Reinhardt se paseó lentamente frente a Samuel, con su figura imponiéndose como una sombra en la habitación.—Esto también es una lección —declaró Reinhardt—. Una lección para todos aquellos que osen traicionarme. Es algo que tengo que hacer, que necesito hacer, y estoy encantado de hacerlo. Porque será muy entretenido.Se detuvo frente a Samuel, inclinando apenas la cabeza como si analizara una pieza defectuosa.—La verdad es que no puedo entenderlo —continuó—. ¿En qué estabas pensando? ¿De verdad pensaste que podías traicionarme y seguir llenándote los bolsillos a través de mí y de Zaid, durante meses, sin que me diera cuenta? ¿Creíste que nunca te iba a descubrir? ¿Que Zaid me mataría, y luego qué...? ¿Creíste que se adueñaría de mi imperio y te haría su mano derecha? —chistó con desdén—. Eres un ingenuo, Samuel. Zaid podrá ser un enfermo, un patán, una basura... —escupió cada palabra con desprecio—. Pero no es un tonto. Jamás te hubiese dejado vivir. Quizás, si la suerte estaba de
Jordan estaba sola en su habitación, con la mente ocupada con pensamientos que no podía disipar. Habían pasado ya varios días sin que viera a Reinhardt, y eso la inquietaba más de lo que le gustaría admitir.Normalmente, sus caminos se cruzaban con regularidad, ya fuera en los pasillos o en las horas nocturnas del cabaret, donde él se perdía entre las sombras del local, supervisando y controlando, siempre presente en la multitud. Pero ahora, todo parecía estar en silencio. No lo veía, no lo escuchaba. Había algo en su ausencia que la perturbaba.Con la incertidumbre aumentando, decidió preguntar a Charlie, aunque ya sabía que su respuesta probablemente no arrojaría mucha luz. Charlie, con su actitud habitual, le restó importancia, asegurándole que Reinhardt estaba ocupado con "sus propios asuntos" y que no era momento de preocuparse. Nadie más parecía tener información sobre él, y aquello solo aumentaba la inquietud que Jordan no podía quitarse.Poco después, Charlie se dirigió a la h
—¿Por qué me estás mostrando esto? —cuestionó Jordan a duras penas.—Para que sepas que ese hombre está aquí por ti, porque tú lo delataste. Tú me entregaste ese papel. Pero, me pregunto, ¿cuáles eran tus verdaderas intenciones al entregarme ese papel? ¿Demostrarme que me eres leal? ¿Demostrarme que no tienes ninguna intención de traicionarme, como lo hizo él?Las palabras de Reinhardt perforaron a Jordan como un recordatorio cruel de que, en su intento de ser leal, había condenado a otro ser humano a una vida de sufrimiento. Y mientras miraba el rostro destrozado de Samuel Vargas, ella no pudo evitar preguntarse si realmente había entendido las consecuencias de sus acciones, si alguna vez podría liberarse de esta culpa que había empezado a acecharla.Reinhardt observó a Jordan por un largo momento y sus ojos penetrantes no dejaban de escanearla, como si estuviera tratando de descifrar la verdad oculta detrás de cada una de sus acciones. Finalmente, rompió el silencio con una voz fría
Jordan miró a Reinhardt, con los ojos empañados por las lágrimas que ya no podía contener, y su voz, quebrada, salió con la firmeza que le sorprendió incluso a ella misma.—Ya entiendo lo que intentas hacer —dijo, tragando con dificultad—. No estás buscando torturarme físicamente, no es eso lo que quieres. Quieres destruirme desde adentro, ¿verdad? Aquí —continuó, señalándose la sien con un dedo—. Quieres que esto me destripe, que me atormente hasta que ya no pueda descansar, que todas mis noches sean pesadillas en las que reviva esta imagen, que me sienta culpable por lo que le pasó a este hombre, y que imagine lo que habría pasado conmigo. ¿Iba a ser capaz de resistir? ¿Iba a soportar lo que tú me hubieras hecho?Su mirada se volvió más intensa, pero no de rabia, sino de una tristeza profunda.—Reinhardt, estás tratando de quebrarme la mente, ¿no es así? Tratas de que pierda el control, que pierda la razón... Pero, ¿sabes qué? No tienes que hacer nada para eso. Porque ya no tengo co
Era el mediodía cuando el sol intenso calentaba la carretera repleta de polvo, y a su vez, iluminaba a un joven delgado de aspecto desaliñado que levantaba el pulgar con la esperanza de conseguir un aventón hacia la ciudad. Vestía una camisa blanca desgastada que se pegaba a su espalda debido al sudor, unos pantalones amarronados con tirantes y unos zapatos viejos del mismo color. Sobre su cabeza, reposaba un sombrero de paja deteriorado, el cual ofrecía poca protección a su rostro contra el calor. Su piel estaba ligeramente bronceada debido a su exposición a los rayos solares. Con la nariz y los pómulos enrojecidos a causa de los rayos ultravioletas, observaba la manera en que una fila de vehículos pasaba frente a él y ninguno se detenía para ofrecer su ayuda. Finalmente, tras varios intentos fallidos, un camión que transportaba árboles talados redujo la velocidad y se detuvo delante de él. Un hombre mayor, con barba canosa y semblante cansado, asomó la cabeza por la ventanilla.
