El aire en la habitación se volvió más denso, cargado de una electricidad que vibraba entre ellos. Aitana sintió cómo cada fibra de su cuerpo respondía al roce de los labios de Iván sobre su piel, explorando con una mezcla de dulzura y hambre contenida.
Su lengua dibujaba círculos perezosos sobre su pezón, sus labios atrapándolo con una suavidad exasperante antes de mordisquearlo con una intensidad que la hizo jadear. Su espalda se arqueó instintivamente, ofreciéndose más a él. —Me encanta cómo reaccionas a mi toque… —murmuró Iván, su voz baja y rasposa contra su piel. Aitana sintió cómo sus manos fuertes la recorrían, deslizándose por la curva de su cintura hasta aferrarse a sus muslos. Sus dedos rozaron el borde de su ropa interior, jugando con la tela, tentándola sin prisas. —Dímelo, princesa… ¿Quieres que siga? Su pecho subía y bajaba rápidamente, sus labios entreabiertos en un suspiro tembloroso. Su mente nublada por el deseo, por la necesidad que él despertaba en cada centímetro de su ser. —Sí… —susurró, sin poder contenerse más. Iván deslizó la última barrera de ropa lejos de su cuerpo, dejando su piel completamente expuesta ante su mirada hambrienta. Aitana sintió un leve escalofrío recorrerla, pero no por pudor, sino por la intensidad de cómo él la devoraba con los ojos. —Eres una maldita obra de arte… —dijo con admiración antes de inclinarse y besar su vientre con lentitud, su lengua dejando un rastro de fuego sobre su piel. Aitana dejó escapar un gemido entrecortado cuando sintió cómo sus labios bajaban aún más, sus manos aferrándose a las sábanas cuando él la atrapó entre su boca y la llevó al borde de la locura. Cada movimiento era calculado, cada roce de su lengua la hacía temblar, succionando con la presión exacta para hacerla perder el control. —Iván… —jadeó su nombre, sintiendo la tensión acumularse en su interior, una ola de placer que amenazaba con arrastrarla. Él sonrió contra su piel, aumentando la intensidad, sujetándola con firmeza cuando su cuerpo comenzó a estremecerse. Cuando finalmente la vio romperse bajo su toque, su gemido fue el sonido más hermoso que había escuchado. Pero Iván no había terminado con ella. Antes de que pudiera recuperar el aliento, subió por su cuerpo, atrapando su boca en un beso ardiente mientras se posicionaba entre sus piernas. —Ahora quiero sentirte completamente, Aitana… —susurró contra sus labios. Y ella lo quería tanto como él. Con un movimiento lento y profundo, se adentró en su cuerpo, haciéndola gemir en su boca mientras la llenaba por completo. Aitana se aferró a sus hombros, sintiendo cómo cada fibra de su ser ardía con la sensación de tenerlo dentro de ella. La habitación se llenó con el sonido de su respiración entrecortada, del roce de sus cuerpos uniéndose en una danza primitiva y perfecta. —Eres mía… —susurró Iván contra su oído, marcando cada embestida con sus palabras. Y en ese momento, mientras su cuerpo se rendía completamente al suyo, Aitana supo que no había marcha atrás. Porque sí, ahora era suya. El cuerpo de Aitana aún temblaba cuando cayó sobre el pecho de Iván, su respiración agitada mezclándose con la de él. La calidez de su piel, el latido acelerado de su corazón bajo su oído… todo la envolvía en una sensación que iba más allá del deseo. Iván deslizó los dedos por su espalda desnuda, dibujando patrones invisibles en su piel mientras ambos permanecían en silencio. No había necesidad de palabras en ese momento. Pero Aitana lo sentía. Algo dentro de ella había cambiado. No era solo el placer indescriptible que había experimentado, ni la intensidad con la que él la había reclamado. Era la forma en que su cuerpo encajaba con el de él, la manera en que aún la sostenía como si no quisiera soltarla. Y eso era peligroso. Cerró los ojos, intentando controlar los pensamientos que amenazaban con confundirla aún más. —¿En qué piensas? —la voz de Iván sonó ronca, aún cargada de deseo. Aitana se mordió el labio antes de responder. —En que… no esperaba que esto se sintiera así. Iván deslizó la mano hasta su mentón, obligándola a mirarlo. —¿Y cómo se siente? Ella tragó saliva. —Como si estuviera jugando con fuego. Él sonrió, esa sonrisa lenta y peligrosa que la volvía loca. —Eso es porque lo estás, princesa. Aitana sintió un escalofrío recorrer su espalda. Sabía que Iván no era un hombre común. Sabía que esto no era solo una aventura