—¿Crees que quiero matarlo por diversión? —agregó Jordan—. ¿Estás tratando de decirme que, si no asesino solo por disfrutar ver gente morir, no podré sobrevivir en este mundo?—No, pero en un ambiente sanguinario y hostil como este, debes tener la facilidad de apretar el gatillo, sin que la conciencia se convierta en un obstáculo. Y tú no eres así.—Yo no quiero aprender a usar un arma para matar a cada persona que me desagrade. Solo quiero poder defenderme.—Campesino —articuló Reinhardt—. Ten en cuenta una cosa. En este momento no eres más que un don nadie. Solo un pobre diablo corriendo de un lado a otro sin rumbo alguno. Sin embargo… si matas a Zaid con tu propia arma, todo lo suyo sería tuyo. Su territorio, sus negocios, sus hombres. Todo lo que ha construido pasaría a pertenecerte.Jordan no apartó la mirada, pero en su expresión no había codicia ni entusiasmo. Solo un profundo cansancio y una determinación inquebrantable.—Yo no quiero eso —respondió tras un breve silencio—. No
Reinhardt permaneció quieto, aún encima de Jordan, mirándolo profundamente. Su expresión era inescrutable, pero su mirada parecía examinar cada gesto del joven que tenía debajo. Con una voz llena de reproche, dejó escapar una pregunta que sonó más como una acusación que como una simple curiosidad.—¿Qué pretendes, campesino? —sus palabras eran ásperas, carentes de toda dulzura—. ¿Por qué estás pidiendo eso?Jordan sostuvo la mirada de Reinhardt sin apartarla. Tragó saliva antes de responder, sin rastro de vacilación en su tono.—Ya te lo dije. Tengo miedo. No quiero estar solo.El silencio se extendió entre ellos por un instante, apenas roto por la respiración entrecortada de Jordan. Reinhardt entrecerró los ojos y suspiró con impaciencia antes de responderle con sequedad.—Pues yo no soy tu niñera —soltó, como si las palabras de Jordan hubieran despertado en él una molestia inesperada—. No voy a estar protegiéndote todo el tiempo, así que será mejor que encuentres la manera de lidiar
El comentario pareció encender algo en Reinhardt. Su mandíbula se apretó pero, en lugar de estallar, dejó escapar una risa mordaz. Acto seguido, se apartó de Jordan y se puso de pie.—¿Celoso yo? —repitió con burla—. No digas tonterías. Eso jamás pasaría. Mucho menos por ti. Yo jamás he sentido celos y ni siquiera sé lo que se siente. No hay nadie que pueda superarme, nadie que valga lo suficiente como para despertar ese tipo de sentimiento en mí. Así que no tengo ninguna razón para sentir celos, y mucho menos por un campesino insignificante como tú. En todo caso, el que se puso celoso aquí fuiste tú.Jordan lo miró con desconcierto.—¿De qué hablas?Reinhardt esbozó una sonrisa aún más afilada.—Cuando entraste a mi oficina y me encontraste con Simone, reaccionaste como un niño enrabietado. Te largaste de inmediato al salón, fuiste directo a tomar alcohol con esos hombres y luego me gritaste que, si quería besar a Simone o acostarme con ella, podía hacerlo. ¿Quién de los dos parece c
Reinhardt salió de la habitación de Jordan y lo dejó allí, solo, con sus pensamientos. Luego, se dirigió al salón del cabaret y caminó con paso decidido hasta que vio a Charlie, quien inmediatamente se acercó a él al notarlo, buscando saber qué había ocurrido.—Reinhardt, ¿qué sucedió? Sé que saliste corriendo detrás de Jordan, y luego me llegaron rumores de que hubo un tiroteo en la calle... —expuso, claramente preocupado—. Además, se tardaron mucho en regresar. Creí que en verdad les había pasado algo...—Tuve un problema. El campesino intentó escapar.—¿E-En serio? —soltó Charlie—. Bueno, quiero decir, es evidente que quiso hacerlo porque salió corriendo de aquí, pero... no sé... pensé que solo había sido una discusión sin importancia entre ustedes y que Jordan salió de esa manera por hacer un berrinche, pero no creí que realmente intentara huir.—Eso ya no me preocupa —acotó Reinhardt—. El verdadero problema es que el campesino tiene graves conflictos con Zaid. —¿Zaid? ¿Zaid Albaz
