La caída había sido brutal. Jordan, luchando por recobrar el control de su cuerpo adolorido, se arrastró hacia Reinhardt, que yacía medio inconsciente sobre la tierra. Cada movimiento era un dolor agudo y cada respiración un recordatorio de la fuerza con la que habían golpeado el suelo. Con manos temblorosas, Jordan sacudió a Reinhardt, casi como si lo estuviera implorando,—¡Reinhardt, por favor, despierta! ¡No podemos quedarnos aquí! —articuló.Reinhardt, con los ojos entreabiertos, apenas pudo articular una palabra, pero la mirada de comprensión se reflejó en sus ojos cuando sintió la presión de las manos de Jordan. Sin perder más tiempo, se incorporó con dificultad.Por otro lado, el coche de Zaid frenó violentamente en dirección a ellos. El peligro estaba cerca, mucho más cerca de lo que Jordan había imaginado. El sudor frío le recorrió la frente y la pesadez en su pecho era casi insoportable, pero la necesidad de huir era más fuerte.—¡Vamos, vamos! —soltó Jordan, agachándose pa
Jordan, al escuchar su verdadero nombre salir de los labios de Zaid, se quedó paralizado, completamente congelado. El sonido de su nombre real, Isabella, se estrelló contra su pecho con la fuerza de un golpe. No era algo que temiera por sí mismo, pero el hecho de que Zaid lo hubiera pronunciado en frente de Reinhardt, el único que no sabía nada, era lo que lo aterraba. Esa revelación ponía en peligro todo lo que había construido, todo lo que había hecho para ocultar su verdadera identidad.Había sido consciente de que tarde o temprano Zaid lo diría. Era un hombre que disfrutaba de los juegos mentales, y nunca había tenido la intención de guardar el secreto por mucho tiempo. Sabía que, en algún momento, las piezas caerían en su lugar. Pero saberlo no hacía que el impacto fuera menos grave. A pesar de todo, ese nombre, esa parte de su vida que quería enterrar, había vuelto con una fuerza devastadora.Zaid, por su parte, temblaba de rabia con su pistola en la mano izquierda.—¡Ya no me i
Reinhardt emergió del río tambaleándose, con el cuerpo de Jordan aferrado contra su pecho. El agua goteaba de su ropa, de su cabello, de sus pestañas, pero él no lo sentía. Nada de eso importaba. Lo único que importaba era el cuerpo flácido en sus brazos, ese cuerpo tan ligero, tan helado, que parecía ya no pertenecer a este mundo.Reinhardt cayó de rodillas junto al chico, sin aliento, observando su rostro. Sus manos se posaron sobre su cuerpo, buscando signos de vida, asegurándose de que su respiración seguía. Necesitaba saber que no había sido demasiado tarde, que no había perdido la oportunidad de salvarlo.Sin embargo, notó que no respiraba. Su piel estaba fría, más fría de lo que podría soportar, y el pulso de Jordan, si es que alguna vez estuvo presente, había desaparecido.Reinhardt lo revisó rápido. No respiraba. No se movía.Buscó el pulso en su cuello. Nada. Se lo buscó en la muñeca. Nada.—¡Mierda! —siseó, negando con la cabeza, sin darse cuenta de que hablaba.Había visto
Un zumbido sordo fue lo primero que Jordan percibió, incluso antes de abrir los ojos. Todo su cuerpo se sentía pesado, como si una fuerza invisible lo mantuviera anclado al colchón. Lentamente, muy lentamente, logró entreabrir los párpados, solo para ser cegada por una luz intensa que la obligó a cerrarlos de nuevo.El dolor le atravesó la cabeza como una ráfaga, punzante y persistente. Una sensación de mareo la envolvió y sus propios párpados parecían pesar una tonelada. Con esfuerzo, llevó una mano temblorosa hasta su frente, como si pudiera calmar el latido doloroso que sentía en las sienes.A lo lejos, como si viniera desde un túnel lejano, escuchó una voz. Era femenina, pero demasiado lejana y distorsionada para entender lo que decía.Intentó abrir los ojos otra vez, parpadeando en un intento torpe de enfocar algo, pero todo a su alrededor era una masa de sombras y luces borrosas.Por instinto, trató de incorporarse. Su cuerpo, sin embargo, no respondió como ella quería. Apenas l
Jordan cerró los ojos un momento, dejando que el cansancio la envolviera, pero enseguida los volvió a abrir con dificultad. El pecho le dolía, el recuerdo del disparo regresaba con fuerza, como una sombra pesada sobre su mente.—Es un poco difícil que no me preocupe —murmuró, mirando el techo—. Creí que iba a morir cuando recibí ese balazo... Y cuando caí al río y sentí que me estaba ahogando, pensé que definitivamente ese sería mi fin. La corriente era fuerte, no podía nadar, no podía luchar. No puedo creer que realmente esté viva.Simone, sentada a un lado de la cama, le dedicó una mirada comprensiva.—Pues te aconsejo que sigas descansando, que te repongas... y que reúnas toda la fuerza necesaria. Porque te hará falta.Jordan giró la cabeza lentamente hacia ella, frunciendo el ceño.—¿Por qué dices eso? —preguntó con desconfianza.Simone bajó un poco la vista, como si calibrara sus palabras antes de soltarlas.—Porque la situación se ha vuelto bastante difícil para ti —respondió—.
