo hicieron. Estamos vivos.Aitana cerró los ojos y exhaló profundamente, tratando de calmar su corazón desbocado. Cu
El silencio que siguió a la confesión de Tomás era tan denso que se podía cortar con un cuchillo.Iván fue el primero en reaccionar.—Si tienes ese archivo, eres el hombre más buscado ahora mismo.Tomás asintió con una sonrisa amarga.—Lo sé. Por eso necesito su ayuda… y ustedes necesitan la mía.Aitana lo observó con recelo.—¿Cómo sabemos que no es una trampa?—Porque si fuera una trampa, ya estarían muertos —dijo él sin rodeos.Iván apretó la mandíbula. La situación era un infierno: si ese archivo era real, tenían algo mucho más grande entre manos. Podían intentar exponerlo, pero eso los convertiría en blancos inmediatos. Solo había una opción viable.—Negociemos.Aitana lo miró con sorpresa.—¿Negociar con quién?Iván suspiró, pasándose una mano por el rostro.—Con los que realmente tienen el poder.Tomás entendió al instante.—Con el gobierno.Aitana sintió un escalofrío.—¿Te refieres a los mismos que están involucrados en esta red?Iván la miró con gravedad.—Exactamente. Si ju