New York, Estados Unidos. Grace estaba inquieta. Desde que habían dejado Italia, Edward se había encerrado en una burbuja de silencio impenetrable. Ella comprendía que él necesitaba espacio para procesar la pérdida y por eso había decidido no abrumarlo con palabras ni gestos. Era la primera vez que Edward experimentaba una pérdida tan cercana, y Grace intuyó que su manera de sobrellevar el dolor era alejarse del mundo, construyendo un muro emocional a su alrededor.Las puertas del elevador del ático se abrieron con un suave sonido, y al cruzar el umbral, Stuart, el fiel mayordomo, los esperaba con expresión solemne. Con una inclinación respetuosa, le dio el pésame a Edward.—Gracias —respondió Edward en voz baja, con un leve movimiento de la barbilla. Sin más, se dirigió hacia las escaleras que conducían a la segunda planta, dejando a Grace y Stuart en el recibidor.Stuart, incómodo por la tristeza que flotaba en el ambiente, intentó suavizar el momento dirigiéndose a Grace.— ¿Neces
Empresa TechNova Solutions, New York, Estados Unidos.Edward miró de nuevo software, Rebecca sonrió triunfante. Pudo ver sorpresa en la mirada de su jefe.— ¿Mejor? —quiso saber su vicepresidenta, él asintió.—Mucho mejor, ¿Podemos ver el otro asunto? —preguntó llevando sus manos a los documentos encima del escritorio.—Son las nueve de la noche, Edward. Yo tengo una vida familiar, me esperan a cenar desde hace una hora. —él se dejó caer sobre el respaldo de su silla y se llevó las manos a su rostro para masajearlo por la tensión que cargaba.—Lo siento, se me ha ido el tiempo bastante rápido.—Lo entiendo, la mejor terapia es el trabajo, pero recuerda que tienes una esposa esperando en casa. —se retiró las manos y la observó.—Lo sé, —suspiró. Sabía a la perfección que su alejamiento durante estas tres semanas, había cambiado algo en él para con Grace, estuvo muchas noches tentado en meterse en la cama con ella a media noche, con aquella necesidad de abrazarla y aspirar su aroma, per
Grace dio un sorbo a la taza de café, mientras que su padre estaba sentándose en la otra silla, dejó la taza de café y seguía sin decir algo. Se miraron ambos, luego su padre bajó la mirada de nuevo a los anillos en el dedo de Grace. —Estoy sorprendido al saber que te has casado. —susurró su padre al levantar la mirada. —Ha pasado de manera inesperada. —confesó Grace por primera vez en voz alta. —Pero no puedo darte más información, he firmado un acuerdo de confidencialidad con él. — ¿Y es algo…?—quiso saber, curioso, al llevarse sus labios a la orilla de su taza de café. —No puedo decirte más, ya que como te dije…—el sonido del celular la interrumpió, metió la mano en el bolsillo de su abrigo y cuando miró la pantalla, retuvo su respiración por un momento. — ¿Qué es lo que pasa? ¿Quién es? ¿Es él? —su padre preguntó al ver la palidez de Grace. —Sí, —se levantó de un movimiento torpe. —Voy a contestar afuera, —no dejó que su padre respondiera, al llegar a la puerta, la abr
Dos meses se cumplían este día desde que habían regresado de Italia, desde que Edward había perdido a su padre, y era cuando su madre llegaría al ático. Ya habían enviado por ella para traerla, pidió Lorenza que no era necesario que fuesen, solo que mandaran el auto. Edward se miró de nuevo en el espejo y suspiró. Dos meses desde que su relación con Grace, había cambiado, aún estaba en duelo por lo de su padre, pero había algo entre ella y él, que lo hacía marcar una línea. No entendía ni el mismo que era lo que le seguía pasando. Aunque deseaba como un loco a Grace, no quería empeorar más la situación.—Llegó tu mamá al edificio, no tarda en tomar el elevador. —anunció Grace en un tono bajo, que él escuchó bien.—Gracias, —contestó y cuando quería cruzar un par de palabras con ella antes, Grace cerró la puerta de la habitación. Entendía que ella se portara así con él, por qué él lo había estado haciendo. Pensó detenidamente los últimos días en esperar a que el acuerdo entre los dos