Era el mediodía cuando el sol intenso calentaba la carretera repleta de polvo, y a su vez, iluminaba a un joven delgado de aspecto desaliñado que levantaba el pulgar con la esperanza de conseguir un aventón hacia la ciudad. Vestía una camisa blanca desgastada que se pegaba a su espalda debido al sudor, unos pantalones amarronados con tirantes y unos zapatos viejos del mismo color. Sobre su cabeza, reposaba un sombrero de paja deteriorado, el cual ofrecía poca protección a su rostro contra el calor. Su piel estaba ligeramente bronceada debido a su exposición a los rayos solares. Con la nariz y los pómulos enrojecidos a causa de los rayos ultravioletas, observaba la manera en que una fila de vehículos pasaba frente a él y ninguno se detenía para ofrecer su ayuda. Finalmente, tras varios intentos fallidos, un camión que transportaba árboles talados redujo la velocidad y se detuvo delante de él. Un hombre mayor, con barba canosa y semblante cansado, asomó la cabeza por la ventanilla.
Jordan frunció el ceño, mostrándose claramente perplejo. Antes de que el hombre se fuera, lo agarró del brazo.—¿A qué te refieres? ¿Por qué me estás diciendo eso? —preguntó, sintiendo la desesperación brotar en su voz.—No tengo nada más que decirte, niña. Ya vete, no hay lugar para ti aquí. Además, ¿cuántos años se supone que tienes? Este no es sitio para alguien como tú. Vete ya.—Pero… ¿por qué me dices eso? ¿Por qué me tratas como si fuera mujer? No soy mujer —insistió Jordan, sin soltar el brazo del hombre.Éste levantó una ceja, mirándolo como si acabara de decir algo completamente absurdo.—¿De qué estás hablando, niña? Puedo reconocer a una mujer desde kilómetros. Trabajo en esto, veo mujeres todos los días. ¿Quieres verme la cara de tonto?Jordan se quedó mudo, sin poder creer lo que oía.—No entiendo lo que dices. Te repito que no soy una mujer —declaró con seguridad. El hombre entornó los ojos, observándolo más de cerca.—¿Acaso estás tratando de hacerte pasar po
Decidido a ayudar, Jordan se arrojó al mar y llegó hasta el hombre. Comenzó a jalar las cadenas para sacarlas de la roca, pero fue inútil. También pensó en romper la piedra, pero eso era aún más complicado.Jordan subió a la superficie, tomó aire y volvió a sumergirse. Recordó la llave que uno de los hombres había arrojado al agua y empezó a buscarlo esperanzado. Quizás, podría ocurrir un milagro y encontrarlo.Buscó frenéticamente entre las piedras del fondo, sintiendo la desesperación crecer con cada segundo que pasaba. Finalmente, sus dedos rozaron algo metálico. Era la llave, la cual había sido arrojada cerca de Reinhardt para que éste se desesperara por querer tomarla y se ahogara más rápido. Jordan la tomó y se aproximó al hombre encadenado. Aun con sus manos moviéndose a causa de la agresividad del agua, logró abrir las cerraduras. Reinhardt, libre de las cadenas, nadó rápidamente hacia la superficie e inhaló una gran bocanada de aire, recuperándose en cuestión de segundos.