El silencio se alargó entre ambos, mientras Marcial meditaba la petición. Isabella esperó, conteniendo la respiración, consciente de que su vida dependía de la respuesta de aquel hombre.—Está bien. Tengo que ir a la ciudad y hablar con él —dijo Marcial, observándola con detenimiento.—¿Y cuándo irás para allá? —agregó Isabella con ansiedad.—Iré esta misma tarde. —Entiendo —replicó.—Vuelve en una semana —indicó Marcial, a lo que el pecho de Isabella se contrajo al instante.—No, yo no tengo una semana. Tengo que irme de aquí cuanto antes.—Es que será muy difícil. Esas identificaciones tardan un poco en llegar. Él necesita tomarse su tiempo. Hay mucha gente que se lo pide, y además, debe tener cuidado de no ser descubierto.—Por favor, por favor, yo necesito esa identificación cuanto antes. Por favor —insistió ella.El hombre la miró con cierta lástima y luego exhaló pesadamente.—Bueno, tal vez podamos acelerarlo todo, pero te costará más dinero.Isabella se quedó pensativa. Tenía
Jordan acababa de terminar su relato. A medida que hablaba, parecía haber retrocedido en el tiempo, reviviendo cada momento con una intensidad abrumadora. Cada palabra que pronunciaba lo sumergía nuevamente en ese pasado del que, por más que lo intentara, nunca podría escapar del todo. Su voz había sido constante, sin titubeos, pero su cuerpo, aunque inmóvil, había transmitido el sufrimiento de cada recuerdo. Había estado dibujando líneas sin sentido en la tierra con la punta de su dedo, como si aquello pudiera ayudarlo a aliviar el dolor de recordar.Reinhardt, por su parte, no lo interrumpió ni una sola vez. Permaneció allí, apoyado contra el auto, con los brazos cruzados y el ceño apenas fruncido, atento a cada palabra que salía de la boca de Jordan. No emitió juicio alguno, no expresó sorpresa ni compasión, sino que simplemente escuchó. Y cuando Jordan terminó de hablar, cuando la última palabra quedó suspendida en el aire entre ambos, Reinhardt rompió el silencio con una afirmaci
Reinhardt observó a Jordan con extrañeza, entrecerrando los ojos como si intentara descifrar un enigma que tenía justo frente a él. Había algo en su historia que no terminaba de encajar, algo que no estaba diciendo. Así que, sin previo aviso, se inclinó hacia él, invadiendo su espacio personal sin ninguna reserva. Su rostro se acercó al de Jordan hasta que el aliento de Reinhardt rozó su piel. La calidez de su respiración se mezcló con la frialdad del aire nocturno, creando un contraste inquietante.Jordan no retrocedió. No desvió la mirada ni intentó apartarse. Se mantuvo firme, sosteniendo la intensidad de los ojos de Reinhardt, aunque por dentro su pulso latía con una fuerza casi dolorosa. Su autocontrol era su única barrera, pero se preguntó si Reinhardt podía percibir la ligera tensión en su mandíbula y la forma en que sus manos se cerraban en puños junto a su cuerpo.—Algo me dice que no me estás contando todo —manifestó Reinhardt.El pecho de Jordan se comprimió con fuerza. ¿Có
Reinhardt lo miró fijamente, con una expresión que oscilaba entre la incredulidad y la exasperación. No podía creer lo que estaba escuchando. ¿Era en serio? No sabía cómo reaccionar ante semejante petición, pero lo que sí sabía era que no le gustaba sentirse desconcertado.—¿Acaso estás demente? —soltó al fin, con un tono seco y desprovisto de toda paciencia—. ¿Que duerma contigo? ¿Qué soy, tu oso de peluche?Jordan, que ya había anticipado esa reacción, no se amilanó. Bajó la mirada un instante, tragó saliva y luego volvió a mirarlo con determinación.—Por favor, Reinhardt… Es que… No quiero estar solo. Tengo miedo.Reinhardt soltó un bufido, cruzó los brazos y negó con la cabeza.—Aquí nada malo te va a pasar. Zaid no va a llegar hasta tu habitación.—Tal vez tenga pesadillas —susurró Jordan.—Ese no es asunto mío.—Reinhardt, no me dejes solo, por favor. No podré dejar de pensar en todo lo que ocurrió, en que Zaid finalmente sabe que estoy en esta ciudad, y me muero de miedo de ima
