La comida en el gran jardín de los Langford se transformó en una cena, y Grace, junto a Edward, conversó con todos los invitados, cumpliendo su papel con elegancia y encanto. Después de una larga noche de socialización, decidieron retirarse. Mientras caminaban de regreso a la villa, Edward recibió una llamada de su jefe de seguridad. Grace notó un cambio en su expresión, una sombra de misterio que no pasó desapercibida.―Voy a buscar agua, ―dijo Grace al entrar a la villa. Edward asintió, aún absorto en su conversación telefónica.Grace se dirigió a la cocina, disfrutando del silencio y la tranquilidad después de la bulliciosa noche. Abrió el refrigerador y sacó una botella de agua. Justo cuando iba a tomar un vaso, Edward entró en la cocina, sosteniendo un pequeño paquete.―Grace, necesito darte algo, ―dijo, su tono serio.― ¿Qué es? ―preguntó ella, tomando el paquete con curiosidad.Grace abrió el paquete y encontró unas pastillas en su interior. Frunció el ceño, sin saber qué eran.
Grace no había vuelto a dormir desde que había despertado de la pesadilla, había mirado por horas el techo de la habitación. Estuvo tentada en varias ocasiones en salir al jardín y caminar, pero no quería toparse con nadie. Miró de nuevo el reloj que colgaba en la pared, ya marcaban las seis y media. Así que decidió levantarse, se dio una ducha, y se maquilló como le habían enseñado, luego, secó su cabello y se puso un cambio de ropa de la que había comprado a Edward. Era una blusa de algodón blanca, y unos pantalones de mezclilla azul, dejaban a la vista su ombligo de manera sutil. Se recogió el cabello en un moño alto, desbaratado, muy casual. Cuando bajó las escaleras, el olor a café, recién hecho, llegó hasta ella.―Dios mío, eso huele exquisito. ―murmuró por lo bajo para sí misma, el apetito creció. Al llegar al último escalón, apareció Edward, se le notó de inmediato que no había tenido una buena noche, así como Grace. ―Buenos días, ―dijo ella, algo inquieta cuando recordó la pe
Grace se quedó callada. Escuchó discretamente cómo Edward se retiraba del lugar, dejándola ahí, sentada en la sala. Repasó sus palabras una y otra vez, imaginando que ese panorama que ella le había pintado existiera. Pero, como él mismo dijo: "Él hubiera no existe, Grace".Una vez en la habitación, Grace se dejó caer en la gran cama. Revisó su celular y su corazón se aceleró al ver un par de llamadas perdidas de su padre. Cerró los ojos, sintiendo alivio, pero al abrirlos, presionó sus labios con dureza. ¿No era eso lo que estabas esperando? ¿Por qué la molestia? Se regañó a sí misma, sin entenderse del todo. Su padre la maltrataba psicológicamente; se fue de la casa y apenas se acordaba de ella. Se quedó pensando y, tras un momento, devolvió la llamada, pero esta fue directamente al buzón de voz. Volvió a intentarlo, pero ocurrió lo mismo.― ¿Dónde estarás metido? ―buscó en el internet, revisó la diferencia de horarios, y se dio cuenta que eran las cuatro de la mañana en New York. De
Alessandro tomó el resto de su copa de vino, sintiendo cómo el líquido recorría su garganta. Cerró los ojos para saborearlo. Al abrirlos, vio a Stefan sentándose en la silla vacía frente a él, al otro lado de la mesa del jardín. Ya era de noche, y el clima era excepcional.―¿Estás bien? ―preguntó su hijo. Alessandro asintió.―¿Debería no estarlo? ―respondió, mirándolo a los ojos.―Madre ha estado inquieta, y debo confesar que nunca la había visto así con ninguna de nuestras bodas. ¿No debería alegrarse de que su hijo menor haya encontrado a una mujer para casarse por sí mismo, sin su ayuda?―Ninguno de ustedes tres estaba interesado en un matrimonio, y además ―dijo Alessandro, sonriendo―, aceptaron seguir la tradición familiar. Pero si se lo hubieran propuesto, sé que podrían haber encontrado una mujer, así como lo ha hecho Edward.―Lo sé, y no me arrepiento. Mi esposa ha sido una buena persona, al igual que las de mis hermanos.―Solo que en esta situación, Grace no tiene lo que las e
