Aitana despertó con la sensación de calor recorriendo su piel. Abrió los ojos lentamente y encontró a Iván observándola.—¿Llevas mucho tiempo despierto? —preguntó con voz adormilada.—Lo suficiente para memorizar cómo te ves cuando duermes —respondió él con una sonrisa torcida.Ella rodó los ojos, pero no pudo evitar sonreír.—Ahora dime la verdad.Iván suspiró y se sentó en la cama, pasándose una mano por el cabello.—Te dije que mi padre no era un hombre común… pero eso no es suficiente.Aitana se incorporó, cubriéndose con la sábana.—Estoy escuchando.Él se quedó en silencio un momento antes de hablar.—Mi padre, Lorenzo Sokolov, es… un hombre peligroso. Controla negocios en la sombra, tráfico de información, lavado de dinero… y cuando alguien no le sirve, lo hace desaparecer.Aitana sintió un escalofrío recorrerle la espalda.—¿Y tú?Iván la miró.—Yo era su heredero. El que debía continuar con su imperio.—¿Y qué pasó?—Descubrí lo que realmente era. Vi cosas que nadie debería
El sonido del motor rugía mientras Iván conducía a toda velocidad por la carretera solitaria. La noche era espesa, las luces de la ciudad quedaban atrás y la adrenalina aún recorría el cuerpo de Aitana.—¿A dónde vamos? —preguntó, intentando calmar su respiración.—A un lugar seguro.Iván no apartaba la mirada de la carretera, su mandíbula tensa, sus nudillos blancos sobre el volante.Aitana quería creerle. Pero después de lo que acababa de pasar, se preguntó si algún lugar era realmente seguro.---Llegaron a un viejo edificio industrial en las afueras. Iván apagó el motor y se giró hacia ella.—Escúchame bien, Aitana. A partir de ahora, no confíes en nadie más que en mí.Ella asintió, sintiendo un escalofrío en la nuca.Entraron al edificio y bajaron por una escalera oculta hasta un sótano amplio con equipos de computación, mapas y armas en una mesa.Aitana tragó saliva.—¿Qué es este lugar?—Mi refugio. Aquí planeé mi salida del negocio de mi padre.Antes de que pudiera hacer más p
El frío del cañón del arma contra su piel hizo que un escalofrío le recorriera la espalda. Aitana contuvo la respiración, pero no permitió que el miedo se reflejara en su rostro. Sabía que cualquier indicio de debilidad podía sellar su destino.Piensa, Aitana. Piensa.Forzó una sonrisa, como si el arma no fuera más que un accesorio en la escena.—¿Siempre apuntas a las mujeres cuando te gustan? —murmuró, deslizando sus dedos sobre el dorso de su mano con lentitud.Sokolov arqueó una ceja. No retiró el arma, pero tampoco disparó.—No soy estúpido, muñeca. Dime quién eres o esta conversación termina aquí.Aitana inclinó la cabeza y dejó que sus labios se curvaran en una sonrisa traviesa.—Soy una mujer que sabe lo que quiere… y que no le gustan los hombres aburridos.Sokolov observó su expresión, midiendo sus palabras.—¿Ah, sí? —murmuró, acercándose un poco más, el arma aún entre ellos—. ¿Y qué es lo que quieres?Ella fingió pensar, inclinándose ligeramente hacia él, dejando que su per
Aitana, nada más llegar, se giró lentamente para enfrentar su mirada, su expresión era cuidadosamente calculada entre curiosidad y desafío.—¿Siempre traes a desconocidas aquí? —preguntó con una sonrisa coqueta.Sokolov la observó con una mezcla de diversión y sospecha.—No, muñeca. Tú eres especial. Y quiero saber por qué.Aitana sabía que cada palabra que dijera debía ser precisa. Sokolov era un depredador, y si detectaba el más mínimo rastro de mentira o miedo, todo se vendría abajo.Así que decidió darle lo que quería: un juego de seducción en el que ella marcara el ritmo.—Tal vez porque no soy como las demás —respondió, acercándose lentamente, dejando que su perfume lo envolviera.Sokolov sonrió de lado.—Eso ya lo noté.Aitana se sentó en el sofá con la seguridad de alguien que pertenece allí. Cruzó las piernas con elegancia, permitiendo que la abertura de su vestido revelara apenas un poco más de piel. Lo suficiente para mantener su atención.—¿Y qué más has notado? —murmuró,
Aitana sintió la tensión en los dedos de Sokolov sobre su cintura. Su mirada oscura la recorría, evaluándola, debatiéndose entre su instinto y el deseo que ella estaba avivando. Solo un poco más, Iván… —Eres intrigante, muñeca —murmuró Sokolov, su mano subiendo lentamente por su espalda. Aitana forzó una sonrisa coqueta, ignorando el frío sudor en su piel. —¿Intrigante? Pensé que me veías como un peligro. Él soltó una risa baja. —A veces, lo peligroso es lo más tentador. Justo cuando Aitana creyó haber ganado un poco más de tiempo, un sonido rompió el momento. ¡BOOM! Un fuerte estruendo sacudió el club. Las luces parpadearon y el murmullo de conversaciones se convirtió en un caos de gritos y movimiento. Aitana sintió su corazón detenerse. Iván. Sokolov se tensó al instante, su mirada afilada como una navaja. —¿Qué demonios fue eso? Aitana abrió la boca para hablar, pero no tuvo oportunidad. Un hombre irrumpió en la habitación, con el rostro desencajado por la urgencia.
