Caminando entre las mesas, Abril se aseguraba de que todos los clientes estuvieran bien atendidos, no faltaba nada porque mientras mejor servicio les diera a los clientes, mejor sería el suyo. Aunque la gente pensaba que ella trabajaba en ese lugar haciendo cosas que no estaban bien para una madre soltera, la realidad fue que mayo de abril llevaba una vida diferente. ¡Sí! Había mujeres que siempre estaban dispuestas a hacer un trabajo extra para conseguir más facturas, pero Abril no era una de ellas. Poco a poco, aprendió que cada persona tenía una razón para hacer cosas que podrían ser cuestionables para otros, y tenía que respetar eso porque ella también tenía una razón para estar trabajando allí incluso cuando ya era madre.
De repente, la oscuridad y la maldad pura cayeron en ese lugar sin que la propia Abril lo hubiera visto venir, un bar que constaba de dos pisos con los hombres con un poco más de dinero arriba porque si de algo había que decir era que la gente con mucho dinero El dinero no solía ir a ese bar. Entonces, ¿qué hacía ese hombre vestido todo de negro en ese lugar sabiendo quién era? Pero ya era hora de que Abril no lo hubiera visto. Parecía como si el mundo entero hubiera girado la cabeza para verlo entrar menos ella.
—Mesa número 43—, dijo su amiga, entregándole el pedido que Abril le había hecho apenas cinco minutos antes.
Molesta y harta de todo lo que tenía que hacer allí y sabiendo que la noche era larga, Abril tomó la bandeja con las bebidas preparadas mientras se preparaba para subir las escaleras. Cuanto más dinero tenía la gente en el piso de arriba, más se sentían con el derecho de molestar a las mujeres de los sirvientes.
No podía negarse a subir al segundo piso cuando ese era su trabajo. Quizás conocería hombres un poco más caballerosos y le darían una propina extra.
Suspirando levemente, continuó su camino. Con la mirada ya buscaba la mesa número 43. Nada más llegar a la mesa supo poner una sonrisa en su rostro. Los hombres la estaban observando y si no quería perder ese trabajo, al menos tenía que mostrarse como una sirvienta amable.
—Buenas noches, disfruten—, dijo Abril, entregándole las bebidas.
Los tres hombres en la mesa se miraron apenas notaron la vista que tenían debido al uniforme que vestía la mujer frente a ellos. La blusa blanca ajustada con tres botones hacia abajo y el collar que se movía chocando contra su firme pecho hicieron alucinar a esos hombres.
Era cierto que había mujeres con mejores curvas y cinturas más ajustadas, pero eso no significaba que Abril no hubiera tenido ese encanto especial que hacía que los hombres desearan un poquito de ella.
Inmediatamente, Abril supo leer las señales que esos tres se daban respecto a ella. Por un minuto temió por su seguridad.
—Disfruta tu velada—, dijo Abril con la intención de salir corriendo.
Uno de los hombres, que era más rápido que ella, la agarró del brazo con brusquedad y la atrajo hacia él.
—¿Qué le pasa, señor?— Gritó Abril, alejándose de él. Su pulso aumentó drásticamente. Se sentía como un pájaro frágil entre las garras de un águila. Una m*****a águila que olía como si estuviera bañada en alcohol.
—No te hagas el santo, esto es lo que hacen todas las mujeres aquí, así que complace a mis amigas y a mí. ¡Pagamos muy bien, cariño!
—¡Suéltame!
—¿No quieres ganar una propina extra, cariño?
—¡Suéltame, imbécil!— Gritó, alejándose del hombre.
El hombre sonrió. —¡Llámame como quieras pero bésame!— Dijo el hombre, tratando de besarla.
En ese momento ya podría haberse hartado de lo que el mundo que la rodeaba le estaba haciendo. Tan pronto como se sintió besada por un pendejo, Abril le lanzó la primera bofetada al hombre solo para que este le devolviera la mirada con más fuerza, listo para atacar ahora por las malas.
Temiendo lo que Abril estaba viendo en sus ojos, quiso salir corriendo solo para terminar siendo atrapada por la mano del hombre en su brazo, la misma que tanto le estaba haciendo daño y al final, terminar en el suelo de un solo empujón. El maldito bastardo la había tirado al suelo como si fuera basura y nada más. Abril estaba siendo humillada.