pasajera. Pero también sabía que él escondía más de lo que dejaba ver. —Y tú… ¿qué sientes? —se atrevió a preguntar. Iván no respondió enseguida. En lugar de eso, la giró sobre la cama, quedando sobre ella, sus ojos oscuros explorando cada detalle de su rostro. —Siento que me estás volviendo loco. Aitana contuvo el aliento. —¿Eso es bueno o malo? Él bajó la cabeza y atrapó su labio inferior entre los dientes antes de responder. —Aún no lo sé. Su boca descendió por su cuello, y Aitana sintió que la conversación se desvanecía en el aire cuando su lengua trazó un camino descendente por su pecho. Quizás era mejor así. Quizás, en ese momento, lo único que importaba era cómo él la hacía sentir. Pero en el fondo, Aitana sabía que esto era solo el comienzo. Porque los sentimientos estaban empezando a mezclarse con el deseo. Y eso… podía cambiarlo todo.Aitana salió de la ducha envuelta en una toalla, su cuerpo aún tembloroso por lo que había ocurrido con Iván la noche anterior. Pensó que sería solo una vez. Un juego. Pero la forma en que su piel aún ardía con su recuerdo le decía que esto no iba a detenerse tan fácilmente. Cuando revisó su teléfono, encontró un mensaje de él. Iván: "Esta noche. Ocho en punto. No llegues tarde." Era una orden, no una invitación. Aitana mordió su labio. Una parte de ella quería desafiarlo, no darle el control tan fácilmente. Pero la otra… la otra quería correr a él y perderse de nuevo en su mundo. Aitana: "¿Y si tengo otros planes?" La respuesta llegó en segundos. Iván: "Cancélalos." Ella sintió un escalofrío recorrer su espalda. No porque le asustara, sino porque su cuerpo respondía a su dominio de una forma que nunca había experimentado antes. Cuando llegó a su apartamento esa noche, Iván ya la estaba esperando. La puerta apenas se cerró cuando él la acorraló contra la pared, su boca atr
Aitana sintió un escalofrío recorrer su espalda. Algo en la manera en que Bianca la había mirado, en la forma en que Iván había reaccionado…Sabía que algo no estaba bien.Y su intuición no fallaba.Aitana se acercó a la puerta entreabierta, conteniendo la respiración mientras escuchaba.—¿Qué demonios haces aquí, Bianca? —susurró Iván con enojo.—Sabes por qué estoy aquí, hermano —respondió ella con frialdad—. No puedes escapar de esto.Hubo un silencio tenso antes de que Bianca añadiera:—Papá está de vuelta… y te está buscando.El cuerpo de Aitana se paralizó.¿De qué demonios estaban hablando?Aitana se quedó paralizada detrás de la puerta, el corazón golpeándole el pecho."Papá está de vuelta… y te está buscando."¿Qué significaba eso?Nunca había escuchado a Iván mencionar a su familia. Y por la tensión en su rostro cuando Bianca apareció, estaba claro que esto no era una simple visita fraternal.Intentó escuchar más, pero la conversación se había convertido en murmullos y luego
Aitana se despertó con el cuerpo envuelto en la calidez de Iván. Sus brazos la rodeaban con una firmeza protectora, como si incluso en sueños temiera perderla.Pero la paz duró poco.Iván se removió, su respiración se volvió errática, y su agarre sobre ella se tensó.—No… —susurró en sueños, el ceño frunciéndose en una expresión de angustia.Aitana se incorporó ligeramente, acariciando su rostro con suavidad.—Iván… despierta.Él inhaló bruscamente y abrió los ojos de golpe, como si emergiera de una pesadilla. Por un segundo, su mirada estaba perdida, como si no reconociera dónde estaba.Pero cuando sus ojos se encontraron con los de Aitana, su expresión cambió.—Lo siento —murmuró, pasando una mano por su rostro.—¿Pesadillas? —preguntó ella con suavidad.Él asintió, pero no dijo más.Aitana sabía que este no era el momento para presionarlo. En cambio, deslizó su mano por su pecho, su piel caliente bajo su tacto.—Estoy aquí —susurró.Iván la miró fijamente, y algo en su interior par
Llegaron a su auto, un deportivo negro que Iván encendió con rapidez. Apenas se alejaron del edificio, dos motos aparecieron en el retrovisor.—Mierda… —Iván apretó el volante—. Aguanta, princesa. Esto se va a poner interesante.Aitana apenas tuvo tiempo de sujetarse cuando Iván pisó el acelerador, el motor rugiendo mientras el coche se lanzaba por las calles de la ciudad.Las motos los seguían de cerca, moviéndose con precisión.—¿Quiénes son? —preguntó Aitana, su respiración agitada.—Hombres de mi padre —gruñó Iván—. Y no están aquí para charlar.El auto zigzagueó entre el tráfico, pero las motos no cedían. Uno de los hombres sacó algo de su chaqueta.Un arma.Aitana sintió un grito ahogarse en su garganta cuando el primer disparo impactó contra la carrocería.—¡Iván!—¡Lo sé! —respondió él, girando el volante con brusquedad para meterse en un callejón estrecho.Las motos los siguieron, pero Iván aprovechó la confusión para hacer un giro inesperado, llevándolos a una carretera secu