Lorenza llegó con una sonrisa de oreja a oreja, estaba emocionada por el giro que había dado los acontecimientos, unos que nadie sabía más que ella. Y esperó ansiosa por ver como terminaría esta noche. Lo bueno, pensó, que había una lista de invitados demasiado pequeña, personas en las que había la familia Langford deposita su confianza por años. Alessandro apareció bajando las escaleras, al verla, negó, presionando al mismo tiempo su quijada, cuando ella se dio cuenta, subió hasta quedar un escalón debajo de él, haciendo que ella levantara la mirada a su esposo.― ¿Dónde has estado? ¿Por qué no contestas tu celular? ―preguntó.―Querido, te informé que revisaría los últimos detalles de la boda.― ¿Sabes que el chef ha llamado para cancelar de último momento? ¿Estás al tanto de eso? Edward confía en ti, y tú simplemente ignoras las llamadas. ―Alessandro estaba muy molesto.―Oh, el chef. ―fingió sorpresa. ―No me lo puedo creer, ¿Cómo así? ―Alessandro entrecerró sus ojos y los clavó en s
Edward quedó finalmente satisfecho con todo lo que había hecho. Miró por la ventana de la habitación de huéspedes y vio la fila de autos blindados esperando a cierta distancia de la casa, listos para recibir instrucciones. Volvió la mirada al espejo y negó lentamente, decepcionado por los eventos de las horas anteriores. Todo lo que su madre había “organizado” había sido descartado por circunstancias ajenas. Sabía que ella esperaba que cancelara el evento, pero no iba a permitir que arruinara sus planes. Tomaría a Grace como su esposa y, mañana a primera hora, regresarían a New York. No podía posponerlo más. Una sonrisa apareció en sus labios al pensar en el futuro, mientras pintaba un panorama para ella que no levantara sospechas sobre lo que realmente estaba por venir.Se escuchó el toque de la puerta, sacándolo de sus pensamientos. Aun con la mirada en su reflejo en el espejo, anunció que podía pasar. La puerta se abrió un poco y cuando vio quién era, se quedó observando en silenc
Edward caminó por el pasillo, su mano derecha oculta en el bolsillo de su pantalón de vestir. Se detuvo bajo el marco de la puerta de la antigua habitación de su infancia, ladeando ligeramente el rostro para observar mejor. Allí estaban, las mujeres más predecibles, conspirando para sabotear su plan. Desde su posición, evaluó la escena con una mezcla de desdén y calma.― ¿Qué es esto? ¿Por qué aquí dice mi nombre y el de Edward? ―preguntó Grace, fingiendo no saber, frunció el ceño mientras señalaba los documentos en dirección a las dos mujeres frente a ella.― ¿Ahora tienes amnesia? ―espetó Giselle.― Ahí dice que esta boda es un acuerdo, no el amor que han venido vendiéndole a la familia Langford. Eres solo una...―Detén tus palabras si no quieres que saque a la luz todo lo que has hecho a espaldas de tu familia ―interrumpió Edward, avanzando hacia ellas con paso firme. Lorenza sintió que su alma se desplomaba, mientras Giselle arqueaba una ceja, observando cada movimiento de su ex pr
Todos se habían subido a las camionetas blindadas, excepto Grace y Edward. Antes de dirigirse a la villa, Edward dio instrucciones a Genoveva para que acomodara a su familia en sus respectivos lugares en lo que ellos llegaban. Genoveva asintió y se llevó a todos.―Deberías de ir a hablar con tu madre. ―susurró Grace arriesgándose a que se molestara por aquellas palabras. ―No. ―dijo Edward, mirando fijamente a Grace al captar su mirada. Ella presionó los labios, haciendo que sus hoyuelos se marcaran, y se quedó de pie en el recibidor. Alzó la cola de su largo vestido y la dejó colgando sobre su brazo, sin apartar la vista de Edward.― ¿Estás seguro? ―preguntó Grace en un susurro.― ¿Cómo puedes pedirme que vaya a hablar con mi madre? Por Dios Santo, Grace. ―siseó entre dientes mientras se inclinaba hacia ella para que nadie más los escuchara. Sus ojos se clavaron en los de ella.―Sé que no está en tus planes y que esto es un acuerdo, pero... ―hizo una breve pausa― ¿por qué no ser mejo