Una lágrima cayó de sus ojos cuando miró al suelo. Quizás ese fue su lugar todo el tiempo.
Siempre era la misma historia de su vida, pero la diferencia era que ahora había un maldito bastardo que no iba a salir de aquel bar con la cabeza vacía. Desde el mero instante en que sus lascivos ojos se posaron en ella, supo que no había otra mujer que pudiera compararse a ella. Había algo en ella que lo volvía loco, tal vez fuera la forma en que intentaba desesperadamente cubrirse el pecho o el culo sin dejar de lado su elegancia. No era como las mujeres que trabajaban allí, era un diamante entre las piedras porque mientras las demás estaban dispuestas a hacer cualquier cosa y todo a la primera con tal de conseguir una propina extra, allí estaba ella, ofendiéndose por la forma en que aquel cabrón le había hablado. ¡Venga ya! Todas las mujeres eran iguales, la única diferencia estaba en la diferencia entre las mujeres que se apresuraban a aceptar esa propina extra y las que se hacían las difíciles. En el suelo, con las lágrimas cayendo de sus ojos, aún tuvo tiempo de pensar en lo
A toda prisa, Abril se acercó a la barra donde su amiga servía las bebidas. Adele se preocupó en el mismo instante en que se dio cuenta de que su amiga se acercaba de esa manera. No parecía la chica fuerte que estaba dispuesta a enfrentarse al mundo entero con tal de conseguir dinero para su hijo y hacerle vivir de la forma más feliz posible. —¿Qué pasa, Abril? ¿Estás bien, cariño? Abril suspiró. No quería llorar, no quería demostrarle lo frágil que era, sólo quería enfrentarse al mundo por su hijo como siempre había hecho. Pero si había alguien a quien no podía mentir, esa era Adele. —Abril, ¿qué está pasando?— Adele levantó un poco la voz.Abril se limitó a negar con la cabeza. —Abril, ¿un cabrón ha intentado hacerte algo?—. Adele sabía muy bien que si había una forma de liarla era abusando de ella. Abril volvió a negar con la cabeza. —No, no es nada. No es nada, Adele. —Dime qué te pasa y te juro que mataré al cabrón que... —¡Adele!— Gritó una tercera voz. Adele puso los o
Al igual que el mes pasado, Abril había acudido a su cita médica, pero del mismo modo que las tres últimas veces, Abril había ido sola. Su ginecólogo le había hecho la misma pregunta, ¿por qué no está aquí su marido? Y ella respondió lo mismo, ha estado trabajando mucho. Quiere darle lo mejor de lo mejor a nuestro bebé. Pero ustedes son una de las familias más ricas de la ciudad. Y con eso, el médico la dejó sin habla. Cuando el médico comprendió que no tenía derecho a hablar de cosas que no sabía, decidió ir al fondo. Pronto, Abril iba a dar a luz a un precioso bebé y necesitaba estar bien hasta que llegara ese momento y, por supuesto, durante el resto de sus días, ya que su bebé iba a necesitarla para siempre. Abril aceptó y le prometió al médico que iba a estar bien por su bebé, por ella misma y por su marido porque si había algo cierto era que Abril quería a su marido más de lo que podía quererse a sí misma. Pero todo eso cambió ese día cuando llegó antes, ya que había olvidado q
Leona despertó de su pesadilla que, por supuesto, parecía un sueño desde que todo empezó. Se dice que lo que se consigue por las malas siempre está destinado a ser arrebatado de la misma manera. ¿Cómo era posible que el ser humano fuera capaz de vivir en el mismo vacío emocional y sentimental para tener todo aquello que envidiaba al principio?Habían pasado seis años desde la última vez que Leona había visto a su amiga, la misma que había dicho mil veces que era su amiga, la mejor, la mejor de todas, la mejor de un grupo de mujeres que se habían conocido hasta el más íntimo de los secretos.Por la mente de Leona pasaron aquellos seis años que ahora no parecían más que años de una vida pasada, una vida que no quería aceptar como suya. Por fin lo tenía todo, tenía el apellido que tanto envidiaba a Abril, se había casado con el hombre de su mejor amiga y, sobre todo, había conseguido concebir al heredero de aquella empresa, o al menos eso era lo que todos pensaban. Con un ramo de flor
