El auto se deslizaba por la carretera, la ciudad quedando atrás en un borrón de luces. La adrenalina seguía corriendo por sus venas, pero el único fuego que Aitana sentía ahora era el que ardía dentro de ella.Iván no decía nada, pero su respiración era pesada, su agarre en el volante tenso. El beso que compartieron en el auto había sido un incendio que ninguno había apagado, solo postergado.Cuando dobló por una carretera secundaria y se adentró en un viejo motel de las afueras, Aitana supo lo que venía.Y lo quería tanto que dolía.El auto se detuvo de golpe en el estacionamiento desierto. Iván mató el motor, pero no se movió de inmediato. Su pecho subía y bajaba con fuerza, sus nudillos aún blancos sobre el volante.Aitana giró en su asiento, observándolo en la penumbra. Su mandíbula apretada, su mirada encendida, su cuerpo vibrando con la misma intensidad que el suyo.Ella tomó la decisión antes de que él pudiera hacerlo.Se desabrochó el cinturón, se inclinó sobre él y lo tomó po
Aitana aún estaba envuelta en las sábanas, su piel tibia y su cuerpo aún sensible tras su último encuentro con Iván. Él estaba a su lado, con un brazo perezosamente sobre su cintura, como si no quisiera soltarla.Pero entonces lo sintió.Un escalofrío en la nuca.Ese instinto primitivo de que algo estaba mal.Iván también lo sintió.En un solo movimiento, se incorporó en la cama, sus músculos tensos, su mirada oscura clavada en la puerta del motel.Silencio.Demasiado silencio.Aitana contuvo el aliento cuando él se deslizó fuera de la cama, completamente desnudo, y tomó su pistola de la mesa de noche.—Vístete. Ahora. —Su voz fue baja, pero cortante.Su corazón comenzó a latir con fuerza.—Iván… ¿qué pasa?Él no respondió de inmediato. Se acercó a la ventana con sigilo, corriendo apenas un milímetro la cortina para mirar afuera.Y entonces su expresión se oscureció.—Mierda… —susurró.Aitana se apresuró a ponerse la ropa, su pulso acelerándose con cada segundo.—¿Quién es?Iván la mi
El motor aún rugía cuando Iván tomó una carretera secundaria, alejándose del caos en la autopista. Aitana respiraba con dificultad, su cuerpo aún vibrando de adrenalina.—Necesitamos escondernos antes de que manden más hombres. —Iván apretó la mandíbula, sus nudillos blancos sobre el volante.Aitana asintió, mirando por el espejo retrovisor. No había luces siguiéndolos. Por ahora.Después de veinte minutos de conducción tensa, Iván tomó un desvío hacia un viejo almacén abandonado en las afueras de la ciudad. Era un edificio destartalado, cubierto de grafitis y rodeado por un lote vacío.—Aquí estaremos seguros un rato —dijo, apagando el motor.Ambos bajaron del auto con rapidez. Aitana aún sentía su corazón martillando en el pecho mientras entraban en la penumbra del almacén.El interior era frío y olía a metal oxidado. Viejas estanterías y cajas rotas estaban esparcidas por el suelo. La única luz provenía de las farolas en la carretera a lo lejos.Iván revisó el espacio con su pistol
Un dolor punzante en la cabeza fue lo primero que sintió Aitana al recuperar la conciencia. El sonido agudo de metal crujiendo y el olor a gasolina derramada la hicieron reaccionar de golpe.El auto había volcado.Parpadeó, intentando enfocar su visión. El vehículo estaba de costado, con los vidrios destrozados y humo saliendo del motor. Su cuerpo estaba atrapado entre los asientos, las muñecas aún esposadas.Iván.Giró la cabeza con el corazón en la garganta.Lo encontró unos metros más adelante, medio incorporado entre los restos del auto, con sangre en la sien y una expresión de pura determinación en el rostro.—Iván… —susurró, su voz quebrada.Él levantó la mirada y, al verla consciente, algo feroz brilló en sus ojos.—¿Estás bien? —preguntó con urgencia.Antes de que pudiera responder, un quejido los interrumpió.Markov.El líder de sus captores estaba en el asiento del conductor, con la frente ensangrentada y su pistola aún en la mano.—Hijos de… —murmuró con rabia, intentando m
