El frío del cañón del arma contra su piel hizo que un escalofrío le recorriera la espalda. Aitana contuvo la respiración, pero no permitió que el miedo se reflejara en su rostro. Sabía que cualquier indicio de debilidad podía sellar su destino.Piensa, Aitana. Piensa.Forzó una sonrisa, como si el arma no fuera más que un accesorio en la escena.—¿Siempre apuntas a las mujeres cuando te gustan? —murmuró, deslizando sus dedos sobre el dorso de su mano con lentitud.Sokolov arqueó una ceja. No retiró el arma, pero tampoco disparó.—No soy estúpido, muñeca. Dime quién eres o esta conversación termina aquí.Aitana inclinó la cabeza y dejó que sus labios se curvaran en una sonrisa traviesa.—Soy una mujer que sabe lo que quiere… y que no le gustan los hombres aburridos.Sokolov observó su expresión, midiendo sus palabras.—¿Ah, sí? —murmuró, acercándose un poco más, el arma aún entre ellos—. ¿Y qué es lo que quieres?Ella fingió pensar, inclinándose ligeramente hacia él, dejando que su per
Aitana, nada más llegar, se giró lentamente para enfrentar su mirada, su expresión era cuidadosamente calculada entre curiosidad y desafío.—¿Siempre traes a desconocidas aquí? —preguntó con una sonrisa coqueta.Sokolov la observó con una mezcla de diversión y sospecha.—No, muñeca. Tú eres especial. Y quiero saber por qué.Aitana sabía que cada palabra que dijera debía ser precisa. Sokolov era un depredador, y si detectaba el más mínimo rastro de mentira o miedo, todo se vendría abajo.Así que decidió darle lo que quería: un juego de seducción en el que ella marcara el ritmo.—Tal vez porque no soy como las demás —respondió, acercándose lentamente, dejando que su perfume lo envolviera.Sokolov sonrió de lado.—Eso ya lo noté.Aitana se sentó en el sofá con la seguridad de alguien que pertenece allí. Cruzó las piernas con elegancia, permitiendo que la abertura de su vestido revelara apenas un poco más de piel. Lo suficiente para mantener su atención.—¿Y qué más has notado? —murmuró,
Aitana sintió la tensión en los dedos de Sokolov sobre su cintura. Su mirada oscura la recorría, evaluándola, debatiéndose entre su instinto y el deseo que ella estaba avivando. Solo un poco más, Iván… —Eres intrigante, muñeca —murmuró Sokolov, su mano subiendo lentamente por su espalda. Aitana forzó una sonrisa coqueta, ignorando el frío sudor en su piel. —¿Intrigante? Pensé que me veías como un peligro. Él soltó una risa baja. —A veces, lo peligroso es lo más tentador. Justo cuando Aitana creyó haber ganado un poco más de tiempo, un sonido rompió el momento. ¡BOOM! Un fuerte estruendo sacudió el club. Las luces parpadearon y el murmullo de conversaciones se convirtió en un caos de gritos y movimiento. Aitana sintió su corazón detenerse. Iván. Sokolov se tensó al instante, su mirada afilada como una navaja. —¿Qué demonios fue eso? Aitana abrió la boca para hablar, pero no tuvo oportunidad. Un hombre irrumpió en la habitación, con el rostro desencajado por la urgencia.
