CAPÍTULO 20

Riendo con burla, Leona bajó las escaleras mientras seguía riéndose de las palabras que le había dicho a su marido. Era tan puta, era una mujer tan fría que no sentía nada, que solo trabajaba por su propio interés y hasta su hijo era parte de esos negocios que ella iniciaba.

Finalmente, cuando llegó a la oficina, se sentó en la silla de cuero y empezó a sonreír ante sus recuerdos. Esos recuerdos que la hacían feliz y le hacían saber que era capaz de todo. Si hubiera tenido a Lucian en lo más profundo de su ser, era posible tenerlo no dos, ni tres, innumerables veces, tantas veces como quisiera.

De repente, sonó el teléfono. Ella puso los ojos en blanco y contestó.

—Señora. Acosa hablando. ¿Qué deseas?— Ella dijo.

—Señora. ¿Acosta?

—Sí, ¿qué puedo hacer por ti?

—Soy la oficial Luna. Tengo noticias importantes que compartir contigo.

—¿De qué estás hablando?

—Encontramos un cuerpo en los barrancos. Señora Acosta, al parecer los restos de su amiga habían sido rescatados y podemos decir o
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