Jordan frunció el ceño, mostrándose claramente perplejo. Antes de que el hombre se fuera, lo agarró del brazo.—¿A qué te refieres? ¿Por qué me estás diciendo eso? —preguntó, sintiendo la desesperación brotar en su voz.—No tengo nada más que decirte, niña. Ya vete, no hay lugar para ti aquí. Además, ¿cuántos años se supone que tienes? Este no es sitio para alguien como tú. Vete ya.—Pero… ¿por qué me dices eso? ¿Por qué me tratas como si fuera mujer? No soy mujer —insistió Jordan, sin soltar el brazo del hombre.Éste levantó una ceja, mirándolo como si acabara de decir algo completamente absurdo.—¿De qué estás hablando, niña? Puedo reconocer a una mujer desde kilómetros. Trabajo en esto, veo mujeres todos los días. ¿Quieres verme la cara de tonto?Jordan se quedó mudo, sin poder creer lo que oía.—No entiendo lo que dices. Te repito que no soy una mujer —declaró con seguridad. El hombre entornó los ojos, observándolo más de cerca.—¿Acaso estás tratando de hacerte pasar po
Decidido a ayudar, Jordan se arrojó al mar y llegó hasta el hombre. Comenzó a jalar las cadenas para sacarlas de la roca, pero fue inútil. También pensó en romper la piedra, pero eso era aún más complicado.Jordan subió a la superficie, tomó aire y volvió a sumergirse. Recordó la llave que uno de los hombres había arrojado al agua y empezó a buscarlo esperanzado. Quizás, podría ocurrir un milagro y encontrarlo.Buscó frenéticamente entre las piedras del fondo, sintiendo la desesperación crecer con cada segundo que pasaba. Finalmente, sus dedos rozaron algo metálico. Era la llave, la cual había sido arrojada cerca de Reinhardt para que éste se desesperara por querer tomarla y se ahogara más rápido. Jordan la tomó y se aproximó al hombre encadenado. Aun con sus manos moviéndose a causa de la agresividad del agua, logró abrir las cerraduras. Reinhardt, libre de las cadenas, nadó rápidamente hacia la superficie e inhaló una gran bocanada de aire, recuperándose en cuestión de segundos.
Reinhardt se mantuvo impasible. Sus ojos, oscuros y vacíos, no mostraban ni un rastro de emoción. La mano que sostenía el arma estaba firme, sin el más mínimo temblor, como si apuntar a la cabeza de Jordan fuera una acción cotidiana.—¿Crees que me importa? —dijo él, con una voz baja y helada, carente de cualquier rastro de humanidad. No había titubeo en su tono, ni rastro de compasión.En ese momento, Charlie intervino rápidamente. —Reinhardt, esto no es necesario. Este… muchacho vino ayer a pedir empleo y le dije que no. Ha vuelto para insistir, pero no hay nada para él aquí. Solo déjalo ir —farfulló. Sabía que Jordan no era hombre, pero seguía pensando en que solo era una jovencita que quizás tenía sus propios problemas y que esa era su forma de enfrentarse al mundo. Reinhardt no bajó el arma, pero Jordan creyó ingenuamente que Charlie podría ser capaz de controlarlo. —S-Sí, así es —se puso de pie lentamente—. P-Pero ya que me han rechazado por segunda vez, me voy p-para no