Reinhardt soltó un bufido bajo y pasó una mano por su cabello con un gesto de cierta frustración. Allí estaba Jordan, en su cama, profundamente dormido como si nada hubiera pasado. Reinhardt había pensado que, después de todo lo ocurrido con Zaid, las cosas cambiarían, que Jordan se mostraría más obediente, que entendería su lugar, que dejaría de desafiarlo. Pero no. Jordan seguía siendo el mismo terco de siempre, insistiendo en hacer lo que le venía en gana, ignorando las órdenes de Reinhardt como si su autoridad no significara nada. Sin embargo, lo que más lo inquietaba no era la desobediencia en sí, sino la incertidumbre sobre lo que sentía al respecto.No sabía si debía molestarse porque Jordan había vuelto a desafiarlo, o si, de algún modo retorcido, le gustaba que él quisiera estar cerca. Esa ambigüedad en sus emociones lo desconcertaba. Estaba acostumbrado a que la gente lo obedeciera, a que nadie osara desafiarlo. Pero Jordan lo hacía, y aunque le irritaba, había algo en ese d
Jordan despertó sintiendo el calor de un cuerpo a su lado. Con los ojos aún pesados por el sueño, giró ligeramente la cabeza y lo vio. Reinhardt estaba tendido sobre la cama, boca arriba, con los párpados cerrados y el rostro sumido en una tranquilidad que Jordan pocas veces había visto en él. Era extraño. Estaba acostumbrado a la expresión severa y calculadora de Reinhardt, a la mirada afilada y las facciones endurecidas por la costumbre de estar siempre en control. Pero ahora, dormido, se veía diferente. Relajado. Sereno. Sin el peso de la autoridad o la desconfianza ensombreciendo sus rasgos. Y a Jordan le gustaba mucho esa imagen.Se recostó sobre su codo, acercándose un poco más, permitiéndose el lujo de observarlo detenidamente. Nunca había visto a Reinhardt así de cerca y con tanto detenimiento sin que él lo fulminara con la mirada o lo desafiara con algún comentario. Sus rasgos eran fuertes, varoniles, pero al mismo tiempo había algo en su expresión relajada que lo hacía ver a
Luego de un largo silencio entre ambos, Jordan optó por romper la quietud.—¿Dormiste bien? —preguntó de repente.Reinhardt soltó un resoplido leve antes de contestar con tono indiferente.—Sí, bastante bien.Jordan sonrió con ligereza y giró la cabeza hacia él.—¿Es porque te hice compañía?Reinhardt giró el rostro, mirándolo con un destello de exasperación en sus ojos.—No te pases de listo. Siempre duermo muy bien —aseveró, pero Jordan no se dejó intimidar. En cambio, lo analizó con detenimiento antes de dar su punto de vista.—Dormiste más de la cuenta. Estás acostumbrado a dormir solo una hora y luego te levantas para salir de nuevo al salón.Reinhardt pasó una mano por su rostro, restregándose los ojos.—Anoche trabajé mucho buscando sacarte de las manos de ese maldito enfermo de Zaid. Así que me quedé muy cansado.Un nuevo silencio se instaló entre los dos, hasta que Reinhardt volvió a girar la cabeza hacia él y lo observó con un semblante de reproche.—Y una vez más me desobed
Reinhardt lo besó con una intensidad que rozaba lo salvaje, como si en ese momento la cordura le abandonara por completo y lo único que existiera fuera el calor del cuerpo de Jordan contra el suyo. Sus labios devoraban los ajenos con una urgencia abrasadora, como si tratara de memorizar cada rincón de su boca, de reclamarla, de hacerla suya de una forma irrefrenable. Jordan, atrapado en el torbellino de esa pasión arrolladora, intentó seguir su ritmo, responder a ese deseo feroz que le consumía, aunque sentía que Reinhardt lo arrastraba como una tormenta de la que no podía escapar.El mafioso no tardó en avanzar, presionándolo, empujándolo con su propio cuerpo sin necesidad de palabras. Jordan, con cada paso que retrocedía, sentía que la habitación se hacía más pequeña. Sus piernas tocaron el borde de la cama y, en un parpadeo, se encontró cayendo de espaldas sobre el colchón, con el peso de Reinhardt sobre él, atrapándolo por completo bajo su presencia abrumadora.Los labios del mafi