Aitana sintió cómo el agarre de Sokolov en su brazo se aflojaba apenas. Fue todo lo que necesitó.Sin pensarlo, giró sobre sus propios talones y con un movimiento rápido, clavó su rodilla en la entrepierna del mafioso.Sokolov gruñó de dolor, soltándola al instante.—¡Corre! —gritó Iván, disparando una bala que impactó en la pared, obligando a su padre a retroceder.Aitana no dudó. Se lanzó hacia la puerta, sintiendo cómo Iván la tomaba de la mano y la jalaba con fuerza.El club estaba en caos. Gritos, disparos, cuerpos corriendo en todas direcciones. Los hombres de Sokolov intentaban restaurar el orden, pero la confusión jugaba a su favor.Iván la guió por un pasillo estrecho, derribando con un disparo la cerradura de una puerta trasera.—¡Por aquí! —jadeó, tirando de ella.El aire nocturno golpeó su piel cuando salieron a un callejón oscuro, el eco de los disparos aún resonando en sus oídos.—¡Al coche! —gritó Iván.Aitana corrió lo más rápido que pudo, sintiendo la adrenalina quema
El auto se deslizaba por la carretera, la ciudad quedando atrás en un borrón de luces. La adrenalina seguía corriendo por sus venas, pero el único fuego que Aitana sentía ahora era el que ardía dentro de ella.Iván no decía nada, pero su respiración era pesada, su agarre en el volante tenso. El beso que compartieron en el auto había sido un incendio que ninguno había apagado, solo postergado.Cuando dobló por una carretera secundaria y se adentró en un viejo motel de las afueras, Aitana supo lo que venía.Y lo quería tanto que dolía.El auto se detuvo de golpe en el estacionamiento desierto. Iván mató el motor, pero no se movió de inmediato. Su pecho subía y bajaba con fuerza, sus nudillos aún blancos sobre el volante.Aitana giró en su asiento, observándolo en la penumbra. Su mandíbula apretada, su mirada encendida, su cuerpo vibrando con la misma intensidad que el suyo.Ella tomó la decisión antes de que él pudiera hacerlo.Se desabrochó el cinturón, se inclinó sobre él y lo tomó po
Aitana aún estaba envuelta en las sábanas, su piel tibia y su cuerpo aún sensible tras su último encuentro con Iván. Él estaba a su lado, con un brazo perezosamente sobre su cintura, como si no quisiera soltarla.Pero entonces lo sintió.Un escalofrío en la nuca.Ese instinto primitivo de que algo estaba mal.Iván también lo sintió.En un solo movimiento, se incorporó en la cama, sus músculos tensos, su mirada oscura clavada en la puerta del motel.Silencio.Demasiado silencio.Aitana contuvo el aliento cuando él se deslizó fuera de la cama, completamente desnudo, y tomó su pistola de la mesa de noche.—Vístete. Ahora. —Su voz fue baja, pero cortante.Su corazón comenzó a latir con fuerza.—Iván… ¿qué pasa?Él no respondió de inmediato. Se acercó a la ventana con sigilo, corriendo apenas un milímetro la cortina para mirar afuera.Y entonces su expresión se oscureció.—Mierda… —susurró.Aitana se apresuró a ponerse la ropa, su pulso acelerándose con cada segundo.—¿Quién es?Iván la mi
El motor aún rugía cuando Iván tomó una carretera secundaria, alejándose del caos en la autopista. Aitana respiraba con dificultad, su cuerpo aún vibrando de adrenalina.—Necesitamos escondernos antes de que manden más hombres. —Iván apretó la mandíbula, sus nudillos blancos sobre el volante.Aitana asintió, mirando por el espejo retrovisor. No había luces siguiéndolos. Por ahora.Después de veinte minutos de conducción tensa, Iván tomó un desvío hacia un viejo almacén abandonado en las afueras de la ciudad. Era un edificio destartalado, cubierto de grafitis y rodeado por un lote vacío.—Aquí estaremos seguros un rato —dijo, apagando el motor.Ambos bajaron del auto con rapidez. Aitana aún sentía su corazón martillando en el pecho mientras entraban en la penumbra del almacén.El interior era frío y olía a metal oxidado. Viejas estanterías y cajas rotas estaban esparcidas por el suelo. La única luz provenía de las farolas en la carretera a lo lejos.Iván revisó el espacio con su pistol
Un dolor punzante en la cabeza fue lo primero que sintió Aitana al recuperar la conciencia. El sonido agudo de metal crujiendo y el olor a gasolina derramada la hicieron reaccionar de golpe.El auto había volcado.Parpadeó, intentando enfocar su visión. El vehículo estaba de costado, con los vidrios destrozados y humo saliendo del motor. Su cuerpo estaba atrapado entre los asientos, las muñecas aún esposadas.Iván.Giró la cabeza con el corazón en la garganta.Lo encontró unos metros más adelante, medio incorporado entre los restos del auto, con sangre en la sien y una expresión de pura determinación en el rostro.—Iván… —susurró, su voz quebrada.Él levantó la mirada y, al verla consciente, algo feroz brilló en sus ojos.—¿Estás bien? —preguntó con urgencia.Antes de que pudiera responder, un quejido los interrumpió.Markov.El líder de sus captores estaba en el asiento del conductor, con la frente ensangrentada y su pistola aún en la mano.—Hijos de… —murmuró con rabia, intentando m