El viento frío de la carretera golpeaba la piel de Aitana mientras ella e Iván se alejaban de los restos del enfrentamiento. Sus cuerpos estaban cubiertos de suciedad, sangre y adrenalina pura. Pero habían sobrevivido.Por ahora.—Tenemos que salir de aquí antes de que lleguen refuerzos —dijo Iván, tomando su mano con firmeza.Aitana asintió, sintiendo el calor de su agarre a pesar del peligro que aún los rodeaba.A lo lejos, vieron un camino de tierra que conducía a una zona boscosa. Sin otra opción, comenzaron a caminar, usando la oscuridad como su aliada.Después de casi media hora, divisaron luces a lo lejos.—Podría ser una cabaña —murmuró Iván.Aitana lo miró con duda.—¿Y si pertenece a alguien peligroso?Él soltó una risa seca.—No creo que pueda ser peor que lo que acabamos de pasar.Cuando llegaron más cerca, vieron que era una cabaña de madera, algo vieja, pero aún en pie. No parecía haber nadie dentro.Iván forzó la cerradura con facilidad, y en cuestión de segundos, ambos
El fuego en la chimenea crepitaba suavemente, proyectando sombras danzantes en las paredes de la cabaña. El aire aún estaba impregnado del olor a sexo, a sudor y a algo más profundo… algo que ni Aitana ni Iván se atrevían a nombrar todavía.Ella yacía sobre la mesa de madera, su cuerpo aún vibrando con el eco del placer. Su pecho subía y bajaba lentamente mientras intentaba recuperar el aliento. Iván, todavía dentro de ella, apoyó la frente en su cuello, respirando contra su piel.El mundo allá afuera seguía siendo un caos, pero en ese momento solo existían ellos dos.Aitana deslizó los dedos por la espalda de Iván, trazando suavemente las líneas de sus músculos tensos. Sentía su piel cálida y húmeda bajo sus yemas, pero también la cicatriz que recorría su hombro.—¿Cómo te la hiciste? —susurró, sin poder evitar la pregunta.Iván exhaló con fuerza y, tras unos segundos de silencio, se incorporó ligeramente, sosteniéndose sobre sus antebrazos. Sus ojos oscuros la estudiaron con una int
La madrugada había traído una calma engañosa. La chimenea aún crepitaba, proyectando luces tenues en las paredes de la cabaña. Aitana e Iván permanecían en el suelo, cubiertos solo con una manta vieja que encontraron en el sofá. Sus cuerpos aún estaban entrelazados, pero sus mentes ya estaban en otro lugar: el peligro que aún los acechaba.Aitana fue la primera en hablar.—No podemos quedarnos aquí mucho tiempo. Si ellos sobrevivieron… nos buscarán.Iván asintió, su mirada oscura fija en el techo de madera.—No es un "si". Lo harán. Y no tardarán.Aitana se incorporó, abrazándose las rodillas. La realidad volvía a instalarse entre ellos como un muro invisible.—Necesitamos un plan.Iván se frotó el rostro con ambas manos y se sentó frente a ella.—Lo primero es conseguir transporte. No podemos seguir a pie. La cabaña debe tener algo… herramientas, llaves, lo que sea. Y si no, robaremos un coche en el pueblo más cercano.Aitana arqueó una ceja.—¿Robar?Iván sonrió levemente.—¿De verd
Aitana e Iván siguieron a Ezequiel hacia la casa, sintiendo el peso de la tensión en cada paso. El lugar era más grande de lo que parecía desde afuera. La decoración era una mezcla extraña entre lujo y decadencia: muebles de cuero caro, alfombras orientales gastadas, botellas de licor desparramadas en las mesas.Ezequiel se dejó caer en un sillón de piel y cruzó las piernas con la actitud de un rey en su trono.—Bien, hablemos de negocios —dijo, sirviéndose un trago.Antes de que Iván pudiera responder, uno de los hombres de Ezequiel entró apresurado, con la expresión tensa.—Jefe… tenemos un problema.Ezequiel giró la cabeza con lentitud.—¿Qué clase de problema?El hombre tragó saliva.—No estamos solos. Alguien nos siguió.El cuerpo de Aitana se tensó al instante.—¿Cuántos? —preguntó Iván, poniéndose en guardia.—Al menos dos coches. Se detuvieron a un kilómetro de aquí. Están observando.Ezequiel dejó su vaso en la mesa con un golpe seco. Su mirada se oscureció, pasando de la div