—¿Crees que quiero matarlo por diversión? —agregó Jordan—. ¿Estás tratando de decirme que, si no asesino solo por disfrutar ver gente morir, no podré sobrevivir en este mundo?—No, pero en un ambiente sanguinario y hostil como este, debes tener la facilidad de apretar el gatillo, sin que la conciencia se convierta en un obstáculo. Y tú no eres así.—Yo no quiero aprender a usar un arma para matar a cada persona que me desagrade. Solo quiero poder defenderme.—Campesino —articuló Reinhardt—. Ten en cuenta una cosa. En este momento no eres más que un don nadie. Solo un pobre diablo corriendo de un lado a otro sin rumbo alguno. Sin embargo… si matas a Zaid con tu propia arma, todo lo suyo sería tuyo. Su territorio, sus negocios, sus hombres. Todo lo que ha construido pasaría a pertenecerte.Jordan no apartó la mirada, pero en su expresión no había codicia ni entusiasmo. Solo un profundo cansancio y una determinación inquebrantable.—Yo no quiero eso —respondió tras un breve silencio—. No
Reinhardt permaneció quieto, aún encima de Jordan, mirándolo profundamente. Su expresión era inescrutable, pero su mirada parecía examinar cada gesto del joven que tenía debajo. Con una voz llena de reproche, dejó escapar una pregunta que sonó más como una acusación que como una simple curiosidad.—¿Qué pretendes, campesino? —sus palabras eran ásperas, carentes de toda dulzura—. ¿Por qué estás pidiendo eso?Jordan sostuvo la mirada de Reinhardt sin apartarla. Tragó saliva antes de responder, sin rastro de vacilación en su tono.—Ya te lo dije. Tengo miedo. No quiero estar solo.El silencio se extendió entre ellos por un instante, apenas roto por la respiración entrecortada de Jordan. Reinhardt entrecerró los ojos y suspiró con impaciencia antes de responderle con sequedad.—Pues yo no soy tu niñera —soltó, como si las palabras de Jordan hubieran despertado en él una molestia inesperada—. No voy a estar protegiéndote todo el tiempo, así que será mejor que encuentres la manera de lidiar
El comentario pareció encender algo en Reinhardt. Su mandíbula se apretó pero, en lugar de estallar, dejó escapar una risa mordaz. Acto seguido, se apartó de Jordan y se puso de pie.—¿Celoso yo? —repitió con burla—. No digas tonterías. Eso jamás pasaría. Mucho menos por ti. Yo jamás he sentido celos y ni siquiera sé lo que se siente. No hay nadie que pueda superarme, nadie que valga lo suficiente como para despertar ese tipo de sentimiento en mí. Así que no tengo ninguna razón para sentir celos, y mucho menos por un campesino insignificante como tú. En todo caso, el que se puso celoso aquí fuiste tú.Jordan lo miró con desconcierto.—¿De qué hablas?Reinhardt esbozó una sonrisa aún más afilada.—Cuando entraste a mi oficina y me encontraste con Simone, reaccionaste como un niño enrabietado. Te largaste de inmediato al salón, fuiste directo a tomar alcohol con esos hombres y luego me gritaste que, si quería besar a Simone o acostarme con ella, podía hacerlo. ¿Quién de los dos parece c
Reinhardt salió de la habitación de Jordan y lo dejó allí, solo, con sus pensamientos. Luego, se dirigió al salón del cabaret y caminó con paso decidido hasta que vio a Charlie, quien inmediatamente se acercó a él al notarlo, buscando saber qué había ocurrido.—Reinhardt, ¿qué sucedió? Sé que saliste corriendo detrás de Jordan, y luego me llegaron rumores de que hubo un tiroteo en la calle... —expuso, claramente preocupado—. Además, se tardaron mucho en regresar. Creí que en verdad les había pasado algo...—Tuve un problema. El campesino intentó escapar.—¿E-En serio? —soltó Charlie—. Bueno, quiero decir, es evidente que quiso hacerlo porque salió corriendo de aquí, pero... no sé... pensé que solo había sido una discusión sin importancia entre ustedes y que Jordan salió de esa manera por hacer un berrinche, pero no creí que realmente intentara huir.—Eso ya no me preocupa —acotó Reinhardt—. El verdadero problema es que el campesino tiene graves conflictos con Zaid. —¿Zaid? ¿Zaid Albaz