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Capítulo 4: Rendición Absoluta

El aire en la habitación se volvió más denso, cargado de una electricidad que vibraba entre ellos. Aitana sintió cómo cada fibra de su cuerpo respondía al roce de los labios de Iván sobre su piel, explorando con una mezcla de dulzura y hambre contenida.

Su lengua dibujaba círculos perezosos sobre su pezón, sus labios atrapándolo con una suavidad exasperante antes de mordisquearlo con una intensidad que la hizo jadear. Su espalda se arqueó instintivamente, ofreciéndose más a él.

—Me encanta cómo reaccionas a mi toque… —murmuró Iván, su voz baja y rasposa contra su piel.

Aitana sintió cómo sus manos fuertes la recorrían, deslizándose por la curva de su cintura hasta aferrarse a sus muslos. Sus dedos rozaron el borde de su ropa interior, jugando con la tela, tentándola sin prisas.

—Dímelo, princesa… ¿Quieres que siga?

Su pecho subía y bajaba rápidamente, sus labios entreabiertos en un suspiro tembloroso. Su mente nublada por el deseo, por la necesidad que él despertaba en cada centímetro de su ser.

—Sí… —susurró, sin poder contenerse más.

Iván deslizó la última barrera de ropa lejos de su cuerpo, dejando su piel completamente expuesta ante su mirada hambrienta. Aitana sintió un leve escalofrío recorrerla, pero no por pudor, sino por la intensidad de cómo él la devoraba con los ojos.

—Eres una maldita obra de arte… —dijo con admiración antes de inclinarse y besar su vientre con lentitud, su lengua dejando un rastro de fuego sobre su piel.

Aitana dejó escapar un gemido entrecortado cuando sintió cómo sus labios bajaban aún más, sus manos aferrándose a las sábanas cuando él la atrapó entre su boca y la llevó al borde de la locura.

Cada movimiento era calculado, cada roce de su lengua la hacía temblar, succionando con la presión exacta para hacerla perder el control.

—Iván… —jadeó su nombre, sintiendo la tensión acumularse en su interior, una ola de placer que amenazaba con arrastrarla.

Él sonrió contra su piel, aumentando la intensidad, sujetándola con firmeza cuando su cuerpo comenzó a estremecerse.

Cuando finalmente la vio romperse bajo su toque, su gemido fue el sonido más hermoso que había escuchado.

Pero Iván no había terminado con ella.

Antes de que pudiera recuperar el aliento, subió por su cuerpo, atrapando su boca en un beso ardiente mientras se posicionaba entre sus piernas.

—Ahora quiero sentirte completamente, Aitana… —susurró contra sus labios.

Y ella lo quería tanto como él.

Con un movimiento lento y profundo, se adentró en su cuerpo, haciéndola gemir en su boca mientras la llenaba por completo.

Aitana se aferró a sus hombros, sintiendo cómo cada fibra de su ser ardía con la sensación de tenerlo dentro de ella.

La habitación se llenó con el sonido de su respiración entrecortada, del roce de sus cuerpos uniéndose en una danza primitiva y perfecta.

—Eres mía… —susurró Iván contra su oído, marcando cada embestida con sus palabras.

Y en ese momento, mientras su cuerpo se rendía completamente al suyo, Aitana supo que no había marcha atrás.

Porque sí, ahora era suya.

El cuerpo de Aitana aún temblaba cuando cayó sobre el pecho de Iván, su respiración agitada mezclándose con la de él. La calidez de su piel, el latido acelerado de su corazón bajo su oído… todo la envolvía en una sensación que iba más allá del deseo.

Iván deslizó los dedos por su espalda desnuda, dibujando patrones invisibles en su piel mientras ambos permanecían en silencio. No había necesidad de palabras en ese momento.

Pero Aitana lo sentía.

Algo dentro de ella había cambiado. No era solo el placer indescriptible que había experimentado, ni la intensidad con la que él la había reclamado. Era la forma en que su cuerpo encajaba con el de él, la manera en que aún la sostenía como si no quisiera soltarla.

Y eso era peligroso.

Cerró los ojos, intentando controlar los pensamientos que amenazaban con confundirla aún más.

—¿En qué piensas? —la voz de Iván sonó ronca, aún cargada de deseo.

Aitana se mordió el labio antes de responder.

—En que… no esperaba que esto se sintiera así.

Iván deslizó la mano hasta su mentón, obligándola a mirarlo.

—¿Y cómo se siente?

Ella tragó saliva.

—Como si estuviera jugando con fuego.

Él sonrió, esa sonrisa lenta y peligrosa que la volvía loca.

—Eso es porque lo estás, princesa.

Aitana sintió un escalofrío recorrer su espalda. Sabía que Iván no era un hombre común. Sabía que esto no era solo una aventura pasajera. Pero también sabía que él escondía más de lo que dejaba ver.

—Y tú… ¿qué sientes? —se atrevió a preguntar.

Iván no respondió enseguida. En lugar de eso, la giró sobre la cama, quedando sobre ella, sus ojos oscuros explorando cada detalle de su rostro.

—Siento que me estás volviendo loco.

Aitana contuvo el aliento.

—¿Eso es bueno o malo?

Él bajó la cabeza y atrapó su labio inferior entre los dientes antes de responder.

—Aún no lo sé.

Su boca descendió por su cuello, y Aitana sintió que la conversación se desvanecía en el aire cuando su lengua trazó un camino descendente por su pecho.

Quizás era mejor así.

Quizás, en ese momento, lo único que importaba era cómo él la hacía sentir.

Pero en el fondo, Aitana sabía que esto era solo el comienzo.

Porque los sentimientos estaban empezando a mezclarse con el deseo.

Y eso… podía cambiarlo todo.

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