Aitana sintió cómo el agarre de Sokolov en su brazo se aflojaba apenas. Fue todo lo que necesitó.Sin pensarlo, giró sobre sus propios talones y con un movimiento rápido, clavó su rodilla en la entrepierna del mafioso.Sokolov gruñó de dolor, soltándola al instante.—¡Corre! —gritó Iván, disparando una bala que impactó en la pared, obligando a su padre a retroceder.Aitana no dudó. Se lanzó hacia la puerta, sintiendo cómo Iván la tomaba de la mano y la jalaba con fuerza.El club estaba en caos. Gritos, disparos, cuerpos corriendo en todas direcciones. Los hombres de Sokolov intentaban restaurar el orden, pero la confusión jugaba a su favor.Iván la guió por un pasillo estrecho, derribando con un disparo la cerradura de una puerta trasera.—¡Por aquí! —jadeó, tirando de ella.El aire nocturno golpeó su piel cuando salieron a un callejón oscuro, el eco de los disparos aún resonando en sus oídos.—¡Al coche! —gritó Iván.Aitana corrió lo más rápido que pudo, sintiendo la adrenalina quema
El auto se deslizaba por la carretera, la ciudad quedando atrás en un borrón de luces. La adrenalina seguía corriendo por sus venas, pero el único fuego que Aitana sentía ahora era el que ardía dentro de ella.Iván no decía nada, pero su respiración era pesada, su agarre en el volante tenso. El beso que compartieron en el auto había sido un incendio que ninguno había apagado, solo postergado.Cuando dobló por una carretera secundaria y se adentró en un viejo motel de las afueras, Aitana supo lo que venía.Y lo quería tanto que dolía.El auto se detuvo de golpe en el estacionamiento desierto. Iván mató el motor, pero no se movió de inmediato. Su pecho subía y bajaba con fuerza, sus nudillos aún blancos sobre el volante.Aitana giró en su asiento, observándolo en la penumbra. Su mandíbula apretada, su mirada encendida, su cuerpo vibrando con la misma intensidad que el suyo.Ella tomó la decisión antes de que él pudiera hacerlo.Se desabrochó el cinturón, se inclinó sobre él y lo tomó po
Aitana aún estaba envuelta en las sábanas, su piel tibia y su cuerpo aún sensible tras su último encuentro con Iván. Él estaba a su lado, con un brazo perezosamente sobre su cintura, como si no quisiera soltarla.Pero entonces lo sintió.Un escalofrío en la nuca.Ese instinto primitivo de que algo estaba mal.Iván también lo sintió.En un solo movimiento, se incorporó en la cama, sus músculos tensos, su mirada oscura clavada en la puerta del motel.Silencio.Demasiado silencio.Aitana contuvo el aliento cuando él se deslizó fuera de la cama, completamente desnudo, y tomó su pistola de la mesa de noche.—Vístete. Ahora. —Su voz fue baja, pero cortante.Su corazón comenzó a latir con fuerza.—Iván… ¿qué pasa?Él no respondió de inmediato. Se acercó a la ventana con sigilo, corriendo apenas un milímetro la cortina para mirar afuera.Y entonces su expresión se oscureció.—Mierda… —susurró.Aitana se apresuró a ponerse la ropa, su pulso acelerándose con cada segundo.—¿Quién es?Iván la mi