Abril corría de un lado a otro mientras su hijo se limitaba a mirarla sentado en su silla mientras terminaba su desayuno. Si su madre hubiera llegado antes, no estaría así, corriendo de un lado para otro. Pero lo que el pequeño Mateo no sabía era que él era toda la ilusión de su madre, todo lo que necesitaba para seguir adelante. La hermosa sonrisa de su hijo dibujada en su rostro brillaba más que nunca, desde que aquel angelito llegó a su vida como un milagro, ella ya no podía ver más allá de aquel par de ojos marrones donde no podía evitar ver la viva imagen de aquel hombre al que un día llegó a amar con todo su corazón. Era increíble que todo ese amor que una vez sintió por él acabara así. Por supuesto, era el padre de aquel bebé quien le causaba el mayor dolor, pero eso no significaba que no quisiera menos a su hijo. Al fin y al cabo, su bebé era inocente, ese bebé suyo nunca eligió tener un padre así. Ese bebé suyo había llegado a la vida y estaba agradecida por ello. La prime
Lo único que se oyó después fue un grito. Dentro, el conductor se quitó las gafas oscuras en cuanto se dio cuenta de lo que había hecho mientras Lucian ni siquiera podía pestañear. Tal vez no había sido culpa del conductor, pero al final, el resultado era el mismo, una mujer había sido atropellada por un coche y ninguna de las personas que estaban dentro era consciente de lo grave que podía haber sido el golpe. —¿Qué demonios has hecho?— gritó Manuel, el amigo de Lucian.—¡No lo sé, señor, no lo sé, ha cruzado la avenida sin mirar!—. Dijo el hombre completamente aterrado. No sabía si la había matado. —¡Salga del maldito coche y vea qué ha pasado!—. Ordenó Manuel. Sin más dilación, el hombre se bajó para ver lo que había hecho. Justo detrás del conductor, Manuel se bajó y, unos segundos después, Lucian hizo lo mismo. Por supuesto que había sido un accidente, por supuesto que Manuel sabía cómo recompensar esa desgracia a la persona que estaba en el suelo, pero lo cierto era que
Abril continuó su camino después de lo que le había ocurrido. Cuando supo que estaba lejos del hombre, por fin pudo detenerse y echar un vistazo a su rodilla, como si las manos de aquel apuesto hombre se hubieran impreso en su piel. No pudo evitar sonreír. Era cierto que su primer encuentro no había sido el mejor de los mejores, incluso parecía molesto por haberla encontrado en el suelo. La segunda vez que se miraron, él la defendió, diciendo que no hacía el tipo de trabajo que los otros hombres con los que estaba esperaban de ella, y la última vez, se mostró como un hombre lleno de bondad. Las profundidades de Abril ardieron cuando sintió la cálida piel en su rodilla. Fue una experiencia total. Finalmente, cuando se sintió preparada para continuar su jornada y se dio cuenta de la hora a la que llegaba a su trabajo, Abril se alineó un poco más e intentó cubrirse la rodilla al entrar. Otros dos compañeros entraron con ella. —Buenos días, Abril—, dijo una de las chicas allí presentes.
De camino a una de las empresas más grandes del país, luciendo un sexy vestido negro con tacones altos, un sombrero para cubrir su rostro del sol y lentes de sol para que nadie viera que ella ya estaba allí. O al menos eso era lo que ella esperaba. A su lado viajaba su pequeño, el niño más travieso del mundo. No podía parar de reírse de los vídeos que su madre había puesto en la tablet para entretenerse en su camino hacia la empresa. Ella no quería tener que tratar con él de ninguna manera y para ella, el mejor invento de la humanidad fueron las tabletas junto con Internet. Odiaba tanto no poder tener una vida como otras mujeres solteras. Odiaba que su vida se hubiera vuelto así. Una mujer que tuvo una vida llena de diversión y ahora con un hijo.Cada vez que estaba con su hijo le dolía la cabeza.—Mamá, ¿ya llegamos?Ella miró a su hijo. —Sí. Ya casi llegamos.—Mamá, ¿quién nos está esperando?Leona puso los ojos en blanco sin que su hijo lo viera. —Un amigo.—¿Quién es este amigo?—