CAPÍTULO 3

Caminando entre las mesas, Abril se aseguraba de que todos los clientes estuvieran bien atendidos, no faltaba nada porque mientras mejor servicio les diera a los clientes, mejor sería el suyo. Aunque la gente pensaba que ella trabajaba en ese lugar haciendo cosas que no estaban bien para una madre soltera, la realidad fue que mayo de abril llevaba una vida diferente. ¡Sí! Había mujeres que siempre estaban dispuestas a hacer un trabajo extra para conseguir más facturas, pero Abril no era una de ellas. Poco a poco, aprendió que cada persona tenía una razón para hacer cosas que podrían ser cuestionables para otros, y tenía que respetar eso porque ella también tenía una razón para estar trabajando allí incluso cuando ya era madre.  

De repente, la oscuridad y la maldad pura cayeron en ese lugar sin que la propia Abril lo hubiera visto venir, un bar que constaba de dos pisos con los hombres con un poco más de dinero arriba porque si de algo había que decir era que la gente con mucho dinero El dinero no solía ir a ese bar. Entonces, ¿qué hacía ese hombre vestido todo de negro en ese lugar sabiendo quién era? Pero ya era hora de que Abril no lo hubiera visto. Parecía como si el mundo entero hubiera girado la cabeza para verlo entrar menos ella. 

—Mesa número 43—, dijo su amiga, entregándole el pedido que Abril le había hecho apenas cinco minutos antes.

Molesta y harta de todo lo que tenía que hacer allí y sabiendo que la noche era larga, Abril tomó la bandeja con las bebidas preparadas mientras se preparaba para subir las escaleras. Cuanto más dinero tenía la gente en el piso de arriba, más se sentían con el derecho de molestar a las mujeres de los sirvientes.

No podía negarse a subir al segundo piso cuando ese era su trabajo. Quizás conocería hombres un poco más caballerosos y le darían una propina extra.

Suspirando levemente, continuó su camino. Con la mirada ya buscaba la mesa número 43. Nada más llegar a la mesa supo poner una sonrisa en su rostro. Los hombres la estaban observando y si no quería perder ese trabajo, al menos tenía que mostrarse como una sirvienta amable.   

—Buenas noches, disfruten—, dijo Abril, entregándole las bebidas.

Los tres hombres en la mesa se miraron apenas notaron la vista que tenían debido al uniforme que vestía la mujer frente a ellos. La blusa blanca ajustada con tres botones hacia abajo y el collar que se movía chocando contra su firme pecho hicieron alucinar a esos hombres. 

Era cierto que había mujeres con mejores curvas y cinturas más ajustadas, pero eso no significaba que Abril no hubiera tenido ese encanto especial que hacía que los hombres desearan un poquito de ella.  

Inmediatamente, Abril supo leer las señales que esos tres se daban respecto a ella. Por un minuto temió por su seguridad.

—Disfruta tu velada—, dijo Abril con la intención de salir corriendo.

Uno de los hombres, que era más rápido que ella, la agarró del brazo con brusquedad y la atrajo hacia él.

—¿Qué le pasa, señor?— Gritó Abril, alejándose de él. Su pulso aumentó drásticamente. Se sentía como un pájaro frágil entre las garras de un águila. Una m*****a águila que olía como si estuviera bañada en alcohol.

—No te hagas el santo, esto es lo que hacen todas las mujeres aquí, así que complace a mis amigas y a mí. ¡Pagamos muy bien, cariño!

—¡Suéltame!

—¿No quieres ganar una propina extra, cariño?

—¡Suéltame, imbécil!— Gritó, alejándose del hombre.

El hombre sonrió. —¡Llámame como quieras pero bésame!— Dijo el hombre, tratando de besarla.

En ese momento ya podría haberse hartado de lo que el mundo que la rodeaba le estaba haciendo. Tan pronto como se sintió besada por un pendejo, Abril le lanzó la primera bofetada al hombre solo para que este le devolviera la mirada con más fuerza, listo para atacar ahora por las malas.

Temiendo lo que Abril estaba viendo en sus ojos, quiso salir corriendo solo para terminar siendo atrapada por la mano del hombre en su brazo, la misma que tanto le estaba haciendo daño y al final, terminar en el suelo de un solo empujón. El maldito bastardo la había tirado al suelo como si fuera basura y nada más. Abril estaba siendo humillada.  

Una lágrima cayó de sus ojos cuando miró al suelo. Quizás ese fue su lugar todo el tiempo.       

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