— ¡DEJA DE CONFUNDIRME! —exclamó Grace, su voz resonando en el aire mientras sus emociones explotaban. Edward la observó, inmóvil, con el impacto reflejado en sus ojos. Se alejó y entró al baño, cerró con seguro y se lavó sus dientes, al salir, Edward se acercó a ella, cargado de frustración.— ¡¿Y tú crees que para mí esto es fácil?! —replicó, golpeándose el pecho con la palma abierta. Su voz estaba cargada de una emoción que parecía desgarrarlo desde dentro—. ¿Crees que estoy bien con todo lo que está pasando aquí adentro? —Se señaló el corazón, su mirada intensa fija en ella—. Estaba bastante bien, Grace. Tenía todo bajo control hasta que ocurrió lo de tu padre, lo del vagón… y todo lo demás. ¿Crees que quería sentir esto? Yo sabía lo que quería en la vida, siempre lo supe, pero ahora… ahora solo pienso en ti. Todo el tiempo.Edward dio un paso hacia ella, los ojos encendidos con una mezcla de desesperación y anhelo.—Quiero abrazarte, besarte, hacerte mía. Quiero dejar de lado tod
La luz del sol se colaba a través de las cortinas de la habitación, iluminando suavemente los rostros de Edward y Grace mientras despertaban juntos. Él fue el primero en abrir los ojos, y una sonrisa se formó en sus labios al verla aún dormida, con el cabello alborotado y una expresión tranquila. No quería moverse, pero el recuerdo de que Lorenza estaba en la casa lo sacó de ese momento.—Grace… —susurró, rozando suavemente su rostro con los dedos.Ella entreabrió los ojos, su voz somnolienta.— ¿Qué hora es?Edward se giró hacia el reloj en la mesita de noche.—Más tarde de lo que esperaba. Mi madre ya debe estar despierta.Grace se incorporó de inmediato, el rubor cubriendo sus mejillas.— ¡Oh, no! Va a pensar…Edward se rio, tomando su mano y besándola.—Déjala pensar lo que quiera. Pero sí, debemos bajar.Grace asintió, y ambos se levantaron para cambiarse. Cuando estuvieron listos, bajaron juntos las escaleras hacia el comedor. La casa estaba tranquila, salvo por el suave tintine
Al día siguiente, Grace volvió a sentirse mal, tenía punzadas en su vientre bajo, pero intentó calmarlo con pastillas. Mientras tanto, Edward conversaba con su madre, Lorenza, en el salón. Habían retomado un tema recurrente: los viñedos. Lorenza, con una mezcla de nostalgia y firmeza, intentaba convencer a su hijo de que los visitara con mayor frecuencia. Desde que Alessandro ya no estaba con ellos, temía que Edward se alejara aún más de la familia.—Por cierto, ¿dónde está Grace? —preguntó Lorenza, notando la ausencia de la joven a su lado.—Debe estar en la habitación —respondió Edward, mirando hacia la entrada justo cuando ella apareció.Grace lucía pálida, desprovista del rubor rosado que recientemente iluminaba sus mejillas. Edward se levantó ligeramente, tendiéndole la mano en el aire para invitarla a sentarse a su lado.—Precisamente, mi madre preguntaba por ti.—Tengo un ligero dolor de cabeza, pero Stewart ya me ha dado algo —respondió Grace, tratando de restarle importancia
Lorenza observó a Edward detenidamente. Él se mantenía en silencio, perdido en sus pensamientos mientras esperaban en la sala. Su postura tensa y las líneas en su rostro hablaban más que cualquier palabra.—¿Qué es lo que tanto piensas? —preguntó finalmente. Su tono era suave, pero firme—. No es tu culpa, si es eso lo que te repites una y otra vez.Colocó una mano en su hombro, intentando reconfortarlo. Edward se levantó de golpe, sorprendiendo a Lorenza.—¡Claro que es mi culpa! —Espetó, pasando una mano por su rostro con frustración—. No nos cuidé. Grace no quiere hijos, y yo… yo tampoco. Nunca han estado en nuestros planes formar una familia.Lorenza lo miró con paciencia, aunque sus palabras eran como un eco de sus propias preocupaciones.—Edward…Pero él ya se pasaba ambas manos por el cabello, negando repetidamente.—Si tan solo…Lorenza se levantó y se acercó un paso más hacia él, suavizando su expresión.—Por algo Dios hace las cosas.Edward levantó la mirada hacia su madre. L