Aitana despertó con la sensación de calor recorriendo su piel. Abrió los ojos lentamente y encontró a Iván observándola.—¿Llevas mucho tiempo despierto? —preguntó con voz adormilada.—Lo suficiente para memorizar cómo te ves cuando duermes —respondió él con una sonrisa torcida.Ella rodó los ojos, pero no pudo evitar sonreír.—Ahora dime la verdad.Iván suspiró y se sentó en la cama, pasándose una mano por el cabello.—Te dije que mi padre no era un hombre común… pero eso no es suficiente.Aitana se incorporó, cubriéndose con la sábana.—Estoy escuchando.Él se quedó en silencio un momento antes de hablar.—Mi padre, Lorenzo Sokolov, es… un hombre peligroso. Controla negocios en la sombra, tráfico de información, lavado de dinero… y cuando alguien no le sirve, lo hace desaparecer.Aitana sintió un escalofrío recorrerle la espalda.—¿Y tú?Iván la miró.—Yo era su heredero. El que debía continuar con su imperio.—¿Y qué pasó?—Descubrí lo que realmente era. Vi cosas que nadie debería
El sonido del motor rugía mientras Iván conducía a toda velocidad por la carretera solitaria. La noche era espesa, las luces de la ciudad quedaban atrás y la adrenalina aún recorría el cuerpo de Aitana.—¿A dónde vamos? —preguntó, intentando calmar su respiración.—A un lugar seguro.Iván no apartaba la mirada de la carretera, su mandíbula tensa, sus nudillos blancos sobre el volante.Aitana quería creerle. Pero después de lo que acababa de pasar, se preguntó si algún lugar era realmente seguro.---Llegaron a un viejo edificio industrial en las afueras. Iván apagó el motor y se giró hacia ella.—Escúchame bien, Aitana. A partir de ahora, no confíes en nadie más que en mí.Ella asintió, sintiendo un escalofrío en la nuca.Entraron al edificio y bajaron por una escalera oculta hasta un sótano amplio con equipos de computación, mapas y armas en una mesa.Aitana tragó saliva.—¿Qué es este lugar?—Mi refugio. Aquí planeé mi salida del negocio de mi padre.Antes de que pudiera hacer más p
El frío del cañón del arma contra su piel hizo que un escalofrío le recorriera la espalda. Aitana contuvo la respiración, pero no permitió que el miedo se reflejara en su rostro. Sabía que cualquier indicio de debilidad podía sellar su destino.Piensa, Aitana. Piensa.Forzó una sonrisa, como si el arma no fuera más que un accesorio en la escena.—¿Siempre apuntas a las mujeres cuando te gustan? —murmuró, deslizando sus dedos sobre el dorso de su mano con lentitud.Sokolov arqueó una ceja. No retiró el arma, pero tampoco disparó.—No soy estúpido, muñeca. Dime quién eres o esta conversación termina aquí.Aitana inclinó la cabeza y dejó que sus labios se curvaran en una sonrisa traviesa.—Soy una mujer que sabe lo que quiere… y que no le gustan los hombres aburridos.Sokolov observó su expresión, midiendo sus palabras.—¿Ah, sí? —murmuró, acercándose un poco más, el arma aún entre ellos—. ¿Y qué es lo que quieres?Ella fingió pensar, inclinándose ligeramente hacia él, dejando que su per
Aitana, nada más llegar, se giró lentamente para enfrentar su mirada, su expresión era cuidadosamente calculada entre curiosidad y desafío.—¿Siempre traes a desconocidas aquí? —preguntó con una sonrisa coqueta.Sokolov la observó con una mezcla de diversión y sospecha.—No, muñeca. Tú eres especial. Y quiero saber por qué.Aitana sabía que cada palabra que dijera debía ser precisa. Sokolov era un depredador, y si detectaba el más mínimo rastro de mentira o miedo, todo se vendría abajo.Así que decidió darle lo que quería: un juego de seducción en el que ella marcara el ritmo.—Tal vez porque no soy como las demás —respondió, acercándose lentamente, dejando que su perfume lo envolviera.Sokolov sonrió de lado.—Eso ya lo noté.Aitana se sentó en el sofá con la seguridad de alguien que pertenece allí. Cruzó las piernas con elegancia, permitiendo que la abertura de su vestido revelara apenas un poco más de piel. Lo suficiente para mantener su atención.—¿Y qué más has notado? —murmuró,